Directed by Carlos Machado Quintela, trailer by Gretchen Traut.
La piscina es una película original, dentro del cine cubano,
en muchos sentidos. Cuatro adolescentes discapacitados, Diana, una
muchacha a la cual le falta una pierna, Dany, un joven con síndrome de
Down, Rodrigo, quien a juzgar por sus dificultades motrices, sufre de
Parálisis Cerebral Infantil y Oscar que padece de mutismo electivo,
asisten a su rutina veraniega: clases de natación con un instructor
indolente, alguien que alguna vez fue un atleta destacado pero cuyos
mejores años han quedado bien atrás. Solamente seremos testigos
distantes de lo que ocurre ese día, un día en el cual nada ocurre y que
parece ser la norma y no la excepción.
El instructor parece
habitar una inopia existencial en la cual matar las horas sin objetivo
es su meta principal. Los adolescentes cumplen con su rutina corriente
con la relajada disciplina de quienes no esperan otra cosa. Son seres
marginales que se refugian en su microcosmos, en el cual se sienten
protegidos por la invisibilidad que les proporciona. Esto se acentúa en
un momento determinado cuando llega un grupo de adolescentes que forman
parte de un equipo competitivo, que vienen a cumplir su entrenamiento y
que se entregan a su práctica sin siquiera reconocer la presencia de los
cuatro adolescentes, quienes se retiran cediendo la piscina
temporalmente, aprovechando su invisibilidad para centrarse en sus
propias interrelaciones.
El día pasa sin contratiempos, no hay
exigencias. Diana y Rodrigo parecen tener una relación romántica y las
únicas tensiones se crean cuando ésta provoca a Rodrigo para que se
burle de Oscar por su mutismo y un poco de Dany, quien busca la
aprobación del grupo. A Diana le gusta flirtear y los varones se sienten
inseguros ante su actitud, pero nada pasa de ahí, todo se resuelve sin
consecuencias. Las emociones se cruzan pero nunca se enfrentan. Los
personajes viven el sosiego de la apatía cotidiana.
En su primer
largometraje de ficción, Carlos Machado Quintela, ha optado por evadir
jineteras, ruinas, discursos políticos y criaturas macarrónicas, temas y
personajes excesivamente recurrentes en el cine cubano. También ha
decidido narrar su historia con minimalismo dramático, dejando que los
breves diálogos fluyan con la relativa incoherencia de la vida misma,
aprovechando al máximo la expresividad del silencio y de los sonidos
ambientales. Los encuadres son de planos distantes, con la cámara
inmóvil, dejando que la acción entre y salga del campo visual, lo cual
mezcla con planos medios. Apenas hay primeros planos, evita el intimismo
para no caer en el melodramatismo. Solamente observa conductas y no se
adentra en las motivaciones de sus personajes.
Todo esto deja al
espectador la posibilidad de elaborar sus interpretaciones de lo que ve,
de proyectar sus propias expectativas. ¿Es el filme solamente lo que
vemos o es la discapacidad una alegoría del excepcionalismo, un canto a
la marginalidad? No conozco ninguna película cubana en la cual los
cuatro personajes centrales sean discapacitados, relegados genéticos.
Desgraciadamente
la originalidad no garantiza la buena calidad. A Quintela se le ven
demasiado las costuras. Las influencias, reconocidas por el propio
director, de Apichatpong Weerasethakul y de Tsai Ming-Liang, en el
ritmo, los encuadres y el sonido del filme son demasiado obvios. A
través de ellos entra también la influencia de Antonioni, en esos
personajes incapaces de comunicar sus emociones íntimas. La película a
veces parece un hueco ejercicio de estilo. Quintela, graduado de la
Facultad de Medios Audiovisuales del Instituto Superior de Arte y de la
Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños,
quien anteriormente ha realizado cortos experimentales y ha trabajado
con Miguel Coyula, tiene mucho oficio, pero se le va la mano mostrando
su orfebrería. Por otra parte, en este tipo de cine, que parece muy
simple, hay que tener mucho cuidado porque siempre existe el riesgo de
que desde el quinto minuto, y esto le sucede a La piscina, uno pueda anticipar el resto de la película.
Raúl
Capote es el único de los actores principales con experiencia
profesional. Mónica Molinet (Diana) tiene algunos estudios de cine, pero
Carlos Javier Martínez (Oscar), Felipe García (Rodrigo) y Marcos Costa
(Dany) son actores sin experiencia previa. Todos cumplen muy bien sus
roles. El guión de Abel Arcos se ajusta bien a las necesidades
expresivas del director y la fotografía de Raúl Rodríguez capta la
apatía y el desahogo del ambiente.
A pesar de sus fallos, es estimulante ver que los jóvenes directores cubanos se alejan, como dije anteriormente en el caso de Melaza
y su director Carlos Lechuga, de los preceptos del cine imperfecto que
preconizara Julio García Espinosa, o del ya envejecido y no tan Nuevo
Cine Latinoamericano y que se acerquen a los principios estéticos y al
lenguaje narrativo de lo mejor del cine actual, que casualmente proviene
de cinematografías no tradicionales, que surgen en países como
Tailandia, Taiwan, Turquía y Corea del Sur, que han sabido digerir lo
mejor del cine europeo de los años sesenta.
La piscina
(Cuba-Venezuela, 2011). Dirección: Carlos Machado Quintela. Guión: Abel
Arcos. Fotografía: Raúl Rodríguez. Con: Raúl Capote, Mónica Molinet,
Marcos Costa, Felipe García y Carlos Javier Martínez. 65 minutos. La
película actualmente hace el recorrido de los festivales. Se ha exhibido
en los festivales de La Habana, Berlín y esta semana en el Festival de
Miami.
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