Al que no quiere caldo, dos papas, que se agregan al ajiaco histórico de vivencia y supervivencia del castrismo: 11 inquilinos de la Casa Blanca, el embargo y la inversión multimillonaria de fondos federales para la transición en Cuba, una invasión por Girón y no se sabe cuántos atentados e incursiones por mar y aire, una guerra civil en el Escambray y un alborto en el Malecón, la desunión post-soviética y el propio desbarajuste económico cubiche, las asambleas para promover la sociedad civil dentro y la resistencia desde fuera, Radio y TV Martí e Internet, el proyecto Varela y cuatro elecciones directas de diputados a la Asamblea Nacional…
Así como James Rubin, vocero del Departamento de Estado, largó enseguida que «nuestro punto de vista sobre el embargo no ha cambiado» porque Juan Pablo II haya pedido y agregó: «Esperamos que el gobierno de Fidel Castro haga caso» a los llamados del mismo papa a respetar los derechos humanos y los fundamentos de la libertad, cada cual arrimó la brasa papal a su sardina mundana antes, durante y después de la visita (1998) de Karol Józef Wojtyła (1920 – 2005) a la Isla de Cuba pintoresca.
Antes de que Juan Pablo II aterrizara en La Habana, 29 organizaciones del exilio y 16 de la oposición interna firmaron el «Acuerdo por la Democracia en Cuba», que el Diario las Américas calificó entonces de «trascendental» sin que hasta el momento haya trascendido para nada. Desde Guatemala, Carlos Alberto Montaner predijo en aquel entonces que «Cuba ya no será la misma tras la visita», pero se abstuvo de dar detalles, porque ya sabemos cuán difícil es atinar en las predicciones, sobre todo si se refieren al futuro de la Isla. A este último respecto, nada mejor que la nota de El Nuevo Herald sobre el rezo de Benedicto XVI en el santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre: lo «dejó en manos de la madre de Dios», ergo: al garete entre los recurrentes Escila y Caribdis de siempre: «El embargo más importante es el que ha impuesto el régimen de Fidel Castro sobre el pueblo cubano», puntualizó en aquella misma ocasión Francisco Hernández, líder de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA).
Desde luego que hubo hasta farandulería con el encuentro entre el Bien y el Mal (apud radio de Miami) en 1998. El coordinador de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado, Michael Ranneberger, dijo que la dinámica entre Castro y Juan Pablo II había sido «fascinante». Reuters citó a un diplomático latinoamericano acreditado en La Habana: «Es como la virginidad: una vez que la pierdes, no puedes recuperarla». Sólo que los cubanos venían de votar abrumadoramente a favor del castrismo (enero 11, 1998) y nada más que Juan Pablo II levantó el vuelo, fueron en masa a la marcha de las antorchas convocada por la Ujotacé. Tras espantar el vuelo Benedicto XVI y su séquito, la gente irá a lo que se monte por otro aniversario de la propia UJC o de Girón. Y nadie se llame a engaño: a la tercera, tampoco será la vencida.
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