Cubanalisis
Diego Trinidad
Los primeros barcos cargueros (de un total de 85) comenzaron a zarpar para Cuba a mediados de julio desde el Mar Negro. Y para asegurar más el secreto de la operación, Khrushchev le ordenó al agente de la GRU y nuevo confidente de Robert Kennedy, que buscara una reunión con Robert, la cual se celebró en la Casa Blanca el 31 de mayo, pues el Presidente decidió participar.
Bolshakov le pidió al Presidente, como un “favor” a Khrushchev y para eliminar “provocaciones”, suspender los vuelos de reconocimiento sobre el Caribe y los barcos rusos en rumbo a Cuba. Kennedy accedió, aunque los vuelos no fueron suspendidos del todo. Kennedy a su vez le pidió a Khrushchev, por mediación del “canal secundario” favorito de los hermanos, que pusiera la cuestión de Berlín “en el hielo” por el momento, lo cual era parte del plan de Khrushchev de todos modos.[1].
Pero en agosto todo cambió. Primero, comenzaron a llegar rumores a EEUU de “tubos largos” moviéndose sigilosamente en la noche por las carreteras de Cuba. Estos rumores provenían de exiliados cubanos recién llegados a Miami y entrevistados en el aeropuerto de Opa Locka por la CIA, aunque también de otras fuentes como agentes de gobiernos aliados. Mas la CIA no le daba mucho crédito a los “inventos” o exageraciones de los cubanos que llegaban diariamente a EEUU. Los nuevos exiliados también reportaban la llegada de más y más tropas rusas (a pesar de que llegaban vestidos de civiles).
Sin embargo, a los reportes de los pocos aviones que seguían volando sobre los barcos rusos en camino a Cuba sí había que creerlos, sobre todo cuando confirmaban la presencia de largos cilindros tapados por lonas en las cubiertas de muchos cargueros. Muy pronto, los analistas fotográficos del Centro Nacional de Interpretación Fotográfica (NPIC) de la CIA confirmaron que los cilindros muy probablemente eran SAMs. Y la CIA comenzó a presionar al gobierno de que era necesario reanudar los vuelos de aviones U-2 sobre Cuba para tener una idea más clara de lo que en realidad estaba ocurriendo.
Pero una vez más, Dean Rusk se opuso a vuelos de U-2 sobre Cuba por temor a provocar un incidente internacional en caso de que fueran descubiertos, y Rusk contaba con el apoyo del asesor de seguridad nacional McGeorge Bundy esta vez. Ahora la política doméstica intervino, pues los reportes de cubanos recién llegados encontraron acogida en algunos políticos republicanos que estaban involucrados en reñidas campañas en las elecciones congresionales de noviembre, notablemente los senadores Homer Capehart de Indiana y Kenneth Keating de New York. Los dos senadores comenzaron a denunciar al gobierno por permitir la aumentada presencia de soldados y armamentos rusos en Cuba. Kennedy y sus ayudantes lo negaban, pero las acusaciones continuaban y las encuestas reflejaban que las duras críticas republicanas estaban surtiendo efecto en los votantes. De manera que después de muchas deliberaciones, un vuelo de U-2 sobre Cuba fue autorizado para el 29 de agosto, el mismo día en que Keating por primera vez denunció la presencia de cohetes en Cuba.
Minutos después que las fotos de este vuelo fueron reveladas, los analistas fotográficos de NPIC descubrieron ocho sitios bajo construcción de emplazamientos de SAMs.[2] La sensación causada por los descubrimientos del vuelo del 29 de agosto además levantaron la sospecha de John McCone, director de la CIA, quien correctamente dedujo que la presencia de SAMs en Cuba era precursora de la introducción de cohetes estratégicos.[3]
Pero antes de que los cohetes estratégicos fueran eventualmente descubiertos por los próximos vuelos de U-2 autorizados, una verdadera batalla campal fue librada por parte de Rusk y Bundy principalmente, opuestos a la autorización de más vuelos de U-2, por temor de que las misiones fueran descubiertas, o peor, que un U-2 fuera derribado, y analistas de la CIA, incluyendo su director, McCone. Memorias de Girón volvieron con las consideraciones políticas prevaleciendo sobre las de seguridad nacional, ahora increíblemente después de descubrir SAMs en Cuba.
Mas la política doméstica también seguía interviniendo, con otro discurso del senador Keating el 31 de agosto denunciando, con todo lujo de detalles, torpederos rusos en Cuba, desembarco de tropas adicionales, vehículos anfibios, tanques de guerra y múltiples convoyes de camiones cerrados conteniendo posibles cohetes dentro, por la configuración de los camiones. Mucho de esto fue luego confirmado por los próximos vuelos autorizados. Los torpederos, por ejemplo, eran lanchas lanzadoras de misiles cruceros conocidas como KOMAR, y tres bases adicionales de SAMs fueron detectadas en los lugares denunciados por Keating, sugiriendo que su información provenía de fuentes confiables.[4] Pero el Secretario de Prensa de Kennedy, Pierre Salinger, continuaba negándolo todo, y el embajador ruso Anatoly Dobrynin igualmente aseguraba al gobierno americano que la URSS nunca introduciría armamentos “ofensivos” en Cuba. Aún así, un nuevo vuelo de U-2 fue autorizado para el 5 de septiembre, sobre áreas de Cuba no cubiertas en el vuelo del 29 de agosto. Tres nuevos sitios de SAMs fueron detectados, más cinco MiGs 21, los más modernos de la URSS, que podían alcanzar hasta 70.000 pies de altura, poniendo en peligro a los U-2 que volaban a esa altura.[5]
Una reunión urgente fue citada en la Casa Blanca el 7 de septiembre, cuando Kennedy fue informado en detalle de los descubrimientos de los vuelos del 29 de agosto y del 5 de septiembre. La mayor preocupación mostrada por Kennedy era sobre si los SAMs encontrados podían ser considerados armamentos “ofensivos’, puesto que esto era lo que había prometido al pueblo americano no permitir en Cuba, y también era lo que la URSS había declarado que nunca haría. El Presidente no quedó satisfecho sobre la cuestión y ordenó terminantemente que nada sobre los descubrimientos de los vuelos fuera revelado, especialmente a los medios informativos, amenazando al general Carter y a Ray Price, sub-director de inteligencia de la CIA, con despedirlos “si leo algo sobre esto mañana en el Washington Post”.[6] Bundy reportó más tarde que “El Presidente le dijo al general Carter que esta información no debía ser incluida en publicaciones de inteligencia pendiente a más exacta determinación y ordenó que ningún reporte sobre armamentos que pudieran ser ofensivos fueran publicados sin su aprobación”.[7]
Anadyr sufrió modificaciones desde casi el principio, cuando los planeados submarinos nucleares no estuvieron listos para la operación. Una vez más, los esperados adelantos tecnológicos no se materializaban, y en el caso de los submarinos nucleares la situación había sido eminentemente peligrosa, pues primero, en una prueba para lanzar cohetes nucleares, el prototipo Proyecto 658, K-19, el primer submarino nuclear ruso, después de varios intentos fallidos de lanzar un cohete, cuando por fin se logró, el cohete cambió de rumbo en el aire y se autodestruyó, sin siquiera alcanzar la mitad de la trayectoria. Peor, regresando por el Atlántico norte a su base en la URSS, el reactor atómico se sobrecalentó y los 128 marinos de su tripulación malamente escaparon con vida al tener que ser rescatados, aunque todos estuvieron expuestos a cierto grado de radiación y algunos murieron tiempo después.[8]
De la misma manera, los barcos de guerra rusos necesarios para proteger a los cargueros con sus cohetes, cabezas nucleares y demás componentes de Anadyr, simplemente no existían, gracias a una decisión tomada años antes por Khrushchev. Poco después de asumir sus funciones de jefe supremo de la URSS en 1955, debido a un accidente en el Mar Negro que explotó y hundió el gigantesco barco de guerra Novorossysk, con la pérdida de toda la tripulación de 608 marinos rusos, un enfurecido Khrushchev paró en seco la expansión de la marina rusa ordenada por Stalin en los años 50, y nombró a un héroe de la Guerra Patria (como llamaban los rusos a la Segunda Guerra Mundial), el almirante Gorshkov, nuevo jefe de la marina. Al final de 1957, 350 barcos de guerra habían sido retirados y la construcción de submarinos de petróleo también había sido reducida en favor de submarinos nucleares. Cuando Khrushchev necesitó barcos para escoltar y proteger a los cargueros en ruta a Cuba, no había ninguno disponible. Khrushchev airadamente increpó a Gorshkov: “¿Cómo es posible que no haya barcos?” Gorshkov contestó: “Pero señor, usted ordenó que se destruyeran”. A lo que Khrushchev increíblemente replicó, “¡Yo no ordené tal cosa!” [9] Así era Khrushchev.
Así que sólo se pudieron mandar cuatro submarinos petroleros para “proteger” a la gigantesca armada en camino a Cuba en el verano de 1962. Pero con una peculiaridad desconocida hasta hace muy poco: cada uno contaba con un torpedo con cabeza nuclear, el cual podía destruir una flotilla entera de Grupo de Portaviones americano, un área enorme en la superficie del Mar Caribe, y un seguro inicio de una guerra nuclear general si se producía tal ataque submarino. Además, y otra vez increíblemente ¡los cuatro comandantes de los submarinos petroleros clase Foxtrot que iban hacia Cuba estaban autorizados a usar los torpedos nucleares! Así fue la orden del almirante Gorshkov al almirante Rybalko, jefe de la Operación Kama, la porción maritima de Anadyr: “Usted usará estas armas [los torpedos atómicos] si las fuerzas americanas atacan a sus submarinos… o si recibe órdenes de Moscú de hacerlo”.[10] Y todo esto cuando esos torpedos nucleares sólo habían sido probados DOS veces, ambas veces explotando antes de tiempo y antes de alcanzar sus objetivos.
La operación Anadyr fue descubierta cuando los vuelos de U-2 fueron finalmente re-autorizados por Kennedy a finales de septiembre, aunque por la nubosidad sobre Cuba, hasta el 14 de octubre no se pudo realizar el que descubrió los cohetes. Dos días después Kennedy fue informado de la evidencia y se le mostraron las fotos por el director de NPIC, Arthur Lundahl.
Inmediatamente, un mecanismo para lidiar con la Crisis fue confeccionado por la Casa Blanca, denominado ExComm (indicando Comité Ejecutivo de la Agencia Nacional de Seguridad). Y comenzaron las deliberaciones sobre qué hacer al respecto, después de todas las seguridades a Kennedy de que esto nunca sucedería, desde su asesor de seguridad Bundy, pasando por el director de la Oficina Nacional de Estimados, Sherman Kent (“creemos que el aumento de la capacidad militar rusa en Cuba comenzada en julio no refleja una política rusa radicalmente nueva hacia Cuba”)[11] y, por supuesto, terminando por los rusos, quienes negaron la presencia de cohetes aún después de haber sido descubiertos. Todavía el 18 de octubre, cuando Kennedy malamente se pudo contener de mostrar las fotos que guardaba en su buró, en una reunión con Gromyko en la Casa Blanca, el ministro ruso una vez más le dio al Presidente las mayores seguridades de que las armas y “asesores” rusos en Cuba eran estrictamente para proteger a Cuba.
El ExComm se reunió por primera vez el 16 de octubre. En esa primera reunión estaban presentes, además del presidente y su hermano Robert, por el Departamento de Estado, el Secretario Dean Rusk, los Sub-secretarios Charles Bohlen y George Ball, el Secretario de Estado Asistente para Latinoamérica Edwin Martin, y el asistente presidencial y Embajador at large Llewellyn Thompson. Por el Departamento de Defensa, el Secretario Robert McNamara y sus asistentes Roswell Gilpatric y Paul Nitze. Por la CIA, como el Director McCone estaba fuera del país, estaban el Sub-Director Marshall Carter y el Director de NPIC Arthur Lundahl. El Secretario del Tesoro Douglas Dillon (por ser republicano principalmente), el Asesor de Seguridad presidencial McGeorge Bundy, el ayudante de Kennedy y principal escritor de sus discursos Ted Sorensen, y el General Maxwell Taylor, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas americanas redondeaban el grupo inicial del ExComm esa primera mañana.
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