German Martinez Cazares
Enrique Peña Nieto/ www.infolatam.com |
Casi en secreto los panistas
aterrizaron en La Habana. Un Mercedes-Benz negro los transportó al
famoso hotel Nacional, allí un funcionario cortés, de buen humor
caribeño les entregó un teléfono para esperar la llamada que habría de
revelar hora y lugar del encuentro con Fidel Castro. Era 1998, gobernaba
Zedillo. Al PAN lo dirigía Felipe Calderón, quien encabezó el viaje, lo
acompañaron Luis Felipe Bravo y Gabriel Jiménez.
Al
segundo día, ya tarde, el esperado timbrazo llegó. Sería la tercera
tertulia del PAN y Castro Ruz. Antes de esa visita, el senador Jiménez
Remus arribó con todo el grupo parlamentario panista (incluido el
desfiguro de un senador al intentar abordar el avión de regreso abrazado
de una mulata); después, Carlos Castillo también acudió a otra.
Las puertas del Palacio de la Revolución se abrieron, en esa ocasión, para un serio Felipe Calderón vestido con guayabera blanca. Desde el Salón de los helechos, traídos de la Sierra Maestra, el cuento de la revolución cubana se volvió a recitar al PAN.
En la antesala, mojitos y un aviso estricto: "sólo fotos oficiales". Apareció el traje verde olivo del dictador. Fue una larguísima cena con vinos y puros en la mesa. Los panistas comieron y se quedaron hasta el amanecer. Castro embrujaba con la conversación, preguntó ¿quién era Vicente Fox?, dudó de la revolución zapatista en Chiapas, relató sus recuerdos mexicanos a detalle, justificó su relación con el PRI, evocó a Fernando Gutiérrez Barrios, hasta se dio el lujo de cuestionar a la izquierda mexicana. Cortejó al PAN y logró hechizarlo con ese trato exquisito, con esa cínica "máscara política", como definía Félix Varela -inspirador de la independencia cubana- a la actitud hipócrita de encubrir con palabras de bien público, el verdadero rostro totalitario de los "traficantes de patriotismo".
El PAN cayó en la trampa. Todo fue entonces y es ahora un antifaz de virtud y dignidad para disfrazar al poder totalitario. Máscara pura.
La diplomacia silenciosa e ingenua no logró respeto a los derechos humanos, las loas a la dizque apertura al mercado de los "cuentapropistas" no mitigan la desdicha de miles de cubanos, la visita de dos Papas a la Isla no aplacó el encarcelamiento a los disidentes, y el respeto a la "autodeterminación de los pueblos" sólo es un cheque en blanco a ese gobierno para hacer lo que le venga en gana. La pantomima castrista sigue intacta. Y volvimos a verla, ahora, con el presidente Peña.
La CELAC, invento chavista avalado por México, para darle presencia a Cuba y evadir las sanciones internacionales por violación a los derechos humanos, fue el nuevo teatro donde varios presidentes se enmascararon y bailaron al ritmo de un guaguancó de disimulos.
Al PRI, simular frente a Cuba no se le dificulta. La doblez fue siempre parte esencial en su desempeño internacional, ahora Peña lo confirmó. ¿Fidel Castro, "líder moral" de quién? Llamó "proceso de actualización económica" al reparto de permisos-privilegio que sólo fortalecen el monopartidismo, sin fomento a la propiedad privada. Enojó con Estados Unidos por la ejecución de Edgar Tamayo y ni una palabra sobre la pena de muerte vigente en Cuba. ¿"Sueños" en la Isla, sin democracia ni pluralismo? ¿Investigar la muerte de Oswaldo Payá? Nadie se acordó de los presos políticos, ni de los acosos o detenciones previas a la Cumbre, incluida la de José Daniel Ferrer, líder de la opositora Unión Patriótica Cubana. ¿Aguar la fiesta? Se buscaba y se logró un "reencuentro fraternal" de las caretas.
Si al PAN no le gustó la foto de Peña con el cadavérico tirano, y poco puede reclamar porque también tiene la suya con Castro, deberían reivindicarse y recordar a sus comensales de aquella cena de 1998, entonces miembros del gobierno cubano, defenestrados fulminantemente después: Roberto Robaina, canciller; Carlos Lage, secretario del Consejo; Felipe Pérez Roque, secretario particular, ¿por qué no exigir su foto actualizada para probar que están vivos? ¡Fuera máscaras!
Las puertas del Palacio de la Revolución se abrieron, en esa ocasión, para un serio Felipe Calderón vestido con guayabera blanca. Desde el Salón de los helechos, traídos de la Sierra Maestra, el cuento de la revolución cubana se volvió a recitar al PAN.
En la antesala, mojitos y un aviso estricto: "sólo fotos oficiales". Apareció el traje verde olivo del dictador. Fue una larguísima cena con vinos y puros en la mesa. Los panistas comieron y se quedaron hasta el amanecer. Castro embrujaba con la conversación, preguntó ¿quién era Vicente Fox?, dudó de la revolución zapatista en Chiapas, relató sus recuerdos mexicanos a detalle, justificó su relación con el PRI, evocó a Fernando Gutiérrez Barrios, hasta se dio el lujo de cuestionar a la izquierda mexicana. Cortejó al PAN y logró hechizarlo con ese trato exquisito, con esa cínica "máscara política", como definía Félix Varela -inspirador de la independencia cubana- a la actitud hipócrita de encubrir con palabras de bien público, el verdadero rostro totalitario de los "traficantes de patriotismo".
El PAN cayó en la trampa. Todo fue entonces y es ahora un antifaz de virtud y dignidad para disfrazar al poder totalitario. Máscara pura.
La diplomacia silenciosa e ingenua no logró respeto a los derechos humanos, las loas a la dizque apertura al mercado de los "cuentapropistas" no mitigan la desdicha de miles de cubanos, la visita de dos Papas a la Isla no aplacó el encarcelamiento a los disidentes, y el respeto a la "autodeterminación de los pueblos" sólo es un cheque en blanco a ese gobierno para hacer lo que le venga en gana. La pantomima castrista sigue intacta. Y volvimos a verla, ahora, con el presidente Peña.
La CELAC, invento chavista avalado por México, para darle presencia a Cuba y evadir las sanciones internacionales por violación a los derechos humanos, fue el nuevo teatro donde varios presidentes se enmascararon y bailaron al ritmo de un guaguancó de disimulos.
Al PRI, simular frente a Cuba no se le dificulta. La doblez fue siempre parte esencial en su desempeño internacional, ahora Peña lo confirmó. ¿Fidel Castro, "líder moral" de quién? Llamó "proceso de actualización económica" al reparto de permisos-privilegio que sólo fortalecen el monopartidismo, sin fomento a la propiedad privada. Enojó con Estados Unidos por la ejecución de Edgar Tamayo y ni una palabra sobre la pena de muerte vigente en Cuba. ¿"Sueños" en la Isla, sin democracia ni pluralismo? ¿Investigar la muerte de Oswaldo Payá? Nadie se acordó de los presos políticos, ni de los acosos o detenciones previas a la Cumbre, incluida la de José Daniel Ferrer, líder de la opositora Unión Patriótica Cubana. ¿Aguar la fiesta? Se buscaba y se logró un "reencuentro fraternal" de las caretas.
Si al PAN no le gustó la foto de Peña con el cadavérico tirano, y poco puede reclamar porque también tiene la suya con Castro, deberían reivindicarse y recordar a sus comensales de aquella cena de 1998, entonces miembros del gobierno cubano, defenestrados fulminantemente después: Roberto Robaina, canciller; Carlos Lage, secretario del Consejo; Felipe Pérez Roque, secretario particular, ¿por qué no exigir su foto actualizada para probar que están vivos? ¡Fuera máscaras!
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