jueves, enero 09, 2014

Los miedos de Raúl Castro

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Podrán poner una pionerita a leer el discurso que le prepararon para el primero de enero, pero eso no resuelve nada: todos saben que los jóvenes cubanos hace tiempo dejaron de creer en la épica de “la revolución”.
La legitimidad de la gerontocracia por haber llegado al poder tras una revolución victoriosa le sirvió con los que hoy constituyen grupos de la tercera edad en Cuba, pero no basta para motivar, mucho menos emocionar, al resto de la población.
Los más jóvenes cubanos, y otros no tan jóvenes, no tienen vínculo emotivo con los guerrilleros castristas, y los ven tan lejanos como los mambises, los que derrocaron la dictadura de Gerardo Machado, los combatientes de Girón y el Escambray, o los “internacionalistas” que pelearon en Angola y Etiopía.
Los cubanos con más de 50 años vivieron el engendro tropical llamado socialismo cubano, subsidiado por la Unión Soviética; la propaganda continua y embrutecedora; el “enfrentamiento” permanente con Estados Unidos; las latas de carne rusa o de col rellena; los incómodos ómnibus Girón; los abrigos “24 por segundo”; los manuales de marxismo; las trifulcas en reuniones sindicales para poder comprar un televisor en blanco y negro, una lavadora o un reloj; el trabajo “voluntario”; los interminables discursos de Fidel Castro; los “muñequitos” rusos en la televisión; la libreta de abastecimientos. En algunas épocas —no siempre— en tiendas del “mercado paralelo”, productos no racionados como salchichas, queso o hígado de pollo, a precio de oro. El asco de los mítines de repudio y las golpizas durante el éxodo masivo de El Mariel. Y represión y promesas incumplidas.
Las generaciones nacidas a partir de 1989 solamente han conocido el “período especial”, con “camellos” y bicicletas como medio de transporte, apagones continuos, ropa raída, zapatos con huecos en las suelas, viviendas derrumbándose, epidemias por alimentación deficiente, cocimientos de hierbas, “bistec” de cáscaras de toronja, y “medicina verde”. Y doble moneda, claria, jineteras, el “Maleconazo” y la crisis de los balseros. También el subsidio venezolano, el culto a Fidel Castro y Hugo Chávez, la “actualización del modelo”, el “cuentapropismo”. Y represión y promesas incumplidas.
Muchos padres de los que nacieron a partir de 1989 vivieron primero la locura de la “socialización” del país, la ofensiva revolucionaria y el fracaso de la zafra de los Diez Millones. Y sobre sus frustraciones y carencias propias vieron y ven las de sus hijos en un llamado período especial del que todavía no ha salido ni saldrá el país, porque una camarilla ambiciosa e inepta ha sometido a todo un pueblo a penurias extremas y situaciones de miseria para no ceder el poder ni buscar alternativas al “modelo” fracasado y decadente, basado en la represión y promesas incumplidas.
Inventarse ahora, como hace Raúl Castro para justificar su fracaso y ocultar sus miedos, una “permanente campaña de subversión político-ideológica concebida y dirigida desde los centros del poder global para recolonizar las mentes de los pueblos y anular sus aspiraciones de construir un mundo mejor”, además de patético, es ridículo.
¿Qué aspiraciones de construir un mundo mejor puede ofrecerle el régimen a los cubanos, después de 55 años de fracasos, represión y promesas incumplidas? ¿Las incoherencias, recetas absurdas y palabras huecas de los “lineamientos” del Partido Comunista, o quizás las “reflexiones” de Fidel Castro?
No hacen falta supuestos “empeños de diseminar ideas que niegan la vitalidad de los conceptos marxistas, leninistas y martianos”: la vitalidad de los conceptos marxistas y leninistas, después de la caída del Muro de Berlín, es tan falsa como la promesa de Raúl Castro del vaso de leche para los cubanos. Y los conceptos “martianos” en las políticas castristas nunca han ido más allá de algún discurso demagógico.
Pretender enfrentar imaginadas campañas enemigas “entre otros medios, con una creativa conceptualización teórica del socialismo posible en las condiciones de Cuba”, lo único que demuestra es que, tras medio siglo de abortada ingeniería social con los cubanos como conejillos de Indias, el régimen ni siquiera conjetura cuál sería ese “socialismo posible” en la Isla.
Por si fuera poco, aspirar a que ese enigmático ejercicio de adivinación, soplando la flauta como el burro para ver si suena música, sea la “única alternativa de igualdad y justicia para todos”, demuestra soberbia y torpeza, al pretender que la camarilla dirigente que ha arruinado al país por 55 años sea la única capaz de encontrar soluciones.
Cuando en el mundo contemporáneo los conceptos modernos de dirección enseñan la necesidad de convertir los problemas en oportunidades para el progreso y el avance, la claque dirigente cubana hace cada día precisamente lo contrario: convierte cada oportunidad en un problema que no sabe resolver, mientras niega a todos los demás cubanos la posibilidad de intentar solucionarlos.
Considera incapaces, ineptos o enemigos a todos los que no son parte de su pandilla. Y tiene miedo, mucho miedo, a que cualquier cubano demuestre la ignorancia, incapacidad y cobardía política de “los históricos”.
Porque ya los cubanos han demostrado en todo el mundo, durante más de medio siglo, todo lo que son capaces de esforzarse, lograr y prosperar como personas libres, sin depender o estar bajo la bota de “la revolución” o de esos “históricos” a los que ya a estas alturas solamente les queda capacidad de reprimir y hacer promesas que, como siempre, no serán cumplidas.

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