yo estoy convencido que no es el sino yo. es asunto de como se asocian las neuronas para que prioricen un flujo informativo y obstaculicen otro.
el enemigo externo y la exclusividad del producto kubiche nuevamente subyacen en todo el recorrido. yo no entendia bien en su integralidad las intromisiones yumas en las politicas domesticas alrededor del mundo al margen de la vocacion imperial que nos incrustaron en el hipotalamo, pero empece a aproximarme mientras estudiaba la participacion canadiense en las mas recientes aventuras. a pesar de todo hay un concepto detras de los rough riders, los marines y los drones que no se agota con los reportajes de la cnn.
al margen, pero a proposito, cuando uno tiene la oportunidad de revisar al menos los textos fundamentales de escritores nativos sobre sus gestas nacionales [algo que tengo el privilegio de hacer desde mi comodo reposo y gracias al excelente servicio del sistema de bibliotecas de toronto], no se encuentra la exclusivad del alma nacional como gustan de exponer nuestros autores. creo que fue en aquel unico librito de galbraith [pero no estoy seguro ahora mismo] dedicado a la gerencia empresarial donde afirmaba que necesitabamos mas que politicos, administradores grises; esa gente con el tan poco comun sentido comun de definir los problemas y resolverlos con eficiencia y eficacia. creo que por ahi siempre ha andado mi antipatia a los lideres carismaticos, populistas, mesianicos, conductores de masas, elegidos con palomas o sin ellas. por eso nunca me simpatizo el mentiroso en jefe.
para un analfabeto en historia de cuba nunca interesado en los colores de los calzoncillos de maceo o en las nails de marti, la intervencion norteamericana ademas de liquidar la tragedia eterna, sento las bases de una sociedad moderna y de un sistema politico y creo una administracion publica [y sanitaria] . que despues los kubiches lo revolcaran todo en el choteo para parir al final a fidel castro, es otro asunto del cual no se puede exigir responsabilidad a nadie mas que a nosotros mismos.
Theodore Roosevelt and the Rough Riders atop San Juan Hill, 1898
Cubanálisis El Think-Tank/Diego Trinidad, PhD
Los cubanos se rebelaron contra España el 10 de octubre de 1868. Ese día comenzó la primera guerra de independencia cubana, la Guerra de los Diez Años. El levantamiento no ocurrió como estaba planeado. Carlos Manuel de Céspedes, uno de los líderes más jóvenes y menos influyentes del movimiento independentista, se adelantó a la fecha prevista por el líder principal, Francisco Vicente Aguilera, el hombre más rico de Cuba en 1867, y por el resto de los conspiradores.
Las razones de Céspedes para rebelarse el 10 de octubre son controversiales, pero Aguilera y los demás miembros del movimiento aceptaron su jefatura. Los rebeldes cubanos, sin experiencia militar casi, lograron tomar Yara y Bayamo brevemente, pero esos triunfos fueron efímeros. Eventualmente surgieron líderes militares más experimentados, notablemente dominicanos como Máximo Gómez, quien llegó a convertirse en general en jefe de los insurrectos. Otros, como Antonio Maceo, Ignacio Agramonte y Vicente García, hicieron grandes contribuciones durante esos largos años. Se creó un gobierno en armas y una constitución en Guáimaro. Céspedes fue el primer presidente. Poco tiempo después, se convirtió en ex presidente cuando fue depuesto por la Cámara de Representantes, en el primer golpe de estado de la naciente república de Cuba.
La Guerra de los Diez Años nunca logró extenderse a las provincias occidentales, las más ricas de Cuba, y esa fue la causa principal de su fracaso. Los cubanos pelearon valientemente y ganaron algunos importantes combates, principalmente en Oriente. Pero el regionalismo de muchos jefes, su negación a pelear fuera de sus territorios, la frecuente intromisión del gobierno en asuntos militares, la carencia de ayuda externa e imposibilidad de recaudar fondos en Cuba, y finalmente, el agotamiento después de diez años de lucha, prepararon las condiciones para lo que se conoce como la Paz del Zanjón, lograda por el general español Arsenio Martínez Campos en febrero de 1878.
No todos los cubanos aceptaron deponer las armas. En Baraguá, varios prominentes jefes, como Antonio Maceo y Vicente García, rehusaron rendirse y trataron de mantener las hostilidades. Pero con los independentistas divididos y sin mucho apoyo, ya que el pueblo también estaba agotado, la guerra terminó pocos meses después. España, con la excepción de la abolición de la esclavitud, que se promulgó en 1880, no cumplió ninguna de las promesas acordadas en el Zanjón, especialmente las de conceder más autonomismo a Cuba. El régimen colonial de opresión política y explotación económica en la isla continuó tal -o peor- que como estaba en 1868. La Guerra de los Diez Años fue en vano, excepto porque después de casi medio siglo, en comparación con el resto de las Américas, el movimiento independentista en Cuba al fin había comenzado para ya nunca terminar hasta conseguir la independencia.
Poco antes del final, un joven de 16 años fue condenado a cinco años de trabajo forzado y luego deportado a España por escribir una carta a un amigo criticando al régimen colonial español. Su nombre era José Martí. Desde ese momento, Martí dedicó su vida a la causa de la independencia de Cuba. No la vio antes de morir, pero nadie fue más responsable que él en lograr el comienzo de otra guerra, la final, la Guerra de Independencia, en 1895. Primero se trató de incorporar a los esfuerzos de Gómez y Maceo en New York en 1884, poco después de su llegada a Estados Unidos, para organizar otra insurrección en Cuba.
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