Cubanálisis El Think-Tank/ Antonio Arencibia
Los socialistas españoles y los Castro
A pesar de la lluvia de opiniones que apuntan a lo contrario, las relaciones de los socialistas españoles con los Castro no han tenido nada de armoniosas. Quizá prima en muchos exiliados cubanos un rechazo visceral al término socialismo, que se asocia a comunismo. No hago la apología a la social democracia, pero si revisamos su trayectoria en muchos países europeos, podemos constatar que siempre ha actuado en el marco del Estado de derecho y la economía de mercado.
Para medir sus profundas diferencias con el castrismo solo hay que recordar la cumbre Iberoamericana de La Habana de 1999, en la que Fidel Castro se burló públicamente de las recomendaciones del socialista Felipe González para que emprendiera reformas a favor de la democracia y los derechos humanos. El déspota barbudo ironizó que había escuchado las sugerencias con la paciencia de Job y la sonrisa de la Mona Lisa.
Otro choque ocurrió durante el segundo gobierno del PSOE, aunque Rodríguez Zapatero se había comprometido a luchar por eliminar la Posición Común acordada por la Unión Europea en 1996, cuando Aznar era presidente del gobierno. En un discurso en la ciudad de Cárdenas, Fidel Castro se lanzó contra Trinidad Jiménez, entonces Secretaria de Relaciones Internacionales del Partido Socialista Obrero Español, por pedir el cese de los “actos de repudio” contra el disidente socialdemócrata Manuel Cuesta Morúa.
Castro no la nombró pero dijo, -con su consabida arrogancia-, que era “una que se autotitula funcionaria de un partido que dice que es socialista o socialdemócrata” y continuó de forma amenazante: “no quiero mencionar nombres de partido, pero que sepan muy bien que estamos con ojo avizor y con una buena colección de datos en la mochila”.
Ya “retirado” Fidel Castro, en una de sus Reflexiones de marzo del 2009 lanzaba otro ataque al gobierno de Zapatero, cuando definió a España como “viejo imperio en muletas” al servicio de EE UU. El motivo de su ira fue que la agencia española de noticias había hablado de destitución cuando Raúl Castro orquestó la defenestración de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque. Para el “Enfermo en Jefe”, con ese despacho la EFE le hacía el juego al imperialismo. No se puede olvidar tampoco que el entonces canciller español Miguel Ángel Moratinos, le quiso quitar punta a los insultos de Castro, diciendo -ridículamente-, que el viejo dictador ya no ostentaba cargos en “el gobierno de Cuba”.
Pero la muerte en huelga de hambre de Orlando Zapata Tamayo produjo un viraje que desencadenó el repudio de los demócratas europeos y de todo el mundo, y condujo al aislamiento internacional del castrismo. Los socialistas españoles no podían dejar de pronunciarse, y hasta Rodríguez Zapatero aludió al crimen, aunque lo hizo de forma velada, cuando afirmó que “nadie tiene derecho a arrebatar la vida a otro ser humano”. También lamentó la muerte de Zapata, Manuel Chaves, entonces vicepresidente del Gobierno socialista, y criticó el “déficit de derechos humanos en Cuba”, tema que según dijo era preocupación permanente del Ejecutivo español.
Aquella muerte también repercutió en el Parlamento Europeo, donde se aprobó una condena a la dictadura castrista por 509 votos a favor, 30 en contra y 14 abstenciones, y que contó con el apoyo de los eurodiputados de casi todas las tendencias: socialistas, populares, liberales y parte de los verdes.
Ante aquella situación, el régimen quiso soltar vapor y a Moratinos le tocó jugar un papel importante en el acuerdo de España con Raúl Castro, -que contó con el visto bueno del Vaticano-, y fue presentado a la opinión pública como una mediación de la Iglesia cubana, en la persona del cardenal Ortega, para la liberación de los presos políticos. El proceso consistió en que los que aceptaran el destierro serían acogidos con sus familiares por el gobierno socialista español.
Las afrentas de los Castro a los socialistas, dentro y fuera del gobierno español, han continuado. Como el régimen no puede concebir una prensa libre, Fidel Castro acusó a la periodista y bloguera independiente Yoani Sánchez y otros jóvenes cubanos como ella de ser “enviados especiales para realizar labor de zapa y prensa neocolonial de la antigua metrópoli española que los premia”.
Como es lógico, la prensa oficial secundó de inmediato esa campaña, identificando al grupo español PRISA, propietario de El País, que había concedido a Yoani el premio de periodismo digital “Ortega y Gasset”, y lo calificó de promotor de acciones “contra la Revolución Cubana”.
En septiembre de este año continuó la ofensiva contra PRISA, cuando el Centro Internacional de Prensa (CPI), del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, retiró la acreditación al corresponsal de El País y de la cadena radial SER, Mauricio Vicent.
Este periodista, que llevaba 20 años cubriendo la información noticiosa en la isla, fue suspendido por haber “faltado a la ética periodística” y no haberse ajustado en sus despachos a la objetividad. Según informa el propio diario español, funcionarios del Centro argumentaron que desde hace tiempo el periodista Vicent ofrece “una imagen parcial y negativa” de la realidad cubana, hasta el punto, “de influir en la línea editorial del periódico”. Tanto la última la Ministra de Exteriores socialista del gobierno de Zapatero, como el embajador español en Cuba, Manuel Cacho, expresaron ante la cancillería castrista su desacuerdo con la medida.
Mas >
No hay comentarios:
Publicar un comentario