sábado, diciembre 21, 2013

Cuba: La ofensiva estratégica para el postcastrimo

Dr. Eugenio Yáñez
cubayatwittea.blogspot.com
La Habana continúa desarrollando su largamente planeada ofensiva estratégica para asegurar que tras el retiro o muerte de los “históricos” actualmente en el poder quede en Cuba un sistema estrechamente controlado por los sucesores designados -nada de electos- que garantice la “estabilidad” del país y la “tranquilidad” de los herederos del castrismo: sus familiares y la neo-burguesía conformada por las castas militares del MINFAR y el MININT.

Para ello cuentan, además de con eminencias grises que forman parte del mecanismo de planificación a largo plazo del poder en Cuba, con el vergonzoso silencio de los gobiernos de América Latina y el Caribe, y la complicidad o indiferencia de otros factores, como la academia norteamericana, buena parte de la prensa extranjera, tanto desde el exterior como de la acreditada en el país, y la más alta jerarquía no solamente de la iglesia católica, sino también de varias otras denominaciones, cristianas y no cristianas.

Una parte de esa prensa extranjera acreditada en el país la representa el señor Carlos Batista, corresponsal de la Agence France Presse (AFP) en La Habana. El periodista no escribe directamente sobre la transición al post-castrismo, sino de manera parabólica, comenzando por los viajes de “intercambio cultural” y deportivos entre Cuba y Estados Unidos, y citando anónimamente a un funcionario de la Oficina de Intereses de EEUU en La Habana que dice que lo que se pretende por ambos gobiernos es “evitar cualquier confrontación innecesaria”.

Posteriormente, el corresponsal de AFP en La Habana continúa hablando de los viajes de los cubanos residentes en el exterior a la Isla y su marcado crecimiento en esta época de las fiestas navideñas y el fin de año, al extremo de que se calcula que en las próximas dos o tres semanas se realizan entre veinte u veinticinco vuelos diarios desde Estrados Unidos hacia Cuba, y que las visitas totales de los cubano-americanos a la Isla llegarían al medio millón en 2013.

Y para hacer este trabajo el corresponsal de la AFP pide opinión a diferentes especialistas sobre el tema cubano, en Cuba y en el extranjero. Naturalmente, cada profesional de la prensa tiene plena libertad para seleccionar a las personas que desea entrevistar o pedirle opiniones, pero si da la “casualidad” de que todas responden a la misma línea política, es de suponer que las conclusiones de su trabajo tienen el serio peligro de inclinarse de un solo lado, y eso es lo que sucede en el del señor Carlos Batista titulado “Aumentan viajes de emigrados cubanos a la isla tras reformas políticas”, que reproduce -como no- El Nuevo Herald en su edición del sábado 14 de diciembre.

Repito que el periodista es libre de escoger sus fuentes y sus entrevistados, pero en dependencia de sus decisiones en este sentido estará el grado de objetividad periodística y profundidad analítica al que pueda aspirar cuando publica. Y en este caso el corresponsal de la AFP en La Habana entrevistó a tres académicos muy bien conocidos en el ámbito de los trabajos periodísticos sobre Cuba, y también en los cuarteles de Línea y A en El Vedado, sede de los servicios de inteligencia del Ministerio del Interior del régimen.

Aclaro de inmediato que con lo anterior no pretendo acusarlos de funcionarios o agentes de la inteligencia cubana ni mucho menos, sino señalar que las opiniones de estos señores académicos son seguidas de muy cerca -y con simpatía- por los muchachos del aparato y sus equipos de análisis, porque en muchas ocasiones están en línea con la política que se genera desde La Rinconada.

Los académicos citados en el reportaje de la AFP son Arturo López-Levy, eterno estudiante de doctorado en la Universidad de Denver, Colorado, el sociólogo Nelson P. Valdés, profesor emérito de varias universidades estadounidenses, y Esteban Morales, durante muchos años a cargo de las investigaciones sobre Estados Unidos en la Universidad de La Habana.

Sin dudas, personas con historial académico suficiente para solicitarles la opinión. Sin embargo, para poder juzgar con seriedad los criterios expresados por estos señores no deberían olvidarse tampoco algunas de sus posiciones a lo largo de los años.

De Arturo López-Levy dicen sus detractores que su verdadero nombre es Arturo López-Callejas, y que está emparentado con Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, eminencia gris de las operaciones comerciales de las fuerzas armadas cubanas y yerno de Raúl Castro, por ser esposo de su hija mayor. Fuera cierto o no, eso a fin de cuentas no significa ni aporta nada importante para definir al académico. En el momento de nacer nadie solicita de quién desea ser familia y de quién no.

El “compañero” López-Levy padece una alergia patológica hacia Miami, y durante varios años a comienzos de este siglo acusaba públicamente de “batistianos” a todos los que no comulgáramos con sus posiciones políticas, hasta que, aparentemente, alguien le recordó que, además de absurda, se trataba de una acusación obsoleta y anacrónica, pues los batistianos de Miami -los pocos que quedan- o están demasiado entrados en años para dedicarse a actividades políticas o tienen muy poco peso en el espectro miamense, donde en ocasiones algunos verdaderos batistianos parecerían personajes de la izquierda radical comparados con otros cavernícolas del gueto de la Calle Ocho.

Según el señor López-Levy, el acercamiento que comenzó en base a los vínculos familiares con los vuelos a Cuba de los exiliados de la comunidad, posteriormente se ha ido desarrollando hasta “ámbitos más sociales, como la cultura, el deporte, la economía, y hasta la política”. Para llegar a la conclusión de que “para que la reconciliación sea nacional, tiene que ser soberana”, y en su centro está la “articulación nacionalista de los intereses cubanos”.

Viene entonces el malabarismo verbal de López-Levy, que generosamente nos deja saber que en esa reconciliación cabe “todo aquel que sea leal a su país”. Y lo deja ahí, en suspenso y misterio, sin aclarar lo que, desde su percepción, significa que un cubano sea “leal a su país”, y mucho menos proponer o señalar quién o quiénes deberían definir o clasificar a los cubanos como leales o desleales a su país.

Este es el mismo académico que tras conocerse el apretón de manos de siete segundos entre el presidente Obama y Raúl Castro escribió que era el momento oportuno para comenzar a “normalizar” las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, recomendando como primer paso inmediato el canje del contratista norteamericano Alan P Gross, condenado en Cuba a 15 años de prisión, por los cuatro espías de la Red Avispa que purgan condenas en Estados Unidos, y a los que todavía La Habana -y López-Levy- identifican como Los Cinco, por no se sabe que aberración matemática o propagandística.

Según Arturo López-Levy, “la reconciliación es hoy una necesidad de desarrollo y estabilidad para el país, que obviamente se acopla a sus intereses nacionales, valores y balance de poderes internos”, confundiendo, como de costumbre, los intereses nacionales con los intereses del régimen.

No es para especular, pero queda la impresión de que esa definición de lealtad a su país que mencionaba López-Levy, que daría cabida o no a los cubanos en el eventual proceso de reconciliación, no sería definida en Denver, Colorado, ni en Miami, Ciudad México o Madrid, sino más bien en La Habana, lo que no parece que disgustaría demasiado al académico.

Además, desde su punto de vista parece que en La Rinconada quisieran hacerlo, lo que a él no parece disgustarle, no precisamente con la participación de la sociedad civil cubana, sino de las “instancias correspondientes” del establecido poder neocastrista -aparatos militares y partidistas-, tal vez con una participación limitada y formal de las jerarquías eclesiásticas y/o académicos políticamente vegetarianos.

El segundo académico consultado, el sociólogo Nelson P. Valdés, profesor emérito de varias universidades estadounidenses, señaló que la confrontación entre el régimen y Estados Unidos comenzó a ceder a partir de los años 90, según sus puntos de vista color de rosa. Declaró que al desaparecer el bloque soviético, el gobierno cubano “se hace menos ideológico, más nacionalista”, lo que sin dudas constituye una declaración algo sorprendente, teniendo en cuenta que aparentemente ni Fidel Castro ni su hermano Raúl dan muestras de haberse enterado de esa realidad que menciona el especialista.

Es demasiado difícil para nosotros los simples mortales ver al régimen de La Habana manteniendo un comportamiento “menos ideológico, más nacionalista”, como señala el especialista, cuando desde los años 90 ha incurrido en acciones como el derribo de las avionetas desarmadas de Hermanos al Rescate en 1994, la batalla por Elián González en el año 2000, la captura de la espía infiltrada en el Pentágono Ana Belén Montes en el 2001, la intervención castrista en gran escala en Venezuela desde el 2002, la Primavera Negra del 2003, el apoyo a las dictaduras de Siria, Irak, Irán, Libia y Corea del Norte, la celebración del sexto congreso y la conferencia nacional del Partido Comunista, y cierran con broche de oro con el barco norcoreano capturado en Panamá en el 2013 cargado de armas procedentes de Cuba escondidas bajo un cargamento de azúcar.

El señor Nelson Valdés en muchas ocasiones publicaba de conjunto con el recientemente fallecido profesor y cineasta norteamericano Saul Landau, persona con posiciones abiertamente favorables al régimen de La Habana, y cuyos artículos se reproducían en órganos de prensa escrita y digitales caracterizados, en el mejor de los casos, por claras simpatías hacia la dictadura cubana, o en los más cínicos por la defensa abierta de las políticas establecidas por el régimen cubano.

El órgano castrista digital Cubadebate publica artículos del profesor Nelson P Valdés, y por algo será. Entre ellos, se pueden señalar algunos muy “objetivos y balanceados”, como los titulados “Una revisión de la política hacia Cuba: ¿No son suficientes 54 años de fracaso?”, “EEUU se atasca en el pasado mientras Cuba cambia” y “EEUU vs Cuba: Con globos o con Twitter la agresión es la misma”.

El señor Valdés dice algo que, de no tratarse de un académico que presume de serio, haría pensar que es un mentiroso o está fuera de sus cabales, al señalar que viajar a Cuba “en 1978 podía costarle a uno la vida”.

Hasta esa fecha, simplemente, los cubanos exiliados en Estados Unidos -la gusanera- no podían viajar a Cuba en visitas familiares. Si el señor académico se refería a viajes clandestinos a la Isla, cualquier persona capturada en estos menesteres podría pasarla mal, como sucede a todos los que entran sin permiso en cualquier país del mundo con intenciones nada pacíficas. Sin embargo, hasta ahora no se conocen registros de viajes clandestinos a Cuba antes de 1979 simplemente para compartir con la familia.

Abundando en sus declaraciones anteriores, Valdés señala que a partir de esas fechas los flujos migratorios “se proletarizan”, cambiando “las características sociológicas de los cubanos en el exterior”. Y vale preguntarse entonces: ¿a qué grupos sociales pertenecían quienes salieron del país por el puerto de Camarioca, o en los Vuelos de La Libertad, o en vuelos hacia España y México, o en balsas, o los que se quedaron en visitas familiares, o los que “desertaron” en misiones al exterior, o los más de 125,000 cubanos que salieron por el puerto de Mariel? ¿Eran todos burgueses o integrantes de las clases más pudientes de la Cuba pre-castrista? ¿Acaso los proletarios cubanos solamente comenzaron a emigrar en ocasión de la crisis de los balseros de 1994?

El tercer especialista consultado por el corresponsal de AFP Carlos Batista fue el también académico Esteban Morales, curiosamente el aparentemente más realista y el único de los tres que vive en Cuba. Morales analiza el incremento de los viajes de cubano-americanos a la Isla, y determinados diálogos entre actores secundarios (con relación al poder) que se han llevado a cabo como una fuerte corriente de “realismo político para el cambio”, después de cincuenta años de “estancamiento”.

Esteban Morales fue expulsado del Partido Comunista cubano poco tiempo atrás, como represalia por un ensayo que publicó sobre la corrupción en Cuba, donde señalaba claramente el peligro que representaba este cáncer social para la estabilidad del país, considerándolo mucho más dañino y peligroso para “la revolución” que la propia disidencia y los grupos opositores.

Poco tiempo después de ese episodio, fue rehabilitado y se le restituyó su militancia en el Partido Comunista. Es imposible saber si realmente fue un momento de crisis política por el que transitó Morales al haber actuado sin permiso o haber disgustado a La Caverna del Partido, o si en realidad todo se trató de un “libreto” orquestado y ejecutado por el régimen para destacar internacionalmente al académico. Como quiera que haya sido, la figura y la personalidad de Esteban Morales se beneficiaron, ganando imagen como pensador independiente que no se subordinaba a los úkases del Partido ni temía buscarse problemas por expresar sus sentimientos revolucionarios. Casi casi el modelo ideal del hombre nuevo.

Tanto López-Levy como Nelson Valdés consideraron ante el señor Carlos Batista que lo que ellos llaman la extrema derecha del exilio aún puede “torpedear” el proceso de diálogo en Cuba. Difícil entender ese concepto de la extrema derecha del exilio, porque al menos López-Levy solamente logra ver en Miami batistianos y extrema derecha: el resto de los cubanos, para él, son solamente inmigrantes por motivos económicos, no exiliados.

Sin embargo, es interesante destacar que Esteban Morales no compartió las posiciones algo veleidosas tanto de López-Levy como de Valdés en este aspecto, alegando que ese grupo extremista “ya no tiene fuerza para eso”.

No obstante lo anterior, los tres entrevistados estuvieron de acuerdo en que algunos cubanos de los que sostienen las posiciones más intransigentes no estarán interesados en ningún proceso de acercamiento, y que por lo tanto se “autoexcluirán” del mismo. Es evidente: y no parece que sea necesario ser “académico” para llegar a esa conclusión.

Otro de los temas que menciona casi de contrabando el corresponsal de AFP en Cuba se refiere al “diálogo” de la Iglesia Católica, a la vez que aprovecha para “marcar”, aunque no injustamente, a los opositores:

Quizás el mejor ejemplo de reconciliación en Cuba es el diálogo que mantienen desde mayo de 2010 la Iglesia Católica y el Gobierno, tras un enfrentamiento de décadas, con varios resultados concretos, como la liberación de más de 130 presos políticos. (…)
 
La Iglesia, a través de sus revistas Espacio Laical y Palabra Nueva, fomentó los debates y encuentros de cubanos dentro y fuera del país, sentando en una misma mesa,
inimaginable hace dos décadas, a pensadores y académicos de varias corrientes políticas.
 
Mientras la Iglesia utiliza a la Virgen de la Caridad del Cobre como símbolo maternal unitario, el Gobierno blande la bandera y el nacionalismo. La oposición no logra aún un símbolo aglutinador y su discurso es confrontacional”.

Aunque la Iglesia Católica ha ciertamente “sentado en una misma mesa” a pensadores y académicos “de varias corrientes políticas”, se ha cuidado bastante de que no sean de todas las corrientes políticas vinculadas a la problemática cubana, sino solamente de las más “aceptables” para la jerarquía eclesiástica.

En el debate que actualmente fomenta la publicación católica “Espacio Laical Digital” titulado “Cuba: hacia un redimensionamiento de los derechos humanos”, participan, al menos hasta ahora, Roberto Veiga, editor de Espacio Laical; el politólogo Rafael Hernández, director de la revista oficialista Temas, graduado de la Universidad de La Habana en Literatura Francesa y del Colegio de México en Ciencias Políticas. Su currículum señala que ha sido profesor visitante en Columbia, Harvard, Johns Hopkins, el Centro Woodrow Wilson, Tulane, y la Universidad de Puerto Rico, y que ha “orientado, guiado y enseñado a muchos americanos de visita en Cuba, fueran estudiantes, académicos o viajeros”.

Participan también el jurista Julio César Guanche, ensayista y pensador cubano, profesor adjunto de la Universidad de La Habana, quien entre otras actividades ha dirigido la Revista Alma Mater de la Universidad de La Habana y la editorial de Ciencias Sociales del Instituto del Libro, y es miembro del Consejo Editorial de publicaciones tan “objetivas” como La Jiribilla; Monseñor Carlos Manuel de Céspedes y García-Menocal, vicario de la Arquidiócesis de La Habana, destacado pensador y ensayista cubano; y, naturalmente, Arturo López-Levy, a quien Espacio Laical define como “politólogo, académico y activista cubano radicado en Estados Unidos”.

No sería justo poner en duda la capacidad intelectual o las posibilidades de manejo del tema por las personas anteriormente mencionadas que participan en el debate. Sin embargo, dada la composición del grupo citado y sus conocidas posiciones demostradas hasta ahora, no parece posible que en este debate tengan cabida posiciones demasiado heterodoxas sobre el tema, y mucho menos que prosperen percepciones alternativas demasiado alejadas de lo que interesa a los organizadores del debate en Espacio Laical Digital, que, casualmente, son posiciones cercanas a lo que piensa La Rinconada o el Palacio de la Revolución.

Todo este esfuerzo del régimen para aplicar las estrategias dirigidas a asegurar el éxito y el “aterrizaje suave” del post-castrismo, se complementa con otra vertiente, en la que participan oficiales de inteligencia cubanos, y nótese que digo oficiales de inteligencia y no agentes de inteligencia, es decir, me refiero a oficiales de la Dirección de Inteligencia y del Ministerio del Interior cubano, quienes son presentados como “diplomáticos”.

Uno de estos peculiares “diplomáticos” es el veterano oficial de la inteligencia castrista Ramón Sánchez-Parodi, participante en infinidad de negociaciones secretas con el gobierno de Estados Unidos desde 1974, en época de Richard Nixon y Henry Kissinger, y que aunque ciertamente actuó como jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington desde su creación hasta 1989, y ha sido además viceministro de Relaciones Exteriores y embajador en Brasil, ha sido siempre y no ha dejado de ser un “cuadro” de los servicios de inteligencia castristas.

Sánchez-Parodi no por casualidad ni curiosa coincidencia respondió preguntas de Dalia Sánchez Delgado, del periódico Granma, el 13 de diciembre, y la entrevista, con detalles interesantes que no siempre se mencionan en Cuba, fue reproducida por infinidad de medios en América y Europa. Ahí, refiriéndose a la normalización de relaciones Cuba-EEUU el oficial de inteligencia señaló que “las condiciones están maduras, porque no aguantan más” y que “de hecho, se está avanzando algo”, pero sin mencionar nada concreto.

Según el peculiar “diplomático”, no cree que la normalización se produzca en la administración Obama, porque “su política es una versión light” de la de George W. Bush.

Desde que tuvo asegurada la nominación como candidato presidencial demócrata en 2008 empezó a girar hacia el centro”.

Quizás suceda en los próximos mandatos presidenciales, sean republicanos o demócratas, porque es otro error nuestro pensar que será con los demócratas. Las conversaciones directas comenzaron con [Richard] Nixon, y con [Henry] Kissinger nada menos”.

Además, pega parches antes que salgan los granos: el régimen no se conformaría con un levantamiento del embargo.

Aun cuando digan que se eliminó el bloqueo, en el mundo las relaciones están reguladas por una serie de acuerdos bilaterales o multilaterales, que habría que negociar entre Cuba y Estados Unidos”. (…) “Por ejemplo, qué pasa con Radio Martí, cómo será el tratamiento de los visados, los aranceles consulares, comunicaciones aéreas... Todo eso hay que negociarlo, y todo eso lleva largo rato, con los intereses nuestros y suyos”.

No obstante las condiciones que está planteando pretende endulzar las amenazas con frases de estadista visionario:

El objetivo de la política de Estados Unidos hacia Cuba es restaurar su dominación -no se conforman con menos que eso-, pero, si no renuncian a eso, no habrá relación bilateral normal".

Pero deja abierta la posibilidad de una realidad en que Estados Unidos admita una Cuba ni libre ni democrática a cambio de la tan ansiada estabilidad en la Isla para la tranquilidad de Washington.

Sería una relación beneficiosa para ambos países, lo que no significa que no pueda haber conflictos eventuales. Nuestros sistemas político y económico no pueden ser un obstáculo”.

Un escenario como el que vislumbra el “cuadro” de la inteligencia castrista Ramón Sánchez-Parodi le encantaría a La Rinconada y al Palacio de la Revolución, que hacen todos los esfuerzos posibles para que ese sea el desenlace de este proceso.

Y le encantaría también a muchos académicos en todo el mundo, así como a muchos “diplomáticos” fieles a La Habana, así como a muchas jerarquías eclesiásticas cubanas y prácticamente todos los gobiernos de América Latina y del Caribe, y a muchos del Medio Oriente, Europa y Asia. Y también a muchos periodistas despistados o de mala fe.

Le encantaría a muchos. A demasiados.

Menos a quienes no se beneficiarían de ninguna manera: los cubanos de a pie.

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