Los países de la Unión Europea (UE), con vista a desmontar la
Posición Común establecida desde 2006, que condiciona las relaciones con
el régimen de los Castro a los avances que adopten en materia de
derechos humanos y democracia, por estos días han llegado a un acuerdo
para iniciar la negociación de un acuerdo bilateral con Cuba.
El secretario general de la OEA, José Miguel Inzulza, cumplimenta en
La Habana una llamada “visita histórica”, donde fue invitado para
asistir a la II Cumbre de la CELAC. Durante toda la etapa del castrismo
ningún dirigente de ese ente regional había visitado oficialmente la
isla. En sus declaraciones a la prensa, Inzulza aseguró que le alegraría
ver a Cuba de vuelta en la organización hemisférica. También ha
referido que acoge con entusiasmo los “cambios” producidos en la isla.
Otro invitado de honor a la II Cumbre de la CELAC en La Habana es Ban
Ki-Moon, el secretario general de ONU. Con absoluta ausencia de
críticas al régimen, no solo ha sostenido encuentros personales con
Fidel y Raúl Catro, sino que hasta ha roto el protocolo sentándose en
una peluquería de La Habana Vieja donde le cortaron el cabello.
Como es tradicional, en medio del aupamiento y la legitimación de la
dictadura cubana, los gobernantes de América Latina participan
tranquilamente en la Cumbre de la CELAC. Ninguno de estos personajes se
ha querido dar ni por enterado de la ola represiva desatada contra los
opositores que tenían planificada una Cumbre paralela para abordar
asuntos como la democracia y el respeto a los derechos humanos.
El pueblo cubano está completamente solo en la lucha por recuperar su
libertad. La oposición continúa fraccionada y, mientras algunos se
dedican a marchar o gritar en las calles, y otros a publicar denuncias y
enviar mensajes por Twitter, Facebook o a través de sus blogs, todo
indica que seguirá sin capacidad de influir como agente de cambio,
ignorada por la comunidad internacional.
Resulta imperioso escalar a una etapa superior en la que se echen a
un lado las diferencias e intereses personales y la unidad estratégica
de la oposición la convierta en protagonista de los cambios. Es la única
manera de acabar con la complicidad internacional que hoy disfruta la
dictadura de los Castro.
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