Foto: Reuters
Deborah Castro Espín es la mayor de cuatro hermanos; nació el 17 de febrero y lleva en su ADN, como definición, lo mejor de la estulticia familiar.
Afincada en sus costumbres, y a su patrón familiar, siente espanto por los negros e ignora a los pobres. Ingeniera, estudió química aplicada a la alimentación humana. Por ella, y para ella, mandaron a construir un mini- instituto de alimentación que radica en Nuevo Vedado, en la avenida 26, tengo entendido que justo ahí, vio la luz ese bazofia alimenticia llamado “fricandel”.
Deborah es un desatino donde el tiempo se estanca, y corrige sus errores cometiendo otros peores. Para su padre, el General, el exilio es un banco abierto que al inyectarle ilusión, recibe abundante no$talgia. Y para su hija, los cubanos somos “vulgarra”, palabra que se logra al unir “vulgaridad” con “chatarra”.
Un gran trauma sufrido al sorprender a su padre infraganti, sabrá Dios en qué circunstancias, le enseñó hace mucho tiempo que la confianza tiene precio. Frívola, tonta y neurasténica, es símbolo del ocio y la caducidad. Su esposo, Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, la detesta y la aborrece; sus hijos, Vilmita y Raulito (el escolta en jefe), la irrespetan. Mas >>
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