miércoles, diciembre 11, 2013

El peligro de ser ciego en las destruidas calles de La Habana

Cubanet

Por Gladys Linares
LA HABANA, Cuba, diciembre, www.cubanet.org – El cuarto congreso de la Asociación Nacional de Ciegos y Débiles Visuales (ANCI), premió a Raúl Castro con el Bastón de Cristal. ¡Qué burla! Los invidentes tropiezan en las ruinosas aceras, caen en zanjas, en tragantes sin tapa. La mayoría está obligada a vender en portales, para sobrevivir
Nuestro país vive una difícil situación económica, social y medioambiental, pero a pesar de ello, los congresos, eventos y festivales se suceden unos tras otros con la atención de los medios. En dichos eventos, los delegados oficialistas hacen juegos malabares para “premiar” al régimen, que luego alardea en la arena internacional de los logros del Gobierno.
Luis, un joven ciego de Santos Suárez, al escuchar del premio a Raúl, exclamó: “¿Será que ahora el Bastón de Cristal es un premio a la indolencia?
Luis se queja de los tragantes sin tapa, de las zanjas que algunas veces abren los vecinos para que corran las aguas albañales, y otras que abre Aguas de La Habana y que luego no tapan. Insiste en que un día camina por una calle sin problemas, y al siguiente ya hay un nuevo peligro, como le sucedió hace pocos días, cuando fue a cruzar la Calzada de Diez de Octubre por un sitio conocido y se cayó en un hueco lleno de aguas putrefactas.
 
Hoy, la propaganda castrista trata de hacer ver que los ciegos en el pasado ocupaban el último puesto en la sociedad, lo cual es incierto, pues ya en 1878 fue inaugurada la primera escuela de ciegos, iniciativa que también se seguía en las provincias.
Luego, en 1926, se fundó en K y 21, El Vedado, la primera escuela con apoyo gubernamental, por iniciativa del entonces alcalde de La Habana, Varona Suárez, nombre que llevó la escuela durante muchos años.

Pedro, quien pasó un curso de cuatro meses en el Centro Nacional de Rehabilitación para Adultos Ciegos, en Bejucal, me cuenta que las clases eran muy superficiales, incluidas las de Braille. “Aprendí lo elemental, pero eso sí, los profesores eran muy educados, nos atendían muy bien. Y la comida, aunque sencilla, estaba hecha con gusto”.
Y continúa: “Después me fui superando en el Braille, indagando por aquí y por allá. En la iglesia católica me ayudaban mucho, porque la asociación no tiene hojas para escribir en Braille”.
Los ciegos y débiles visuales en Cuba son alrededor de 32 000, según cifras divulgadas por el Gobierno. Sin embargo, el Centro de Rehabilitación que menciona Pedro lleva diez años cerrado para ser reparado.
Hace algún tiempo conocí a un ciego afinador de pianos, quien a partir de 1959 perdió mucha clientela, pues la mayoría eran maestras particulares, y eso lo prohibieron. Entonces, como no podía vivir de su oficio, empezó a vender cosas sin licencia. Cuenta que trabajó en la feria de Egido, y se salvó de no caer preso porque una mujer le avisó que los carros de las Brigadas Especiales de la PNR estaban cargando con los ciegos.
Sin embargo, José Antonio, un invidente de Luyanó, me cuenta que él vendía en el parque El Curita, en Centro Habana, junto a otros ciegos e impedidos físicos. Un día los sacaron de allí alegando que este parque era patrimonio nacional y lo iban a reparar, aunque han pasado diez años y sigue igual.

De ahí fueron a parar al parque Agrimensor, cerca de la Terminal de Trenes. Pero el hostigamiento era mucho: les confiscaban la mercancía, les ponían multas, los detenían. “Un día nos reviramos, íbamos camino a la unidad de Policía de la calle Picota, y entonces los carros de bomberos nos echaron agua. No recibimos apoyo de la ANCI, pero sí de los transeúntes, que gritaban a los policías ‘esbirros’, ‘asesinos’, ‘abusadores’”.
Hasta que un día los fueron cogiendo presos uno a uno en el camino, y los llevaron para el DTI de 100 y Aldabó, donde José Antonio pasó 37 días, hasta que lo devolvieron a su casa, buscaron a dos miembros del CDR y les dijeron que estaba bajo prisión domiciliaria.
Hace cuatro años que José Antonio espera por el arreglo de su vivienda, desde que vino una brigada de la ANCI, hizo un presupuesto de los materiales y no ha regresado.
Para evitar que vendan por las calles, el Gobierno les ha otorgado a algunos ciegos una pensión de 150 pesos mensuales. Sin embargo, algunos venden a escondidas, pues con tan poco dinero no pueden vivir.
La ANCI, por otra parte, tampoco es una asociación no gubernamental, como pretende hacer creer el Gobierno. Humberto era un débil visual que se incorporó como activista para atender a los ciegos de su barrio. A esta labor le dedicaba tanto tiempo, que recibió varios diplomas de reconocimiento. Cierta vez le iban a otorgar un televisor Panda. Todo iba muy bien hasta que Julita, la representante de Diez de Octubre, se presentó en el CDR para verificar su adhesión al sistema.
Allí le dijeron que Humberto no era cederista, y que además era “de los derechos humanos”. Esa información bastó para escamotearle el Panda, pero no impidió que la Asociación continuara beneficiándose de su gestión como activista.

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