JOSÉ FÉLIX LAFAURIE RIVERA*
Este debe ser el único país donde una alarma contra la seguridad nacional pasa inadvertida a la opinión pública. Pero más abrumador resulta el hermetismo del Gobierno, luego de las versiones que señalan la frontera ecuatoriana como destino del cargamento ilegal de armas fletado por Cuba en el buque norcoreano retenido en Panamá.
Aunque políticamente sea inconveniente reconocer un hecho incómodo –que, en todo caso, es un misterio– el silencio no ayuda ni tiene justificación, entre otras razones, porque la convergencia Cuba, armas, Farc y negociaciones de paz es demasiado fuerte como para creer que el incidente no tiene ninguna conexión con esta realidad.
En este país donde los hechos superan la ficción, no es alucinante pensar que detrás de una operación de esta envergadura pudieran estar las guerrillas. Basta recordar el secuestro del avión de Aeropesca, que protagonizó el M-19 hace 3 décadas, para hacerse a un contrabando de armas procedente de Panamá, con un aterrizaje en pistas clandestinas de la Guajira y un acuatizaje sobre el río Orteguaza, para llevar los fusiles al corazón de la selva. Ocurrió en 1981 y lo hizo un grupo con baja capacidad ofensiva y sin el dinero del narcotráfico, que hoy exhiben las Farc. ¿Cuánto más podría hacer esta guerrilla, luego de 8 meses de estar reeditando su poder bajo la protección de un régimen afín a sus propósitos?
Y es que algo huele mal. No convencen las explicaciones de Cuba sobre mantener su “capacidad defensiva para preservar la soberanía”. Como tampoco los supuestos reclamos de Pyongyang acerca de un contrato legal para reparar el cargamento de armas “sin declarar”, pues sería tanto como aceptar sus operaciones clandestinas, violatorias del embargo de la ONU.
Por lo pronto, la renovada fraternidad entre el régimen castrista y las Farc genera suspicacias frente a los riesgos que se podrían estar configurando por cuenta de unos diálogos con un desenlace incierto. Nadie desconoce la influencia cubana en la fundación de las Farc y el Eln.
La evidencia de que las Farc ambicionan o han estado cerca de tener misiles tierra-aire no es nueva, pero sí extremadamente peligrosa. Con uno solo de los artefactos incautados a Cuba, por obsoleto que sea, podría derribar cualquier avión de nuestra Fuerza Aérea e inclinar la correlación de fuerzas a su favor. No olvidamos que el Gobierno no juega con el látigo sino con el tigre. Uno que según la historia se acostumbró a recurrir a los diálogos como táctica para recargar su artillería. Es una de sus formas de lucha para ocultar su plan de escalamiento bélico, el único que le interesa desde su séptima conferencia de 1982 y que replica negociación tras negociación, de las que siempre sale fortalecida.
Nada hace pensar que esta vez sea diferente.
-------------------------------*Presidente Ejecutivo de Fedegán.
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