lunes, enero 16, 2012

La ac[k]ademia: ser y tiempo

 

En el sitio de Ichikawa
Arnaldo M. Fernández
Toda disciplina académica suele generar su gremio, esto es: la comunidad de practicantes con prerrogativa casi absoluta de conceder ingreso y promover o expulsar. La difusión del conocimiento teórico pasa por la «revisión de los pares» antes que por el tamiz de las salidas prácticas. De este modo el gremio preserva su autoridad para certificar conocimientos por la experiencia misma que el tinglado académico propicia en virtud de su propio diseño gremial. Fuera del gremio, nadie estaría calificado para valorar lo que se produce allá adentro y así, la función sistémico-estructural no sería tanto producir conocimientos, sino más bien reproducir el gremio que monopoliza la gestión del conocimiento y de sus productores.
Dentro del gremio, el académico más débil tiene ventaja decisiva frente a quien se engolfa en la misma disciplina desde fuera: aquí la reputación se gana ya sólo con trabajo propio, mientras que aquel académico tiene de antemano credibilidad por aparecer en el directorio telefónico de alguna institución. De ahí que la gente pague buen precio en dinero y tiempo para agarrar el solapín de acceso a tal o cual gremio. El Consejo Nacional de Investigación publicó A Data-Based Assessment of Research-Doctorate Programs in the United States (2010), que revela cómo la mitad de los doctorantes en algunas disciplinas humanísticas —v.g.: lengua y literatura inglesas—cuelga los guantes y sólo la mitad de quienes no lo hacen pasa a trabajar en su especialidad, que a menudo no da para otra cosa que profesor universitario. Así, la primera lección del doctorado en ciencias sociales o humanísticas consiste en que se trata de una lotería, incluso para lengua y literatura españolas, adonde vienen a coger mangos bajitos los inmigrantes hispanos que se gradúan en colegios estadounidenses.  Mas >>

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