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Éramos un país de cuello y corbata, trajes de dril, sombreros de pajilla y collares de perlas.
Éramos también, un país de discreta elegancia, pobre pero acicalado, la
gente se presentaba en el trabajo con su mejor atuendo, planchado,
almidonado; bien zurcido.
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Luego llegaron décadas de mucho sacrificio y reciclamos la moda, nos
hicimos vestidos fabricados con forros de antiguos trajes, sombreamos
líneas en las piernas de las mujeres con lápices de maquillaje, para
crear el efecto visual de una media fina, transparente, arropando el
tramo que viaja de la pantorrilla al muslo. Entraron los años duros con sus pantalones de caqui, los uniformes, las botas de trabajo y el camuflaje.
No podemos olvidar los trajes Safari y los zapatos que importaban los
rusos y búlgaros. El servicio secreto se apropió de las Guayaberas, y
las mujeres empezaron a salir a la calle con rolos y ropa de andar en
casa. Siempre, debo decir, hubo un grupo de personas que luchó porque la
moda en Cuba se trazara de modo coherente, pero contra estos
diseñadores y creadores se alistó un ejército de mal gusto armados hasta
los dientes con escudos creados en la realidad económica de nuestro
país.
Vestir bien, para los pocos que podían, era un problema ideológico, una conducta pequeño burguesa que te señalaba de por vida.
Durante el Período Especial -que nadie aquí ha declarado oficialmente
extinto- vivimos una precariedad que daba miedo. Escaseaba el jabón y
dejamos de recibir ropa interior del extranjero, la industria cubana no
fabricó ni blusas, ni trajes de baño, ni abrigos o faldas, ni una sola
pieza que nos pudiera abrigar, vestir, representar o distinguir como el
pueblo instruido y sensible que hemos sido.
Nos quedamos desnudos frente al espejo de problemas.
Los zapatos se fueron agotando y era muy complicado encontrar la vía de
cómo vestir, el tema era simple, lograr andar limpio y calzado.
Los que se fueron o los que murieron nos heredaron sus pertenencias, y desde 1980, en los llamados Viajes de La Comunidad,
empezamos a recibir paquetes con una moda importada que sustituyó las
necesidades básicas con diseños pocas veces adecuados a nuestro clima,
estilo de vida y gustos afines a nuestras aspiraciones. Los artesanos
hicieron grandes aportes fabricando con creatividad y entonces empezamos
a creer que la inventiva era lo máximo; ropa hecha a mano, imitación en
crudo de nuestros mayores anhelos.
¿Cómo y con qué se viste hoy el cubano? Ahora ya
con muy poca referencia sobre la moda internacional, o simplemente sin
una clara idea de lo que es correcto o no llevar puesto en hospitales,
oficinas, iglesias o teatros. Es muy común ver en La Habana, a personas
en pantalones cortos, chancletas y topes visitando así vestidos sitios
que merecen cierta sobriedad o recato, tal vez respeto en el vestir.
El mal gusto gana y gana seguidores y los valores visuales, las
etiquetas o la educación formal se ausenta de la moda cubana actual. La
ropa reciclada y el mimetismo han copado nuestros cuerpos que intentan
reproducir un lujo inexistente.
¿Qué se lleva hoy en Cuba?
De Miami o Panamá traen de contrabando todo lo peor, de Ecuador o de
los polígonos Chinos a las afueras de Madrid, pasando por la aduana de
Cuba, recibimos unos modelos espantosos que hoy distinguen la imagen de
miles y miles de cubanos. Jeans bordados con pedrería, licras
fosforescentes, carteles y anuncios de todo tipo, unos raros pañuelos
que se amarran al cuello luciendo estampados diversos, acompañados con
zapatos de madera que suenan y se hacen sentir en los espacios públicos,
así como bolsos horribles que agreden la vista, o las siempre falsas
imitaciones de carteras clásicas.
Que lo sepa de una vez Louis Vuitton, en La Habana no resulta nada caro llevar un bolso de ese nombre.
Veo a las personas caminar en la ciudad que amo, pero no las
reconozco ni reconozco la trama de esta confusión de cuerpos y colores.
Fuimos distintos, teníamos un modo de expresar la historia de nuestras
vidas con el vestuario, éramos únicos. Qué pasó con los años de
instrucción, con la educación estética y los museos aun abiertos con el
mejor arte cubano que nos enorgullece y eleva. Qué ha pasado con la
expresión de nuestro cuerpo luciendo un estandarte ¿equivocado? ¿ acaso nos hemos convertido en algo tan vulgar y gregario?
Se ha perdido el límite entre la ropa de estar en casa o salir a la
calle. Hemos perdido el sentido de la moda y su carácter simbólico a
nivel personal y a nivel social.
Si echamos una mirada a nuestro alrededor nos daremos cuenta que en
esas tiendas improvisadas, poco a poco desaparece nuestra identidad,
entramos en un enorme túnel de estándares subdesarrollados, el mal
gusto y el mal entendido nos envuelve, y uniforma para desfilar en una
pasarela terrible de la que será poco probable salir bien parados y
mucho menos bien vestidos.
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