empleando el tradicional metodo del kaxtrizmo de involucrar a figuras conocidas en sus propositos manipuladores y diversionistas al estilo de la carta de apoyo al fusilamiento tremendo y sumario de aquellos tres jovenes desesperados por escapar de kuba o del "pinchalo cojones, pinchalo" de cheito leon en el hombre del escambray, el vocero laico del arzobispado de la habana www.espaciolaical.org [http://www.espaciolaical.org/contens/esp/sd_182.pdf], se ha dado a la tarea de confeccionar un dossier de apoyo a su eminencia jaimito el ladino.
mas alla de la diversidad enriquecedora, siempre hay gente para todo incluso para sostenerle el fusil al tirador del peloton de fusilamiento. no son todos los que estan y seguramente en los proximos dias escucharemos nuevas revelaciones de otros incondicionales de la ignominia. el proceder de la dictadura ha demostrado que cuando la "cosa" se les pone dura quema a sus agentes. conozcalos por sus propias palabras [tambien convocado al combite estuvo dagoberto valdes, otrora el mas significativo laico cubano, liquido el incidente de la convocatoria -rehabilatoria en su caso- con un laconico "El
asunto más importante son los problemas de Cuba y la ineficiencia de su Gobierno
para resolverlos".
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Carmelo Mesa-Lago, Catedrático Distinguido Emérito de
Economía, Universidad de Pittsburgh.
He sido partidario del diálogo entre cubanos desde 1978
cuando fui a La Habana con una representación de la comunidad en el exterior;
esa reunión resultó en la libertad de miles de presos políticos y el inicio de
la reunificación de la familia cubana a través de viajes, remesas y ayuda. Por
tanto, apoyo los programas y acciones de la Iglesia Católica que abren espacios
para el debate respetuoso de cubanos dentro y fuera de Cuba, con diversas ideas,
en busca de consenso, procurando las necesarias reformas económico-sociales que
requiere el país. En este sentido, Espacio Laical ha jugado un papel
crucial y he tenido la suerte de que publicase varios de mis artículos sobre ese
tema. También tuve la oportunidad de participar en la Semana Social Católica de
2010 a la que asistieron 150 representantes de toda la Isla y hubo un fructífero
debate académico de cubano-americanos con sus homólogos residentes en Cuba. Me
pareció muy atinado el Editorial de Espacio Laical (No. 2-2012) pidiendo
que cesen los obstáculos del aparato ideológico del PCC contra espacios del
Arzobispado y bloqueando la participación de académicos e intelectuales cubanos;
espero que la Iglesia se abra también a la participación en los debates de
disidentes políticos residentes en Cuba con posiciones documentadas y
respetuosas.
Oscar Espinosa Chepe, economista, expreso político de la
causa de los 75 y activo opositor al gobierno
cubano.
Creo que el balance que hay que hacer del trabajo de la
Iglesia es altamente positivo, en el sentido de que los trabajos que está
haciendo la Arquidiócesis de La Habana de unión de los cubanos, de servir de
puente entre distintos sectores de nuestra sociedad es muy favorable; tanto la
creación del Centro Cultural Padre Félix Varela, donde participan compatriotas
de distinto signo político y debaten allí las ideas de una forma responsable, yo
creo que esto es único desde hace muchos años en Cuba, no tengo antecedentes de
una cosa parecida y creo que es un logro real, así como las revistas que se
están publicando, Espacio Laical y Palabra Nueva, con enfoques muy
correctos, con críticas al propio gobierno, a la lentitud de las reformas, pero
hechas desde un ángulo no agresivo, de manejar siempre criterios basados en
hechos reales, en argumentos irrebatibles.
Además, sabemos que la Arquidiócesis ha promovido cursos
para los cuentapropistas, ha facilitado incluso cursos de otro tipo, para el
conocimiento de Internet de muchas personas y de una forma muy plural, muy
abierta, sin discriminaciones, sin exclusiones. Yo mismo soy un ejemplo de eso,
yo no soy católico, sin embargo se me ha dado la posibilidad de participar en
muchos de estos eventos, cosa de la que estoy muy agradecido. Pero yo diría más,
efectivamente esta es una línea de acción de la Iglesia cubana desde hace mucho
tiempo, de señalamientos y de enfrentamientos a muchas cosas mal hechas, de
trabajar por una sociedad de la que todos podamos participar.
Yo mismo sentí esta solidaridad cuando estuve preso, la
única organización interna del país que se pronunció a favor de nosotros, los
presos del grupo de los 75, fue la Iglesia Católica cubana, la única que le
abrió las puertas a nuestras esposas, a nuestros familiares cuando nos iban a
ver a las prisiones en el interior del país, les daban alojamiento y demás, en
Santiago de Cuba y donde quiera. Fue la Iglesia Católica también quien le abrió
las puertas a las Damas de Blanco en la Iglesia Santa Rita. Y esas son cosas que
hay que recordar, independientemente de que también hay cosas de antes, de
posiciones muy dignas, con mucha serenidad, con mucha responsabilidad, sin un
espíritu agresivo pero diciendo las cosas con claridad. Hay que leer los
documentos de la Iglesia desde muchos años atrás y con todos estos elementos
hacer un balance más real.
Me parece que algunas personas se han dejado arrastrar
por análisis muy superficiales, se han dejado arrastrar quizás por la
desesperación, por el deseo del cambio, por el deseo de que Cuba rápidamente se
transforme en los que todos queremos: una sociedad democrática. Pero eso no se
puede lograr con una varita mágica y, mucho menos, insultando a entidades que
han sido nuestras aliadas, que han sido nuestras protectoras, a todos, y repito,
a todos, porque señalo este hecho, que la Iglesia nunca ha sido un obstáculo
para que los cubanos, incluso de distintas creencias o filosofías, nos unamos y
compartamos y esta es una cosa realmente muy valiosa que yo personalmente
agradezco mucho.
Julia Sweig,
miembro principal del Nelson y David Rockefeller Center. Directora de Estudios
Latinoamericanos del Concejo de Relaciones Exteriores, Washington,
DC.
Desafortunadamente, en el
contexto del debate en Estados Unidos acerca del futuro de Cuba, el término “sociedad
civil” se ha convertido en sustituto de una agresiva versión ideológica
y partidista del anticomunismo.
Para aquellos quienes solo quedarán satisfechos con una versión cubana de la des-Baathificación, o
una revisión radical –incluso violenta– del modelo político, económico y social
de Cuba, las únicas voces o
instituciones legítimas de la sociedad civil dentro de Cuba son los que usan
orgullosamente y a voz en cuello el manto de la
oposición al régimen.
Lamentablemente, los
contribuyentes norteamericanos están financiando declaraciones editoriales de Radio Martí,
por ejemplo, que atacó al Cardenal Ortega, a la Archidiócesis de La
Habana y al Centro Félix Varela
como “lacayos” del gobierno cubano. Me eché a reír cuando leí la palabra “lacayo”, porque es un término
que proviene de la década de 1950, o de la politiquería que existía, en vez de
política, en la Cuba de
Batista. Es un término polarizador que también me entristeció verlo como parte de cualquier discurso en
cualquier lugar relacionado con Cuba.
Durante los últimos quince
años me ha impresionado profundamente el espíritu de magnanimidad y sabiduría
demostrado por el cardenal Jaime Ortega, un hombre al que considero mi amigo.
Pero mucho más allá de la amistad, el cardenal Ortega ha creado un
espacio para el debate y el diálogo en Cuba, y no solo para los
católicos. Sus esfuerzos por ayudar a la liberación de presos políticos
–no solo en los últimos años,
sino durante el tiempo que ha ocupado el cargo– ha sido eficaz e
incluso heroico.
Se ha convertido también en
un interlocutor esencial para la
comunidad internacional. Cuba está atravesando un período de cambio significativo. Creo que hay más
espacio para el desacuerdo, disensión y el choque de ideas que en ningún
otro momento desde que comencé
a viajar a la Isla en 1984. La Archidiócesis no es más que una
institución de la sociedad civil que ha ayudado a crear
ese espacio.
Pero debido a su enfoque
civilizado a construir una sociedad más abierta, rechaza la confrontación y el
radicalismo, las llamas ideológicas del anticomunismo ciego han sido
avivadas. Por desgracia, en un
aparente incendio intencional, estas mismas llamas han envuelto a ABC Charters de Miami, la agencia que
llevó peregrinos a Cuba para la
visita del papa Benedicto. El ataque político a la archidiócesis de La
Habana y al liderazgo del Cardenal Ortega representa un importante
paso atrás en el proceso de reconciliación que hasta la fecha él ha
dirigido exitosamente. Nunca pensé que fuera
posible.
Aurelio Alonso, sociólogo, escritor, sub-director de la
revista Casa de la Casa de las Américas.
En la perspectiva de las proyecciones de la esfera
política hacia la religión y los creyentes en Cuba sabemos que el IV Congreso
del PCC en 1991 y la Reforma Constitucional de 1992 significaron un cambio
sustantivo. No se trataba de pasos tácticos sino de una rectificación de fondo
en concepción y estrategia. Por su parte, la Iglesia Católica también había
recorrido un proceso de fortalecimiento pastoral que culminaba con la ampliación
de la estructura diocesana, la designación del Cardenal, el crecimiento de la
intelectualidad y las publicaciones católicas, y la primera visita pastoral del
Papa, por referir los que considero los hitos más elocuentes junto a la
densificación de la masa de los creyentes. Yo lo sintetizaría diciendo que el
proceso de recuperación que se producía desde en los noventa en la vida
religiosa cubana, en sentido general, significaba para el catolicismo el rescate
de un peso institucional en sintonía con el sistema
político-social.
Es decir, desde su especificidad y sin que ello
representara subalternación, claudicaciones doctrinales, ni renunciaciones.
Caracterizables con los entendimientos que pueden darse entre una Iglesia que
sustenta sus posiciones en su propia doctrina social y el Estado socialista.
Recordemos que la visita de Juan Pablo II a Cuba en 1998 contó ya con enemigos,
o al menos con censuras explícitas e implícitas: se abría una brecha de
criticismo porque el Estado socialista cubano (resistente al derrumbe del
experimento socialista soviético) permitía a la Iglesia jugar su papel en el
escenario social, y porque la Iglesia asumía el protagonismo que le tocaba
dentro de ese escenario. Entre la primera y la segunda visita pontificia, la
Iglesia local ha avanzado en la asunción de actuaciones totalmente legítimas, y
el Estado socialista en reconocerlos. La crítica se ha hecho más virulenta, y
hasta se inducen y organizan acciones de sabotaje, al margen de la ley,
invasivas a instalaciones eclesiásticas. Al volverse contra la Iglesia las voces
de la intransigencia con los argumentos que han utilizado contra el Estado están
revelando la naturaleza inhumana de sus propias posiciones. Los intransigentes
no protestan a nombre de la libertad y de la democracia, sino a nombre de la
subordinación a la hegemonía, a nombre del desamparo social, de un estado de
sitio económico sin tregua ni fin, de la liquidación de las esperanzas de
desarrollo, del uso sin límites, devastador, del medio ambiente y de todo lo que
en la última década se ha convertido también en el motor de rebeldía y
resistencia en los pueblos de nuestra América.
Seríamos ingenuos si pensamos que son posturas que vamos
a erradicar en el debate público: hay que desnudarlas y debatirlas, pero tenemos
que aprender que van a estar ahí, recurrentemente, y prepararnos a confrontarlas
cada vez que aparezcan. Defender las posiciones de la justicia y la equidad, del
bien común, del entendimiento y la cooperación, de la paz, de la libertad
genuina, es en realidad un desafío a largo, larguísimo plazo, y de todos los
días, que requerirán todas las acciones sociales que sean emprendidas. En
realidad el Cardenal, el Arzobispado y la Iglesia cubana están siendo atacados
hoy por sus acciones humanas, que son acciones cristianas. Así pienso, y me
siento, con ellos, agredido. Y con ellos respondo.
Arturo López-Levy, académico, Investigador Asociado de la
Universidad de Denver, Estados Unidos.
Varios progresos en la política cubana de los últimos dos
años han vindicado la posición constructiva del cardenal Jaime Ortega y la
Iglesia Católica, asentada en una metodología patriótica de diálogo y respeto
por la pluralidad. En contraposición a la ineficacia de aquellos actores que
prefieren lo contencioso y hasta adoptan posiciones ambiguas o favorables hacia
el embargo norteamericano, el diálogo paciente de la Iglesia con el gobierno no
solo alcanzó la liberación de los prisioneros de la primavera de 2003 sino
también abrió nuevos canales de comunicación entre el Partido Comunista y la
organización de más amplia membrecía dentro de la sociedad civil
cubana.
Como resultado de esos logros, que rompieron lógicas de
confrontación, el cardenal Ortega se ha ganado el respeto de la abrumadora
mayoría del pueblo cubano en la Isla y la Diáspora. Con el diálogo iniciado el
19 de mayo de 2010, fructificó la construcción paciente y gradual por las
comunidades religiosas cubanas de variados repertorios de acercamiento entre los
diferentes componentes de la nación cubana.
Rechazando la lógica subversiva enunciada en la ley
Helms-Burton; que como ha confesado uno de sus gestores, el ex -subsecretario de
Estado Roger Noriega, requiere un periodo de “inestabilidad y caos” para Cuba,
las comunidades religiosas cubanas optaron temprana y pacientemente por la
formación de identidades patrióticas y, a la vez, conscientes de la pluralidad
social.
Resistiendo las caricaturas simplistas de ángeles y
demonios en la política cubana, que llevaron a la guerra civil de los sesenta,
las congregaciones de fe han preferido dotar la sociedad con una cultura de
derechos humanos, fe y responsabilidad patriótica. Esa cultura, no la
imposición de resultados dictados a priori, es la mejor contribución al proceso
de construcción de una Cuba democrática.
No es extraño entonces que las fuerzas interesadas en
victorias de facción más que en la promoción de los intereses nacionales,
reaccionen con hostilidad ante la agenda reconciliadora de la Iglesia. Frente al
coraje de pactar y dialogar mostrado por el cardenal Ortega, los sectores
radicales han acudido a la descalificación, la mentira y la organización de
provocaciones para envenenar el ambiente donde las posiciones moderadas y
dialogantes pueden fructificar. Carecen de una agenda positiva y sueñan con un
periodo de “caos e inestabilidad”, desde la esperanza desleal de que mientras
peor le vaya al país, mejor será para el tipo de oposición que
proponen.
El intento de ocupaciones políticas de varios templos
católicos en la víspera de la visita papal fue celebrado inmediatamente por
Mauricio Claver Carone, el cabildero pro embargo por excelencia, como “un
aguacero en la fiesta del Cardenal”. Es ese contexto el que guía las
explicaciones dadas por el cardenal Ortega en su conferencia en la Universidad
de Harvard, donde fue invitado por el respeto que generó su figura a partir de
la organización de la visita del Papa a Cuba.
Los miembros del llamado partido republicano de Cuba no
buscaban refugio en los templos que pretendieron ocupar, como sí ocurrió en
otros países u otras épocas cubanas. Se trataba simplemente de actuar como
“aguafiestas”, imponiendo un esquema de confrontación que frustrara la creación
de un ambiente de dialogo favorable a que el mundo se abriera a Cuba, mejorando
las relaciones también entre los diferentes componentes de la nación cubana, en
la isla y la diáspora.
Como toda esa estrategia de frustrar avances
reconciliadores fracasó ante la visita de Benedicto XVI, acompañada cordialmente
por un sector importante de la diáspora, incluido el obispo de Miami monseñor
Thomas Wenski, los mercaderes de la confrontación se han concentrado en atacar y
difamar la figura del cardenal Jaime Ortega. La idea revanchista es hacerle
pagar caro al Cardenal de Cuba sus proyectos reconciliadores y su patriotismo,
dañando la credibilidad de la Iglesia Católica y las comunidades religiosas
cubanas para nuevos diálogos. Es lógico entonces que Radio Marti, Estado de Sats
y toda la comparsa de “aguafiestas” dediquen insultos a Su Eminencia que antes
solo dedicaron contra Fidel Castro. Es lo mismo que hicieron contra Nelson
Mandela, el presidente James Carter o incluso personalidades de la cultura
universal como Juanes o Billy Joel. No es que crean que el Cardenal es un agente
del gobierno cubano, ellos saben bien que mienten. Es que de triunfar los
proyectos reconciliadores, como el que el Cardenal promueve, habría que
desmontar las estructuras de hostilidad a ambos lados del estrecho de la
Florida. Y esa si sería la peor derrota para las industrias del
odio.
La mejor respuesta entonces por parte de toda la
comunidad pro-reconciliación y reforma es no asumir una lógica de reacción, sino
proactiva. En lugar de enfrascarse en debates espurios con radicalismos verbales
cada vez menos relevantes, la Iglesia y el gobierno deben renovar esfuerzos de
dialogo, avanzando responsablemente en mayores aperturas. Después de haber
caminado todo el tiempo con la mano extendida a todo patriota, la disciplina
inherente a una postura racional de dialogo y reconciliación requiere no
distraerse respondiendo a ataques personales e insultos que carecen de la mínima
consistencia ética, política e intelectual.
En un dialogo nacional, las bases patrióticas son tan
importantes como el reconocimiento de diferencias legitimas. De cara al futuro,
el dialogo Iglesia-Estado requerirá de una mayor creatividad. Un elemento
esencial es bajar falsas expectativas porque los mangos bajitos ya se cogieron.
(Es el caso de los feriados religiosos y las celebraciones de peregrinaciones
públicas de elevado simbolismo para la Iglesia pero relativo baja dificultad
para el gobierno, de cara a sus sectores más
doctrinarios).
Un caso prueba de la voluntad del gobierno a abrir
espacios legítimos a la pluralidad creciente dentro de la sociedad cubana será
su respuesta a los pedidos de la Iglesia Católica a incursionar
institucionalmente en la educación. La concepción del Iglesia en esta área no es
confrontacional pero implica un cambio significativo en relación al casi
monopolio del gobierno en la formación de las nuevas generaciones. En ese
sentido un indicador relevante de madurez en el dialogo Iglesia-Estado es si sus
líderes son capaces de articular un sistema de formación post-graduada bajo guía
religiosa en áreas de impacto social y económico.
Un reto importante para la Iglesia Católica cubana será
movilizar líderes e intelectuales de la emigración para la defensa de su postura
dialogante dentro de la diáspora. Es verdaderamente lamentable que después
de todos los esfuerzos del Cardenal Ortega para abrir diálogos con
el Grupo de Estudios sobre Cuba o los redactores del informe “Diáspora y
Desarrollo”, de FIU, ninguno de sus miembros ha tomado una actitud diáfana de
defensa sin ambigüedades de las posturas dialogantes del Cardenal, de las cuales
se han beneficiado. En ese sentido político, quizás la Iglesia debería exigirle
a esos sectores más firmeza y cooperación por los espacios y auditorios que les
ha dado. José Martí que decía que la moderación era el espíritu de Cuba se
encargo de defender esa postura sin falsas delicadezas. Cuba necesita un centro
pro-reconciliación tan firme como los extremos que tratan de
aniquilarlo.
Peter
Hakim, Director Emérito de Diálogo Interamericano, Washington,
DC.
No veo que exista otro camino
para lograr un cambio exitoso y pacífico en Cuba en un período cercano. ¿Qué otra
cosa puede haber que haga llegar a un relajamiento de las
restricciones políticas y a una apertura democrática sostenida? Sin diálogo,
participación y reconciliación
es difícil ver otro camino, excepto la violencia o el estancamiento político. El
papel que la Iglesia cubana ha asumido me recuerda al de la Iglesia chilena durante
los años de Pinochet –cuando trató de proteger a los opositores al
régimen, abrir espacios para que los ciudadanos ejercieran sus derechos de
libertad de palabra, de reunión, etc. y alentar al régimen a relajar
en general las restricciones a
la actividad política. A pesar de las contradicciones y conflictos diarios entre estos objetivos,
la Iglesia tuvo éxito más allá
de las expectativas de todos. En Cuba el camino es más difícil por múltiples razones históricas y
geográficas, pero por eso los esfuerzos de la
Iglesia son tan importantes.
El Cardenal hizo algunas
declaraciones desafortunadas en Harvard, no solo porque eran insultantes
para algunos individuos valientes, sino porque también pueden
dificultar el trabajo de la Iglesia en Cuba y disminuir el apoyo a ese
trabajo en Estados Unidos. Pero nadie tiene toda la razón todo el tiempo. El
Cardenal es un hombre extraordinario que ya ha contribuido de
manera importante al cambio y a
la decencia en Cuba. El problema para el Cardenal, y para cualquiera
que promueva el diálogo y la
reconciliación, es que el conflicto lleva tanto tiempo y la brecha divisoria se ha
hecho tan profunda, que las palabras, en vez de servir como forma de comprensión
y compromiso, se han convertido
en armas para destruir a los adversarios. Las reacciones más virulentas al comentario del
Cardenal provinieron de aquellos que consistentemente han buscado
oponerse y desacreditar al líder eclesiástico. Sus palabras en
Cambridge fueron nuevas armas para ellos. La reacción es una razón para que la
Iglesia y el Cardenal redoblen
sus esfuerzos. Nadie más puede realizar o se dedica a realizar la
tarea que ellos mismos se han impuesto.
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