En Cuba, si de agricultura se trata, solamente aumenta la producción de marabú.
Anteriormente
se han conocido fracasos en la producción de frijoles, leche, arroz,
huevos, carne, pollos, viandas, cítricos, piña, tomates, vegetales,
frutas, grasas, conservas y pastas alimenticias, de todo menos del
marabú, que impera en casi la mitad de las tierras cultivables cubanas.
Ahora
el fracaso se expresa —otra vez— en la zafra azucarera, que este año,
para no perder la costumbre, tampoco cumplirá el plan de producción de
1,8 millones de toneladas, menos de lo que se producía en Cuba en la
primera década del siglo veinte. En el estado de Florida, Estados
Unidos, 6 centrales azucareros producen anualmente casi dos millones de
toneladas de azúcar, y sin una sola persona para realizar trabajo
voluntario.
El último intento serio del régimen para enfrentar el
elefante blanco de la zafra azucarera fue la disolución del Ministerio
de la Industria Azucarera y la creación del grupo empresarial AZCUBA.
Convertir burócratas en empresarios es una buena idea, pero imposible
sin una economía donde funcionen las relaciones mercantiles. Tampoco la
asesoría brasileña en el central “5 de Septiembre” en Cienfuegos ha
podido extenderse a lo largo del país, como sucede con todos los
proyectos en Cuba.
Semanas antes comenzaron las consabidas
lamentaciones en la prensa oficial, hablando de retrasos en el arranque
de la zafra, lluvias, mal estado de caminos y vías férreas, bajo
rendimiento de azúcar en caña, ridícula proporción de caña por hectárea,
falta de plaguicidas y fertilizantes, insuficiencias de medios
mecanizados y herramientas, roturas de centrales por mala calidad de las
reparaciones, interrupciones del transporte, y permanente
desorganización, creada por la constante interferencia del partido
comunista en la cadena productiva, desde la siembra de caña hasta la
distribución de azúcar.
El segundo al mando en ese glorioso
partido comunista, José Ramón Machado Ventura, parecía que lo único que
sabía hacer, visitando centrales que participaron en la molienda este
año, era solicitar a los trabajadores cañeros y azucareros mayor
esfuerzo y exigencia, y absurdos compromisos para cumplir los planes,
que es lo que hace año tras año, desde siempre.
Sin embargo, este
año mostró creatividad, y se le ocurrió crear una máquina del tiempo.
Trasladó todo lo que quedaba de la desvencijada industria azucarera a
los tiempos de la gloriosa zafra de los diez millones de toneladas de
azúcar en 1970 —¿recuerdan?— introduciendo ideas tales como prolongar la
molienda a meses donde la caña rinde menos, enviar caña no a los
ingenios más cercanos, como es lo lógico desde hace siglos, sino a los
más eficientes, aunque estuvieran en otra provincia, en un remedo de
aquel plan de “vinculación azucarera” aplicado en 1970 para terminar al
final con el mismo resultado que se conocía desde antes del inicio de la
zafra: que era imposible producir diez millones de toneladas de azúcar.
Medidas como esas no resuelven nada, y debía saberse perfectamente, pues ya habían fracasado bajo la dirección del “invicto” Comandante en Jefe en
aquella absurda zafra que paralizó el país, destruyó la infraestructura
y hundió la economía, para hacer el ridículo universal. Además, esas
barbaridades encarecen los costos hasta la estratósfera, al enviar caña
con bajo rendimiento de azúcar a centrales más alejados, elevando gastos
de transporte y combustible, además del desgaste moral y sicológico de
los trabajadores.
Sin embargo, aunque sean un dislate mayor, esas
acciones desesperadas tienen una función “política”, porque haciéndolas
parece que el régimen tiene gran preocupación y compromiso por cumplir
con el plan y mostrar férrea disciplina productiva y económica. Es
falso, naturalmente, pero sabemos que el objetivo no es hacer avanzar al
país, sino mantenerse en el poder a toda costa.
En medio del
pataleo oficialista de la prensa y los burócratas azucareros se intenta
ahora seguir moliendo caña “hasta que las lluvias lo permitan”, con la
aspiración de alcanzar alrededor de 1,6 millones de toneladas de azúcar,
inferior a lo que producía Cuba un siglo antes.
Otra demostración
del extraordinario avance que ha traído la revolución a los cubanos,
comparado con los desastres productivos y las miserias de la “república
frustrada” anterior a 1959.
Evidentemente, aunque la economía
cubana está al borde del abismo, bajo la sabia dirección del partido
comunista se insiste en continuar dando pasos al frente.
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