viernes, agosto 05, 2011

Anticastrismo: entre alarde y ambigüedad/ Arnaldo M. Fernández

Enviado por ei en agosto 4, 2011 – 23:18 pm
 
Arnaldo M. Fernández
Así en la paz como en la guerra, la oposición a Castro viene adoleciendo de hechos y dichos nada resueltos —medias tintas— que gente interesada se encarga de exagerar en alcance o significación —recargar las tintas— para guardar apariencias o pasar el tiempo. Lo peor del último grito de la moda disidente: trazar El camino del pueblo con regla de «cambios en las leyes» [por generación espontánea] y compás de «comisión nacional» [que incluye «miembros del gobierno»], no estriba en alucinarse con desmontar el Estado castrista mediante papeleo, sino en que:
Y así por el estilo. Se está cometiendo el mismo error de la CIA al planear la invasión por Bahía de Cochinos (1961) sobre la premisa alardosa de que animaría al pueblo y hasta a los militares a virarse contra Castro. El cuento de que la transición a la democracia en Cuba es inevitable presupone que el tiempo está a favor del bando anticastrista y así hemos llegado a que nadie responde por el saldo de décadas y más décadas de disidencia interna y ayuda desde el exilio: nada.
  • Payá corrió la suerte de Chacumbele: Castro ni prestó atención a su petición de divulgar El camino del pueblo. Así que —como se sabía de antemano— el gobierno castrista jamás se engolfará en los cambios de leyes propuestos. El documento se cierra desde ya sobre sí mismo como oxímoron: cadáver político nasciturus.
  • Antes que pedir peras mediáticas al olmo totalitario Payá tendría que responder por su petición seminal: el Proyecto Varela, que avaló con dos tandas de más de 10 mil firmas cada una. Payá no ha dicho en qué paró la cosa: si el proyecto quedó engavetado sin respuesta en la Asamblea Nacional (AN), como dicen sus epígonos, o si alguna comisión de la AN dio respuesta y los promotores se negaron a recibirla, como dice Castro, o si ocurrió algo distinto. Sobre todo Payá tiene que aclarar si explicó a los firmantes que el Proyecto Varela no llegaría a ninguna parte —como advirtió René Gómez Manzano— porque tan sólo con la firma no se acreditaba la condición de elector de la forma exigida por la ley.
  • Cuesta Morúa tendría que responder por su ademán de buscar con otros Cien mil firmas por la propiedad, que supuso subir la parada al Proyecto Varela, porque las propuestas dirigidas a la gente no se hacen para brincar de unas para otras.
  • Fariñas no puede sostener que El camino del pueblo busca la unidad de la oposición si al menos Oscar Elías Biscet no aceptó de entrada. No se busca unidad lanzando tal o cual manifiesto para procurar adhesiones, sino que primero se forja  la unidad política para luego expresarla en determinado documento.
  • Tras el «terremoto» —como acuñó Francisco Chaviano para referirse a la riña solariega con Héctor Palacios y Martha Bonachea— en la Agencia para la Transición Cubana (ATC), que se volvió recurrente a la salida de la Oficina de Interes (septiembre 8, 2010) con René Gómez Manzano y Pérez Chaviano cayéndose a trompadas, mientras Félix Bonne se alejaba con pasito de yo no fui-yo no sé, Fariñas confió (noviembre 11, 2010) a Chaviano que «René va a disolver la Agenda para solucionar el conflicto, luego se creará una alianza de los principales líderes, para el análisis e intercambio de opiniones, unas 30 personas entre las cuales Bonachea no clasifica».
  • El camino del pueblo es tinglado documental del reacomodo de —en vez de unas 30— casi 50 disidentes tras otro pleito intestino. La disidencia no moviliza a la gente y se estanca en la incertidumbre que definió Martha Beatriz Roque: «¿cómo lo logra, si apenas tiene recursos para mantenerse?».
Por Washington andan $20 millones en fondos federales para programas de ayuda a la transición democrática en Cuba. Los fondos en sí se justifican. Al menos desde que Maquiavelo largó sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio (1512-17) es sabido que «cuando ciertos partidos en un Estado llaman en su favor a fuerzas del exterior, es por causa de la constitución estatal defectuosa, que no deja más recursos que los ilegítimos para expresar el disgusto o la animosidad de los ciudadanos contra el gobierno». El quid es lisa y llanamente la eficacia de las inversiones, porque hoy está suciendo lo mismo que, mutatis mutandi, con los envíos de la CIA a las guerrillas anticastristas del Escambray: o no llegaban o caían en manos de Castro o no surtían efecto significativo.
Desengañémonos: no hay forma de acabar con el castrismo dentro de la Isla, salvo dejarlo que se venga abajo por sí solo. Entretanto Castro no solo ha lanzado con éxito tres invasiones demográficas contra los Estados Unidos: Camarioca (1965) y Vuelos de la Libertad (1965-73), Mariel (1980) y Balseros por «medios propios» (1994), sino que prosigue la colonización del sur de la Florida en la doble modalidad de extracción de capital (con la industria de viajes y llamadas por teléfonos, remesas y paquetes) y enclave (con las 20 mil visas anuales y la cuarta invasión demográfica en sordina y a cuentagotas). Aquí todavía puede darse contracandela efectiva: para empezar, denunciar los acuerdos migratorios, abrogar el ajuste cubano y desmontar los negocios que se sirven de esto.
-IMAGEN: “Curva del alarde”: Alen Lauzán

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