En medio de duros debates en el Congreso norteamericano por restablecer la exploración petrolera en territorio de Estados Unidos, surgen claros indicios de que el llamado “Big Oil”, es decir las Grandes Petroleras, siguen muy interesadas en participar en la prospección y explotación de hidrocarburos en la Zona Económica Exclusiva de Cuba (ZEE) en el Golfo de México. Y, a esa carta, el neocastrismo está apostando fuerte.
Desde que el Servicio Geológico de Estados Unidos (U.S. Geological Survey) publicó en febrero del 2004 sus estimados de importantes yacimientos petrolíferos en el subsuelo marino del norte de Cuba, empezaron las maniobras de acercamiento a un acuerdo futuro, tanto por parte de esos grandes consorcios norteamericanos como por parte del régimen de La Habana.
Un primer paso importante en ese sentido ocurrió en febrero del 2006, (con Fidel Castro todavía en control absoluto), cuando se celebró en México una reunión entre 40 empresarios estadounidenses del sector, -entre los que se destacaban los representantes de las firmas ExxonMobil, Valero Energy y Caterpillar-, y altos funcionarios del gobierno castrista y de la corporación petrolera Cuba Petróleo (CUPET).
En aquel primer gran contacto público entre los interesados, lo que más trascendió fue la cancelación de la reunión tras presiones de la Casa Blanca sobre la empresa norteamericana Starwood Hotels & Resorts Worldwide Inc., para que la delegación de Cuba abandonase el hotel “María Isabel Sheraton”, de Ciudad México, propiedad de esa corporación hotelera.
Pero a pesar de que la administración republicana de George W. Bush se ganó el repudio de la opinión pública mexicana con esta aplicación de leyes extraterritoriales a su vecino del sur, no pudo ignorar dos elementos novedosos:
1) la asistencia entusiasta de importantes empresarios estadounidenses del sector, y
2) que el régimen les presentó la “carnada” de desear que los norteamericanos invirtieran en la ZEE cubana, como dijera a los participantes el entonces vice ministro de la Industria Básica de Cuba, quien les aclaró que la decisión final de cómo hacerlo dependía de ellos.
De aquella reunión trunca ha pasado un quinquenio, pero no han cambiado las intenciones, ni -posiblemente- hayan cesado los contactos entre las dos partes. Hoy, con la administración Obama y el retiro de Fidel Castro, el neocastrismo busca repetir la propuesta del 2006 en un clima mucho más propicio que entonces.
Pero a pesar del cambio de inquilino en la Casa Blanca hay un nuevo freno en Estados Unidos, consecuencia del mayor desastre ecológico de su historia: la explosión de la plataforma petrolera “Deepwater Horizon” de la British Petroleum y el derrame de casi cinco millones de barriles de petróleo crudo, con incalculables consecuencias naturales y económicas.
Como reacción lógica a aquella enorme afectación, la administración Obama no solo prohibió nuevas perforaciones petroleras en aguas profundas en el Golfo de México, sino que extendió la prohibición a la costa de Alaska, al santuario de fauna del Ártico, e incluso a la exploración de reservas de esquistos bituminosos en las Montañas Rocosas. Esta radical medida ambientalista del presidente demócrata repercutió en el proyecto de la empresa española Repsol de iniciar la perforación en la ZEE de Cuba a fines del 2011, ya que fue recibido con aprensión por la opinión pública de Estados Unidos debido a la cercanía de sus costas.
Por ello, y además por razones partidistas, distintos políticos y funcionarios norteamericanos se han opuesto a los planes de perforación en aguas profundas en la costa norte de Cuba planteando su preocupación por un posible nuevo derrame petrolero. Así, Vern Buchanan, representante federal por la Florida, ha presentado un proyecto de ley que negaría contratos a las compañías petroleras que perforen en aguas cubanas.
Por otra parte, tanto el senador floridano demócrata Bill Nelson, como la congresista republicana Ileana Ros-Lehtinen, actual presidenta del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara, han declarado que propondrán revocar las visas norteamericanas a los ejecutivos de esas compañías.
Además, tanto la congresista Ros-Lehtinen, como el nuevo representante federal David Rivera, se han dirigido al Contralmirante, William Baumgartner, jefe del 7o. Distrito de Guardacostas, (a cargo de la costa oriental de la Florida), solicitándole información de planes de contingencia de ese cuerpo por posibles derrames petroleros procedentes de aguas territoriales de Cuba. Según el periódico floridano Sun Sentinel, el representante Rivera declaró que “[y]a no se trata de si Cuba lo va a hacer o no, sino de cuando va a empezar a perforar en busca de petróleo”.
Puerto España, primera reunión autorizada
El gobierno de Raúl Castro se ha percatado de las preocupaciones ambientales de la población de Estados Unidos, incrementada por informes en la prensa de que la perforación en aguas cubanas se hará con plataformas petroleras de dudosa eficiencia, ya que no pueden contener más de un 10 porciento de tecnología norteamericana.
Por eso la contraofensiva “raulista” comenzó por lograr la participación de representantes y técnicos petroleros de su gobierno en la conferencia de Puerto España, (Trinidad Tobago), organizada por la International Association of Drilling Contractors (en inglés IADC, Asociación Internacional de Contratistas de Perforación), cuya sede está en Houston, Texas.
La importancia de la participación del régimen en ese evento fue mayor por cuanto no había sido invitado a la reunión sobre seguridad petrolera que se organizó en Washington en abril por la Secretaría del Interior de Estados Unidos. Para asistir ahora a la conferencia de la IADC, esa organización tuvo que solicitar un permiso especial al gobierno norteamericano.
El interés del “Big Oil” por ese contacto se evidencia en las declaraciones a la agencia Reuters de Lee Hunt, presidente de la IADC, en el sentido de que lograr la invitación “costó mucho dinero, muchos meses y muchas reuniones” (subrayado mío, AA).
Hunt señaló también que esta sería la primera vez que los directivos del proyecto cubano de perforación en aguas profundas explicarían cuales son los requisitos por los que se regirán las compañías que operarán en la zona económica de Cuba, ya que sobre ese tema, dijo, “hay mucha información incompleta”.
Siguiendo esa pauta, el 12 de mayo, en la reunión de Puerto España, el representante de la Oficina de Regulación Ambiental y Seguridad Nuclear de Cuba, informaba a los demás participantes de la garantía técnica en las perforaciones cubanas en aguas profundas, debido al estudio y puesta en práctica por los técnicos de su país de las medidas de seguridad que aplican el Reino Unido y Estados Unidos en la industria de hidrocarburos. No obstante, como Hunt y otros señalaron, en la reunión se puso de manifiesto que la mejor tecnología en caso de derrame petrolero es norteamericana y que en ese sentido el embargo es un obstáculo, en lo que coinciden La Habana y las Grandes Petroleras.
La Deutsche Welle de Alemania comentaba que aunque “Washington ha anunciado que permitirá a empresas estadounidenses que limpian derrames de operar en aguas cubanas en caso necesario”, a esa declaración no le ha seguido un plan estructurado. Por eso incluso los dos co-presidentes de la Comisión Nacional sobre el derrame del Golfo de México han exhortado a la administración a que firme un pacto regional con México y Cuba sobre normas de seguridad y un plan de acción conjunta en caso de derrames de petróleo. Si se materializa tal pacto, sería otra vía para la entrada progresiva de tecnología y empresas norteamericanas en el juego de los hidrocarburos cubanos.
Importancia del compromiso noruego
Este otoño, la plataforma petrolera semisumergible de sexta generación “Scarabeo 9”, con capacidad de perforación hasta 3,659 metros (algo más de dos millas), construida en China a un costo de 750 millones de dólares para la compañía italiana Saipem, y administrada por el consorcio Repsol, se instalará en aguas profundas de la ZEE de Cuba para empezar sus operaciones.
Por eso se planteó en la XX Conferencia Anual sobre Energía en Latinoamérica, que acaba de celebrarse en La Jolla, California, que la llegada del Scarabeo 9 repercutirá más en Estados Unidos que en Cuba.
Como dijera en ese evento Jorge Piñón, investigador visitante de la Universidad Internacional de la Florida (FIU), “Mucha gente va a empezar a llamar a las puertas en Washington, diciendo '¿Cómo los cubanos están perforando y a nosotros no se nos permite hacerlo en la zona oriental del Golfo?' ”. Pero, como veremos más adelante, ya esa inquietud se estaba resolviendo en la Cámara de Representantes del Congreso norteamericano.
El señor Píñón, quien según la agencia Bloomberg visitó Cuba recientemente, advertía en Puerto España que los proyectos legislativos de sanciones norteamericanas a empresas y ejecutivos petroleros que operan en la Isla, si se aprueban, serían rechazados por países como Brasil y Noruega.
El neocastrismo, demostrando su vista larga en el juego petrolero, acaba de firmar dos acuerdos importantes: uno con Noruega, de cooperación tecnológica en explotación petrolera, y otro para delimitar fronteras marítimas con las Bahamas.
Noruega, que es el tercer exportador y octavo productor de petróleo del mundo y gran productor de gas natural, ha establecido un férreo control estatal sobre las normas de seguridad en la explotación de hidrocarburos y gas en su zona marítima. Y, aunque nos parezca increíble, los inversionistas petroleros en ese país se mantienen en el negocio a pesar de que deben pagar al estado, como impuesto, el 75 por ciento de las utilidades.
Además, como ha dicho el director del Programa de Cooperación Petrolera Noruega (PETRAD), Gunnar Sjogren, “[l]as compañías entienden sus límites. Saben que el control y la regulación de la extracción petrolera está a cargo del Estado. Si se presenta algún conflicto, éste se resuelve en Noruega y no en Estados Unidos, Francia, u otro lugar. La ley noruega gobierna lo que ocurre en Noruega.”
Es obvio que el nivel noruego de control estatal - y de impuestos- interesa al general-presidente, Raúl Castro, pero sobre todo le conviene el prestigio tecnológico de ese país nórdico asociado a los proyectos petroleros del régimen, ya que tras la firma del convenio entre el MINBAS y la NORAD (Agencia de Cooperación de Noruega) se continuarán desarrollando en Cuba talleres sobre gestión de recursos petroleros y exploración marítima.
También es importante destacar que la empresa noruega Statoil-Hydro, -de la que el gobierno de Noruega es accionista mayoritario-, se encuentra entre las empresas extranjeras que operan en la Zona Económica Exclusiva de Cuba en el Golfo de México y que está asociada con Repsol española y con la corporación india ONGC, en la perforación del Scarabeo 9, este año.
Hay que destacar también la reanudación de la cooperación noruega con La Habana, que fuera suspendida en el 2003, cuando la Unión Europea aprobó la Posición Común. Es por eso que el importante semanario alemán Der Spiegel ha llegado a plantear que “la fiebre petrolera del Gobierno cubano ha alcanzado a Noruega”.
La demarcación limítrofe con Bahamas
Esta semana el Vice Primer Ministro y Ministro de Relaciones Exteriores de Bahamas, Brent Symonette, declaró que se había logrado un acuerdo, -en principio-, sobre los límites marítimos entre su país y Cuba. La negociación de ese compromiso, al que se ha llegado tras 15 años de disputas con el régimen de La Habana, contó con la asistencia de Naciones Unidas. Según el diario bahamés Nassau Guardian, “[e]stablecer las fronteras marítimas entre los dos países, que pasa cerca del banco de Cayo Sal hacia Inagua, era crítico para la exploración petrolera en el área”.
Ahora el lector se puede preguntar qué importancia tiene ese acuerdo limítrofe con Bahamas teniendo en cuenta que tras sesenta años de prospección, aún no se ha localizado.
Hay que decir por una parte, que la Bahamas Petroleum Company (BPC), que tiene un área de 15,676 km2 en concesiones y ha invertido 14 millones de dólares en prospección petrolera, anunció en enero que había contratado a una empresa especializada para que lleve a cabo el estudio sísmico en el área de sus cuatro licencias de exploración petrolera.
Además de que los expertos aseguran que es altamente factible la localización de hidrocarburos en cantidades comerciales en esa área, sucede que ésta se encuentra a solo 20 kilómetros de Cuba pero a 60 kilómetros de la isla Andros, y a mucha mayor distancia del resto de las islas bahamenses.
Si a corto plazo los acuerdos de límites con Bahamas significan que el gobierno neocastrista va a poder explorar y explotar petróleo en su zona marítima contigua sin conflicto de límites, a largo plazo, y de tener éxito la BPC en su prospección, pudiera convenirle aprovechar la cercanía de los pozos a las refinerías que se están ampliando en Cuba, para procesar en ellas el petróleo de sus concesiones.
Obama recula ante el “Big Oil”
El 28 de febrero de este año, la Casa Blanca abandonaba su línea hiper ambientalista al aprobar el primer permiso de perforación en aguas profundas del Golfo de México, a 70 millas de las costas de Louisiana, nueve meses después de su radical prohibición. Según los expertos, la medida respondía a los altos precios alcanzado por el crudo extranjero, causados por la inestabilidad política en África Norte y el Medio Oriente.
Pero como esto no era suficiente para los grandes intereses petroleros, el 12 de mayo (como decíamos antes), se resolvía la cuestión al imponerse en la Cámara una propuesta republicana que levantaba la prohibición de perforar en aguas norteamericanas.
Aunque días después la mayoría demócrata impidió la aprobación de una medida similar en el Senado, la propuesta de Obama de eliminar 20 mil millones de dólares en exención de impuestos a las grandes petroleras fue también rechazada. Como el Presidente se percató de que los tiempos son favorables al Big Oil, se movió hábilmente y ordenó a la Secretaría del Interior acelerar la firma de contratos de exploración en Alaska, el Atlántico y nuevas áreas del Golfo de México.
A partir de este momento, han perdido total sentido los intentos de sancionar a las compañías que operan en aguas cubanas, y se abren paso las ideas de colaboración en la prevención de accidentes petroleros en la Isla, especialmente ante la alta posibilidad que conceden algunos expertos, de que se multiplique por seis la producción cubana de hidrocarburos.
La mejor confirmación de lo anterior está en una declaración de la influyente representante federal republicana, Ileana Ros-Lehtinen, que echó a un lado las preocupaciones sobre derrames petroleros en aguas cubanas y planteó lo que considera esencial. La presidenta del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara va a presentar una nueva legislación para evitar que “el régimen cubano se convierta en un magnate petrolero del Caribe”.
Como hemos visto, las consideraciones ajenas a la realpolitik, ya sean presentadas bajo principios ideológicos, ambientalistas o morales, tienen que ceder paso ante los altos precios del petróleo y la búsqueda de recursos energéticos y de ganancias por las grandes corporaciones. Por eso, se está dando en el gran escenario norteamericano una coyuntura que su élite ya no puede ignorar y que interesa mucho al Big Oil:
¿Cómo lidiar con el neocastrismo, tan cerca, con mucho petróleo y tan deseoso de hacer business con su viejo enemigo?
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