Garrincha |
Mientras desde La Habana se diseña y aplica el destilado y lúgubre proyecto para convertir a Cuba en una “dictadura perfecta” en el mejor estilo mexicano del PRI, retocada con gruesas pinceladas de la experiencia chavista en Venezuela, y que dejará a nuestros nietos y biznietos con una inmensa y apabullante deuda externa y una nación cubana en ruinas, en demasiadas ocasiones seguimos gastando tiempo y energías en discutir sobre temas baladíes, o en el mejor de los casos discernir y analizar sobre asuntos mucho menos trascendentes.
En ocasiones nos quejamos de que el tema cubano no se toma demasiado en serio, pero se siguen repitiendo frases hechas y dando por evidentes verdades que han dejado de serlo hace tiempo, pero que en nuestra soberbia, superficialidad, o despiste, no nos dejan ver las realidades que cruzan diariamente frente a nuestros ojos. Se sigue creyendo que el país todavía se dirige desde Punto Cero, sin entender que ahora es desde La Rinconada; que realmente Mariela Castro está colocada en la línea de la sucesión poscastrista y que en cualquier momento “sube”; que en Cuba existe una Junta Militar donde el general Jorge Amado Ricardo Guerra, Secretario Ejecutivo del Consejo de Ministros, es un “primer ministro en funciones”, considerando así que el cargabates pueda ser el manager del equipo; o que existe alguna probabilidad real de que la maquinaria del castro-chavismo permita ganar las elecciones presidenciales en Venezuela a Henrique Capriles, cuando todos los esfuerzos de La Habana se concentran en garantizar precisamente lo contrario, para asegurar la continuidad de los subsidios y el mantenimiento del neocastrismo en Cuba.
Las informaciones públicas que se pueden conocer nos dicen que el país avanza como el cangrejo, cuesta abajo en su rodada, como dice el tango: que cada vez se producen menos alimentos, y que también cada vez se importan menos; que la zafra azucarera no acaba de levantar cabeza por esto o lo otro, sin lograr superar las producciones de comienzos del siglo pasado; que no se producen en el país ni siquiera los envases imprescindibles para la producción nacional; que las cosechas se pudren en el campo sin que los burócratas del comercio interior y acopio se dignen a garantizar que puedan ser recogidas y hacerlas llegar a la población; que están por perderse cincuenta mil metros cúbicos de madera de árboles derribados en la provincia de Santiago de Cuba por el huracán “Sandy”, por falta de equipos y deficiencias organizativas; que en La Habana se realiza lo mismo un congreso mundial de informática que uno de espiritistas; o que el régimen trata de renegociar sus deudas desesperadamente tratando de obtener nuevos créditos, mientras Raúl Castro dice que la corrupción, el robo y las indisciplinas en los ferrocarriles son espantosos, pero ante el tétrico cuadro de la economía nacional mostrado en el más reciente Consejo de Ministros Ampliado ofrece como sucedáneo, que no solución, a ese y otros muchos problemas, irse con todos los jerarcas del Gobierno a ver una obra de teatro infantil, donde bastaría con disfrutar de las sonrisas de los niños para supuestamente merecer la satisfacción por el deber cumplido.
Sin embargo, basta darse una vuelta por la prensa y la blogósfera de asuntos cubanos en todo el mundo —tanto en los posts alternativos que se generan desde dentro de la Isla como desde el exterior, así como por los bodrios de la propaganda oficialista cubana en todos los soportes tecnológicos, calificada como “prensa”— para comprobar que los temas más recurrentes del momento no son ninguno de estos mencionados, sino otros bien disímiles.
No hay que recurrir a sofisticados análisis de contenido o programas computarizados para contabilizar cuántas veces se repiten determinadas palabras y temáticas. En el hit-parade del tema cubano en estos días los nombres y actividades de blogueros, opositores y disidentes que andan de viaje fuera del país dominan el ciberespacio, incluyendo desde alabanzas absolutas de tonalidades casi místicas, pasando por análisis críticos balanceados y con sentido positivo, hasta furiosos aquelarres de crucifixión y repudio, pero todas las opciones con una periodicidad, énfasis, constancia y sistematicidad que podrían llevar a pensar a cualquiera que no esté al tanto de los detalles de la realidad de nuestra patria que no existe más nada importante ni en Cuba ni en el mundo.
Y de los demás temas, ¿qué? Bien gracias. Será para después. ¿Para cuando? Bueno, pues para después, eso está muy claro, ¿no? Es decir, para dentro de poco. Como en ocasiones no se generan demasiadas iniciativas ni ideas frescas, más allá de algunas cartas abiertas que nadie lee y propuestas para derribar la dictadura desfilando por calles de países extranjeros o haciendo declaraciones desde lejos, habrá que esperar hasta cuando la música desde La Habana ponga a muchos a bailar una tonalidad diferente en el ciberespacio, ya sea porque aparece un nuevo artista cubano de visita en Miami, una declaración de la supuesta “heredera” sobre los gays o la inmortalidad del cangrejo, otra reunión de cualquier cosa en La Habana, otro enfrentamiento violento en las calles de Caracas, algún nuevo poema, dibujo o pujo de los espías de la Red Avispa conocidos como “Los Cinco”; el parte de una nueva batalla ganada por alguno de los mariscales del teatro de operaciones militares de la Calle Ocho, una trasnochada intervención de un antichavista en El Arepazo de Weston o El Doral, o la declaración de un tonto bastante útil del PNUD, la UNESCO o la CEPAL, sobre las maravillas de la salud pública cubana sin medicinas ni sábanas en los hospitales, los avances de la educación en un país donde ya hasta se habla con faltas de ortografía, o las soporíferas estadísticas oficiales que señalan que Cuba está en el lugar “no-sé-cuantos” de este índice o de aquel otro, y que da pie a algunos idiotas a considerarse eruditos cuando las citan.
Al mismo tiempo, se olvida que la verdadera economía de un país no hay que buscarla en las estadísticas, sino en la mesa a la hora de la cena y en la cama a la hora de dormir. Por eso, preguntas demasiado sencillas se ignoran: ¿cuál es el salario promedio de un cubano, y cuánto cuesta en ese, nuestro país, una libra de pan, una libra de carne de puerco, un litro de leche. O un par de zapatos, una simple aspirina, un saco de cemento, un pantalón, un viaje en taxi, la confección de un pasaporte, una almohadilla sanitaria para las mujeres, un minuto de telefonía celular, un bombillo casero, un juego de cubiertos, un rollo de papel sanitario, un litro de gasolina, o una simple llamada telefónica desde Manzanillo o Güira de Melena a Hialeah o New Jersey?
Mientras nos desgastamos en demasiadas cosas, y asistimos impasibles a la desfiguración de la realidad cubana por parte de mucha prensa extranjera, por ignorancia o maldad, el régimen sigue preparando su transición al poscastrismo, moviendo sus piezas sobre el tablero de ajedrez diseñado hasta el detalle para que siempre la partida resulte a su favor, disfrutando del beneplácito y complacencia de las ilustres señorías de América Latina y el Caribe que le tratan como si fuera un gobierno democrático, y aprovechando los menores resquicios de la política exterior europea y estadounidense para buscar nuevas formas de financiamiento que le permitan mantenerse en el poder indefinidamente.
Ante peligros de tal magnitud parecería que no tiene sentido desgastarnos con otras cosas que no tienen tanta importancia. Aunque también podríamos comenzar a tratar de demostrar que esas otras cosas que ahora nos ocupan tienen en realidad tanta o más importancia que esas otras anteriormente mencionadas, que a lo mejor ya no son tan importantes.
En fin, que para discutir no parece que podamos tener límites, aunque en cuanto a resultados, como cubanos, al menos en los temas políticos, no nos destaquemos tanto por solucionar problemas, sino más bien por crearlos.
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