lunes, mayo 26, 2014

Quiero recuperar lo que Cuba le quitó a mi familia

El asturiano González Fernández abandonó todo lo que tenía. Su hijo Arturo sostiene su fotografía. DAVID BESORA
  • Casas, palacetes, fincas...
  • 57 familias españolas se unen con la Sociedad 1898
  • Reclaman todo lo que la revolución castrista les expropió
  • Habría 3.000 en total con derecho a devolución
  • El valor de lo requisado rondaría hoy los 8.000 millones de dólares
La escapatoria era dejarlo todo atrás. De nuevo. Ese batallar por décadas, por media vida. El español Arturo González Fernández (Asturias, Trasona, 1905) emigró a Cuba con 14 años. Y le tocó. De nuevo. La Revolución Cubana, la que él mismo había financiado, le obligó a partir. Con lo puesto. El primer día de 1959, Fulgencio Batista, El Hombre, fue derrotado. Cayó su régimen. Y Arturo, quien apoyó a Castro y los suyos, poco a poco vio lo que deparaba ese cambio. Expropiaciones justas e injustas, con fusilamientos incluidos. Decidió regresar. Abandonó tres fincas rústicas y dos urbanas en Vitoria de las Tunas, además otra finca en La Habana. Se llevó los títulos de propiedad por lo que sucediera. Siempre quiso volver a por lo suyo: 55 años después hay una oportunidad. La Sociedad 1898-Compañía de Recuperaciones Patrimoniales en Cuba, con sede en Barcelona, está buscando en todo el país a las 3.000 familias que retornaron a España. Ya han firmado un acuerdo con esta organización 57 de ellas.
El inventario del patrimonio que dejaron tan sólo estas últimas es cuantioso: 255 viviendas, 71 solares edificables, 57 terciarios [propiedades dedicadas a los servicios, al comercio, a la industria] y 41 fincas rústicas [terrenos yernos, parcelas, tabaqueras, pastos, cañaverales]. El fin de su labor es exigir que Cuba devuelva los bienes o indemnice a los que escaparon. Cada uno de ellos con una vida de novela. En pleno escándalo por el relato sobre La Vie Cachée de Fidel Castro (La vida oculta de Fidel Castro) -donde se relata su vida «a lo Luis XV»» en la Isla- sus herederos exigen justicia. Reparar la herida.
Arturo dormía en un barracón, en la trastienda de un tío emigrante como él. Llegó de un pueblo pequeño. Se fue a Cuba en 1919, nació en 1905. Dormía en la misma tienda donde trabajaba con su pariente lejano. «Era la tierra de las oportunidades... Vendió periódicos. Limpió zapatos», cuenta a Crónica su hijo, Arturo González Olmedo, consejero de BYA -grupo Bosch Aymerich-, director de la agencia de transportes Trota y catedrático de la Escuela de Organización Industrial.
Ahorraba y ahorraba. Hasta que el dinero le dio para sus primeras escaramuzas empresariales. «Se estableció... Tenía negocios de ganadería. Llegó a tener sus propios grandes almacenes. Estaba ubicado en Las Tunas, ciudad en el oriente [capital de la provincia del mismo nombre]». El ya exitoso empresario, para los años 50 estaba bien asentado en La Habana. «Poseía una finca de ganado con 1.000 cabezas, negocios inmobiliarios... y era dueño de Almacenes Cayamas». Esta gran superficie era uno de los focos del comercio de Las Tunas, una zona geográfica también conocida como el Balcón de Oriente.

Ejemplo mundial

«Se llevó a tres hermanos más y juntos lucharon». Eran los tiempos en que Almacenes del Encanto, fundados por los asturianos Pepe y Bernardo Solís, eran ejemplo mundial de cómo desarrollar un negocio de venta al público. Precisamente uno de sus gerentes, César Rodríguez González, fue el primer presidente de El Corte Inglés y tío del fundador, Ramón Areces Rodríguez. Ellos fueron el espejo en el que se miró Arturo González para su negocio, los Almacenes Cayamas. Muy especialmente, Ramón Areces. «Eran muy amigos. Él fue testigo de la boda de mi padre... Ambos eran emigrantes asturianos y eran una comunidad unida».
Todo iba bien en 1959, cuando tuvo que irse. El balance que figura en Sociedad 1898 es cuantioso. Tres fincas rústicas y dos urbanas en Vitoria de las Tunas, más una vivienda en La Habana. Eso sin contar con lo que tenía dentro, que ya se da por perdido. «Hay unas 3.000 familias que pueden probar que fueron dueños de propiedades en Cuba. La valoración era de 350 millones de dólares del año 1968. En 1986, se podría decir que valían 2.991 millones. Es decir, 8.000 millones hoy», calcula González Olmedo. Una estimación de este economista a tomar en cuenta considerando que, además de ser un gran conocedor de la realidad cubana, es graduado del MBA por el IESE y además ha realizado estudios en el INSEAD, en la Universidad de Michigan y en Columbia.
Lo peor que recuerda era como dejó la isla, su hogar. «Se tuvo hasta que desnudar antes de viajar. Únicamente le permitieron irse con lo puesto y las gafas. Ni el reloj le dejaron llevarse... No es un caso único, hay muchos más».
Uno de 3.000, según estima el informe de la Universidad Creighton sobre las reclamaciones de propiedad entre Cuba y España, actualizado hace tres años, que utiliza la Sociedad 1898 como pilar para sustentar la enorme deuda económica que el Gobierno de los Castro tiene con esos españoles, con las 3.000 familias de Cuba expropiadas, las que salieron entre 1959 y 1962, el foco de su actividad. De ellos una buena parte está en Galicia, Asturias y Cataluña. Sólo entre los gallegos se contarían 600. Su reclamación esta semana alcanza otras dimensiones cuando se han hecho públicos nuevos movimientos en -o a favor de- Cuba para liberarlos de la precariedad económica que padecen sus habitantes.
El lunes se difundió que 40 personalidades firmaron una carta dirigida al presidente de EEUU, Barack Obama, para que acelere las medidas para la apertura económica de la isla. Léase, el fin del embargo. Entre ellos nombres de alcurnia como David Rockefeller, nieto del todopoderoso John D., el magnate venezonalo-dominicano-español Gustavo A. Cisneros... Y además, como bien explica el intelectual Moises Naim, también firmante de la carta: «Tres ex subsecretarios de Estado para el Hemisferio Occidental -Jeff Davidow, Alexander Watson y Arturo Valenzuela-, dos antiguos representantes de la sección de intereses de Estados Unidos en La Habana -incluido Michael Palmry, designado por el republicano George W. Bush- y el ex comandante supremo aliado de la OTAN y comandante del Comando Sur estadounidense (SouthCom) almirante James Stavridis». Casi nada. El fin del embargo y la apertura de la isla tendrían repercusiones mundiales. Por ende, obviamente, también en Europa. Desde febrero, por ejemplo, la UE aprobó charlar con Cuba. El primer paso sería mejorar las relaciones comerciales.

Precedentes

Pero, como en el caso de los países del antiguo bloque soviético, creen desde 1898 que Cuba deberá por fin hablar de compensaciones o devolución de los bienes confiscados. «La historia y los estudios confirman que la resolución del conflicto patrimonial será uno de los principales asuntos que se abordarán, independientemente del tipo de régimen en que nos encontremos», señalan desde esta organización.
«La historia de la caída de los países comunistas de Europa del Este, en su tránsito de una economía planificada a una de libre mercado, nos brinda la oportunidad de entender cómo se solucionó el problema patrimonial», extractan del informe de la Universidad Creighton. Se cita la experiencia tras la caída de los regímenes comunistas de República Checa, Estonia, Letonia, Eslovaquia, Hungría, o la República Democrática Alemana... En todos los países citados «se promulgaron leyes para su recuperación».
Ésa es la esperanza de las familias españolas que ven las propiedades de sus familias en fotografías sepia. Una esperanza retratada en canciones incluso. «Nunca podré morirme, mi corazón no lo tengo aquí./ Allí me está esperando, me está aguardando que vuelva allí./ Cuando salí de Cuba, dejé mi vida, deje mi amor./ Cuando salí de Cuba, dejé enterrado mi corazón...», cantaba Luis Aguilé, otro expropiado. A él se le quedaron cuando la Revolución triunfó 14.500 dólares, de los 16.000 que tenía, su disco de oro...
En la carta a Obama aparece uno de los reyes del azúcar mundial, Andrés Fanjul, miembro de los polémicos Fanjul Brothers, una familia que dejó gigantes campos de caña en su salida. Eran del grupo de los amos del principal producto de exportación del país.
Uno de los hombres que vendía el azúcar de Cuba era el reputadísimo Claudio Escarpenter. «Trabajó con Batista y huyó en una misión diplomática de venta de azúcar», cuenta María Teresa Escarpenter, su hija, responsable de Ediciones Nowtilus. Es la historia de una saga histórica. El padre de Claudio llegó a principios del siglo XX. «Con 16 años le mandaron a hacer fortuna y la hizo». No vio «el largo de la calle por dos años».
Trabajaba en una ferretería que después compró. «Montó con su familia una sociedad que se llamaba los Escarpenter Brothers». Tuvo tres hijos. Los dos varones, Claudio y José Emilio, se mudaron a Cuba. Claudio, tras graduarse en la universidad en Barcelona. Su éxito académico fue tal que además «inauguró la cátedra de Economía de Cuba». Llegó a lo más alto en el Banco Nacional de Cuba. «Dio la vuelta al mundo para vender azúcar para el Gobierno».
José Emilio optó por negociar terrenos. El abuelo de María Teresa se fue primero. Claudio y José Emilio, tras el triunfo de la revolución. «Salimos con cinco maletas». Para no regresar. Entre sus bienes, dejaron casas y apartamentos en La Habana, una residencia en Miramar, terrenos de playa y rurales... En algunas de sus propiedades hay ahora levantados supermercados o están alquiladas a extranjeros. «Y no éramos los que más teníamos», recuerda María Ángeles Escarpenter, hija de José Emilio. Tienen la esperanza de recuperarlo todo.

Nueva ley de inversiones

La necesidad de dinero de Cuba es enorme y puede complicar la misión de Sociedad 1898, que espera poder alcanzar el sueño de estos exiliados españoles en una década a lo sumo. Se acaba de aprobar por resolución del Ministerio del Interior una nueva visa para los extranjeros «que sean propietarios o arrendatarios de bienes inmobiliarios, así como de sus familiares extranjeros que lo requieran». Es parte del camino que surge tras la nueva Ley de Inversiones, promulgada en marzo, que permitía la adquisición de inmuebles a extranjeros inversionistas. De venderse bienes que antes fueron expropiados, el lío jurídico sería tremendo para los reclamantes [y para Sociedad 1898 que sólo cobra si tienen éxito las reclamaciones: se lleva un 30% de las posibles indemnizaciones].
Ya largo tiempo han esperado. Lorenzo Abascal, empresario, recuerda a la perfección el lugar donde quedaba la destilería de su familia. «La fábrica y alambique Ron Castillo era vecina de Ron Bacardi y de una cervecería».
Se ubicaba en Santiago de Cuba. La marca Castillo era propiedad de la familia por parte de su madre, Josefina, quienes también poseían la destilería Rovira y Compañía. «Nos fuimos porque el que se quedaba podía ir a la cárcel». Cuando fueron expropiadas todas las empresas de ron, otra de las exportaciones importantes del país, «el ron Castillo se convirtió en la alternativa para el consumo de los cubanos, en la marca para consumo interno». Lorenzo, que reside en Cataluña y con una agenda imposible, suelta un suspiro mientras recuerda la vida de sus padres. Donde sus abuelos hicieron fortuna. «Acabaron en Barcelona pensando que en poco tiempo volverían». Sus herederos esperan cumplir su voluntad.

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