miércoles, junio 25, 2014

Distancia mínimamente sanitaria/ Juan Abreu

Hoy no sé por qué pensé en mi padre al despertar. Pensé qué bien mi padre enterrado en Miami y no en esa isla espeluznante. Imaginen mis despertares si mi pobre padre estuviera enterrado en esa isla espeluznante, qué tristes despertares serían. Lo de la tierra patria y lo del lugar donde uno nació es una estafa y un fraude como no me canso de decir y una manifiesta forma de imbecilidad tribal. Cuando alguien te hable en nombre de tu Patria y de tu Pueblo ya puedes ir haciendo las maletas porque si de algo puedes estar seguro es de que ese hijo de puta tiene planes siniestros que te incluyen y que dentro de poco ese patriota será rico o más rico y poderoso o más poderoso y tú serás menos libre más esclavo y posiblemente estés además en la cárcel o muerto.
Hay que huir lo más lejos posible del lugar donde uno tuvo la desgracia de nacer esa es la única actitud sensata y, naturalmente, nunca regresar. Ni muerto. Hay que dejar un testamento (como el mío) donde se estipule de manera muy clara que las cenizas o restos o lo que sea deben ser lanzadas en cualquier rincón o basurero siempre que sea un rincón o basurero remoto, muy remoto respecto al lugar de nacimiento lo más alejado posible del llamado “lugar natal” y que esto, ha de advertirse, conviene que sea respetado porque como uno conoce a los seres humanos ha dejado una cantidad sustancial para pagar a un asesino que se encargará de ejecutar sin piedad a quien viole esos deseos, nítidamente expresados en el testamento, de que las cenizas o restos se depositen al menos a diez mil kilómetros de distancia del lugar donde uno nació.
Diez mil kilómetros de distancia es lo que considero una distancia mínimamente sanitaria.

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