En Miami, salta a la vista, el llamado Exilio cubano ha sido
completamente derrotado. Los castristas van y vienen y proliferan a sus
anchas. Cunde la miseria intelectual y moral y el regodeo en esa miseria
intelectual y moral. Miami (el Miami del Exilio cubano) no es una
ciudad sino (como agudamente señalara el poeta Villegas) una factoría
dedicada a financiar la dictadura. La factoría funciona a las mil
maravillas: todos los años produce miles de millones de dólares que son
enviados o llevados a La Habana, es decir a los bolsillos de los Castro.
Nunca han comprendido los cubanos exiliados que esta ciudad (y no La
Habana que no es más que una ruina pestilente llena de esclavos) es el
centro real de la nación cubana. Cualquier porquería que eso sea. Nunca
han comprendido que esta ciudad es el país y no esa isla infecta. Nunca
lo han comprendido, y por tanto, nunca han actuado en consecuencia. Se
les ve siempre ansiosos de “lo de allá”, convertidos en cajas de
resonancia del castrismo y convertidos en los mayores colaboradores del
castrismo.
Aquí se desprecia todo lo que sea de aquí y se sobrevalora y divulga
cualquier bazofia que viene de allá sólo por ser “de allá”. Los
artistas ¡no políticos! de visita abundan como gusanos en la mierda y se
les recibe como a grandes personajes.
Es el triunfo de la abyección.
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