Por Andrés Pascual
Una caja de fósforos en un bolsillo con el objetivo de encender cigarros o tabacos, decidía el asentamiento de la causa que el G-2 ordenaba como acusación contra un individuo. Si era intentando abandonar a Cuba, el juicio era por “piratería”, aunque no hubiera secuestro.
Si por cualquier otro motivo “contra los poderes del Estado”, aunque fuera en un registro buscando el libro “La noche quedó atrás”, que algún chivato a cargo de seguirle los pasos “se lo informó al instructor”, pues el terrorismo formaba parte del “plato fuerte” y la sanción… mejor olvidarse de la calle y de la familia.
Pero eso era antes, cuando a un luchador alzado lo fusilaban inmisericordemente o, si estaba herido, si era un anciano o si muy joven, lo mataban en el piso.
Para empezar, hoy no hay alzados, sino sentados esperando que le sirvan…
Pedro Lantigua era cuñado de Concepción Gándara Ponce, que muchos presos deben recordar como la más prodigiosa memoria que pasó por la prisión política, según me contó Gándara, Lantigua era “un chivato malo” y a Manuel Ascunce, joven maestro seleccionado como material para continuar el culto de sacrificio que habían inaugurado con Conrado Benítez poco antes, lo situaron en casa del soplón, en el teatro de la confrontación, para que lo mataran. Ascunce, casi niño, muy apasionado y confundido como muchos al principio, se colocó lejos de lo manejable y se convirtió en un peligro, que era lo que buscaban con el envío de “alfabetizadores” a una zona de guerra definida: crear un panteón inmoral de mártires “inocentes” de una gesta que, en su objetivo, fue un fraude, porque ni el 60 % se alfabetizó más allá de poner su nombre trabajosamente.
Cuando comenzaron los vuelos de presos y ex presos cubanos hacia Estados Unidos por mediación del Dpto. de Control y Ayuda a Refugiados Políticos de la ONU, sección 207, los americanos sacaron de la manga una carta desleal que el tiempo ha perfeccionado con otros hechos de muy bajo perfil moral: siempre ofendían a los patriotas preguntándole si eran militantes del PCC o lo habían sido.
Y los combatientes en acciones armadas por la libertad de Cuba, desde aquellos que lucharon al principio en territorio rural o urbano en que muchos encontraron la muerte peleando, fusilados o asesinados en el lugar si estaban heridos, si eran de edad suficiente para que se les exigiera piedad a esos criminales, o muy jóvenes, debieron aguantar con frustración, luego de cumplir largas condenas superiores a 20 años que, durante las entrevistas que nos hacían en la prisión o en la propia Sección de Intereses la llamada Comisión de Extranjería formada por boricuas o chicanos, les negaran las visas porque “usted es un terrorista”, como a Lucas Espinosa Coca, que llevaba 22 en 1983 por alzarse en el Escambray.
Ese alzamiento en armas era la justificación para agredir la moral no solo del patriota cubano, sino la de ellos mismos, porque, además, esos héroes lucharon con armas que les dio la CIA por órdenes del Dpto de Estado.
Como que yo presencié todo aquello, pues nadie puede hacerme cuentos ni alterarme la opinión que tengo de muchas cosas con respecto a Estados Unidos.
La situación no ha cambiado, yo diría que se han perfeccionado los medios para aplastar la demanda de libertad cubana, ¿Razones? ¿Quién sabe? Hasta hoy, solo pueden dar fe la tiranía y el gobierno americano y, cosa rara, Castro, que siempre fue una prostituta chusma y chismosa, se ha cuidado bien de no hacerlo público.
Los viajes, las remesas, los intercambios y todo lo que corre de mano en mano debajo de la mesa, tiene un nuevo sazón para la paella: los criminales (nada de represores) que están llegando legalmente con total impunidad al punto neurálgico de la tragedia nacional, donde están los familiares de los muertos, de los presos y estos mismos, a convivir con normalidad al lado de aquellos a quienes masacraron tanto física como moralmente, además de contribuir a afectarles síquicamente para siempre.
Un teniente coronel del MININT, asesino natural, le confesó a un reportero de uno de los canales que los protegen aquí (especie de ODESSA castro-americana, América Te-Ve) que: “no dije que pertenecí a…porque no lo estimé necesario” ¿Cómo fue posible que evadiera tan significativo detalle? Y ¿Los presos de ayer? Algunos nunca pudieron salir de Cuba y murieron; otros malviven vigilados por este mismo tipo de elemento durante 24 horas.
Es la misma comisión que acusó a Lucas de terrorista, que le negó la visa y que nos ayudó a muchos a definirnos como “huérfanos” absolutos en la lucha, porque, si a estas alturas nos quieren obligar a convivir con los asesinos, más que un error de cálculo, de apreciación o de lo que sea, es una “HIJA DE PUTÁ”, por donde se mire, solo posible cuando quieran hacerte ver que importas mucho menos que esta ratas que están enviando en carácter invasor contra el exilio.
Inmigración puede hacer lo que quiera: investigarlos, formar bulla… no con este individuo y su mujer, sino con los miles que deambulan por todos lados que, para mí, los americanos no tienen otro calificativo posible que TRAIDORES, salga el sol por donde salga.
Una caja de fósforos en un bolsillo con el objetivo de encender cigarros o tabacos, decidía el asentamiento de la causa que el G-2 ordenaba como acusación contra un individuo. Si era intentando abandonar a Cuba, el juicio era por “piratería”, aunque no hubiera secuestro.
Si por cualquier otro motivo “contra los poderes del Estado”, aunque fuera en un registro buscando el libro “La noche quedó atrás”, que algún chivato a cargo de seguirle los pasos “se lo informó al instructor”, pues el terrorismo formaba parte del “plato fuerte” y la sanción… mejor olvidarse de la calle y de la familia.
Pero eso era antes, cuando a un luchador alzado lo fusilaban inmisericordemente o, si estaba herido, si era un anciano o si muy joven, lo mataban en el piso.
Para empezar, hoy no hay alzados, sino sentados esperando que le sirvan…
Pedro Lantigua era cuñado de Concepción Gándara Ponce, que muchos presos deben recordar como la más prodigiosa memoria que pasó por la prisión política, según me contó Gándara, Lantigua era “un chivato malo” y a Manuel Ascunce, joven maestro seleccionado como material para continuar el culto de sacrificio que habían inaugurado con Conrado Benítez poco antes, lo situaron en casa del soplón, en el teatro de la confrontación, para que lo mataran. Ascunce, casi niño, muy apasionado y confundido como muchos al principio, se colocó lejos de lo manejable y se convirtió en un peligro, que era lo que buscaban con el envío de “alfabetizadores” a una zona de guerra definida: crear un panteón inmoral de mártires “inocentes” de una gesta que, en su objetivo, fue un fraude, porque ni el 60 % se alfabetizó más allá de poner su nombre trabajosamente.
Cuando comenzaron los vuelos de presos y ex presos cubanos hacia Estados Unidos por mediación del Dpto. de Control y Ayuda a Refugiados Políticos de la ONU, sección 207, los americanos sacaron de la manga una carta desleal que el tiempo ha perfeccionado con otros hechos de muy bajo perfil moral: siempre ofendían a los patriotas preguntándole si eran militantes del PCC o lo habían sido.
Y los combatientes en acciones armadas por la libertad de Cuba, desde aquellos que lucharon al principio en territorio rural o urbano en que muchos encontraron la muerte peleando, fusilados o asesinados en el lugar si estaban heridos, si eran de edad suficiente para que se les exigiera piedad a esos criminales, o muy jóvenes, debieron aguantar con frustración, luego de cumplir largas condenas superiores a 20 años que, durante las entrevistas que nos hacían en la prisión o en la propia Sección de Intereses la llamada Comisión de Extranjería formada por boricuas o chicanos, les negaran las visas porque “usted es un terrorista”, como a Lucas Espinosa Coca, que llevaba 22 en 1983 por alzarse en el Escambray.
Ese alzamiento en armas era la justificación para agredir la moral no solo del patriota cubano, sino la de ellos mismos, porque, además, esos héroes lucharon con armas que les dio la CIA por órdenes del Dpto de Estado.
Como que yo presencié todo aquello, pues nadie puede hacerme cuentos ni alterarme la opinión que tengo de muchas cosas con respecto a Estados Unidos.
La situación no ha cambiado, yo diría que se han perfeccionado los medios para aplastar la demanda de libertad cubana, ¿Razones? ¿Quién sabe? Hasta hoy, solo pueden dar fe la tiranía y el gobierno americano y, cosa rara, Castro, que siempre fue una prostituta chusma y chismosa, se ha cuidado bien de no hacerlo público.
Los viajes, las remesas, los intercambios y todo lo que corre de mano en mano debajo de la mesa, tiene un nuevo sazón para la paella: los criminales (nada de represores) que están llegando legalmente con total impunidad al punto neurálgico de la tragedia nacional, donde están los familiares de los muertos, de los presos y estos mismos, a convivir con normalidad al lado de aquellos a quienes masacraron tanto física como moralmente, además de contribuir a afectarles síquicamente para siempre.
Un teniente coronel del MININT, asesino natural, le confesó a un reportero de uno de los canales que los protegen aquí (especie de ODESSA castro-americana, América Te-Ve) que: “no dije que pertenecí a…porque no lo estimé necesario” ¿Cómo fue posible que evadiera tan significativo detalle? Y ¿Los presos de ayer? Algunos nunca pudieron salir de Cuba y murieron; otros malviven vigilados por este mismo tipo de elemento durante 24 horas.
Es la misma comisión que acusó a Lucas de terrorista, que le negó la visa y que nos ayudó a muchos a definirnos como “huérfanos” absolutos en la lucha, porque, si a estas alturas nos quieren obligar a convivir con los asesinos, más que un error de cálculo, de apreciación o de lo que sea, es una “HIJA DE PUTÁ”, por donde se mire, solo posible cuando quieran hacerte ver que importas mucho menos que esta ratas que están enviando en carácter invasor contra el exilio.
Inmigración puede hacer lo que quiera: investigarlos, formar bulla… no con este individuo y su mujer, sino con los miles que deambulan por todos lados que, para mí, los americanos no tienen otro calificativo posible que TRAIDORES, salga el sol por donde salga.
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