jueves, enero 23, 2014

CELAC: Aquelarre y exorcismos en La Habana

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En la región donde el “antiimperialismo” es deporte nacional, regalaron a Raúl Castro la presidencia pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC). Ahora será reconocido el trabajo del dictador y la batuta pasará a Costa Rica.
Sin dudas, el mayor “logro” de CELAC desde su fundación en el 2011 ha sido crear la institución excluyendo a Estados Unidos y Canadá, garantizando populismo, demagogia, pocos recursos, y ausencia de resultados útiles. Los 33 gobiernos que componen CELAC, unos favorables al ALBA y otros a la Alianza del Pacífico, demuestran que el llamado a la unidad abstracta e intereses comunes regionales no va mucho más allá de la retórica.
Entre las novedades del circo CELAC en La Habana, a donde por diversas razones no asistirán todos los mandatarios de la región, estará la presencia de José Miguel Insulza, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), a quién el difunto Hugo Chávez lo menos que le dijo públicamente fue “pendejo”, mientras los hermanos Castro lo más positivo que han mostrado hacia esa institución durante más de medio siglo es absoluto desprecio.
Un número estelar que anunciarán en La Habana es la propuesta de declarar la región como “zona de paz”. Un viceministro abundó: “Ya desde hace años nuestra región es una zona libre de armas nucleares (...) pero creemos que no es suficiente. Creemos que es preciso que los jefes de Estado y de Gobierno de la región lleguen al acuerdo de que cualquier diferencia, cualquier conflicto, siempre se resuelva por las vías del diálogo, de la negociación y que nunca se llegue ni a la amenaza ni al uso de la fuerza”.
Bellísima propuesta del régimen, pero necesita precisiones y aclaraciones. Hasta donde recuerdo, sin pretender ser exhaustivo, solamente dos relativamente breves conflictos armados entre naciones del continente ocurrieron durante los últimos 55 años: la llamada “guerra del fútbol”, Honduras-El Salvador, en 1969, y la guerra Perú-Ecuador en 1995. La guerra de Las Malvinas, entre Argentina e Inglaterra, no fue entre países de la región. Y otros conflictos en esos años, como Argentina-Chile, Venezuela-Guyana, Haití-República Dominicana, Chile-Perú, o Colombia-Ecuador-Venezuela, afortunadamente no fueron mucho más allá de escarceos, alborotos y amenazas.
Sin embargo, en ese mismo período de más de medio siglo, el gobierno cubano fomentó conflictos internos en países latinoamericanos y caribeños, e intervino con guerrillas, espionaje, apoyo a la insurgencia, o simplemente injerencia -sin diálogo o negociaciones- en México, Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Bolivia, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, Suriname, Haití, República Dominicana, Puerto Rico, Jamaica, Bahamas, Granada, y hasta en territorio continental de Estados Unidos, pero para ese tema no se propone ninguna declaración sensacionalista durante el circo en La Habana.
Todo lo contrario: se han preparado hoteles de lujo para delegaciones y prensa acreditada, transporte eficiente, comidas para sibaritas, cenas oficiales, galas artísticas, Internet y Wi-fi, paseos turísticos, mojitos, daiquirí, encuentros con la sociedad civil domesticada que apoya al gobierno totalitario, recogida de indigentes que “afean” el paisaje capitalino, y quién sabe si hasta jineteras-informantes de lujo para “atender” no a sus señorías, claro, sino a otros miembros de las delegaciones o periodistas, y cosas así. Mientras, algunos de los prestigiosos huéspedes meterán el hombro para tratar de lograr, o al menos soñar con, una entrevista o una foto con el Comandante.
Puede tenerse la seguridad absoluta de que en La Habana no se realizará durante el cónclave de CELAC una “cumbre paralela de los pueblos”, de esas que tanto gustan a personajes como Fidel Castro, Evo Morales, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y otros demagogos, y que a veces incluyen saqueos a comercios, vandalismo callejero y pedradas contra los McDonald’s y otros íconos “imperialistas”. Se supone que, al menos esta vez en La Habana, “los pueblos” ya estén representados por los gobiernos participantes en el concilio: cosas de la dialéctica y la creatividad revolucionaria en tiempos del cólera y el socialismo próspero y sustentable.
De reuniones de los ilustrísimos visitantes con opositores o disidentes, como hicieron algunas delegaciones durante la Cumbre Iberoamericana de La Habana en 1999, nada, nadita. Mirarán hacia otro lado, que el horno revolucionario no está para pastelitos ni para disidentes, y no hay que molestar a los Castro, sino asegurarles que se valora mucho más la “tranquilidad” regional que los derechos humanos y la democracia, que al fin y al cabo son cosas y majaderías de “los americanos”.
En el cónclave se verán también, en una variante más del juego del esqueleto, exigencias de los mismos gobiernos que excluyeron a Estados Unidos y Canadá de CELAC, para que Washington invite a la dictadura cubana a la Cumbre de Las Américas 2015.
Resultará interesante ver las posiciones de La Habana en temas como los planes contra el hambre y la pobreza y para paliar y solucionar las deudas sociales del continente, porque el régimen tiene una amplia experiencia en esos temas del hambre y la pobreza. Y podrá compararse el crecimiento promedio de 3,1 % del PIB en la región en 2012 con los raquíticos crecimientos de la economía cubana. Aunque de seguro los alabarderos de siempre tendrán sus numeritos propios para justificar el desastre.
Tal vez en eso de la lucha contra el hambre personajes de la brillantez intelectual de Evo Morales o Nicolás Maduro puedan plantear una propuesta verdaderamente novedosa: cambiar el nombre a la organización para llamarla de ahora en adelante Comunidad de Estados Revolucionarios de Latinoamérica y el Caribe.
Así, esa estéril institución sería conocida, en vez de como CELAC, con el mismo nombre de aquel engendro “alimenticio” del período especial en Cuba: CERELAC.

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