Comandantes Arnaldo Ochoa (tercero de izq. a der., última fila) y Luben Petkoff (sexto de izq. a der., última fila) junto a los 15 cubanos que desembarcaron en julio de 1966 en las playas de Falcón para incorporarse al frente guerrillero comandado por Douglas Bravo/ baracuteycubano.blogspot.com |
Gabriel Salvia
La dictadura militar cubana no deja de sorprender con sus iniciativas
regionales e internacionales, amparada en una vergonzosa impunidad y
desmemoria. Ahora, durante la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), que reunirá los días 28 y 29 de enero en La Habana a jefes de Estado y representantes de los 33 miembros de ese organismo, el gobierno antidemocrático de Raúl Castro impulsa declarar América Latina “zona de paz”.
Seguramente, esta propuesta del régimen de partido único de Cuba
no irá acompañada de una apertura política de pacificación interna que
elimine todas las restricciones legales al ejercicio de los derechos
humanos, como el de asociación, reunión y expresión, y una convocatoria a
elecciones libres/multipartidarias que le permitan a los ciudadanos de
la más grande de las Antillas contar con autoridades legítimas.
De la misma manera, la revolución cubana –siempre víctima de todo y
nunca culpable de nada- no incluirá en esta propuesta un pedido de
perdón por haber entrenado en su territorio a jóvenes latinoamericanos
en prácticas guerrilleras, contribuyendo así a regar de sangre la
región. Esta historia es muy reciente y la impunidad del régimen militar
cubano por su responsabilidad en la promoción de la violencia política
demuestra lo lejos que está América Latina de la memoria, la verdad y la justicia.
Varios libros documentan la
responsabilidad de los hermanos Castro en el entrenamiento,
financiamiento y exportación de la violencia política. Un clásico es “Nuestros años verde olivo” del escritor chileno Roberto Ampuero y otro texto imprescindible es “El furor y el delirio: Itinerario de un hijo de la revolución cubana” de Jorge Masetti (h) cuyo padre fue fundador de la agencia de propaganda Prensa Latina.
Una obra más reciente, titulada “Furia ideológica y violencia en la Argentina de los 70”, del periodista Daniel Muchnik y el artista Daniel Pérez,
le atribuyen a la revolución cubana el haber desencadenado la ola de
violencia en América Latina. En palabras de los autores: “el odio a Estados Unidos,
la quema de sus banderas y la multiplicación de los Comités de defensa
de la Revolución cubana sirvieron de marco a la esperanzada migración de
miles de jóvenes latinoamericanos, que entraban en los campos de
entrenamiento cubanos para volver a sus países de origen convertidos en
temibles combatientes. Así comenzó la era de la violencia”.
En el caso de Pérez, fue uno esos tantos jóvenes que recibió
entrenamiento militar en Cuba y en su valiente testimonio afirma lo
siguiente: “llegada la hora de los balances, si los historiadores
decidieran preguntarse cuál fue el legado más funesto del castrismo, el
que arrastró las consecuencias más espantosas y duraderas, se
encontrarán frente a una difícil encrucijada: en el escenario interior
encontrarán el régimen de terribles penurias y constante vigilancia que
la oligarquía militar-empresaria les impone a los ciudadanos, y en el
marco externo tendrán que investigar las dos décadas de embestida
ideológica e injerencia militar cubana en todos los países de América
Latina, con la sola excepción de México”.
Lamentablemente, la política latinoamericana carece de líderes con profundas convicciones democráticas,
por lo cual nadie se atreve a cuestionar responsabilidades pasadas y
presentes de la dictadura militar cubana. Incluso ningún mandatario o
canciller de país democrático de América Latina se animaría a
plantearles frente a esta iniciativa “pacifista” que empiecen por casa,
poniendo fin a esa práctica fascista de primitivismo político conocida
como “mitín de repudio” y mediante la cual la dictadura intimida y
reprime cobardemente a sus opositores pacíficos, incluyendo mujeres.
Sobre estos métodos nada pacíficos del régimen cubano, un diplomático
sueco que cumplió funciones en Cuba expresó: “Es una forma de
persecución muy denigrante tanto para las víctimas como para los propios
actores estatales”.
Por último, la propuesta de Cuba en la CELAC,
planteando declarar a América Latina “zona de paz”, además de
representar una actitud hipócrita por parte de la dictadura cubana,
tampoco es novedosa. En efecto, al inaugurar la 40° Asamblea General de
la Organización de Estados Americanos (OEA), realizada en Lima entre el 6 y 8 de junio de 2010, bajo el lema “Paz, Seguridad y Cooperación en las Américas”, el entonces presidente del Perú, Alan García, propuso la limitación de la compra de armas para atender necesidades sociales urgentes.
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