Cubanálisis El Think-Tank
Lazaro Gonzalez
“La historia no
se repite si no es en la mente de quien no la conoce”.-
Khalil Gibran
“Estos son mis principios, si a usted no le gustan, tengo otros”.- Groucho Marx
“¿Cuáles
son los derechos de los escritores y de los artistas,
revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la
Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho
(APLAUSOS). Y esto no sería ninguna ley de excepción para
los artistas y para los escritores. Esto es un principio
general para todos los ciudadanos, es un principio
fundamental de la Revolución”.- Fidel Castro.
“Dios tiene
derecho a una respuesta por parte del hombre, tiene derecho
al hombre mismo, y donde este derecho de Dios desaparece por
completo, se desintegra el orden jurídico humano, porque
falta la piedra angular que le dé cohesión”. -
Joseph Ratzinger, "El espíritu de la liturgia"
Notable pianista que ejecuta brillantemente
a su admirado Mozart, el políglota Joseph Aloisius Ratzinger
[Baviera, Alemania-1927], definió claramente la misión de su
papado cuando, luego de dos días de conclave, cuatro
votaciones y dos fumatas negras, el 19 de abril del 2005 se
erigió en el 2650 [1] sucesor de San Pedro bajo
el emblemático pero olvidado nombre de Benedicto.
Hijo de un oficial de la policía, Ratzinger,
que a los cinco anos de edad descubre su fe en los oropeles
del cardenal de Munich y es obligatoriamente enrolado en las
Juventudes Hitlerianas a los 16, había venido manifestando
sus deseos de retirarse a una aldea bávara para ampliar su
ya prolífica obra teológica, de alguna manera confesó a
algunos allegados que no obstante estaba listo “para
cualquier función que Dios le asignara”, que él sabía
que no sería otra que conducirlo a impartir desde el balcón
principal de la Basílica de San Pedro la Urbi et Orbi.
Sus primeras palabras antes de ofrecer la
bendición fueron:
“Queridos hermanos y hermanas,
después del gran papa Juan Pablo II, los señores cardenales
me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la
viña del Señor. Me consuela el hecho de que el señor sabe
trabajar y actuar con instrumentos insuficientes, y
sobre todo me encomiendo a vuestras oraciones. En la alegría
del Señor resucitado, confiando en su ayuda continua,
sigamos adelante, que el Señor nos ayudará y María Su
Santísima Madre estará de nuestra parte. Gracias”.
[Negritas-LG]
Hombre marcado
por las controversias [2], la racionalidad de su
dogma lo acerca más a la doctrina que a la fe. Respetado o
rechazado, pero nunca amado, Ratzinger se convierte en el
cancerbero ideológico que un carismático e idolatrado Juan
Pablo II requiere. Participante del Concilio Vaticano II
[1962-1965] como asesor teólogo del cardenal Josef Frings,
desde 1981 hasta mayo del 2005 dirige como prefecto el
Colegio Vaticano, [3] encargado de custodiar lo
que se considera la correcta doctrina católica en la
iglesia.
Luego la
selección del nombre pontifical no es el acto de un devoto
sino el de un racionalista. Resultado de una fría evaluación
de la misión que le corresponderá enfrentar a una iglesia
católica que él quiere definitivamente ubicar en el siglo
XXI. De hecho Giacomo Paolo Battista della Chiesa
(1854-1922), fue consagrado cardenal por Pío X apenas tres
meses antes que luego de diez votaciones, fuera investido
como Benedicto XV, el Papa de la Primera Guerra Mundial.
El propio
Ratzinger argumenta su decisión:
“He querido llamarme Benedicto XVI
para relacionarme idealmente al venerado pontífice Benedicto
XV, que ha guiado a la Iglesia en un periodo atormentado por
el primer conflicto mundial. Fue valiente y auténtico
profeta de paz y actuó con extrema valentía desde el inicio
para evitar el drama de la guerra y después al limitar las
nefastas consecuencias”.
Por
consiguiente Benedicto XVI [o Benito [4] XVI] se
asigna -y con ello a la Iglesia Católica- la divina pero no
menos hercúlea misión de regentear la reconciliación humana
en la única concepción que concibe y comulga, bajo los
purpúreos mantos pontificios:
“…poner mi ministerio al servicio
de la reconciliación y de la armonía entre los hombres y los
pueblos, profundamente convencido que el gran bien de la paz
es sobre todo don de Dios, don frágil y precioso que debe
ser invocado, tutelado y construido día tras día con el
aporte de todos”.
O como la definiera unos años antes en su
"El espíritu de la liturgia" (2000):
“Dios tiene
derecho a una respuesta por parte del hombre, tiene derecho
al hombre mismo, y donde este derecho de Dios desaparece por
completo, se desintegra el orden jurídico humano, porque
falta la piedra angular que le dé cohesión”.
[5]
¿Alguna
remembranza o evocación?
En una
iluminación no divina sino caótica, y por tanto fractal, se
nos revela: g[z]=z[2]+c; el conjunto
de Mandelbrot, proceso recursivo o
iterativo capaz de producir estructuras
autosimilares
independientemente de la escala específica. Los fractales
son estructuras geométricas que combinan irregularidad y
estructura. Donde bastaría insertar un “-” para
lograr el eterno e infinito acoplamiento perfecto de Dios y
la Revolución.
[Imagen generada por Dale Winter]
No se trata de
encontrar soluciones exactas a las ecuaciones que definen
dicho sistema dinámico (lo cual suele ser imposible), sino
más bien el poder contestar preguntas como “¿A largo plazo,
se estabilizará el sistema? ¿Y si lo hace, cuáles serán los
estados posibles?” o “¿Variará el estado a largo plazo del
sistema, si cambian las condiciones iniciales?”
Uno de los
objetivos importantes aquí es describir los puntos fijos, o
puntos estables de un sistema dinámico dado; son los valores
de la variable que son constantes en el tiempo. Algunos de
estos puntos son “atractores”, lo que significa que
si el sistema 'arranca' en un estado cercano, convergerá
hacia este punto fijo.
También nos
interesan los puntos periódicos, o estados del
sistema que se repiten una y otra vez. Los puntos periódicos
también pueden ser atractores.
Si cedemos a
Aristóteles tendríamos que decir que lo opuesto a la
suavidad es la rugosidad, que ahora se está abordando con la
geometría de los fractales, en contraposición a la
geometría euclideana y sus
derivadas maurras
Sin embargo,
en el mundo real de la realpolitik, la dinámica se
modela con sistemas sociales no lineales altamente
complejos, para los cuales las soluciones cerradas
constituyen una rara excepción. Por lo general, y a pesar de
la perseverancia de nuestros cubanólogos no iniciados en la
lógica borrosa, nunca se conocen con precisión las
condiciones iniciales, siendo la respuesta de estos sistemas
altamente sensible de ellas, como nos han demostrado Lorenz
y seguidores hasta la saciedad.
Sistemas dinámicos en disipación, como el neocastrismo y la Iglesia Católica, exhiben comportamientos caóticos en su dinámica, y fractales en sus estructuras. De ahí que, ante perturbaciones generadas por atractores, el sistema reacciona expulsándolos, para eventualmente retornar a él, como tendremos ocasión de examinar. Pero la simetría identificadora entre ambos, que transcurre en los puntos de rompimiento y duplicación [“toros”] conduce a una simetría de tipo fractal genérica, que permite la conservación y expansión caótica que garantiza ad perpetuum Iglesia y Castrismo.
Al menos eso pretenden y a ello se aplican diligentemente, salvo que un aleteo imperceptible de una testaruda Heliconius (especie de mariposa cubana muy común en los jardines) quiebre el “toro” autoduplicativo y genere una dinámica destructiva-transformativa del sistema.
De facto ha ocurrido en más de una ocasión en la filogenia tanto de la iglesia como en la aberración isleña, y el neocastrismo no es más que la más reciente muestra de ello.
Porque si Dios tiene derecho al hombre mismo en tanto razón de ser, el castrismo en sus cotos privados se apropia de lo cubano y lo concibe -y define- exclusivamente dentro de si mismo. Nada ni nadie puede usurpar el derecho “natural”, porque es dado por la sagrada revelación biranesa, y comprometería el ser. Ya no sería cubano, sino mercenario, gusano, vendepatria, escoria. La descalificación supone la anulación: la aberración del no-ser, la no-persona, el limbo. Luego, en los puntos de quiebre de la filogenia castrista, se determinan las múltiples posibles ontogenias cubanas que se bifurcan en dos grandes troncos fractales [Feigenbaum]: “Tainos luchando su yuca” en cualesquiera de las formas posibles, o zombies errantes.
Pero como en el éxodo de la siempre presente
vieja tragedia griega, el inquieto protestón es
merecidamente castigado para enseñanza moral del resto de
los siervos. Por consiguiente, es noble en su naturaleza,
aunque requiera de la piedad y el terror para lograr la
adecuada purificación de las perturbadoras pasiones.
Lógicamente, la extensión del calvario y la estigmatización
es congruente con la gravedad del pecado. Unos dictan
conferencias y cosechan aplausos en los templos
alternativos, entretanto otros, a pesar de todas la promesas
pagadas y esfuerzos reivindicativos, continúan excomulgados
mas de medio siglo después de Girón.
Pocos
permanecieron indiferentes a la visita del Papa Benedicto
XVI a Cuba (“dieciséis, y no decimosexto”, por aquella regla
de la Real Academia Española de legitimar como cardinales a
los números romanos superiores a 10), y hubo miles de
despachos y cientos de análisis virtualmente en cada uno de
los mas de 256 idiomas presentes en Internet, y las mas de
6,000 lenguas escritas así lo corrobora.
Como era de
esperar, particular relieve cobró la casi unánime hormonal
reacción de los visitados, independientemente del lugar de
residencia permanente. Defenestrándolo en las llamas eternas
de la frustración, o postrándose de hinojos ante su
“Santidad”; peregrinando con el Cardenal de Miami Thomas
Wenski desde “Jayalia”, o con la pachanga combatiente de las
brigadas de respuesta rápida. Rogando un minuto, o serenos e
inmutables ante el atropello a la Dignidad de un carnero que
se niega a ser de ese “Dios”. El espectáculo es a la
liturgia como el mojo al lechón asado. En eso son
maestros en el Vaticano y en La Habana, y hasta la oveja
descarriada en ocasiones es necesaria para enaltecer la
puesta en escena.
Porque en toda
liturgia, sea religiosa o impía, los escenarios son
fundamentales. Juan Pablo II ofició al costado, Benedicto
XVI en el altar mayor del demiurgo isleño. La consumación.
Por ello no
trascendió las guardarrayas cubanas. Se requiere algo de
refinamiento neuronal de un Julián del Casal o el mismísimo
ahora venerable Félix Varela, pero nunca un Esteban Lazo o
su contraparte opositora. Y es que la deferencia papal de
visitar dos veces una isla en el breve lapso eclesial de 14
anos, donde sus nativos denominan “Virgen Mambisa”,
“Cachita” u Ochún a la encarnación misma de la Santísima
Virgen María madre de Jesús, y la identifican como una
mulata bella, simpática, buena, bailadora, fiestera, amante
de lo dulce, siempre contenta y muy sensual, o con un
sombrero de yarey blandiendo un machete, indica que la
emotividad isleña no es concordante con la solemne liturgia
pontifical.
O como
singularmente expresara Pedro Pablo Bilbao:
“Sólo que los cubanos venían de
votar abrumadoramente a favor del castrismo (enero 11, 1998)
y nada más que Juan Pablo II levantó el vuelo, fueron en
masa a la marcha de las antorchas convocada por la Ujotacé.
Tras espantar el vuelo Benedicto XVI y su séquito, la gente
irá a lo que se monte por otro aniversario de la propia UJC
o de Girón. Y nadie se llame a engaño: a la tercera, tampoco
será la vencida” [6].
Luego, deben
existir otras razones.
La cosmovisión
de Ratzinger considera que Occidente, y por extensión el
mundo, se encuentra en una era neopagana, donde el culto al
dinero, el poder, el placer y el prestigio, han ocupado el
espacio correspondiente a los valores humanos [7].
Ante ello, propone la liberación “del que vive del perdón
y la promesa de la vida eterna” con connotaciones de
ética humana universal ineludible y subyugante a cualquier
relativismo nacional, social, político, religioso, económico
e ideológico.
Dios, y los
que viven del perdón y la esperanza de la vida eterna,
tienen primacía absoluta e indiscutida sobre los argumentos
de la relatividad de la singularidad, tras la cual se
justifican a los neopaganos del placer, el poder y el
dinero; sean republicanos, chinos, suecos, musulmanes,
anticastristas, fidelistas, cuentapropistas, banqueros o
campesinos, o se llamen Barack Obama o Tupou VI, el Rey de
Tonga.
Porque, de una
u otra manera, la cosmogonía de Benedicto XVI es la versión
eclesiástica de la sociedad del riesgo del sociólogo alemán
Ulrich Beck (1944), y empalma con las “Reflexiones” del
catastrofismo oportunista.
Si para
Benedicto XVI las fuentes de la Doctrina Social de la
Iglesia radican en el derecho natural y la revelación, Fidel
Castro lo ha asumido per se: él es la exclusiva
fuente de derecho, y sus delirios constituyen revelaciones
geniales de estricto cumplimiento, so pena de ser
excomulgado.
Si para la
iglesia católica los sujetos son el Espíritu Santo, la
jerarquía eclesiástica y el dialogo con los demás cristianos
y hombres de bien, Fidel Castro se ha autoerigido en el
espíritu santo de la santísima trinidad que constituyen
Cuba, la Revolución y él mismo; ha conformado una estructura
piramidal-fractal de castas para sus siervos, y es un
incansable interlocutor con todos los que le pueden procurar
algún bien.
Pero la
Doctrina Social de la Iglesia es también ecuménica, y en su
dimensión antropológica se concentra en la dignidad de la
persona a imagen de Dios. Por su parte, el demiurgo de Birán
la supera cuando nos incrustaba en el hipotálamo en becas,
cañaverales, prisiones, y en cuanto recoveco tratáramos de
escabullirnos, el “Seremos como el Che”, lo que es
decir serviles, eficientes y ascetas maquinas de odio y
muerte, pero nunca referida al Dios Creador y Rector
inaccesible del Universo cubano, pues así no sería
funcional.
Hoy, cuando el
paradigma social se reconforma en la cuerda de “Lucha tu
alpiste, pichón”, uno de los retos que enfrentan los
sucesores, potencialmente mas peligroso que la miseria
material misma, reside en que el valor referencial se
encuentra “afuera” del sistema, en ese atractor extraño que
amenaza con desgajarse del mismo, generando en su dinámica
transformativa la destrucción de su gestor. De ahí la
importancia que se le atribuyen a la imagen, el espectáculo
y la liturgia que, en términos concreto-sensoriales, pasa
por el “Síndrome del Neocastrismo”.
Por tanto es
altamente apreciada la Sollicitudo rei socialis donde
se acentúa que
“…la preocupación social de la
iglesia se orienta al desarrollo auténtico del hombre y de
la sociedad, que se respete y promueva en toda su dimensión
la persona humana”.
Siendo el
trabajo uno de los medios más importantes para su
realización, que brinda la oportunidad a la que convoca
infructuosamente el General-Presidente de:
- Realizarnos como seres humanos.
- Ofrecer lo mejor a nuestra familia.
- Perfeccionar nuestras habilidades y destrezas.
- Desarrollar el potencial de cada cual.
- Alcanzar las metas personales, así como las de la Organización.
- Contribuir al mejoramiento de la productividad y el buen servicio.
- Realizar productos y servicios con calidad y esmero.
- Contribuir al engrandecimiento de nuestra economía y desarrollo del país.
- El ser útil nos permite engrandecer nuestra autoestima y satisfacción por el deber cumplido.
"Confirmada de este modo la
dimensión personal del trabajo humano, se debe luego llegar
al segundo ámbito de valores, que está necesariamente unido
a él. El trabajo es el fundamento sobre el que se forma la
vida familiar, la cual es un derecho natural y una vocación
del hombre. Estos dos ámbitos de valores -uno relacionado
con el trabajo y otro consecuente con el carácter familiar
de la vida humana -deben unirse entre sí correctamente y
correctamente compenetrarse".
Coronado el
ciclo del rol del trabajo en la Doctrina Social de la
Iglesia, ésta se proyecta a lo social-nación, en una
concepción que puede incorporarse plenamente a la
Constitución de la República, los estatutos del Partido
Comunista, o a la “actualización del modelo económico”:
"El tercer ámbito de valores que
emerge en la presente perspectiva -en la perspectiva del
sujeto del trabajo- se refiere a esa gran sociedad, a la que
pertenece el hombre en base a particulares vínculos
culturales e históricos. Dicha sociedad -aun cuando no ha
asumido todavía la forma madura de una nación- es no sólo la
gran "educadora" de cada hombre, aunque indirecta (porque
cada hombre asume en la familia los contenidos y valores que
componen, en su conjunto, la cultura de una determinada
nación), sino también una gran encarnación histórica y
social del trabajo de todas las generaciones. Todo esto hace
que el hombre concilie su más profunda identidad humana con
la pertenencia a la nación y entienda también su trabajo
como incremento del bien común elaborado juntamente con sus
compatriotas, dándose así cuenta de que por este camino el
trabajo sirve para multiplicar el patrimonio de toda la
familia humana, de todos los hombres que viven en el mundo".
Luego las
verdades relativas que emanan de los respectivos templos se
absolutizan en las coincidencias de la identificación de su
irrevocable voluntad de sobrevivir, cualesquiera sean las
circunstancias. Si escalar montanas hermana hombres, la
lucha por la supervivencia frente a los poderosos paganos
conlleva a la complementariedad litúrgica y a la discreción
y respeto mutuo en los procedimientos que cada uno emplee
contra los que viven en el pecado del culto al placer o a la
democracia. Un cura escrupuloso por aquí, y un protestón por
allá, no son más que las ovejas descarriadas del Señor, y
por consiguiente deberán ser salvadas de la tentación
mediante la confesión, auxiliada oportunamente por un par de
latigazos o una mazmorra.
Fidel Castro
precisa en oportuna “reflexión” a pie de escalerilla, los
limites de la identificación:
“…cuando llegué a la convicción de
que marxistas y cristianos sinceros, de los cuales había
conocido muchos, con independencia de sus creencias
políticas y religiosas, debían y podían luchar por la
justicia y la paz entre los seres humanos”.
Mientras Raúl
Castro en Santiago de Cuba, y Marino Murillo en La Habana,
puntualizaban sin miramientos las acotaciones de la
relatividad castrista y neocastrista, en cuartelaria
respuesta a las subversivas -pero demasiado elevadas
sinapsis para el taíno que lucha su yuca- advertencias de
Benedicto XVI, sobre que el relativismo frecuentemente
genera indiferencia y escepticismo, en tanto la exaltación
de las verdades propias puede acarrear el fanatismo y el
odio.
Considerando que Marino Alberto Murillo
Jorge es uno de los nuevos vicepresidentes del Consejo de
Ministros del régimen de Raúl Castro y uno de los pocos
miembros no históricos o tradicionales del Buró Político, la
delicada misión de explicar, persuadir y convencer de
primera mano a la prensa extranjera que cubría la visita de
Benedicto XVI a la Isla, sobre lo que realmente le interesa
conocer a la opinión publica internacional sobre el proceso
de reformas del neocastrismo, su designación podría ser
inapropiada y peligrosa.
Y efectivamente lo fue, como se pudo
apreciar dirigiéndose a los periodistas acreditados como si
fueran reclutas imberbes en su primera semana de servicio
militar. Murillo no es un político, aunque se le haya
encomendado presidir algunas delegaciones al exterior con el
objetivo de explicarles a algunos socios y compinches el
proceso de reformas, pero su falta de habilidad, carisma y
empatía en el trato humano es manifiesta. No solo el tono y
la exposición son en si duros, arrogantes, prepotentes,
rígidos y cuartelarios, sino que comete numerosos errores de
pronunciación, incluso en la propia sintaxis y fluidez del
discurso, incompatibles con un relacionista publico lidiando
con agudos y habilidosos representantes de unos medios
internacionales generadores de estados de opinión.
Y es que Murillo es resultado y parte
integrante de un sistema de castas -piramidal en su
jerarquización y fractal en su reproducción- con que el
sistema controla a la nomenklatura de los adoradores de
Dios. Un sargento vestido de burócrata mediocre, de “obedece
y manda”, que es incapaz de apartarse un milímetro del guión
establecido por conciencia de su propia incapacidad, pero
también por miedo.
Un miedo atroz a que algo en el video
resultante no sea del agrado de Castro 2.0. Pero así son los
hombres escogidos por el heredero de esa finca privada que
es Cuba para los Castro, ahora además contando con la
pública bendición papal: miedosos sargenticos.
Pero esto es solo un asunto del
Administrador y con los siervos del Señor. El Mesías está en
otro lugar.
Néstor Díaz de Villegas [9] lo
ha expresado muy atinadamente solo que el homólogo del Papa
no es Raúl Castro, quien solo actúa como “administrador”,
sino su hermano Fidel, porque como el mismo expresa, Fidel
Castro es el Mesías hasta en la portada de aquella Bohemia
manipuladora y agorera de Miguel Ángel Quevedo, el demiurgo
creador de esa entelequia paranoica que ha sido la
Revolución de y por Castro:
“Escuchando los cálculos de Raúl, el Papa Benedicto XVI debe
haberse sentido orgulloso de lo bien que los jesuitas del
Colegio Dolores prepararon a los hermanitos Castro. ¿No vino
Benedicto XVI a festejar un milagro que ocurrió hace cuatro
siglos, mientras que los cubanos esperaban uno para esa
misma tarde? ¿No representa Benedicto XVI otro reino
castrista destinado a durar por los siglos de los siglos,
amén? ¿No es Benedicto el homólogo del general, un mensajero
infalible de la Verdad revelada? ¿Y acaso no gobiernan los
Papas desde un Palacio de la Revolución levantado sobre las
ruinas de un batistato que se llama paganismo?”
Y es que en el duelo de verdades absolutas y
relativas en que se desplegó la visita papal, las verdades
absolutas de Benedicto XVI fueron relativizadas por Fidel
Castro, que eleva a absolutas las propias, haciéndolas
perfectamente asumibles desde el Granma y/o las
“Reflexiones”, según proceda. Luego, el futuro de Cuba
depositado en las sensuales manos de una virgen mulata que
parrandea o se enclaustra, de acuerdo con los humores de
Punto Cero, viaja en el ala de la mariposa de Lorenz.
En tal
sentido, Emilio Ichikawa considera que Benedicto XVI
“…está proponiendo una ética
universal de libertades y derechos humanos de la que ningún
gobierno podría excusarse con el pretexto de su singularidad
política y cultural” [8].
El neocastrismo ha sido bendecido, y el
arzobispo del dominó, Thomas Wenski, precisa como:
"A la vez que Cuba desea una transición, el
Papa y la Iglesia quieren que sea digna del ser humano,
digna del cubano (...) Salir de un materialismo ideológico
para caer luego en un materialismo fáctico no será tampoco
digno del hombre (…) La Iglesia desea un aterrizaje suave,
pero un aterrizaje que abra un futuro de esperanza”.
Es decir, “respetuoso”, y en los
marcos de la empatía macabra del Síndrome del Neocastrismo.
Por otro lado,
los editores de Espacio Laical, portavoces mediáticos de la
jerarquía eclesiástica cubana, han sido autorizados a
informar lo evidente:
“…la
Iglesia Católica se ha colocado como una importante
interlocutora nacional,
se profundiza el ejercicio de los derechos humanos en el
área de la libertad religiosa, se plantea la cuestión de la
emigración como un tema central, y se reconoce la carencia
de legitimidad de las políticas agresivas de las
administraciones estadounidenses contra Cuba. En estos
temas, al parecer, existe bastante coincidencia entre los
anhelos de la Iglesia Católica y del Estado”.
[Negritas-LG].
Para nuestro Ratzinger “La crisis eclesial en la que nos encontramos hoy depende -en gran parte- del hundimiento de la liturgia” [10]; por ello el portavoz del Vaticano. Federico Lombardi, al informar del encuentro entre Fidel y Joseph, certificaba para los entendidos el pacto de los Mesias:
“El Papa Benedicto XVI y Fidel Castro también conversaron sobre el cambio en la liturgia de la Iglesia. Fidel le solicitó al Papa libros que pueden ayudarle a sus reflexiones sobre los graves problemas que aquejan al mundo”. [Federico Lombardi- Cubadebate.com]
Como quiera que los sistemas caóticos,
además de complejos, son impredecibles, y generan
aleatoriamente bifurcaciones del tipo de Feigenbaum, en
tanto ligeras variaciones de las condiciones de partida
pueden provocar dispersiones que den al traste con el
sistema, el proceso de corte y empalme debe transcurrir
siguiendo la transformación del “panadero” cuando amasa el
hojaldre. Ello explica en los escenarios de la liturgia, una
media hora y no un minuto.
Porque, a fin de cuentas, en el nuevo “Camino
de Tarzán” (“Vía Crucis” para los sofisticados), que
Ratzinger modificó desde la diestra de Juan Pablo II, en la
Undécima Estación: Jesús promete su reino al buen
ladrón.
____
Notas:
1] Según El Diccionario de los papas de César Vidal
Manzanares (1997) que consideró a Juan Pablo II como el 264o.
2] Para no estudiosos del asunto podria ser suficiente el
siguiente resumen tomado de Wikipedia:
Ratzinger llevó
las riendas de la Congregación para la Doctrina de la Fe, lo
que le hizo ganarse críticas de "duro" y "conservador" entre
los sectores más progresistas de la Iglesia. Fue polémico su
enfrentamiento con su amigo y rival, el teólogo Hans Küng,
lo cual incrementó su fama de intransigente, acusación que
ni el propio Küng comparte [cita requerida]. Ambos eran
compañeros de juventud en la Universidad de Tubinga, donde
ejercían como profesores de Dogmática y defendían de forma
entusiasta las reformas aperturistas del Concilio Vaticano
II. Pero tras mayo de 1968, Ratzinger se fue haciendo más
conservador y crítico con las posiciones teológicas más
liberales y relativistas, mientras Küng radicalizó su
pensamiento y fue desarrollando una teología muy crítica con
los dogmas (especialmente con el de la infalibilidad papal).
En 1979 la Santa Sede suspendió a Küng para oficiar como
sacerdote y enseñar teología católica, polémica decisión que
los partidarios de Küng atribuyeron a Ratzinger [cita
requerida]. Sin embargo, en septiembre de 2005, unos meses
después de iniciado su papado, Ratzinger invitó a Küng a su
residencia en Castelgandolfo para departir amistosamente
sobre cuestiones teológicas en las que venía trabajando Küng
y que interesaban al papa, aunque dejando de lado las viejas
polémicas en torno a la dogmática. Küng, desde su
ecumenismo, piensa ahora que Benedicto XVI podría llegar a
ser el renovador de la Iglesia que como cardenal no fue
[cita requerida].
En una carta
dirigida por el cardenal Ratzinger, entonces prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, al cardenal Theodore
McCarrick, arzobispo de Washington DC, y a monseñor Wilton
Gregory, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos
de Estados Unidos (USCCB), con ocasión de la reunión
plenaria de primavera que este organismo, se sostiene una
posible disparidad de opiniones entre los católicos hacia la
pena de muerte, que contrasta con la posición sobre la
eutanasia y el aborto:
Puede haber una
legítima diversidad de opinión entre católicos respecto de
ir a la guerra y aplicar la pena de muerte, pero no, sin
embargo, respecto del aborto y la eutanasia.38
Carta de J.
Ratzinger, al cardenal Theodore McCarrick, arzobispo de
Washington DC
En el párrafo
anterior de esa misma carta, se dicen unas palabras
importantes para situar esta cita en su contexto:
Por ejemplo, si un
católico discrepara con el Santo Padre sobre la aplicación
de la pena de muerte o en la decisión de hacer la guerra,
éste no sería considerado por esta razón indigno de
presentarse a recibir la Sagrada Comunión. Aunque la Iglesia
exhorta a las autoridades civiles a buscar la paz, y no la
guerra, y a ejercer discreción y misericordia al castigar a
criminales, aún sería lícito tomar las armas para repeler a
un agresor o recurrir a la pena capital.
Durante una visita
a su Baviera natal, el 12 de septiembre de 2006 Benedicto
XVI pronunció un discurso en la Universidad de Ratisbona
citando una discusión acaecida entre el emperador bizantino
Manuel II Paleólogo (1350-1425) y un persa recogido en la
obra publicada en los años 60 ‘Conversaciones con un
musulmán, Séptimo coloquio’, del teólogo alemán de origen
libanés Theodore Khoury:
"En el séptimo
coloquio editado por el profesor Khoury, el emperador toca
el tema de la ‘yihad’ (…) de manera sorprendentemente brusca
se dirige a su interlocutor simplemente con la pregunta
central sobre la relación entre religión y violencia, en
general, diciendo: ‘Muéstrame también aquello que Mahoma ha
traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e
inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la
espada la fe que él predicaba’. El emperador explica así
minuciosamente las razones por las cuales la difusión de la
fe mediante la violencia es algo irracional. La violencia
está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza
del alma. ‘Dios no goza con la sangre; no actuar según la
razón es contrario a la naturaleza de Dios. La fe es fruto
del alma, no del cuerpo. Por lo tanto, quien quiere llevar a
otra persona a la fe necesita la capacidad de hablar bien y
de razonar correctamente, y no recurrir a la violencia ni a
las amenazas… Para convencer a un alma razonable no hay que
recurrir a los músculos ni a instrumentos para golpear ni de
ningún otro medio con el que se pueda amenazar a una persona
de muerte…"25 Discurso de Benedicto XVI el 12 de septiembre
de 2006 en Baviera
El texto enfureció
a numerosos clérigos y creyentes musulmanes, que
consideraron una insensibilidad o un desatino citar un texto
antiguo donde se desacreditaba a todo el Islam como
"violento y malvado". El papa afirmó días después que se
habían malinterpretado sus palabras y lamentó que
hubiese habido quien las hubiera interpretado erróneamente,
tanto en el mundo islámico como en Occidente;25 nota 5 ese
mismo año hizo un acercamiento a personalidades de otras
religiones, tras reunirse con líderes de Turquía y con el
patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I.
De todas formas,
el Instituto de Retórica de la Universidad de Tubinga le
concedió al discurso, en decisión de 18 diciembre, el premio
al mejor discurso del año 2006. El Jurado indicó que había
sido malinterpretado intencionadamente. En época de
fundamentalismos religiosos -así decía la motivación del
jurado-, este discurso suponía "una determinación -muy
comprometida, de gran precisión argumentativa y llena de
referencias históricas- de la fe cristiana desde el espíritu
griego", un discurso "magistralmente construido en su
composición sinfónica y a la vez coherente".39 nota 6
En el libro
publicado en 2010 cuyo autor es el periodista alemán Peter
Seewald y titulado La luz del mundo. El papa, la iglesia y
las señales del tiempo, Benedicto XVI consideró el uso de
preservativos en determinados usos como un primer paso hacia
la moralización, en el caso de prostitución de alguien con
SIDA.40
...puede ser un
primer paso para abrir la vía a una sexualidad más humana,
vivida de otro modo
3]
La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Sagrada
Congregación de la Romana y Universal Inquisición o Sagrada
Congregación del Santo Oficio.
4]
Derivado del latin Benedictus se modifica patrimonialmente
en las lenguas romances como Benito, mientras como cultismo
deriva en Benedicto.
5] Fragmentos de
“El espíritu de la liturgia”, Ediciones Cristiandad,
2007-05-30 [Negritas y subrayados-LG]:
- Podríamos decir
que entonces -en 1918- la liturgia se parecía a un fresco
que, aunque se conservaba intacto, estaba casi completamente
oculto por capas sucesivas. Gracias al Concilio Vaticano
II, aquel fresco quedó al descubierto y, por un momento,
quedamos fascinados por la belleza de sus colores y de sus
formas. Sin embargo, ahora está nuevamente amenazado,
tanto por las restauraciones o reconstrucciones
desacertadas, como por el aliento de las masas que pasan de
largo.
- Dios tiene
derecho a una respuesta por parte del hombre, tiene derecho
al hombre mismo, y donde este derecho de Dios desaparece por
completo, se desintegra el orden jurídico humano, porque
falta la piedra angular que le dé cohesión.
- El culto es percatarse de la caída, es, por así decirlo, el instante del arrepentimiento del hijo pródigo, el volver-la-mirada al origen. Puesto que, según muchas filosofías, el conocimiento y el ser coinciden, el hecho de poner la mirada en el principio, constituye también, y al mismo tiempo, un nuevo ascenso hacia él.
- El culto es percatarse de la caída, es, por así decirlo, el instante del arrepentimiento del hijo pródigo, el volver-la-mirada al origen. Puesto que, según muchas filosofías, el conocimiento y el ser coinciden, el hecho de poner la mirada en el principio, constituye también, y al mismo tiempo, un nuevo ascenso hacia él.
- La
Eucaristía es, desde la cruz y la resurrección de Jesús, el
punto de encuentro de todas las líneas de la Antigua Alianza,
e incluso de la historia de las religiones en general: el
culto verdadero, siempre esperado y que siempre supera
nuestras posibilidades, la adoración en espíritu y verdad.
- El culto
cristiano implica universalidad. La liturgia cristiana
nunca es la iniciativa de un grupo determinado, de un
círculo particular o, incluso, de una Iglesia local
concreta. La Humanidad que sale al encuentro de Cristo se
encuentra con Cristo que sale al encuentro de la Humanidad.
- Que nadie diga
ahora: la Eucaristía está para comerla y no para adorarla.
No es, en absoluto, un pan corriente, como destacan, una y
otra vez, las tradiciones más antiguas. Comerla es un
proceso espiritual que abarca toda la realidad humana.
Comerlo significa adorarle. Comerlo significa dejar
que entre en mí de modo que mi yo sea transformado y se abra
al gran nosotros, de manera que lleguemos a ser uno solo con
Él. De esta forma, la adoración no se opone a la
comunión, ni se sitúa paralelamente a ella. La comunión
alcanza su profundidad sólo si es sostenida y comprendida
por la adoración. La presencia eucarística en el tabernáculo
no crea otro concepto de Eucaristía paralelo o en oposición
a la celebración eucarística, más bien constituye su plena
realización. Pues esa presencia la que hace que siempre haya
Eucaristía en la Iglesia.
- El domingo
es, para el cristiano, la verdadera medida del tiempo, lo
que marca el ritmo de su vida. No se apoya en una
convención arbitraria, sino que lleva en sí la síntesis
única de su memoria histórica, del recuerdo de la creación y
de la teología de la esperanza. Es la fiesta de la
resurrección para los cristianos, fiesta que se hace
presente todas las semanas, pero que no por eso hace
superfluo el recuerdo específico de la Pascua de Jesús.
- La ausencia
total de imágenes no es compatible con la fe en la
encarnación de Dios. Dios, en su actuación histórica, ha
entrado en nuestro mundo sensible para que el mundo se haga
transparente hacia Él. Las imágenes de lo bello en las que
se hace visible el misterio del Dios invisible forman parte
del culto cristiano.
- La imagen de
Cristo y las imágenes de los santos no son fotografías. Su
cometido es llevar más allá de lo constatable desde el punto
de vista material, consiste en despertar los sentidos
internos y enseñar una nueva forma de mirar que perciba lo
invisible en lo visible. La sacralidad de la imagen
consiste precisamente en que procede de una contemplación
interior y, por esto mismo, lleva a una contemplación
interior.
- En la acción
por la que nos acercamos, orando, a la participación, no
hay diferencia alguna entre el sacerdote y el laico.
Indudablemente, dirigir la oratio al Señor en nombre de la
Iglesia y hablar, en su punto culminante, con el Yo de
Jesucristo, es algo que sólo puede suceder en virtud del
poder que confiere al sacramento. Pero la participación es
igual para todos, en cuanto que no la lleva a cabo hombre
alguno, sino el mismo Señor y sólo Él.
- Tu nombre será
una bendición, había dicho Dios a Abrahán al principio de la
historia de la salvación. En Cristo, hijo de Abrahán, se
cumple esta palabra en su plenitud. Él es una bendición,
para toda la creación y para todos los hombres. La cruz,
que es su señal en el cielo y en la tierra, tenía que
convertirse, por ello, en el gesto de bendición propiamente
cristiano. Hacemos la señal de la cruz sobre nosotros
mismos y entramos, de este modo, en el poder de bendición de
Jesucristo. Hacemos la señal de la cruz sobre las personas a
las que deseamos la bendición. Hacemos la señal de la cruz
también sobre las cosas que nos acompañan en la vida y que
queremos recibir nuevamente de la mano de Dios. Mediante la
cruz podemos bendecirnos los unos a los otros.
Personalmente, jamás olvidaré con qué devoción y con qué
recogimiento interior mi padre y mi madre nos santiguaban,
de pequeños, con el agua bendita. Nos hacían la señal de la
cruz en la frente, en la boca, en el pecho, cuando teníamos
que partir, sobre todo si se trataba de una ausencia
particularmente larga.
- Existen
ambientes, no poco influyentes, que intentan convencernos de
que no hay necesidad de arrodillarse. Dicen que es un gesto
que no se adapta a nuestra cultura (pero ¿cuál se adapta?);
no es conveniente para el hombre maduro, que va al encuentro
de Dios y se presenta erguido. (...) Puede ser que la
cultura moderna no comprenda el gesto de arrodillarse, en la
medida en que es una cultura que se ha alejado de la fe, y
no conoce ya a aquel ante el que arrodillarse es el gesto
adecuado, es más, interiormente necesario. Quien aprende
a creer, aprende también a arrodillarse. Una fe o una
liturgia que no conociese el acto de arrodillarse estaría
enferma en un punto central.
- La
religiosidad popular es el humus sin el cual la liturgia no
puede desarrollarse. Desgraciadamente muchas veces fue
despreciada e incluso pisoteada por parte de algunos
sectores del Movimiento Litúrgico y con ocasión de la
reforma postconciliar. Y, sin embargo, hay que amarla, es
necesario purificarla y guiarla, acogiéndola siempre con
gran respeto, ya que es la manera con la que la fe es
acogida en el corazón del pueblo, aun cuando parezca extraña
o sorprendente. Es la raigambre segura e interior de
la fe. Allí donde se marchite, lo tienen fácil el
racionalismo y el sectarismo.
6] Pedro Pablo Bilbao: Castro, el papa y la fijeza
7] “Ser Cristiano En La Era Neopagana”: Joseph Cardinal Ratzinger; Ediciones Encuentro (Julio 3, 2006)
8] Emilio Ichikawa:
Benedicto XVI en La Habana: Verdad y verdades
9] Néstor Díaz de
Villegas: La Segunda Venida
10] “Los Años de
Ratisbona” – Extracto del libro “Mi Vida”, autobiografía de
Joseph Ratzinger [1917-1977]
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