Dihigo jugó donde le dio la gana y apoyo la abolición del profesionalismo.
Por Andrés Pascual
[Cortesia del autor]
Periodismo es problema, el que no lo quiera entender, tiene que dejar la profesión, o meditar sobre su decisión a “entrar” a ese mundo…
Hay normas clásicas inviolables como “lo objetivo” y hay imposiciones de los dueños, sean The Miami Herald, el Nuevo Herald, The New York Times o el Granma para menos de 100,000 lectores de la Cuba castrocomunista.
El periodismo liberal americano maneja a su favor la condescendencia, que no es más que contentar, con posiciones de factura comprometida y cobarde, muy ajenas a su verdadera esencia, a un importante sector de “iguales”.
Muchos fanáticos cubanos de boxeo de factura castrista no simpatizarán con usted nunca si no les dice, abierta o sugeridamente, que Gamboa es mejor que Manny Pacquiao (o que a los grandes estrellas del pasado pugílistico nacional, a las que ni conoce ni le interesa conocer); o que los trainers de hoy son superiores a los que hicieron a aquellas maravillas de antaño, reconocidas y respetadas en todos los países de Occidente. Son gente que les arrancaron involuntariamente su pasado; pero no tienen como compromiso personal rescatarlo como parte de la recuperación de su propia identidad.
Lo que les interesa es que “el boxeo cubano de hoy es superior al de ayer” y, allá va, como patada de ahogado, la cantaleta de las medallas que, a los ojos del profesionalismo, no tienen valor; porque, por ejemplo, un venezolano, un mejicano, un dominicano, un argentino…no sabe quién fue Samuel Belford, pero le podrá dar una cátedra sobre Jose Legrá.
El amateurismo, en el mundo libre y democrático, solo tiene valor como vitrina de sus facultades para un circuito de mucha más clase, de mucha más responsabilidad personal y dedicación y de verdadera fuente de vida con ingresos que solo se pueden calcular en la manera como se aplique el peleador.
Entonces, a muchos cubanos de estos tiempos hay que convencerlos de que son “paisanos” del cubano de ayer; pero hay que lograr que conozcan esa historia, que tengan una respuesta más realista cada vez que alguien, de otra nacionalidad, exprese que “lo de ustedes es en lo amateur”, dicho con desprecio y para lo que las medallas olímpicas no son suficiente como alternativa.
No, hay que saber, para poder ripostar, que Mantequilla Nápoles, de la misma provincia de Stevenson, no logró ser el primer triple campeón de la historia latinoamericana, porque un campeón boricua, Carlos Ortiz, y otro italiano, Sandro Lopopolo, no le dieron oportunidad por miedo al cubanomexicano; pero, a pesar de eso, nadie puede quitarle el # 3 en el escalafón de los welters del siglo pasado, según The Ring, ni de haber sido la primera cara hispana en ese magazine. Ni a los paisanos de Adolfo Horta, que Kid Gavilán y Luis Manuel Rodríguez, están bien posicionados en el histórico escalafón de las 147 1/2.
Muchos cubanos quieren que se escriba que Horta es superior a tres verdaderas maravillas del boxeo moderno a porque sí…Y eso no puede ser, porque no es verdad: Horta no fue como aquellos por muchas razones que no vale la pena comentar aquí.
¿Cuántos medios de información de Miami le brindan tiempo y espacio a la obligatoria reseña permanente de la gloriosa historia del beisbol y el boxeo cubano? En honor a la verdad, La Voz de Miami Beach, con Antonio Purriños y Melchor García; Libre, por mediación de Roberto Luque Escalona; Pepe “Chamby” Campos, en La Poderosa y el Diario las Américas, conmigo.
El empeño es en vano si no se lee o escucha con afán de conocer en vez de confrontar, que es el dilema que diferencia a muchos cubanos que se afectaron de un triunfalismo malsano, impropio e inaceptable, cuando de asuntos de Cuba se trate, de allá para acá.
El peor bochorno deportivo de la historia moderna americana, rezago del concepto esclavista que aplicaron los países del Pacto de Varsovia en su órbita, es la sostenida “barrera política” contra el atleta cubano del boxeo y el beisbol, que les impide ser dueños de la capacidad de “ser humano”, al impedirles jugar o actuar profesionalmente; es decir, de pensar y actuar con soberanía, por tal razón, es más criminal e injusta que la barrera racial contra jugadores negros del siglo pasado.
Los negros de ninguna nacionalidad podían jugar en Grandes Ligas, pero nadie les impedía asistir a cualquier país en donde les pagaran por su juego; de hecho, Satchel Paige ganaba más de 40,000 anuales y tenía su propio avión, tampoco se les privó de fundar el circuito sepia, organizado en 1920.
Muchos equipos de Ligas Negras utilizaban los estadios de Grandes Ligas, como el Homestead Gray el de los Senadores de Washington; los New York Cubans a Polo Grounds; o los Black Yanquis al Yanqui Estadio…vamos, que nadie puede comparar lo que se hace contra el pelotero cubano en Cuba con lo que ocurrió durante la barrera racial: ningún jugador negro americano fue preso porque se dirigió a Cuba a jugar con el Almendares o al revés ni se le declaraba “no persona” si se conocía el intento… Ni en sueños es la barrera racial del nivel de apartheid de la política que aplica la tiranía hasta con amenazas de no permitirles regresar nunca a Cuba por la decisión de ser libres y soberanos
A través de trasnochados e intragables editoriales de decisión de gobierno conocidas como “Reflexiones”, se plantea la vieja política segregacionista del comunismo, que aún sobrevive gracias al apoyo de medio mundo por circunstancias de compatibilidad ideológica; o, del otro medio, por intereses puramente oportunistas de índole antiamericana.
Yo he hecho campaña contra esa barrera en prensa, en radio…yo solicito que se escriba, que se le dirija una queja permanente a todos los organismos de prensa, radio y televisión de Miami y de fuera; a los conciertos políticos de los comelones del festín sostenido que tienen como plato de primera, de valor incalculable, a la República de Cuba.
Si el mundo apoya a Castro y vira la cabeza hacia el otro lado cada vez que escucha la frase, “libertad para Cuba”, que incluye al beisbol y al boxeo, que la demanda popular no les permita dormir como socios en ese asqueroso contubernio criminal. A ninguno.
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