lunes, noviembre 26, 2012

Raúl Castro pretende “desactualizar el modelo”

Eugenio Yáñez
Gen. Andollo en un Consejo de Ministros reciente
El general Raúl Castro, además de no tener quien le escriba, parecería que tampoco tiene quien le actualice el modelo, y prefiere desactualizarlo, como si tal vez el asunto no le interesara demasiado.
Aparentemente, por mucho que quiera empujar el señor Marino Murillo para “actualizar el modelo” (cualquier cosa que eso signifique), las más retrógradas posiciones de freno que propugna Machado Ventura se habrían ido imponiendo. O tal vez el General de División Leonardo Andollo, a medio camino conceptual entre el burócrata impulsor de la actualización (Murillo) y el burócrata defensor del inmovilismo (Machado Ventura), desde su responsabilidad por el “perfeccionamiento” de los aparatos del gobierno, se va imponiendo a ambos burócratas como quien no quiere las cosas. Algo así como una especie de “hombre nuevo” raulista, un general burócrata y reformista, o un general reformista burocratizado. ¿O ambas cosas a la vez?
De manera que cuando todos piensan que están ganando, resulta que (casi) todos están perdiendo. Los que todavía creen que se cambiará todo lo que deba ser cambiado, se ilusionan con el maquillaje en el que se especializa Raúl Castro. Los convencidos de que es necesario cambiarlo todo para que nada cambie levantan su brazo aprobando cualquier cosa, convencidos de que al final del camino estarán de nuevo en el principio.
Y así tenemos que Raúl Castro está resultando ser el Gran Maestro del Arte Esotérico de ganar tiempo, “actualizando” la mejor manera de perderlo. Y en honor a la verdad, en esto está logrando superar a su hermano el Comandante, a quien no le interesaba aparentar que iba a cambiar nada, pues para él todo estaba siempre perfectamente… hasta que cambiara de idea.
La nueva ilusión de la “actualización” llega a través del Decreto-Ley 295 del Consejo de Estado y dos decretos complementarios del Consejo de Ministros, el 302 y el 303. Con su habitual sagacidad, el periodista Wilfredo Cancio Isla se dio cuenta muy pronto que en tales documentos había gato encerrado, y lo sacó a la luz tanto en la televisión (AméricaTeVe) como en su blog Café Fuerte.
Estos documentos del Gobierno, bajo el ostentoso título de Sobre la Continuidad y el Fortalecimiento del Sistema de Dirección y Gestión Empresarial Cubano vienen a resultar algo así como un cuento de Pepito para la Administración Central del Estado: después que la gerontocracia se rasgase las vestiduras en el Sexto Congreso del Partido clamando por la autonomía empresarial para poder “actualizar” el modelo, ahora resulta que tal autonomía no será exactamente para las empresas, sino para burócratas que estarán por encima de las empresas, pero por debajo de los ministerios.
Parece broma, y daría risa si no fuera tan patético todo esto, pero no es un chiste, sino la quintaesencia del burocratismo tropical. El referido Decreto-Ley crea dos nuevos engendros administrativos, con carácter de órganos permanentes, y ambos subordinados al Consejo de Ministros: el Grupo Gubernamental para el Perfeccionamiento Empresarial (GGPE), y el Grupo Ejecutivo de Perfeccionamiento Empresarial (GEPE), a los que suma la posibilidad de establecer caricaturas de estas versiones a nivel provincial para el tema de las empresas locales.
Para que no existan confusiones de dónde está el poder, una Disposición Especial Única del Decreto Ley señala que “el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias aplicará el Sistema de Gestión y Dirección Empresarial en correspondencia con las características propias de ese organismo”. Es decir, con otras palabras, para que nadie se confunda, que el Gobierno puede jugar con todos los demás ministerios, pero no con “los guardias”.
Los habituales comentaristas procastristas que entran a opinar en estos foros, esta vez tendrán que tocar de oído: el escaso coeficiente intelectual que demuestran muchas veces y la extensión de los documentos aprobados no creo que les posibilite entender rápidamente lo que se ha cocinado en La Habana, así que seguramente se dedicarán a lanzar insultos personales, intentar matar al mensajero, o buscarán irse por las ramas y no tocar la médula del asunto. Sin embargo, respetemos el derecho que todos ellos tienen a hablar tonterías.
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