En los tiempos de Marx y de la brusca y agitada liberalización
política y económica del diecinueve, la sociedad civil, concebida como
sujeto material y concreto, adquiere una supuesta capacidad de acción y
movimiento que no sería otra cosa que mortandad y estancamiento. Y de la
sociedad civil marxista pasamos a la sociedad civil gramsciana,
antinaturales ambas.
Gramsci funde en una sola cosa lo civil y lo estatal y, como los
católicos en versión aristotélico-tomista, pero sin lo sacro, apuesta
por la sociedad perfecta, y piensa que cuando el Estado lo es todo la
sociedad civil recupera con ello su concreción ideal y consolida su
hegemonía ética, política y cultural. Gramsci vaticinó que el poder
político sobre la sociedad había que tomarlo desde los sistemas
escolares y académicos, los centros culturales y los medios de prensa.
Contrario al marxismo, el gramscismo no tiene nada de obrerismo
revolucionario, sino mucho de intelectualismo revolucionario. Justo lo
que sucede al presente en el mundo occidental, empezando por Estados
Unidos.
Si Estados Unidos había encarnado la libertad durante dos siglos al
menos, es probable que ahora, gracias al gramscismo, eso estaría dejando
de ser cierto.
Así, el olvido de la tradición y la herencia, el alejamiento de los
mitos fundacionales y la caída bajo el influjo de los mitos
disfuncionales llevarían al actual presidente estadounidense, Barack
Obama, a cometer uno de los más grandes tropiezos durante su reñida
campaña por la Casa Blanca en 2008. El tropiezo ocurrió antes de las
elecciones primarias en Pensilvania, al decir el entonces senador que
muchos vecinos de pequeñas poblaciones obreras de ese estado estaban
amargados y que, en consecuencia, se aferraban a las armas y a la
religión para compensar sus frustraciones y problemas económicos.
Unas declaraciones que indicarían desconocimiento de la nación que al
presente gobierna, pues dos de las insoslayables bases sobre las que se
ha erigido la nación estadounidense serían, precisamente, el derecho
ciudadano a la tenencia, porte y ejercicio de las armas, por un lado, y
el derecho a la libertad de religión por el otro.
Olvidaba Obama que ambos derechos aparecen ya en The Bill of Rights o la Lista de los Derechos del Ciudadano,
esa que, firmada el 15 de diciembre de 1791, define realmente a Estados
Unidos, y sin la cual la Constitución nunca hubiera llegado a ser la
Ley Suprema de la Nación. Olvidaba Obama que relacionar los problemas
económicos con la fe, la fe como consecuencia de los problemas
económicos, tiene más que ver con el apotegma leninista de que la
religión es el opio de los pueblos (mito disfuncional clave) que con la
realidad de un pueblo que ha hecho imprimir en su moneda In God We
Trust.
Olvidaba Obama que la mayoría de los grandes monumentos
arquitectónicos y artísticos de la humanidad, todos aquellos que nos
definirían frente a una hipotética colonización extraterrestre, se los
adeudamos más a la religión y a la opulencia que a los problemas
económicos.
Obama, su generación en suma, no sería otra cosa que el producto
final de una sociedad antinatural al estilo gramsciano. La sociedad
civil puede en verdad ser saludable para la libertad, pero obviamente no
aquella que se comporte como la serie de compartimentos estancos, cada
cual en su bandería (obrerismo, sindicalismo, nacionalismo, etcétera),
de que hablara Ortega y Gasset al analizar los prolegómenos que darían
lugar a la Guerra Civil española de 1936.
La democracia puede degenerar en demagogia. La demagogia deviene en
dictadura cuando los políticos están obligados a contentar a toda costa,
para arribar al poder, a las mayorías dominadas no por la mente, sino
por el estómago o la entrepierna.
En la posmodernidad, los estrategas antisistema han declarado
abiertamente, entre ellos el subcomandante Marcos de la guerrilla
zapatista, que una sociedad civil reivindicativa sería la manera de
minar las democracias burguesas. Y así se apoyan, crean o exacerban
ciertos derechos a reclamar por grupos de activismo homosexual,
ambientalista, pacifista, pro marihuana, pro emigración ilegal,
relativista, multiculturalista y, sorpresa, en esa guerra asimétrica
sirven hasta pedófilos y zoofilicos. Créanme, ya existen grupos de
pedófilos y zoofílicos declarando que ellos sienten un genuino amor por
los niños y los animales y que, por lo mismo, han de tener derecho a
matrimoniarse con el objeto de su amor. No es un disparate, recordemos
que en Estados Unidos existe la Asociación Norteamericana por el Amor
entre Hombres y Niños
La lucha de clases del marxismo ha sido sustituida por la fragmentación social del gramscismo.
La sociedad gramsciana requiere, como en el mundo de Orwell, una neo
lengua que pervierta no ya la palabra sino el pensamiento, y no ya el
pensamiento sino la realidad. Así, aunados el mundo de Orwell y el de
Huxley, el hombre deviene en esclavo que se piensa perfectamente feliz.
Sociedad civil, sí, pero cuál. Una pregunta que deberían hacerse las
persona preocupadas por la libertad, especialmente los cubanos pues, no
escapa al observador atento, el régimen de la isla hace rato que se
prepara para dar el salto del totalitarismo marxista al autoritarismo
gramsciano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario