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Y lo que es igualmente disparatado, el general Castro se convertirá en el vocero oficial de Latinoamérica y el Caribe en las negociaciones políticas y comerciales con los 27 países de Unión Europea y otros bloques regionales durante su período de 12 meses al comando de la CELAC. Castro, que recibirá la presidencia de la CELAC de manos del presidente chileno Sebastián Piñera, deberá a su vez entregar la presidencia a la presidente de Costa Rica en enero de 2014.
Los diplomáticos europeos, que se enorgullecen de exigir una “cláusula democrática” que requiere elecciones en sus acuerdos de libre comercio con países en desarrollo, ya están levantando las cejas con frustración ante la perspectiva de aparecer sonrientes en las fotos junto a Castro, cuyo gobierno no ha autorizado ni una sola elección libre, ni ha permitido un solo periódico independiente, en más de cinco décadas.
Tal como me dijo un diplomático europeo, por más que algunos le encuentren factores que lo podrían redimir, no hay diccionario en el mundo que tenga una definición de la palabra "dictador" que no se aplique al general Castro.
Es cierto que aunque el presidente venezolano Hugo Chávez haya vitoreado la creación de la CELAC como "el evento político de mayor importancia de todos los que han ocurrido en esta América nuestra en cien años", la CELAC es considerada por muchos como un sello de goma. En rigor, la CELAC es una organizadora de cumbres: no tiene sede central, ni personal permanente, y está regida por una presidencia rotativa a cargo del país elegido para dirigirla durante un período de doce meses.
El grupo fue creado para por los países de Latinoamérica y el Caribe para reunirse sin la presencia de Estados Unidos y Canadá. Chávez, uno de sus principales promotores, dijo que espera que la CELAC pronto reemplace a la Organización de Estados Americanos (OEA), que el considera un instrumento del ’’imperio".
Pero aunque la CELAC es uno de tantos grupos regionales similares que fueron inaugurados con gran pompa y luego pasaron al olvido, tiene funciones de convenir y redactar la agenda de varias cumbres, lo que le da cierto poder.
Irónicamente, el documento fundacional de la CELAC, firmado el 23 de febrero de 2010 en la cumbre de Latinoamérica y el Caribe realizada en la Rivera Maya, México, establece específicamente que los países miembros acordaron "reafirmar que la preservación de la democracia y de los valores democráticos, la vigencia de las instituciones y el Estado de Derecho" y la vigencia de los derechos humanos "son objetivos esenciales de nuestros países’’.
¿No es un chiste que una organización regional comprometida con la democracia elija como nuevo presidente al único dictador militar de las Américas?, le pregunté al Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, a principios de esta semana.
Tal vez para no criticar a una organización rival, Insulza me respondió que "’el hecho de que el presidente de Chile, que no es precisamente un hombre de izquierda ni mucho menos, le entregue la CELAC a Raúl Castro indica un clima de entendimiento y tolerancia que existe hoy día en America latina".
Mi opinión: Con todo respeto, no estoy de acuerdo. Este no es un problema de izquierda o derecha, sino de democracia o dictadura.
Desafortunadamente, Castro, Chávez y otros han logrado hacer resucitar en el discurso político latinoamericano las viejas etiquetas de “derecha” e “izquierda”, rótulos que carecen de sentido en el mundo de hoy, en el que China —el mayor país comunista del mundo— se ha convertido en la Meca del capitalismo.
Como alguien que siempre se opuso a las dictaduras, ya sean de derecha o de izquierda —y que condenó de inmediato tanto el intento golpista de Chávez de 1992 como el intento golpista contra Chávez de 2002—, no creo que la designación del general Castro como nuevo líder de la CELAC sea un síntoma de una “nueva tolerancia” que deba ser aplaudido.
Por el contrario, es una traición a los principios democráticos y de defensa de los derechos humanos por los que muchos han luchado mucho tiempo.
Si los presidentes latinoamericanos quieren ser tomados en serio, deberían o bien eliminar del documento fundacional de la CELAC toda referencia a la democracia y los derechos humanos, o olvidarse de nombrar al general Castro como su nuevo líder.
La CELAC no puede afirmar que defiende la democracia, y al mismo tiempo nombrar como su nuevo presidente al dictador más antiguo de la región.
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