Arnaldo M. Fernández
Antes que urdir analogías con la diáspora y el holocausto, los cubanos debían apropiarse de la tradición judaica que dio sentido práctico al vocablo שִׁבֹּלֶת (šibbóleth: espiga). El Libro de los Jueces narra (12, 5-6) que, tras derrotar a la tribu de Efraín, los galaaditas apostaron guardias en los vados del río Jordán para impedir el paso de los efrateos sobrevivientes. Los guardias preguntaban a toda persona que intentaba cruzar el río: ¿Eres efrateo? Si decía que no, los guardas exigían: Di shibboleth. El dialecto efrateo no tenía el fonema /ʃ/ (sh) de los galaaditas y así el impostor era detectado por mala pronunciación.
Esta técnica de posguerra puede utilizarse entre cubanos para discernir quiénes son disidentes y opositores. Sólo que a la interrogante inicial de si eres disidente u opositor, según el gusto semántico, no seguiría el imperativo: «Di espiga», sino otra pregunta: ¿Cómo piensas tumbar al régimen castrista?
Así lo hizo el jefe de la SINA, Jonathan Farrar, tal y como consta en su cable 202438 (abril 15, 2009) desconfidencializado por Wikileaks: When we question opposition leaders about their programs, we do not see platforms designed to appeal to a broad cross section of Cuban society. Rather, the greatest effort is directed at obtaining enough resources to keep the principal organizers and their key supporters living from day to day [Al preguntar a los líderes disidentes sobre sus programas, no vemos plataformas diseñadas para llegar a un amplio sector de la sociedad cubana. El mayor esfuerzo se dirige más bien a obtener recursos suficientes para manutener a los principales organizadores y sus seguidores clave].
Al despacharse a estos «líderes» como «disidencia tradicional» incapaz de movilizar al pueblo, la esperanza se desplaza por inercia a la joven generación, como si hubiera indicio de que pasaría con mejor suerte la prueba tropicalizada del shibboleth. La clave política es sencilla: una minoría activa tiene que movilizar a una mayoría indiferente. Así viene haciéndolo la minoría gobernante en Cuba, mientras la vieja y la nueva guardia opositoras proclaman que el pueblo cubano está agobiado por la dictadura, pero no acaban de ganárselo para la libertad, aunque ganen premios y galardones en ultramar.
La prueba «Di shibboleth» pudiera aplatanarse aún más con la pregunta: ¿Cuáles son los derechos o concesiones arrancados por la oposición al gobierno? Así saldría a reluciar cómo los proyectos disidentes suelen adolecer de autopoiesis intrascendente: la continua reproducción de sí mismos para acreditar la condición existencial de sí mismos, desde redactar panfletos para difundir que se redactaron hasta recoger firmas para acreditar que se recogieron.
-Ilustración: Ilustración: Doris Salcedo, Shibboleth [Boceto] (2007) © Flickr
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