El ministro de Desarrollo, Industria y Mercado Internacional de Brasil, Fernando Pimentel, ha declarado secretos los documentos relacionados con el financiamiento a los gobiernos de Cuba y Angola, informó el diario Folha de San Paulo. Con la decisión, el contenido de los documentos sólo podrá ser conocido después de 2027.
¿Indica la medida una forma de resguardar información referente a un avance estratégico, o es simplemente el interés de conservar datos comerciales y negociaciones en un país marcado por una profunda corrupción?
El Banco de Desarrollo de Brasil (BNDES) desembolsó el pasado año $875 millones en operaciones de financiación para la exportación de bienes y servicios para las empresas brasileñas con proyectos en Cuba y Angola.
El BNDES es el principal agente financiero para el desarrollo en Brasil. Desde su fundación en 1952 ha desempeñado un papel fundamental en la expansión de la industria y la infraestructura del país. El banco brinda diversos mecanismos de soporte financiero a compañías de todos los tamaños, así como a instituciones de administración pública, para facilitar las inversiones en todos los sectores económicos.
El año pasado el BNDES financió operaciones en 15 países, por un total de $2.170 millones, pero sólo en el caso de los documentos relacionados con Cuba y Angola el ministerio ha declarado secreta la información.
Preguntado por Folha, el ministerio dijo que había establecido el secreto sobre los documentos porque involucran información “estratégica” y “datos amparados por el secreto comercial”.
El ministro Pimentel firmó el decreto en junio de 2012, un mes después de la entrada en vigor de la Ley de Acceso a la Información. Antes de la nueva ley existía una legislación que establecía diversos grados para limitar el acceso a la información, pero es la primera vez que se aplica la categoría de “secreto” en estos casos, según ha reconocido el ministerio, que agregó que tomó la decisión para adaptarse a la nueva ley.
El sello de “secreto” cubre prácticamente todo lo que rodeó las negociaciones entre Brasil, Cuba y Angola como memorandos, informes, correspondencia y notas técnicas.
Las pistas sobre el destino del dinero, sin embargo, se encuentran en la información pública y los discursos de la presidenta Dilma Rousseff.
En La Habana, donde fue en enero de 2012 para reunirse con el gobernante Raúl Castro, la presidenta brasileña dijo que Brasil estaba financiando gran parte de la construcción del nuevo puerto del Mariel, a unos 40 kilómetros de la capital. El trabajo está siendo ejecutado por la firma brasileña Odebrecht.
Agregó que Brasil también estaba trabajando para mitigar los efectos del embargo económico contra Cuba.
“Imposible considerar que es correcto el bloqueo de alimentos a un pueblo. Así que participaremos con un crédito rotativo de $400 millones para la compra de alimentos en Brasil”.
Estados Unidos, que es el país que mantiene el embargo comercial contra el Gobierno cubano, es al mismo tiempo uno de sus principales vendedores de alimentos. Pero las compras cubanas de bienes estadounidenses han caído, al tiempo que la isla mira cada vez más hacia países como China, Brasil, Vietnam y Venezuela, que ofrecen contratos más económicos, mayor plazo de crédito y menos molestias sobre el pago y el envío.
La venta de alimentos y bienes agrícolas estadounidenses a Cuba comenzó hace más de una década, con la reforma a la Ley de Sanciones Comerciales promulgada en 2000 por el Gobierno del presidente Bill Clinton. Modestas ventas por 138 millones de dólares en el siguiente año siguieron a un pico constante de 710 millones en 2008, de acuerdo con estadísticas calculadas por el grupo de análisis que dirige John Kavulich, asesor político del Consejo de Comercio y Economía para Estados Unidos y Cuba, con sede en Nueva York.
Pero el valor de las exportaciones de Estados Unidos a Cuba cayó en 2011 a poco más de la mitad, 358 millones de dólares, mientras en los primeros seis meses de 2012 fueron 250 millones y no hay señales de mejoría.
Ha habido un endeble comercio desde el principio debido en parte a las normas estadounidenses que piden el pago en efectivo antes de que los cargamentos sean enviados, de acuerdo a la agencia AP.
Desde hace años Brasil busca incrementar aún más sus nexos con la isla, aunque hasta ahora la fuerte dependencia económica del régimen cubano con el gobierno del fallecido presidente venezolano Hugo Chávez había permitido a la isla beneficiarse de un socio comercial que era, más que un leal aliado, un seguidor incondicional. Aunque aún es pronto para hacer pronósticos, la muerte de Chávez, incluso con la permanencia del chavismo en el poder en Venezuela, podría alterar esta situación.
Se presenta entonces una buena oportunidad para una mayor participación de Brasil en la economía cubana, solo que a diferencia de Chávez, no mediante subsidios y regalías sino en un plano de conveniencia comercial mutua, similar al que ya viene desarrollando, al igual que China y Rusia.
A diferencia de Venezuela, el interés primordial de Brasil en Cuba es comercial. Las afinidades políticas juegan un papel positivo en este sentido y más de una alianza se ha establecido a lo largo del tiempo, pero los compromisos económicos tienen la prioridad. Precisamente la visita de la presidenta brasileña enfatizó este aspecto.
Desde el inicio de la revolución cubana, incluso durante la época de la dictadura militar, Brasil ha mostrado su interés en mantener algún tipo de nexo con La Habana, debido al papel estratégico y económico que la nación sudamericana siempre ha buscado desempeñar en toda Latinoamérica.
Uno de los puntos débiles durante el mando de Luiz Inácio Lula da Silva fue precisamente la incapacidad de alcanzar mayores logros en evolución de mediador a protagonista, que Brasil siempre ha querido desempeñar, tanto en el área internacional como en la zona latinoamericana. Se puede decir que, para mal, Hugo Chávez le robó el papel.
Si bien tras su llegada al poder Lula no llevó a cabo el temido retroceso político e implantó políticas radicales de izquierda, y tampoco representó una interrupción de las reformas que buscaban sacar al país de la órbita tradicional de proteccionismo y nacionalismo, en el ámbito internacional los logros no fueron tan destacados.
Es que Brasil, que sin duda es la gran potencia de la región, no acaba de lograr eso: jugar en la categoría de los grandes.
En este sentido, la limitación de Lula fue que no logró alcanzar una justa medida, que lo llevara a transcender sus intentos de servir de un simple mediador de Estados Unidos en el área. Una nación con formidables recursos, en determinados momentos no pudo librarse de la apariencia de fungir como una potencia secundaria.
Por ejemplo, en la arena internacional un fracaso mayor fue el intento de convertirse en un puente para el diálogo entre Estados Unidos e Irán. No solo Lula fue incapaz de influir sobre Mahmud Ahmadinejad —algo que de entrada se daba por casi imposible—, sino que desempeñó un pobre papel frente al desafío de Irán y Venezuela. Ante los resultados políticos nulos de tratar de convencer a Teherán de un cambio de actitud, respecto al plan nuclear, sólo se le ocurrió declarar que había que tener paciencia.
Cuando ocurrió la crisis por el golpe de Estado en Honduras de 2009, el papel de Brasil no pudo ser más negativo: se quedó corto en todos los sentidos. Chávez —es decir Fidel Castro— lo colocó en una posición más ridícula aún por lo limitado del conflicto.
Si bien la presidenta Dilma Rousseff ha logrado superar a Lula en determinados aspectos nacionales —como la lucha contra la corrupción— y mantener a la nación en el rumbo del desarrollo, su actuación internacional, y en particular su relación con el Gobierno cubano, no se ha diferenciado mucho de la de su antecesor.
Es por ello que si bien el hecho de otorgar la categoría de secreto, a las operaciones financieras con Cuba, hay que tomarlo con una pizca de escepticismo —en cuanto vaya a significar un avance notable del gobierno brasileño respecto a sus vínculos financieros “estratégicos” con Cuba—, tampoco se puede excluir que más allá de un cambio de ley hay un interés sostenido en una estrategia más comercial que política, de una nación que crece en importancia económica aunque a veces no lo aparente, o no logre la preponderancia para la cual parece destinada.
Quizá con la muerte del presidente Hugo Chávez —en el mejor de los casos, el chavismo no es ni la sombra de Chávez— Brasil alcance la posición a la que parece destinado, sin la interferencia de Caracas.
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