Cada año, varias veces en el año, ya por bastantes años, se escucha hablar de la existencia de un dinero que EEUU dedica a proyectos relacionados con Cuba. Una suma de dos, tres, varias decenas de millones de dólares que indistintamente se puede bautizar como fondos para promover la libertad y la democracia en Cuba, o fondos para apoyar o “crear” una contrarrevolución. No son pocos los opositores y disidentes dentro de la isla que creen que ese dinero existe por y para ellos, por lo que ven su adjudicación a organizaciones del exilio-emigración como un error o en el peor de los casos como un despojo. Otros compatriotas, sobre todo exiliados-emigrados no en EEUU, lo perciben como un dinero que por solidaridad y hasta obligación estaría colgado en el presupuesto federal, y cuyo gasto no ha terminado en el derrocamiento de la dictadura castrista simplemente porque no se ha invertido de manera adecuada; es decir, no se ha entregado a las organizaciones, personalidades o celebridades anticastristas correctas. A ellos mismos.
Dejando aparte por el momento otras cuestiones importantes, reconozcamos que ese dinero para proyectos relacionados con Cuba efectivamente existe en EEUU y lo suelen distribuir agencias e instituciones del gobierno. Pero no se trata de un premio o una lotería, es algo que hay que “jocear” o “luchar” en competencia con otras organizaciones y personalidades anticastristas pretendientes. Los castristas-revolucionarios no participan en este tipo de emulación. Para ganar parte de ese dinero hay que tener buenas relaciones, estar bien asesorado por abogados y especialistas (hay expertos en conseguir “grants” a quienes por supuesto debe pagarse una parte del dinero ganado), y también escribir un convincente proyecto que (al menos formalmente) persuada a la entidad “donante” de la importancia y viabilidad de lo que usted pretende hacer con ese dinero en relación con Cuba; ya sea fuera o dentro de la isla. Hay que decir que el control sobre este tipo de dinero, y la presión de la prensa y la legislación norteamericana es cada día mayor. Además menos cuantiosa la cantidad a repartir y creciente el número de aspirantes.
En este negocio el contratista Alan Gross era un solicitante de lujo, inteligente y hábil. Gross tenía gran experiencia en el trabajo global, por lo que era normal que su pericia fuera bien pagada. Alan Gross consiguió financiamiento de la DAI para llevar a cabo proyectos en Cuba, en dinámica parecida a la permitió a la DAI conseguirlo de la USAID. En sentido estricto la DAI no otorga el financiamiento a Alan Gross sino a la Joint Business Development Center (JBDC); lo que finalmente es casi lo mismo porque era su propia compañía.
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