jueves, marzo 29, 2012

Benedicto XVI en Cuba - Reacciones kubishes

Editorial de Diario de Cuba/ Una responsabilidad traicionada
La Iglesia Católica calla ante la represión y evita todo contacto con opositores.
Benedicto XVI y la Iglesia Católica de Cuba acaban de protagonizar, como aliados del régimen de La Habana, una farsa que privó a centenares de católicos del encuentro con su líder espiritual, en tanto obligó a miles de personas, ajenas a esa fe, a participar en las celebraciones.
La Iglesia local mantuvo silencio ante la represión creciente de las últimas semanas, y el Papa no encontró un minuto para recibir a católicos disidentes, si bien reservó más de media hora de su agenda para dialogar con el excomulgado Fidel Castro y su familia.
No se trata, por supuesto, de evitar al diálogo y las buenas maneras diplomáticas entre jefes de Estado, aunque uno de ellos sea un dictador. Pero Benedicto XVI se encontraba de visita en la única dictadura del hemisferio occidental, lo cual debió exigirle al menos algún gesto hacia los demócratas de la oposición.
Queda claro después de esta visita que quienes lideran la Iglesia están dispuestos a servidumbres varias con tal de ganar terreno. El catolicismo, según lo interpretan ellos, parece básicamente interesado en los asuntos de la Iglesia y conlleva una peligrosa tendencia al concordato, no importa cuánta democracia haya que echar de menos.
Era sabido que la Iglesia no iba a traer la solución de los problemas del país. El paso de un Papa no iba a hacer cambiar aquello que toca a los cubanos conseguir que cambie. Aunque tampoco eran de esperar los silencios y negativas mantenidos durante estos días por Benedicto XVI, el cardenal Ortega y sus obispos. Porque entre las responsabilidades de la Iglesia Católica con su pueblo ha de estar el auxilio en la búsqueda de soluciones que contemplen a todos los cubanos.
La visita que acaba de concluir ha servido para traicionar esa responsabilidad por todo lo alto.
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Neo Club Press Armando Añel: Tras la visita del Papa a Cuba 

A cambio de que el régimen de Raúl Castro decrete día festivo el Viernes Santo --más un etcétera ambiguo y desconocido-- el Papa ha ignorado olímpicamente a la disidencia cubana durante su visita a la Isla, sobre todo a las Damas de Blanco, detalle no menor por su alto simbolismo. Así, la estancia de Joseph Ratzinger genera, como ya habían advertido varios analistas, más ventajas para la Iglesia de Ortega y Alamino, más desventajas para el pueblo de Cuba.

Un día festivo por toda una eternidad de opresión, arrogancia y miseria espiritual: La que representa para los cubanos independientes 53 años de totalitarismo. Y los que faltan, visto lo visto.

Cierto que Benedicto XVI ha deslizado, aquí y allá, algunas frases de aliento, en clave aperturista. Sus alusiones a Félix Varela, a la libertad y a la verdad están en esa cuerda. Pero son palabras aisladas y se diluyen, o se diluirán, en el agua turbia de su reunión con Fidel Castro y su desprecio por la sociedad civil cubana (titulares como el del Diario de Navarra, “El Papa revoluciona Cuba con su mensaje de cambio”, revelan un profundo desconocimiento de la realidad insular, cuando no provocan risa). En este sentido, creo que la visita del pontífice constituye una legitimación de la dictadura e incluso le compra tiempo, como 14 años después está claro que se lo compró Juan Pablo II. Nunca fue más sobrevalorada una sentencia como aquella de que “Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”.

“Cuba y el mundo necesitan cambios”. Sí, bueno, ¿pero qué más? Hasta las paredes necesitan que les cambien de vez en cuando la pintura.

A continuación algunas reacciones en torno al tema, que pueden contribuir a una evaluación más precisa de la visita papal:

“La visita del Papa junta y divide al mismo tiempo. Roma y la Iglesia quieren, en primer lugar, divulgar la fe y predicar el cristianismo. Desean ampliar el número de fieles, hoy sustancialmente empequeñecido por la enorme masa de cubanos refugiados en diversas creencias africanas: santeros, paleros, abakuás y otras sectas. Ansían, también, que los dejen enseñar y formar ciudadanos, y que les permitan tener órganos de comunicación para participar en el debate social. Hasta ahora no hay el menor síntoma de que los van a autorizar, pero, mientras tanto, escriben con buena letra para ver si lo logran”. Carlos Alberto Montaner

“El beso con lengua de Benedicto XVI con los Castro sólo confirma que la Iglesia Católica no trabaja para el establecimiento de un orden de libertades para los cubanos, sus propósitos no son otros que los de afianzar su poder bajo el palio de las FAR y la dinastía que ocupa ilegalmente el trono en esa Isla. De hecho, pedirle al Papa que trabaje para la democracia es absurdo, dado que el Vaticano no es más que una monarquía absoluta, un Estado no democrático”.  Joan Antoni Guerrero Vall

"A la vez que Cuba desea una transición, el Papa y la Iglesia quieren que sea digna del ser humano, digna del cubano (...) Salir de un materialismo ideológico para caer luego en un materialismo fáctico no será tampoco digno del hombre (…) La Iglesia desea un aterrizaje suave, pero un aterrizaje que abra un futuro de esperanza”. Thomas Wenski, Arzobispo de Miami

“Dar imagen de armonía entre la sociedad y la Iglesia con el régimen, lejos de contribuir a la justicia y la paz está alimentando la simulación y el miedo de muchos y también la arrogancia y la impunidad del gobierno para reprimir, algo que traerá más dolor y opresión para el pueblo de Cuba. Todos somos responsables y todos estamos a tiempo: el gobierno que reprime, el pueblo que teme y calla y la Iglesia que es parte del pueblo y también calla”. Oswaldo Payá
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Emilio Ichikawa/  BENEDICTO XVI en La Habana: Verdad y verdades

El tema “Verdad y verdades”, como casi todos los temas, tiene sabor antiguo. Y como casi todo también, cobra interés en la medida en que se hace historia; es decir: en que el tema en cuestión envejece, muere y actualiza.
Hoy Benedicto XVI habló de “Verdad y verdades” en la Plaza de la Revolución de La Habana. La misma Plaza donde se ha dicho tanta Verdad en grande, tanta verdad absoluta; paradójicamente refrendada en el derecho a existir como verdad relativa en el panorama de otra verdad mayor.
La verdad absoluta de la revolución cubana es la voluntad de sobrevivir como verdad alternativa, singular, “soberana”, en la absoluta verdad del capitalismo global. De ahí que algunos de los temas de Benedicto XVI piquen en lo filosófico a las autoridades cubanas, pero les sean a la vez muy cómodos en lo político. Como para concederle al visitante: No estoy de acuerdo con usted, pero usted tiene toda la razón. Tal vez eso le susurró Raúl Castro a Benedicto XVI, al subir a saludarle tras la homilía.
El tema de la Verdad con mayúscula y la crítica al relativismo moral y cultural de las muchas verdades, ya fue llevado al Aula Magna de la Universidad de La Habana por la avanzadilla filosófica encabezada por el Cardenal Bertone. Fue pasada por alto por los intelectuales “relativistas” de la revolución, quizás porque el asunto es demasiado sofisticado para convertirse en un tema de interés mediático, que es lo que realmente les interesa. Mas no se le pasó a Fidel Castro quien hoy mismo le puso un pero en su reciente REFLEXION, cuando dejó caer la lista de que todos aquellos que, en posesión de verdades relativas, podrían ocuparse legítimamente de temas absolutos: “… marxistas y cristianos, católicos o no; musulmanes, chiitas o sunitas; libre pensadores, materialistas dialécticos y personas pensantes”, en general.
Con este sencillo pase de lista, Fidel Castro puso estacas en los linderos: No solo se trata que, por ejemplo, la verdad relativa de un libre pensador o un materialista dialéctico tenga un valor absoluto; sino además que la verdad absoluta de un cristiano católico, incluso si es el sucesor de Pedro, tiene un valor relativo.
El Papa Benedicto XVI hizo un regalo de lujo a los cubanos cuando ya en el campo de la filosofía moral, tras señalar que el relativismo suele conducir al escepticismo, y este a la indiferencia (apatheia) y frialdad de corazón, que es la conclusión más trillada, agregó que también esa pluralidad de verdades, por la negligencia que implica en el trato de las verdades del otro y la exaltación de la verdad propia, puede llevar al fanatismo y al odio ardiente. En lugar de a aquel enfriamiento; ciertamente no bueno, pero tampoco agresivo.
Lo que dijo Benedicto XVI fue que el relativismo de las muchas verdades puede conducir al escepticismo apático, pero igual al dogmatismo activo.
Durante la homilía de hoy sentí que en época de predominio en Cuba de una personalidad del carisma e intensidad política de Fidel Castro, ajustado al estereotipo clásico de Secretario General de un Partido Comunista en el poder, algunas frases de Benedicto XVI encaminadas a restar valor a la efímera autoridad terrera pudieran haber sido altamente subversivas. Pero ya no sonaban igualmente desafiantes en época de Raúl Castro, un Secretario General que se entiende a sí mismo en un rol de más bajo perfil.
En época de Fidel Castro, probablemente en el propio 1998 cuando visitó la isla el beato Juan Pablo II, frases de Benedicto XVI dichas en la mañana de hoy en la Plaza de la Revolución como “Dios está por encima de nosotros”, “Jesús es el único que puede dar la verdad” o Cristo es el “Señor del cosmos y la historia”, hubieran estremecido el locus emblemático; conscientemente definido por el mismo Benedicto XVI como “emblemática Plaza”. Pero como decía, son otros tiempos.
El Papa Benedicto XVI hizo un guiño a la antigüedad cuando afirmó: “Cristo es la medida del Hombre”; frase que cualquier estudiante de filosofía puede poner a emular con el conocido postulado de Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas”. Es obvio que al mundo helénico no le está yendo muy bien en el Siglo XXI, y esto no se refiere solo a la economía.
Lo demás ya se sabe. Benedicto XVI abordó explícitamente temas que tienen que ver con la sociedad cubana actual y la comunidad católica en particular. El ejercicio de la tolerancia, el avance hacia una sociedad más abierta, la conquista de espacios en el sistema educativo nacional por parte de la institución eclesial, el magisterio del Padre Varela… Estos puntos de la agenda lo que necesitan es avanzar ya a la implementación práctica.
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Nestor Diaz de Villegas/ LaSegunda Venida
 
El general Raúl Castro habla desde el altar, y recuerda emocionado que Juan Pablo II "visitó nuestra patria hace catorce años". El criminal bloqueo, explicó el general, continúa en pie catorce años más tarde. 
No se le ocurre a Raúl Castro que también su hermano, pese a todas las profecías, continúa en pie catorce años después de la visita de Juan Pablo, y que él mismo sigue mandando catorce más catorce más catorce más catorce años más tarde. El pueblo escucha al general sin detenerse a sacar cuentas: fue adoctrinado y minuciosamente alfabetizado, entiende que la Virgen cumple 400 años, y que el señor del gorrito rojo debe andar por los noventa, pero su aritmética no alcanza a sumar los años de dictadura. El cubano de hoy suma en números orwellianos. Para él, 2 más 2 son 5.
Escuchando los cálculos de Raúl, el Papa Benedicto XVI debe haberse sentido orgulloso de lo bien que los jesuitas del Colegio Dolores prepararon a los hermanitos Castro. ¿No vino Benedicto XVI a festejar un milagro que ocurrió hace cuatro siglos, mientras que los cubanos esperaban uno para esa misma tarde? ¿No representa Benedicto XVI otro reino castrista destinado a durar por los siglos de los siglos, amén? ¿No es Benedicto el homólogo del general, un mensajero infalible de la Verdad revelada? ¿Y acaso no gobiernan los Papas desde un Palacio de la Revolución levantado sobre las ruinas de un batistato que se llama paganismo?
El general y el Papa comparten el altar con una Virgen que miró impertérrita cómo un millón de Juanes de todos los colores perecían en las aguas infectadas de tiburones del Estrecho de la Florida. Si alguna vez tuvo divinos poderes, debió ser en la maravillosa época colonial, cuando comandaba las aguas y aplacaba tormentas. A partir de 1959, sin embargo, o perdió la gracia o se nos ha virado. El destino de tres infelices pescadores, se convirtió en la desdicha de todo un pueblo. Toda Cuba zozobra, un ciclón bate sus costas desde hace medio siglo. El bote de los Tres Juanes es un yate de lujo comparado con los medios de flotación con que sus fieles se han presentado ante la Virgen. La maldita circunstancia del agua por todas partes —como dijo un hereje llamado Virgilio— ha llegado a ser la constante escatológica de la vida nacional.
Nuestras plegarias cayeron en el mar, nuestras lágrimas en la arena, o tal vez sea culpa de la superstición, la brujería y los trabajos sucios realizados en el nombre de Cachita. Quizás hemos provocado, con nuestra impiedad, la ira de la diosa. ¿Tendremos que castigarla y retirarle las ofrendas para que nos sea propicia? ¿Haremos penitencia? El cubano que celebra hoy sus bodas de zafiro con la dictadura, podría exclamar con el Cristo de Caná: "Mujer, ¿que tengo yo que ver contigo?". 
Ahora sabemos que los hermanos Castros son los representantes de la Compañía de Jesús en América. Como jesuitas han gobernado y como Jesus Freaks han conquistado a Latinoamérica para la fe. El castrismo devino una doctrina universal, un dogmatismo. Sus fieles acuden en peregrinación para besar la mano del Líder espiritual del sincretismo político caribeño.
Desde el principio de su carrera, Fidel Castro se presentó como Mesías, como redentor y como una especie de santón. Periódicos y revistas recogieron su imagen carismática y la difundieron, y el pueblo ignorante llegó a confundirlo con el Salvador. Ahora sabemos que absolvimos a Barrabás y que crucificamos al Mesías (que no era un hombre de carne y hueso, sino una gracia, un momento singular); que se trata menos de portentos políticos que de milagros socioeconómicos; que nos dejamos obnubilar por las barbas y los sermones; que desconfiamos de los terratenientes y los usureros y que expulsamos a los mercaderes del templo, solo para venir a pedir limosnas al Partido.
La misma caridad cristiana que nos embarcó en 1953, cuando un obispo intercedió por Fidel, pretende convertirse ahora, a los sesenta años de aquellos errores, en la alcahueta de nuestra redención. La misma Iglesia que hace cinco décadas afrontó todos los riesgos, la que dio el pecho a las balas, es hoy cómplice de la represión y represora de herejes dentro de sus propias filas. La Iglesia que recibe a Benedicto ha traicionado a los jóvenes que fueron al paredón con un “¡Viva Cristo Rey!” en los labios. La Iglesia Católica le ha dado la espalda a los creyentes que la rescataron del escarnio y a todos aquellos que, a costa de enormes sacrificios, le devolvieron su lugar en la sociedad. 
La tribuna en Oriente parecía más bien una escena de Monty Python en la Vida de Brian: un malentendido cósmico, un conciliábulo grotesco. En Santiago de Cuba un cimarrón salió de entre las filas de palestinos y, atravesando cordones policiales, llegó hasta el micrófono: "¡Abajo el comunismo!", gritó el inocente. Ese grito debió sonar a los oídos del mundo como "¡Abajo los albigenses!". El pobre ermitaño no se daba cuenta de que el comunismo había muerto durante la última visita del Papa. 
Enseguida los esbirros se le abalanzaron y lo neutralizaron. Un miembro de la Cruz Roja (la capacidad de ironizar de Jesucristo es infinita) se acercó al detenido y le propinó una salvaje trompada. El bofetón, retransmitido por una estación colombiana, ardió instantáneamente en la mejilla de cada cubano. El hombre con la Cruz Roja en el pecho procedió entonces a esgrimir la camilla como un mazo. Estaba dispuesto, por la tranquilidad del general y de Benedicto XVI, a caerle a camillazos al mismísimo Mesías si se le ponía delante. ¿Habrá que preguntarse de qué parte estaba Cristo en ese momento? ¿Habrá otra escena que simbolice mejor la segunda venida del Papa?

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