domingo, febrero 07, 2010

El mundo globalizado/ Juan Benemelis


El mundo globalizado
Juan Benemelis/ Cubanálisis-El Think-Tank

La sociedad civil

El entramado político contemporáneo fue conformado por y para un humano pre tecnológico, y en realidad se alimenta de una mentalidad aldeana, de manufactureros y negociantes pueblerinos, y, por supuesto, de los intelectuales. Está guiado por la ignorancia y la arbitrariedad y se halla regido por intereses especiales que lo hacen indolente a la crisis existencial, ecológica y demográfica causada por el impacto técnico científico.

Los líderes políticos y financieros de esta civilización industrial son racionalistas por antonomasia, que consideran la vida como una contienda, el conocimiento como un elemento instrumental; donde la motivación es el poder y la riqueza material, y se divisa a la naturaleza física, a las ideas y a los grupos humanos como instrumentos del poder. Para ellos, la tecnología industrial se traduce en términos militares. El sistema político producto de la civilización industrial ha sido incapaz de centrarse en los problemas políticos más importantes, porque fue diseñado por un humano con mentalidad preindustrial. Las ciencias confirieron poder a las castas políticas gobernantes, pero ello no las dotó de un desempeño científico.

En los actuales sistemas democráticos, la población determina la jefatura gubernamental mediante el proceso electoral; estos líderes, a su vez, rigen a los empleados gubernamentales y sus actividades, resultando en una centralización y estandarización como la de cualquier gobierno no democrático. La diferencia entre los regímenes democráticos y no democráticos es que en los primeros, los jerarcas pueden ser llamados a contar por la población.

El concepto de partido político y clase será una renovación de las nociones corporativas feudales quebradas por la revolución industrial. Esta pregonada misión histórica de los partidos y vanguardias ideológicas rememora la mística profética judeocristiana. En esencia será la posibilidad de excluir (los que tienen o no acceso al poder y la riqueza) lo que define a la sociedad tecnológica, mejor ejemplificada en el concepto jacobino donde una minoría se abroga el derecho a sustituir a un pueblo considerado inmaduro, para establecer el reino de la razón y de la justicia; y donde el papel social de la auto elegida vanguardia política es conceptualizado en términos de poder político, cuyo ejercicio moldea la sociedad.

El ejercicio del libre albedrío político del individuo común queda reducido a la opción de escoger candidatos u ordenanzas salidos del cuadro establecido y sobre los que no se tendrá ninguna dirección o control. Si el poder de la élite emana del pueblo, sin embargo, le impide el ejercicio de elección y sólo le permite soberanía por delegación, con fines muy específicos, dictando y gobernando en su representación. En la sociedad tecnológica el concepto de elección democrática se define en los términos de selección de candidatos limitados e impuestos que se hallan en competencia para funciones públicas, donde la muchedumbre electoral en términos realistas, es manipulada en sus símbolos y lenguaje, y no ejerce el control terminante de la representación.

Hay diversos medios por los cuales la opinión pública queda moldeada y condicionada: los medios masivos electrónicos, las ideologías grupales o la devoción religiosa. Cierto es que el estado, su praxis, se transforma en el instrumento cardinal primero del cambio, luego del desarrollo y, finalmente, de la defensa del status quo. En este contexto, la sociedad como totalidad se encumbra por encima de sus componentes y sus instituciones ejercen su poder de forma autónoma e inidentificable.

Tanto la democracia representativa parlamentaria, como los sistemas totalitarios, las monarquías y las tiranías, han respondido a la limitación de desplazamiento del individuo en la era del transporte animal. Asimismo, el advenimiento de la era informática y de los medios electrónicos han borrado los espacios físicos, ofreciendo la posibilidad de eliminar a nuestros representantes políticos y legisladores en favor de la soberanía individual directa.

La pauta tecnológica que asumen los medios masivos de prensa y electrónicos establecen un molde dominante sobre los símbolos del pensamiento social; construyen una funcionalidad vacía de cualquier evaluación cognoscitiva y de un lenguaje acrítico. Estas transgresiones simbólicas a nuestra individualidad, que transfiguran lo negativo en positivo, que buscan la conciliación y realización del humano con las instituciones tecnológicas, son reiteradas "ad infinitum" en el mundo del discurso político devenido en publicitario, en el lenguaje de la libre empresa y su aparato de comunicación funcional divulgativo, gestores de una humanidad sin memoria que se halla carente de espacio para la crítica conceptual.

La creatividad intelectual se entiende, entonces, como aquella que está conciliada con las formas tradicionales y la razón de ser de la sociedad. El mensaje cultural que atente contra la llamada "buena moral" o mine las reglas de comportamiento de las instituciones del maquinismo, es desacreditado y atacado encarnizadamente.

El reduccionismo sociológico considera a la historia humana dinamizada en sus esencias profundas por las vanguardias políticas. La sociedad no ha encontrado su emancipación en la praxis gubernamental de las élites, pues la democracia es un poder de minorías que tratan de identificarse con el destino histórico de la civilización, que se ha movido en la noción de la dictadura educacional a lo Platón y Rousseau, y de la libertad como resultado del trabajo.

Las resultantes del pensamiento y la conducta individual se subordinan al supremo servicio de la sociedad tecnológica, en una existencia racional y económicamente productiva, donde el humano es utilizado por la técnica. Obligados a escoger "libremente" entre una amplia diversidad de productos y beneficios prefabricados para satisfacer necesidades alienadas, se nos ha incapacitado la autonomía individual mediante la servidumbre al ideal tecnológico. Así, el ejercicio de la libertad individual, el artificio de vínculo entre el sujeto y su medio, estriba en el reconocimiento de nuevas necesidades conformadas por entidades supra sociales, en la posesión de mayor o menor cantidad de artefactos y mercaderías.

Esta dependencia de los productores de la sociedad a su burocracia estatal y empresarial, concede a esta última no sólo una inmensa prerrogativa sino la legitimidad intemporal en el manejo del estado y de la economía, en una forma de coacción menos evidente. Es una relación que luego de establecida ha ido fortaleciendo y ampliando la dependencia humana.

Así, los fundamentos del ideal de la libertad se hallan tergiversados por su propia práctica, que se reduce a las selecciones de necesidades espirituales y de consumo impuestas, verdadera o falsamente sublimadas. Esta imposición de necesidades está protegida por la ignorancia, por nuestro fatalismo ante una realidad que no controlamos, por la estructura del estado nación que se nos presenta inconmovible y ajeno; por los juicios de soberanía política que nos encierra en fronteras y clasifica en nacionalidades. Esta insensatez llamada nacionalidad mantiene embargadas las eventualidades de modelar una escala de valores humanos diferentes y, acorde con ello, la de reorganizar los recursos materiales e intelectuales planetarios en favor de toda la humanidad y de su futuro.

Qué depara el futuro

La civilización del homo sapiens es sólo un momento de la historia de nuestro planeta; y definitivamente no es un acaecer lineal, a lo Marx o Weber, como objetaba Proudhon, sino la resultante de una compleja superposición de avances, retrocesos, interrupciones, períodos estáticos, incluyendo los reales peligros de la extinción de la especie, y donde, sin embargo, se fue abriendo paso un progreso tecnológico. La actual civilización avanza con rapidez hacia un tipo de sociedad mucho más homogénea, globalizada en el campo económico, de transmisión tecnológica y cultural, donde resultan obsoletas las actuales estructuras político administrativas. Los problemas del homo comienzan a considerar de conjunto, por encima de los bordes estatales, como la demografía, los recursos energéticos y alimenticios, la contaminación ambiental y el balance ecológico, la destrucción planetaria, etc.

El homo necesita rehacer los mecanismos externos que lo controlan como individuo, el pasado histórico, para asumir su futuro histórico, el rol de la ciencia en su destino, la salud y el equilibrio con el medio. Para solucionar sus crisis inmediatas como objeto tecnológico y encarar ese futuro histórico como sujeto humanístico, el homo esta necesitado de una mayor variedad de valores, de auto conocimiento, de sus componentes básicos y como esta constituido el mundo viviente.

Con el arribo de cien naciones más en el concierto mundial, la comparecencia de armas de destrucción masiva, los cambios tecnológicos y en la composición de las clases y sectores económicos y sociales tiene lugar una mayor interdependencia política y una economía internacional, que ha puesto al planeta en una encrucijada económica, de valores ideo filosóficos, de crecientes tensiones políticas inter estatales y de supervivencia ecológica. No parece que pueda solucionarse hasta que se vislumbre una organización o entendimiento más global de las grandes naciones desarrolladas, los problemas y tensiones que surgen a partir de los problemas inter estatales, sobre todo tras la comparecencia de una nube de nuevos estados afroasiáticos, los cuales atraviesan la etapa (¿necesaria?) de problemas fronterizos, expansiones territoriales, superpoblación, guerras ideológicas, ambiciosos caudillos, etc. que recorrió Europa en siglos pasados.

La sociedad totalitaria no es solo aquella de las instituciones políticas, sino también la que imponen las maquinas; grandes segmentos de la población mundial giran alrededor de las necesidades de funcionamiento de las maquinas que el homo ha creado. El hombre no esta preparado para vivir en la sociedad que ha creado. La sociedad actual esta generando problemas críticos en el orden demográfico, alimentario y del medio ambiente, y la humanidad se esta acercando a ese punto crítico en que el planeta puede resultar insuficiente para sostener el orden que nos reproduce. El sistema que nos sostiene, en el orden económico, político, educacional, de salud, religioso, etc. se esta transformando, y la velocidad de los descubrimientos científico-técnico, su cantidad y puesta en práctica ha hecho crisis todos los modelos y sistemas sociales existentes. Así, el comunismo se ha desmoronado y el capitalismo se debate en sus reajustes.

Pero, paradójicamente, debido a su fertilidad imaginativa como especie, el homo se halla en condiciones, por vez primera, de encauzar el camino futuro de su sociedad, de variar su comportamiento, sus necesidades, de expandir y ampliar la producción material de una forma diferente, mediante mecanismos de generación alimentaria, biogenética, físicos y de su estructura de pensamiento. En el orden social y por vías diferentes, el homo busca un nivelamiento entre las clases sociales, donde mayores grupos humanos participan en las decisiones políticas, más complejas que cincuenta años atrás. La conformación de "grupos de intereses", "lobbies" territoriales, profesionales de corrientes políticas etc., ya logran equilibrar la anterior omnipotencia de las organizaciones económicas y maquinarias políticas tradicionales.

Con el desarrollo tecnológico nace el sueño de un progreso material planetario, la utopía de una sociedad de paz y prosperidad en un paraíso terrenal, donde la conducta humana puede conducirse por códigos humanitarios que reemplazan las sanciones religiosas. Es Sigmund Freud quien lanza el alerta de que con ayuda de la tecnología la humanidad se hallaría en una agresión guerrera contra la naturaleza para subyugarla a sus deseos (31). El planeta es una esfera de recursos limitados de los cuales dependemos, en una frágil interdependencia de la que no estamos excluidos. El humano no se considera integrante de esa naturaleza y de sus especies; y su conquista inmisericorde de la biosfera ya comienza a manifestarse en la disrupción de funciones integrales del planeta que pueden llevar a la desintegración de esta civilización industrial: explosión demográfica, devastación ecológica, contaminación, guerra atómica, sequías, cambios climáticos, drogadicción, desintegración social, colapsos económicos, nuevas enfermedades.

El frágil estado de nuestro planeta ha sonado la alarma y nos lleva a buscar una mayor cooperación y aceptar la simbiosis humana con su entorno, como una nueva imagen de nuestro mundo económico y social. Pero el ciclo de violentación de las leyes naturales y ecológicas del planeta cesará sólo cuando el humano concluya la reconstrucción de un hábitat regido totalmente por un orden prioritario y por leyes físicas y naturales que aseguren y preserven su hegemonía.

Hay quienes se preocupan por el tema del crecimiento demográfico; otros ven la solución en la necesidad de transformar el orden social. Hay quienes conceptúan la actual crisis ecológica un producto del militarismo, del patriarcado, del racismo y otras formas de dominación jerárquica. El desbalance físico y social del planeta no se debe únicamente a la conducta egoísta de las élites auto elegidas; somos componentes del sistema económico y político que ha probado ser inmensamente destructivo. Esa ordenanza está edificada a partir de una estructura de razonamiento, y ahí es donde radica la raíz del dilema. Si bien somos capaces de diseñar todas las utopías, de instaurar íntegramente los derechos de los subyugados, si no cambiamos nuestra visión antropocéntrica, mecanicista, racional, desembocaremos en nuevos callejones sin salida, como la actual ecología social, que es sólo una transferencia de la óptica antropocéntrica a una visión biocéntrica, donde el humano como eje del mundo es reemplazado por la vida como foco del mundo.

La globalización e informática

Si bien la Guerra Fría es agua pasada, y las fuerzas armadas del Occidente se redujeron drásticamente, la arena internacional aún se halla dominada por las armas nucleares. La difusión de la tecnología militar a un número substancial de países y actores hace impensable un drástico desarme.

La consagración del mercado mundial señala el pasaje del Estado-nación como fundamento económico, del planeta otrora encuadrado en tres mundos (el primero democrático-capitalista, el segundo del bloque soviético, y el tercero de los subdesarrollados), a la globalidad, en la que los tres mundos se han mezclados, las identidades nacionales ya son híbridas, las jerarquías políticas traspasan de manera flexible las fronteras, el intercambio no es unilateral o bilateral, sino plural a través de una red digital de mando.

En lugar del otrora estado nacional, las fuerzas del mercado están construyendo una economía internacional integrada con la "privatización" empresarial, la fusión financiera y de vastos consorcios, el elevado costo de los complejos proyectos del futuro, el endeudamiento de gran parte del mundo, la quiebra del sistema comunista y el crecimiento de bloques comerciales, en los cuales una materia prima como el hidrocarburo se ha transformado en crítica para la seguridad de los estados nacionales.

En las relaciones internacionales los estados han sido la fuente dominante de la autoridad, gracias a su monopolio en el uso de la fuerza. Sin embargo, la autoridad ha comenzado a enraizarse en la sociedad no estatal y en las esferas transnacionales, particularmente en la actual economía global en la que las estructuras privada transnacionales han asumido la regulación de las transacciones.

Sin dudas, un elemento que intensifica el repudio contra Estados Unidos es lo exitosa que son sus corporaciones. Las inmensas corporaciones internacionales mueven el capital mirando a la totalidad de la esfera terrestre y no a un país en específico, a manera de territorios globales bio-políticos. Por eso sus actividades ya no se definen por los intercambios desiguales. Estas corporaciones ya no dirigen fábricas ni minas, ahora dirigen estructuras, ejercen su actividad (poder) por medio de artefactos electrónicos que organizan los sistemas de comunicaciones, las redes de informaciones, los sistemas de beneficios sociales, monitorizan las actividades, articulando territorios y poblaciones, en la cual el Estado-nación es una entidad instrumental para facilitar el flujo mercantil, inversionista, y poblacional. (Hardt, M., 23-33, 2000)

Es el "nuevo orden internacional", la antesala a la civilización global, no sólo en la esfera financiera, tecnológica y política, sino en la militar, en una comunión de polos técnico-industriales donde se están quebrando las estructuras estatales presentes, con sus "proteccionismos" y "nacionalismos". El poder corporativo es determinante en el planeta, y se mezcla con el de la democracia, en la cual el proceso político electoral es cada vez más dependiente de los mecanismos financieros, y en el cual la participación ciudadana se hace más indirecta.

La novel fuerza tendencial va desembocando en espacios técnico-económicos viables para la aplicación masiva de alta tecnología, el desarrollo de investigaciones y proyectos complejos y la combinación de magnos recursos financieros, de materiales estratégicos, talento y experiencia humana. Es la era de la cartelización tecnológica, científica, comercial y financiera dentro de variantes de economías de mercado, que estará obligada por necesidad de su expansión general, a hallar una solución a las injusticias sociales y los niveles productivos y de consumo rezagados.

La legitimidad de la globalización no descansa en las organizaciones supranacionales, que en parte han nacido de las industrias de comunicaciones, y de la transformación de la nueva producción en un mecanismo digital. El desarrollo de las redes de comunicaciones tiene una relación orgánica con la emergencia del nuevo orden mundial, pues son ellas las que organizan el movimiento de la globalización; de ahí que la industria de comunicación halle pasado a una posición central, pues ella es la que organiza la producción en una escala nueva e impone nuevas estructuras. El complejo aparato que selecciona inversiones y dirige las maniobras financieras y monetarias, determina la nueva geografía del mercado mundial, la nueva estructuración del mundo. Con el lenguaje de las comunicaciones producen fabricantes (digitalizados y robotizados), mercancías, y crea las subjetividades del consumo.

El proceso colonial imperialista europeo se ejercía de manera formal e indirecta, en la que se retenían los elementos de la soberanía. Los países europeos se debilitaron drásticamente y a partir de los 60 multitudes humanas abandonan las antiguas colonias de los imperios europeos para emigrar a las que fueron sus metrópolis. Esta inmigración pos-imperial se viene produciendo desde hace cinco décadas, al mismo tiempo que otras oleadas migratorias procedentes del continente americano arriban a Estados Unidos.

Estados Unidos ha dejado de ser un estado nacional en el sentido clásico del término, o en el sentido tradicional americano, como se entendía a lo largo del siglo XX. La conjunción de la expansión norteamericana hacia el resto del planeta y las inmigraciones hacia su territorio ha variado la propia idea de la problemática nacional interna, conformando un binomio (inmigración-intereses transnacionales y política global) que está transformando al planeta.

Nada puede calificarse de "extranjero"; ya el individuo es planetario en sus hábitos de consumo y los gobiernos, atados a sentimientos nacionalistas arcaicos, encuentran que los viejos modelos económicos, como el proteccionismo, no son efectivos ante el movimiento del dinero, mercadería, de grupos humanos, de información e incluso de compañías.

La soberanía ha adquirido una nueva forma, global, integrada por organismos nacionales e internacionales que se expresa en la creciente incapacidad de la declinante soberanía del Estado-Nación para regular la economía y la cultura. La idea íntegra de políticas y fronteras nacionales está en desuso; en este siglo, ya por medios violentos, pacíficos, políticos, diplomáticos, la tendencia a crear unidades políticas superiores al estado nación ha sido aguda, exigida por los imperativos económicos, tecnológicos y de supervivencia; por lograr el total dominio del planeta y la salida al cosmos.

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