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En la región donde el “antiimperialismo” es deporte nacional, regalaron a Raúl Castro la presidencia pro témpore
de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC). Ahora
será reconocido el trabajo del dictador y la batuta pasará a Costa
Rica.
Sin dudas, el mayor “logro” de CELAC desde su fundación en
el 2011 ha sido crear la institución excluyendo a Estados Unidos y
Canadá, garantizando populismo, demagogia, pocos recursos, y ausencia de
resultados útiles. Los 33 gobiernos que componen CELAC, unos favorables
al ALBA y otros a la Alianza del Pacífico, demuestran que el llamado a
la unidad abstracta e intereses comunes regionales no va mucho más allá
de la retórica.
Entre las novedades del circo CELAC en La Habana, a
donde por diversas razones no asistirán todos los mandatarios de la
región, estará la presencia de José Miguel Insulza, secretario general
de la Organización de Estados Americanos (OEA), a quién el difunto Hugo
Chávez lo menos que le dijo públicamente fue “pendejo”, mientras los
hermanos Castro lo más positivo que han mostrado hacia esa institución
durante más de medio siglo es absoluto desprecio.
Un número
estelar que anunciarán en La Habana es la propuesta de declarar la
región como “zona de paz”. Un viceministro abundó: “Ya desde hace
años nuestra región es una zona libre de armas nucleares (...) pero
creemos que no es suficiente. Creemos que es preciso que los jefes de
Estado y de Gobierno de la región lleguen al acuerdo de que cualquier
diferencia, cualquier conflicto, siempre se resuelva por las vías del
diálogo, de la negociación y que nunca se llegue ni a la amenaza ni al
uso de la fuerza”.
Bellísima propuesta del régimen, pero
necesita precisiones y aclaraciones. Hasta donde recuerdo, sin pretender
ser exhaustivo, solamente dos relativamente breves conflictos armados
entre naciones del continente ocurrieron durante los últimos 55 años: la
llamada “guerra del fútbol”, Honduras-El Salvador, en 1969, y la guerra
Perú-Ecuador en 1995. La guerra de Las Malvinas, entre Argentina e
Inglaterra, no fue entre países de la región. Y otros conflictos en esos
años, como Argentina-Chile, Venezuela-Guyana, Haití-República
Dominicana, Chile-Perú, o Colombia-Ecuador-Venezuela, afortunadamente no
fueron mucho más allá de escarceos, alborotos y amenazas.
Sin
embargo, en ese mismo período de más de medio siglo, el gobierno cubano
fomentó conflictos internos en países latinoamericanos y caribeños, e
intervino con guerrillas, espionaje, apoyo a la insurgencia, o
simplemente injerencia -sin diálogo o negociaciones- en México,
Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá,
Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Bolivia, Argentina, Uruguay,
Paraguay, Brasil, Suriname, Haití, República Dominicana, Puerto Rico,
Jamaica, Bahamas, Granada, y hasta en territorio continental de Estados
Unidos, pero para ese tema no se propone ninguna declaración
sensacionalista durante el circo en La Habana.
Todo lo contrario:
se han preparado hoteles de lujo para delegaciones y prensa acreditada,
transporte eficiente, comidas para sibaritas, cenas oficiales, galas
artísticas, Internet y Wi-fi, paseos turísticos, mojitos, daiquirí,
encuentros con la sociedad civil domesticada que apoya al gobierno
totalitario, recogida de indigentes que “afean” el paisaje capitalino, y
quién sabe si hasta jineteras-informantes de lujo para “atender” no a
sus señorías, claro, sino a otros miembros de las delegaciones o
periodistas, y cosas así. Mientras, algunos de los prestigiosos
huéspedes meterán el hombro para tratar de lograr, o al menos soñar con,
una entrevista o una foto con el Comandante.
Puede
tenerse la seguridad absoluta de que en La Habana no se realizará
durante el cónclave de CELAC una “cumbre paralela de los pueblos”, de
esas que tanto gustan a personajes como Fidel Castro, Evo Morales,
Nicolás Maduro, Daniel Ortega y otros demagogos, y que a veces incluyen
saqueos a comercios, vandalismo callejero y pedradas contra los
McDonald’s y otros íconos “imperialistas”. Se supone que, al menos esta
vez en La Habana, “los pueblos” ya estén representados por los gobiernos
participantes en el concilio: cosas de la dialéctica y la creatividad
revolucionaria en tiempos del cólera y el socialismo próspero y
sustentable.
De reuniones de los ilustrísimos visitantes con
opositores o disidentes, como hicieron algunas delegaciones durante la
Cumbre Iberoamericana de La Habana en 1999, nada, nadita. Mirarán hacia
otro lado, que el horno revolucionario no está para pastelitos ni para
disidentes, y no hay que molestar a los Castro, sino asegurarles que se
valora mucho más la “tranquilidad” regional que los derechos humanos y
la democracia, que al fin y al cabo son cosas y majaderías de “los
americanos”.
En el cónclave se verán también, en una variante más
del juego del esqueleto, exigencias de los mismos gobiernos que
excluyeron a Estados Unidos y Canadá de CELAC, para que Washington
invite a la dictadura cubana a la Cumbre de Las Américas 2015.
Resultará
interesante ver las posiciones de La Habana en temas como los planes
contra el hambre y la pobreza y para paliar y solucionar las deudas
sociales del continente, porque el régimen tiene una amplia experiencia
en esos temas del hambre y la pobreza. Y podrá compararse el crecimiento
promedio de 3,1 % del PIB en la región en 2012 con los raquíticos
crecimientos de la economía cubana. Aunque de seguro los alabarderos de
siempre tendrán sus numeritos propios para justificar el desastre.
Tal
vez en eso de la lucha contra el hambre personajes de la brillantez
intelectual de Evo Morales o Nicolás Maduro puedan plantear una
propuesta verdaderamente novedosa: cambiar el nombre a la organización
para llamarla de ahora en adelante Comunidad de Estados Revolucionarios
de Latinoamérica y el Caribe.
Así, esa estéril institución sería
conocida, en vez de como CELAC, con el mismo nombre de aquel engendro
“alimenticio” del período especial en Cuba: CERELAC.
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