Eugenio Yáñez/ Cubanálisis-El Think-Tank
Así anda el régimen, mordiéndose la cola en estos tiempos de “Lineamientos”, despidos masivos bajo el nombre de “reordenamiento laboral”, y crisis de valores del “modelo”.
Ahora en el periódico del Partido Comunista, “Granma”, nos avisan a nosotros, infelices mortales de a pie, tanto en Cuba como en el exilio, (aunque en el exilio en EEUU lo de “a pie” es más simbólico que real), que la salud pública no es “un maná” que cae del cielo, y que todo eso cuesta mucho dinero.
¿Cómo? ¿Cambio de bola? ¿La salud pública “gratuita” no era una bendición que el Comandante había decidido entregarnos gratuitamente a los cubanos como muestra de la superioridad del sistema social dirigido por ese mismo Comandante?
Es que el régimen pretende ser virgen y hacer el amor, y eso es imposible. Lo que ahora señala, que la salud pública tiene un costo y el dinero tiene que salir de los recursos del país es correcto, aunque nunca lo haya dicho anteriormente de esa manera. No por gusto en ningún país del mundo la salud pública “gratuita” no tiene nada que ver con el absurdo modelo cubano.
Canadienses, españoles, ingleses o suecos van al médico y reciben servicios profesionales no “gratuitos”, sino sin pagar nada en ese momento, que no es lo mismo, porque sus cuentas médicas las pagan continuamente a través de los impuestos que deben abonar como empleados, propietarios de negocios, o por todos los ingresos que reciban durante el año, incluidos los que obtienen si se sacan la lotería, reciben una herencia, o propinas en sus trabajos, o ganan apuestas en las carreras de caballos. De gratuito, nada. Y el nivel y cuantía de esos impuestos no lo determinan los variables humores del jefe de gobierno al levantarse cada mañana, sino la legislación establecida.
¿Cuánto pagan por la salud pública en Cuba los ingenieros, científicos, artistas, maestros, economistas, torneros, coroneles, arquitectos, choferes, chapisteros, químicos, mecánicos, obreros agrícolas, carboneros, biólogos, médicos, estibadores, camareros y todos los demás trabajadores? ¿El periódico “Granma” no lo sabe? Debería saberlo.
Porque la respuesta es sencilla: la diferencia entre la riqueza que crean con su trabajo y lo que reciben como salario que les paga el propietario, en este caso Papá-Estado, que considera tener derecho a hacerlo, sin haberle consultado a nadie.
No es que lo diga Cubanálisis, lo dijo Karl Marx hace más de ciento cincuenta años.
Y esa diferencia es lo que permite a ese Papá-Estado que ahora chilla al ofrecer servicios médicos y educacionales “gratuitos”, además de pagar salarios y gastaos para la administración pública, las fuerzas armadas y los órganos represivos, y a la inmensa casta parasitaria de “cuadros” del partido y las “organizaciones de masas”, intelectuales del oficialismo y parásitos “políticos” de todo tipo, financiar periódicos como “Granma” y toda la propaganda política, además de entregar “ayuda solidaria” a diversos terroristas y revoltosos en todo el mundo, ofrecer servicios médicos y descanso en el país a los guerrilleros de las FARC colombianas y terroristas de la ETA y el IRA, regalar centrales azucareros o enviar cemento a Venezuela cuando Cuba se está destruyendo por abandono constructivo hace más de medio siglo.
¿Cuánta riqueza genera un Estado en cualquier parte del mundo? Absolutamente ninguna.
¿Cuánta riqueza genera un Partido Comunista, o cualquier partido político, en cualquier parte del mundo? Absolutamente ninguna.
¿Cuánta riqueza generan los sindicatos o los Comités de Defensa de la Revolución en cualquier parte del mundo, aunque la aberración de los CDR no existe en ninguna otra parte? Absolutamente ninguna.
¿Cuánta riqueza generan la batalla de ideas o la lucha por la liberación de los cinco espías capturados in fraganti, juzgados con todas las garantías procesales y finalmente condenados, en cualquier parte del mundo? Absolutamente ninguna.
Es muy fácil para “Granma”, en un país que no existe ni libertad de expresión ni libertad de prensa, escribir cosas como lo siguiente:
“Una simple selección de costos de los servicios de salud y procederes médicos, haciendo la convertibilidad a pesos cubanos de los gastos en divisas (un CUC igual a $25.00), y sumando además las erogaciones realizadas en moneda nacional, muestra que el Estado invierte $195.00 por cada examen de Rayos X que se realiza a un paciente; $473.00 por un Ultrasonido y $1 269.00 por una Tomografía Axial Computarizada. Cada parto fisiológico se eleva a $900.00 y a $1 730.00 cuando se realiza mediante cesárea.
En cuanto a las intervenciones quirúrgicas en Oftalmología, en una catarata el país eroga $1 600.00; en la de pterigion (carnosidad en los ojos), $940.00, y en la de miopía $2 200.00.
En el campo de los trasplantes, uno de médula ósea son $96 100.00; córnea, $25 800.00; de riñón, $110.000.00; de hígado, 127 600.00; de corazón, $163 000.00.
Una consulta en una Clínica Estomatológica tiene un gasto de $60.00; en un Policlínico, $53.00; en un Clínico-Quirúrgico, $75.00; en un Hospital Pediátrico, $77.00.
Cada plaza-día en una Casa de Abuelo, cuando es seminterno, representan $84.00 y en los internos $320.00; en un Hogar de Impedidos Físicos y Mentales, $325.00. En un Hospital Clínico-Quirúrgico el ingreso día-paciente es de $330.00, en un Pediátrico $348.00, y en un Instituto de Investigación $460.00”.
Aceptando que las cifras sean realistas, aunque no hay manera de saber sobre que bases se establecieron esos cálculos, que tal vez ni el mismo periódico pudiera decir, y sin preguntarle al régimen quién le dio permiso para ofrecer de manera gratuita, entre otras cosas, la “Operación Milagro” a varios países del mundo (todos estrechos aliados o clientes políticos), con intervenciones quirúrgicas oftalmológicas o servicios médicos sin costo para los pacientes, sin contar con la aprobación de la población cubana, el absoluto sofisma de sus razonamientos es una desvergüenza.
Los pacientes de otros países que se hayan beneficiado de cualquiera de los servicios ofrecidos por los médicos cubanos, ¡que disfruten de esa bendición! Nada hay que decir contra eso. No hay nada en contra de ofrecer tantos servicios públicos de salud como sea posible a la mayor cantidad de personas posible.
Pero querer “regañar” ahora a los cubanos por no preocuparse por el alto costo de los servicios públicos de salud en el país, después que durante medio siglo les han dicho que son gratuitos gracias a la revolución y el Comandante, es un cinismo inaudito que retrata la indigencia moral de la ideología neocastrista.
Porque no son gratuitos ni mucho menos. Se cobran, y bien cobrados, aunque no haya que abonar nada en el mismo momento de la visita al médico o el dentista.
Con un salario mínimo de 7 dólares la hora, como en Estados Unidos un cubano ganaría, trabajando 22 días mensuales, o cinco días por semana, 1,232 dólares mensuales, algo más de 1,100 CUC en número redondos, o 27,720 pesos cubanos, utilizando la misma tasa de cambio que “Granma” utiliza en su tendencioso artículo.
Con esa cantidad, un cubano que ganara ese salario mínimo podría tener en un mismo mes Rayos X, Ultrasonido, Tomografía Axial Computarizada (scanner), parto fisiológico o mediante cesárea, operación de cataratas o miopía, clínica estomatológica en sus variantes más costosas, una plaza en una Casa de Abuelo externa o internado, o un ingreso en un Instituto de Investigación, sin dejar de comer o vestirse de manera aceptable y decente.
Podría también con ese salario mensual realizar un trasplante de córnea y le quedaría dinero, aunque necesitaría menos de cuatro meses para uno de médula ósea, algo más de cuatro meses para uno de riñón, algo más de cinco meses para uno de hígado, y casi seis meses para el de corazón.
Sin embargo, en vez de recibir como salario mensual los 1,232 dólares equivalentes al salario mínimo mencionado, recibe un salario promedio de 20 dólares mensuales. Seamos generosos en este cálculo hipotético para facilitar los números, y digamos que el cubano promedio gana un salario de 32 dólares mensuales.
Aritmética elemental: $ 1232 – $ 32 = $ 1,200, hablando solamente de quien reciba el salario mínimo.
¿A dónde van a parar todas ese exceso de su salario, esos 1,200 dólares mensuales que el cubano promedio no recibe cuando cobra por su trabajo? ¿Quién se queda con ese dinero creado por el trabajador cubano?
Dejemos a un lado todas las teorías de la conspiración y las definiciones de los buenos y los malos, policías y ladrones. Esos 1,200 dólares mensuales que el trabajador cubano promedio no recibe ingresan a los bolsillos de Papá-Estado.
Sin embargo, podría decirse que el hipotético salario de 7 dólares la hora utilizado en este ejemplo es una utopía en una nación tercermundista, lo cual es válido. Así que digamos, para continuar el razonamiento, que los cubanos promedio recibirían un salario mínimo de 100 dólares mensuales, es decir, unos 90 CUC, o 2,250 pesos cubanos mensuales, algo más de doce veces menos que lo calculado en el primer ejemplo.
Aún así, utilizando las dudosas cifras de costos y precios mostradas por “Granma”, puede verse que una parte de esos servicios podrían ser cubiertos con los ingresos del trabajador promedio, y otras no. Estamos en pura matemática elemental: no todos se enferman a la vez ni la misma cantidad de veces en el año, ni de lo mismo. Alguien puede necesitar un injerto de corazón, mientras otros con aspirinas o antibióticos sencillos pueden resolver sus problemas tranquilamente.
Por lo tanto, independientemente del monto de los salarios, es un sofisma decir que el gobierno entrega servicios “gratuitos” de salud pública, porque el gobierno, en cualquier parte del mundo, solamente dispone de los recursos que le entregan los que crean las riquezas, así que, en todo caso, lo que haría el gobierno sería redistribuir la riqueza creada por otros, de una forma que se consideraría más justa y equitativa.
Lo cual no es ilegal, y ni siquiera inmoral, pues es parte del contrato social que supone una sociedad socialista de corte marxista-leninista, aunque en Cuba lo que existe haya sido y siga siendo solamente una caricatura de tal sistema.
¿Qué hace Papá-Estado con todo ese dinero que recibe cuando, como empleador, paga a los trabajadores un salario menor al que les correspondería?
Teóricamente, cubre los gastos de salud pública y educación que los cubanos reciben “de forma gratuita”, y financia actividades que todo país en el mundo entero necesita, a través de un presupuesto, para tareas de gobierno central y local, defensa, administración pública, servicio exterior, seguridad social, más los gastos y prestaciones de asistencia social, reservas para emergencia, y otros.
Ese es el esquema de funcionamiento, y no necesariamente es inmoral per se.
Lo inmoral, ilegal, e inhumano, radica en otros factores en la misma raíz del problema:
§ La decisión de que ese haya sido, sea y siga siendo el contrato social con que funciona la sociedad cubana no se somete periódicamente a la aprobación de los cubanos a través de elecciones limpias, justas, y con la opción para los que no están de acuerdo de poder seleccionar propuestas alternativas, de forma tal que prime el criterio de la mayoría y se puedan obtener consensos aceptables para todos o para la mayor parte de la población.
§ La cuantía y proporción de los ingresos de los ciudadanos que deben pasar al Estado en forma de impuestos obligatorios no se determina por un poder legislativo independiente del ejecutivo y libremente electo por los ciudadanos en función de los programas y de las propuestas de los aspirantes a ser electos.
§ El destino y cuantía de los recursos de que disponga el Estado no se expresan en políticas económicas y decisiones transparentes, de público conocimiento y aprobadas a través de un balance de poderes, y teniendo en cuenta el criterio de los ciudadanos. En ocasiones se ha priorizado la agricultura, la salud pública, las construcciones, o la “batalla de ideas”, siempre en dependencia de las veleidades del gobierno central, y más exactamente, del Comandante y la camarilla en el poder.
§ En el caso de que se elaboren inconsultos presupuestos por el gobierno central, aún con las limitaciones señaladas, elaboración que no siempre ha sucedido en el período revolucionario, la norma del régimen ha sido ignorar y no respetar tales presupuestos, y actuar como le parezca más conveniente en cada momento.
§ La ineficiencia antológica del gobierno cubano administrando los recursos que deben ser de la nación, o regalándolos “generosamente” a otros países bajo el disfraz de “internacionalismo” con intenciones exclusivamente políticas, así como no rendir cuenta de manera sistemática y transparente del resultado de la gestión, representa un uso indebido, no autorizado por la ley, e ineficiente, de la riqueza nacional.
§ Las gratuidades indebidas y entrega sin control de recursos y privilegios a miembros de la nomenklatura y sus familiares constituye no solamente un uso inapropiado de los recursos, sino también un delito de malversación.
Entonces, no se trata de que el contrato social que funciona en el país constituya una opción de relativa austeridad, cediendo al gobierno la opción de administración de los recursos de utilidad social en aras de determinado concepto sobre justicia social, lo cual sería legítimo si los votantes lo consideran apropiado, sino de la imposición de un “modelo” de gobierno y gestión ineficiente y corrupto, elaborado en el Olimpo dictatorial y sobre el cual los supuestos “beneficiarios” del sistema ni siquiera tienen la más mínima posibilidad de opinar o decidir.
Porque Papá-Estado decidió por su cuenta desde hace mucho tiempo que eso era lo que más nos convenía a los cubanos, el monto de lo que recibiríamos nosotros por nuestro trabajo y de lo que quedaría para el omnipotente Estado, y la forma en que administraría el Estado “sus” recursos. Y nunca nos ha permitido expresar libremente si realmente nos interesa que sea de esa manera o de otra. A no ser que alguien crea que en las asambleas de rendición de cuentas del llamado Poder Popular se pueden resolver estos asuntos.
Pero Papá-Estado, a través del diario órgano oficial del Partido Comunista, pretende ahora escurrir el bulto sobre los problemas y sus causas:
“En el momento actual el sistema sanitario está exigido de brindar una especial atención a los costos, atendiendo a que la crisis internacional financiera determina e influye sobre diferentes categorías económicas como los movimientos de precios, lo que sumado al criminal bloqueo de Estados Unidos repercute sensiblemente en la adquisición de medicamentos, material gastable y otros recursos indispensables para los servicios de salud.
A ello se agrega el crecimiento de la población y su envejecimiento, la extensión de la cobertura de los servicios sanitarios, uso intensivo de nuevas tecnologías, mucho más costosas; cambios en el patrón de la morbilidad (frecuencia de enfermedades), como la reciente aparición de la influenza pandémica A H1N1, que demandó millonarios recursos para la preservación de la salud y la vida de la población”.
Es decir, los problemas se deben a la crisis financiera internacional, al “criminal bloqueo” de Estados Unidos, el crecimiento y envejecimiento de la población, nuevas tecnologías, extensión de servicios, cambios en los patrones de morbilidad, y epidemias, es decir, que todos son factores externos al régimen.
Nótese que el periódico dice que “En el momento actual el sistema sanitario está exigido de brindar una especial atención a los costos”. Es decir, aparentemente esta atención a los costos es necesaria solamente “en el momento actual”. Cuando las facturas de las locuras políticas y el despilfarro se enviaban a la Unión Soviética, algo así como Abuelo-Estado, no había que preocuparse para nada.
¿Culpas de Papá-Estado en el continuo deterioro de los servicios de salud pública para los cubanos? Ninguna, según “Granma”.
¿Tiene algo que ver en ese deterioro de los servicios que decenas de miles de trabajadores cubanos de la salud hayan sido enviados a trabajar en setenta y siete países en todo el mundo? No, en lo más mínimo, según “Granma”.
¿Es inmoral desarticular los servicios de salud pública en el país enviando al extranjero los profesionales del ramo, miserablemente pagados y con infinidad de prohibiciones, para obtener beneficios políticos y económicos para el régimen? Naturalmente que no, de acuerdo con “Granma”, que ni siquiera toca el tema.
¿Y cómo se van a resolver estos graves y complejos problemas actuales existentes en los sistemas de salud pública cubanos?
Es algo muy sencillo, según cuenta el periódico del régimen:
“erradicar los problemas de Contabilidad existentes aún en las unidades de Salud, impedir la desviación de recursos médicos (léase también robo), eliminar plantillas "infladas", y lograr que cada funcionario y dirigente gane en cultura económica para poder interpretar con rigor las informaciones que se brindan y garantizar el control adecuado”.
Es decir, más o menos lo mismo que aplicar concienzudamente el Manual de Gestión Alienada de la Economía, obra cumbre de José Ramón Machado Ventura, Doctor en Ciencias Burocráticas, que repite lo mismo cada día y en todas partes, y que es un verdadero experto en estos temas y en muchos más.
Su último aporte a esta ciencia esotérica ha sido en Guantánamo durante el fin de semana:
“Adoptar las medidas necesarias para alcanzar el máximo de eficiencia en la utilización del valioso capital humano y los costosos recursos materiales de que dispone nuestro sistema de salud, son premisas esenciales del actual proceso de reordenamiento de los servicios médicos en las instituciones que garantizan la atención primaria”.
Gracias a esos sabios consejos, ya el paraíso sanitario en el país se ve venir al doblar de la esquina, como dice “Granma”:
“La colosal empresa que representa preservar e incluso elevar la capacidad y calidad asistencial, lo cual es un principio sagrado y esencia misma de nuestra Revolución, requiere que cada uno de nuestros ciudadanos gane en la conciencia económica necesaria para comprender que el "maná" no cae del cielo, sino de un esfuerzo colectivo. Y para que no caiga en saco roto es imprescindible el control y la eficiencia, en aras de que en los servicios de salud, racionalidad y calidad, sean los principios que guíen el trabajo”.
Una vez más, está muy claramente definido que la tarea corresponde a “cada uno de nuestros ciudadanos”, y a nadie más: ni al gobierno, ni al ministerio de Salud Pública, ni a las direcciones provinciales y municipales de salud, ni mucho menos a los órganos del Partido Comunista, donde “atiende” las cuestiones de salud pública el tronado ex ministro del ramo “Pepito” Balaguer, quien a estas alturas no ha respondido ante nadie por las muertes por frío y hambre de decenas de indefensos pacientes en el Hospital Psiquiátrico el año pasado.
Papá-Estado solamente tiene que preocuparse de advertirnos, regañarnos, e indicarnos el camino, según la veleidosa forma en que el régimen interpreta las realidades de acuerdo a sus intereses y conveniencia.
Sin embargo, ya se está mordiendo la cola en este laberinto conceptual con su propia inconsistencia y confusión: si ahora los cubanos deberán pagar impuestos –y no pocos- sobre sus ingresos, sea porque son asalariados o cuentapropistas, más los impuestos por seguridad social y por las escasas propiedades que puedan poseer, queda claro para casi todos, aunque no para el periódico “Granma”, que cuando Papá-Estado alardea de brindar de forma gratuita los servicios de salud pública, está mintiendo escandalosamente.
Porque lo que realmente hace el régimen es administrar de forma ineficiente y corrupta los dineros que los cubanos le entregan, tras recibir salarios de miseria, y ahora también a través de los impuestos, para que cumpla las funciones que él mismo se asignó, y una de ellas es garantizar servicios de salud pública de calidad, eficientes y confiables.
Cuando no logra hacerlo, lo que ocurre siempre, no basta con culpar a “la crisis financiera internacional, al “criminal bloqueo” de Estados Unidos, el crecimiento y envejecimiento de la población, nuevas tecnologías, extensión de servicios, cambios en los patrones de morbilidad, y epidemias”: la misión y la tarea del régimen no es explicar por qué no resuelve los problemas, sino resolverlos.
No morderse la cola, sino dirigir.
¿Y si no puede, o no quiere?
Habría dos soluciones:
Una sería reformar de manera inteligente, práctica, realista y, sobre todo, socialmente justa, el actual sistema de salud pública cubano y sus políticas, y toda la economía, escuchando realmente la opinión de los cubanos y no las tonterías de “Granma”.
La otra sería que el gerontocrático gobierno actual acabe de reconocer públicamente su legendaria incompetencia e ineptitud, dejando paso a otras personas que pudieran hacerlo mejor.
¿Cuál de las dos alternativas sería lo óptimo o preferible?
A decir verdad, ambas a la vez.
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