Playa La Panchita, Corralillo, Villa Clara-Cuba |
CORRALILLO,
Villa Clara, Cuba, septiembre, www.cubanet.org
-El pequeño puerto de la playa La Panchita, en la provincia de Villa Clara,
parece haber sido destinado a ser noticia este verano. Primero, los pescadores
sin barco para trabajar, por falta de piezas para el arreglo, falta de pago a
los trabajadores en las interrupciones existentes, y falta de vergüenza de las
autoridades locales. Luego, temporadistas desalojados de sus propias casas,
destrucción total de las viviendas que se edificaban en la zona de la playa,
más el consecuente revuelo social.
Y ahora, lo
más escandaloso: la visita del general Ramiro Leal González, quien, con su
familia y dos de sus camarillas, uniformados como él, se presentó en el puerto,
alegando que venían a investigar e inspeccionar los hechos y sucesos que
estaban ocurriendo en la playa, porque habían llegado quejas al Consejo de
Estado, en La Habana, sobre la demolición de casas y el gran descontento
popular.
Auto con chapa
oficial, uniforme militar, terminología y documentos acreditados. Todo lo trajo
hasta la costa norte de Villa Clara el presunto general Ramiro, de La Habana.
Nadie tuvo dudas al respecto, porque desde que comenzaron en la playa los
conflictos de demolición y desalojos, nadie ve raro que visitantes con la facha
del general Ramiro se presentaran frecuentemente.
Junto a su
familia, y a los otros dos compinches, y exhibiendo todas sus credenciales, el
presunto Leal González recorrió la playa a pie, junto a los dirigentes del
municipio y la delegada de la zona. Lo revisaron todo, palmo a palmo.
Nadie notó
nada anormal. Nadie dudó de su comportamiento ni de su actitud. Así como nadie
consideró ilógico que visitaran los barcos del puerto. Tampoco nadie vio irrazonable
que entraran a los almacenes de comida y hasta almorzaran gratuitamente en el
restaurante.
Era muy
normal todo, pues ya los anteriores visitantes, tanto los del Consejo de Estado
como los de la Asamblea del Poder Popular municipal y provincial, lo habían
hecho de la misma manera, se supone que con el objetivo de comprobar cómo se
estaba desarrollando el trabajo en la playa y cómo se encontraba la oferta de
alimentos para este verano.
Tampoco hubo
objeción alguna cuando el general Ramiro pidió muy formalmente, en
Guardafronteras, uno de los barcos camaroneros, de los mejorcitos que tuvieran
en el puerto, para explorar parte del litoral, acompañado por su familia y
compinches.
Así fue como
los mismos trabajadores del puerto, dirigidos por sus respectivos jefes, le
recolectaron en el barco alimentos, refrescos y agua para estar algunas horas
“dando vueltecitas por los cayos cercanos y por el litoral”.
A nadie le
llamó la atención que Leal se negara rotundamente a que lo pilotara el mismo
timonel del barco, arguyendo que eso no era necesario, porque uno de sus
guardaespaldas era un eminente marino, capitán de los guardacostas de La
Habana.
Conclusión,
hasta hoy, los del puerto continúan esperando por su regreso y su informe sobre
la visita de reconocimiento. Los ojos de los dirigentes del municipio se han
perdido mirando hacia el mar, en busca del barco camaronero.
Los
muchachos de guardafronteras, jóvenes que ahora cumplen su servicio militar en
la zona, tuvieron que gastar todo el combustible que le dan para el patrullaje
de la semana, porque fueron obligados a revisar, tramo a tramo, cada pedazo de
los cayos aledaños y de todos los recovecos adyacentes, en busca del camaronero
y de sus tripulantes, ya que podían estar accidentados o rotos en algún lugar.
Al otro día
de este hecho, fue cuando apareció el barco camaronero. Regresó solo y al
parecer venía arrastrado por las fuerzas de las olas. En su interior no se
encontraban ya los alimentos, ni tampoco los tripulantes. Pero sí los tres
uniformes militares.
Ahora la
playa está inanimada y silenciosa. Y, por supuesto, los equipos de demolición
que pretendían arrasar por completo fueron trasladados del lugar. Puertas
adentro, todos murmuran que el general Ramiro, de La Habana, y sus
guardaespaldas, vinieron a darle el merecido escarmiento a los que con tanto
odio destruyen La Panchita.
En los
cotilleos, se insiste en cuanto a que el tipo no es general, sino un pícaro que
decidió sacar lasca de los problemas de la zona, y que disfrazado y con falsos
documentos, se voló para la yuma, con los recursos de la corrupta jerarquía
política.
Lo que sí se
puede decir, con total certeza, es que todavía no se ha presentado allí ningún
“peje gordo” para investigar este caso. Debe haber mucho miedo en el ambiente.
Porque todo indica que este embarre, que ahora pretenden acallar, es más
escandaloso que la misma demolición de la playa La Panchita y aun que sus ya
populares desalojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario