Gracias a sus euros y dólares, los turistas extranjeros se están llevando de Cuba no solo los tabacos, las langostas, la música, los cuadros de los pintores, las cotorras, las ninfas y los adonis, sino también el aché. Quiero decir, el poco que queda, porque cada vez estamos más ossobbo y con más muertos oscuros a rastras.
Dicen los que saben que Cuba es la tierra del aché más poderoso. Más que Nigeria, el hogar de los yorubas. Es por eso que cada vez son más los extranjeros que vienen para hacer iyabó en Cuba. Y lo hacen sin reparar en los gastos.
Hacer santo en Cuba puede costar a un extranjero entre 900 y 4 000 dólares. El precio depende del orisha escogido, (Elegguá, por ejemplo, cuesta el doble que cualquier otro santo), de la fama del babalao y de la urgencia del cliente.
En Cuba resulta más caro hacerse iyabó, pero tiene sus ventajas. Aquí las jícaras son de verdad y no plásticas y no hay limitaciones en cuanto a la matazón de animales para alimentar con sangre los santos y las prendas. Solo que los collares, aunque los curralen aquí, generalmente, los traen de Miami.
En el mundo prefieren la Regla de Ocha de La Habana que la macumba brasileña. Los sacerdotes de Ifá de Cuba que los de Nigeria. No sólo por el aché más fuerte. También por cuestiones de seguridad. En La Habana hay más protección para los visitantes foráneos que en Lagos, Ibadan o Bahía.
La Asociación Cultural Yoruba de Cuba, la santería oficialista con letra del año apaciguadora y acorde con los Lineamientos del VI Congreso del Partido Comunista, dice que de sus 11 500 afiliados, 1 169 son extranjeros. Yumas, pepes y euro-ahijados, vestidos de blanco, con collares y guerreros, que pagan bien y chapurrean “maferefún, padrino”.
Los diplo-babalaos también son un arma de la revolución. Además de rogar a los orishas con toques de tambores por la salud del Comandante, recaudan euros y dólares para el régimen. Les paga y los acomoda con prebendas y agasajos el Tally Man Banana (me encanta la imagen que da Néstor Díaz de Villegas del negrero marxista-leninista con uniforme verde olivo).
Deben ser más los extranjeros que buscan a los orishas en Cuba que los que dice la Asociación Cultural Yoruba, porque los mejor informados, en vez de acudir a los folklóricos santeros oficialistas, buscan la cosa real.
Relegada, modesta y discretamente vigilada, en una vieja casona de la calzada de 10 de Octubre, en La Víbora, funciona la santería auténtica, la de las letras del año no complacientes. A ella también acuden, aunque en menor número, por desconocimiento, los fieles de ultramar que buscan a los orishas en serio y con respeto.
Los negocios de los diplo- babalaos, las babalochas de utilería y el Tally Man Banana deben tener revolviéndose en sus tumbas a Arcadio, el de Guanabacoa, y a José Guayacán, aquel mayombero que encendía pólvora a la puerta de su vara en tierra, allá por Jagüey Grande.
Ya lo advirtió quien lo advirtió: Mayeya, no juegues con los santos. Y menos aún los cojas para hacer negocios. Y luego se quejan de que estamos ossobbo.
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