La diputada venezolana dirigió una carta pública a Fidel Castro que
abre una senda para sobrepasar el chantaje ideológico del castrismo.
Razón principal para que la dictadura cubana procure acabar con
ella.
Elizabeth Burgos, en Diario de Cuba
La
rebelión ciudadana que desde febrero ha tomado las calles de
Venezuela ha desplazado radicalmente las piezas del tablero y ha
demostrado un hecho de suma importancia histórica: ha surgido una
oposición venezolana que ya no es rehén del castrismo. Eximida de
esa influencia que ha permeado durante decenios el modo de pensar y
el sentir político de los venezolanos (todas las tendencias
políticas confundidas, lo que explica al carácter ambiguo, y muchas
veces incoherente de la oposición), ha logrado la libertad de
rebelarse y expresar el sentimiento nacional más elemental que anima
a los ciudadanos ante la invasión de otro país que venga a imponer
su ley.
La
Habana no podía permanecer indiferente. El mantenimiento en el poder
de Nicolás Maduro es un asunto de sobrevivencia. No basta con la
aceleración de negociaciones de Cuba con la Unión Europea llamadas a
poner término a la Posición Común que condicionaba el otorgamiento
de créditos y la apertura de una política de cooperación con la
Isla, al respeto de los derechos humanos y a una apertura
democrática. Tampoco con la actividad diplomática desplegada por los
gobiernos latinoamericanos en pro del reconocimiento sin condiciones
de la dictadura castrista (al igual que lo ha hecho por parte de la
OEA su secretario general José Miguel Insulza), que ha dado sus
frutos diplomáticos, aunque los frutos que le den a comer a los
cubanos tardarán algún tiempo.
Cuba seguirá dependiendo de Venezuela. La dictadura cubana está
obligada a proteger el equipo que ha puesto en el poder en Caracas.
Pero sería ingenuo pensar que los Castro juegan una sola carta.
Nunca lo han hecho. En todas las circunstancias conflictivas, Fidel
Castro, que es un verdadero genio en el arte del detalle táctico,
siempre tiene de reserva varias cartas bajo la manga. Es indudable,
que a los Castro les conviene más mantener en el poder a un
incondicional como Maduro. Han hecho todo lo posible. Creyeron que
la rebelión cesaría tras los certeros disparos en la cabeza.
Para el aparato cubano, es innegable que se está ante un escenario
inédito. La Habana tiene que prepararse, porque llegado el caso en
que la situación se haga insostenible y exija de manera ineludible
un cambio de escenario, Cuba puede perfectamente sacrificar a
Maduro. Por supuesto que el hecho no la tomará desprevenida: tendrá
preparadas una, dos o más cartas de recambio que ya debe estar
barajando. De ahí que no sea de excluir en un futuro inmediato ver
en el escenario político venezolano actitudes titubeantes e
incomprensibles, posturas sorprendentes, alianzas contra natura: en
todos esas expresiones bizarras, lo más seguro es que esté la mano
hábil del aparato cubano; sin excluir que quienes son objeto de la
manipulación no se percaten de ello.
No
sería la primera vez que lo haga, ni la última, porque
desafortunadamente al castrismo todavía le queda vida por delante en
América Latina. El castrismo ya es parte de la estructura mental del
comportamiento político del latinoamericano, de allí el milagro que
significa el surgimiento en Venezuela de una generación de jóvenes
libres de esa tara congénita.
María Corina Machado le contesta a Fidel Castro
La
arremetida contra María Corina Machado es parte de ese escenario. En
un terreno como el de la oposición, bastante pobre en ideas y sin un
programa político digno de ese nombre, a la que de hecho el poder
muchas veces le ha marcado la agenda, el surgimiento de una voz que
exprese los valores que forjaron el sentimiento de pertenencia a la
nación; que al expresarse toque esas fibras profundas que mueven a
los pueblos a defender el espacio que habitan, perturba el escenario
y se hace necesario excluirla, neutralizarla.
Fidel Castro es paciente en el odio, y siempre termina tomándose
revancha. Difícilmente ha olvidado la osadía de la carta pública que
le envió María Corina Machado, en respuesta a una "Reflexión" de
enero 2012 del cubano en donde alababa la "genialidad de Chávez" y
reprochaba a la parlamentaria "la dureza extrema" con que lo increpó
con frases que "pusieron a prueba su caballerosidad y sangre fría"
ante el "insultante calificativo de ladrón". La reflexión de Fidel
Castro fue una muestra de "guataquería", como llaman los cubanos a
la adulancia más vergonzosa. Consideró que la frase "águila no caza
mosca" era una frase "elegante y sosegada", a lo que María Corina
Machado le responde que se trata de una grosera manifestación de
desprecio hacia sus interlocutores, y solo "un déspota considera que
un parlamentario elegido por el pueblo no tiene credenciales para
discutir con el presidente de su país".
Sin
embargo, al referirse al discurso pronunciado por Chávez ("Informe a
la Nación", enero 2012) en la Asamblea Nacional y que dio origen a
la intervención de María Corina Machado, Fidel Castro, al tratar de
alabarlo, se traiciona e incurre en la manifestación de
condescendencia más patética que pueda imaginarse, al afirmar que
"no alcanza a explicarse cómo un soldado de modesto origen, fuera
capaz de mantener con su mente ágil y su inigualable talento tal
despliegue oratorio sin perder su voz ni disminuir su fuerza".
Para Fidel Castro el origen modesto no concuerda con el talento. Esa
reflexión de Fidel Castro merecería un análisis de texto. No hay
desperdicio, cada palabra tiene su significado, cada frase es un
mensaje destinado a manipular. Quien es un dechado de ambos, trata a
Betancourt de vanidoso e hipócrita. A Pablo Neruda, al que insultó y
trató de agente del imperialismo, lo menciona "insigne y laureado
poeta".
En
un párrafo relativo al colombiano Marulanda, vale la pena citarlo
porque expresa a cabalidad la manera cómo el pensamiento de Castro
se inspira en lo militar: a Marulanda, lo considera "valiente y
revolucionario", pero no coincide con él en su concepción táctica,
porque según Castro dos o tres mil hombres habrían sido suficientes
para derrotar a un ejército regular convencional en Colombia; en
cambio Marulanda organizó un ejército con "casi tantos soldados como
el adversario" y "eso es sumamente costoso y virtualmente imposible
de manejar; se torna imposible".
De
lo cual se infiere que para controlar los movimientos de protesta en
un país eminentemente urbano como Venezuela, es más manejable un
ejército integrado por tiradores de elite, desplazándose en
motocicletas. El certero disparo en la cabeza, revela la doctrina
militar que profesa Fidel Castro: lo menos costoso y que sea lo más
eficaz.
Habituado a que jamás nadie lo haya cuestionado, la carta pública de
María Corina Machado tiene que haber significado un duro golpe al
monumental narcisismo del cubano. Ella responde punto por punto los
cuestionamientos y la versión de la historia que, como de costumbre,
forja el cubano. La diputada desmonta la versión ficticia que hizo
Chávez en su presentación de "un país de paz y prosperidad que no
existe".
Tal
vez la frase más dura que debe haber herido profundamente al
dictador cubano es cuando le recuerda que intervino en Venezuela en
los 60, pretendiendo imponer un régimen como el cubano por lo que
“su ataque a Rómulo Betancourt no puede ocultar un hecho que está
inscrito en la historia: Betancourt lo derrotó a usted política y
militarmente, su reconcomio por esta fatalidad es evidente”. Le
recuerda también la carta que le envió Castro a Carlos Andrés Pérez
desmarcándose del golpe de Chávez de 1992, lo que demuestra la falta
de principios del cubano.
La
carta de María Corina Machado es un compendio del comportamiento
abusivo de Castro hacia Venezuela, de sus versiones sesgadas de la
historia. Una pieza epistolar de un raro rigor, sin retórica, ni
golpes bajos. Los golpes fuertes son las contundentes verdades que
expresa. Una carta necesaria porque todavía, pese a los
acontecimientos recientes, todavía existen medios, incluso de
oposición, que persisten en hablar de la "supuesta" intervención
cubana.
En
una entrevista periodística a propósito de las razones que la
incitaron a escribir la carta, María Corina Machado declara que lo
hizo porque creyó que era "el momento de poner las cosas claras y
demostrarle a esos hombres autoritarios al frente de mi país, de
Venezuela y también el de Cuba, que no les tenemos miedo, que no les
bajamos la cabeza y que no vamos a tolerar más mentiras".
"He
expresado lo que siente la inmensa mayoría de los venezolanos. Es un
tema de dignidad, es un tema de soberanía y un tema de independencia
y ha llegado el momento de llamar a las cosas por su nombre y que
sepan que no les tenemos miedo", agregó.
Es
por ello que esa carta tiene un significado histórico profundo,
porque abre la senda hacia la voluntad de sobrepasar el chantaje
ideológico del castrismo. Algo a lo que hasta ahora ningún
responsable político venezolano se había atrevido con ese rigor, y
eso tiene que haberlo comprendido perfectamente el estamento cubano.
Y desde el momento en que el poder castrista se percata de que el
contenido de lo expresado en la carta ha cobrado cuerpo y ha tomado
la forma de una rebelión civil, es evidente que buscará la manera de
callar a María Corina Machado.
Vale la pena citar en su integridad el párrafo final de la carta de
la diputada: "Comandante Castro, deje de intervenir en los asuntos
internos de Venezuela. Hágalo de buen grado o las fuerzas
democráticas de Venezuela se lo volverán a hacer entender como hace
50 años".
Una
demostración de rigor y una conciencia firme de fidelidad a los
principios republicanos: he aquí el "crimen" que busca castigar el
presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello.
Este artículo apareció originalmente en la
revista Zeta. Se reproduce con autorización de la autora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario