lunes, noviembre 02, 2009

Vivienda y castrismo: la mezcla se endurece/ Lazaro Gonzalez


¨El Fanguito¨, 17 y 28, El Vedado-Ciudad de la Habana

Vivienda y castrismo: la mezcla se endurece
Lázaro González/ Cubanálisis-El Think-Tank

Un gobierno sabio y frugal, que deberá dejar que los hombres regulen libremente sus propios asuntos de industria y mejora y no tomará de la boca del que trabaja el pan que se ha ganado. Esa es la suma de un buen gobierno”.

Thomas Jefferson

Cemento, ladrillo y arena, que son las tres cosas buenas pa' mi casita en Los Pinos”

Jose Antonio Mendez

I

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD], define el desarrollo humano como el proceso mediante el cual una sociedad mejora las condiciones de vida de sus ciudadanos, a través de un incremento de los bienes con los que puede cubrir sus necesidades básicas y complementarias, y de la creación de un entorno en el que se respeten los derechos humanos de todos ellos.

En la medición de los factores que considera el PNUD para el calculo del Índice de Desarrollo Humano [1], Cuba se clasifica en un nivel alto, ocupando el lugar 51 en todo el mundo.

Por otra parte, en el índice de pobreza humana para países en desarrollo, Cuba está ubicada en un muy prestigioso 5to lugar.

Y el mundo le presta la debida atención a estos rigurosos informes, con lo cual cualquier análisis critico de la problemática cubana seria innecesario, en tanto el desarrollo humano es de hecho una manera de evaluar el nivel de vida de una sociedad.

Pero las personas que tienen una aproximación vivencial a Cuba exponen otras realidades. Un conjunto de factores que van desde reales logros sociales (aunque depauperados por la crisis permanente), la incompatibilidad y manipulación estadística que realiza el régimen, e incluso la propia limitación de los indicadores que emplea el PNUD, entre otros muchos, explican esta aparente paradoja.

II

Una de las necesidades básicas a que se refiere el PNUD y no recoge en sus informes es la vivienda y el hábitat humano.

Sostengo la tesis de que la vivienda ha sido desde los primeros momentos de la toma del poder por el castrismo hasta nuestros días, un instrumento de dominación política y coerción social. El régimen que detenta el poder político en Cuba por mas de medio siglo no ha estado interesado en resolver el déficit habitacional heredado ni el creado durante este largo periodo, porque hubiese perdido el inapreciable instrumento para controlar a la sociedad por una de sus necesidades básicas, como igualmente ha realizado con la alimentación, la salud publica, la educación y la cultura.

Por otra parte, el castrismo tampoco hubiese podido resolver el problema de habérselo propuesto seriamente. La solución del problema de la vivienda, como tendremos ocasión de examinar, es ante todo de naturaleza política y no técnico-organizativa, urbanística o financiera.

Y la proverbial torpeza castrista para administrar el desarrollo socioeconómico de un país es sustento de su dominación. Porque como dijo alguien, la política es expresión concentrada de la economía y tiene supremacía sobre ella.

Existen estudios sobre las causas que determinaron el fracaso del castrismo en la solución del problema de la vivienda. Dimas Castellanos, a quien citamos en la primera parte de este trabajo la semana anterior, considera que las causas de este resultado son las siguientes:

  1. Control totalitario por el Estado
  2. Falta de autonomía de los ciudadanos [Respetando el empleo del concepto por Castellanos, los ciudadanos, al contrario de los individuos, gozan de autonomía socialmente responsable]
  3. Inexistencia de un mercado de materiales de construcción a precios asequibles
  4. Falta de hábitos de responsabilidad, perdidos por la excesiva tutoría estatal

Y no le falta razón al autor en ello, aunque las mismas no explican en última instancia el fracaso de los programas de viviendas.

Otros autores han concentrado sus esfuerzos en proyectos investigativos que permitan crear las bases para el rescate de La Habana. Y aunque son muy loables los empeños, los mismos están limitados, ante todo, porque el problema de la vivienda no es exclusivo de La Habana, sino inherente a todo el país.

En esta corriente se inserta el proyecto que dirige uno de los maestros de la arquitectura cubana, Nicolás Quintana, profesor de la Universidad Internacional de la Florida.

Quintana destaca el indudable reto que significará la reconstrucción de una ciudad de casi 500 años, con el 60 por ciento de sus edificaciones en estado de deterioro y un déficit habitacional que sobrepasa el millón de unidades, lo que según él obligará a realizar movimientos poblacionales.

Sin embargo es difícil comulgar con el criterio del arquitecto de que: “Es verdaderamente sensacional que la gente se ocupa de desarrollar las construcciones hagan alianza con los que estamos encargados de conceptualizarlas”. [2]

No soy arquitecto ni urbanista, ni este trabajo pretende insertarse en la polémica técnica del tema de la vivienda, sino en las causas generadoras de un desgarrador fracaso social y las condiciones que se requieren para implementar programas que permitan, en un plazo prudencial, que cada ciudadano cuenta con una vivienda decente.

El arquitecto Quintana considera que la aplicación de su proyecto solo seria posible en una sociedad democrática, tras desaparecer el régimen actual.

Sin embargo, por una parte, nadie puede garantizar que a la desaparición del régimen de los hermanos Castro se desarrolle en Cuba un proceso hacia la democratización del país. Por otra, la tragedia cotidiana que sufre la población cubana en forma de hacinamiento, convivencia de varias generaciones bajo un mismo techo, e insalubridad, entre otras asociadas al hábitat humano, es factor de inestabilidad social que se incrementa en el tiempo. Mientras más demore en emprenderse reales acciones en este campo, más explosiva será la situación.

III

El problema de la vivienda en Cuba es tan complejo, extenso y socialmente sensible, que no existen soluciones simples y únicas para el mismo. La varita mágica de un Fidel Castro que convertía a un recién graduado universitario en el secretario de la máxima autoridad del país, o a un reparto Alamar, urbanizado antes de 1959, en modelo del estalinismo arquitectónico, fracasó a pesar de todo el voluntarismo y el poder de un individuo como él.

El economista y periodista independiente Oscar Espinosa Chepe defiende la tesis que el Estado debe mantenerse como constructor de viviendas, y, quizás por falta de información, añade: “Objetivamente en ninguna parte del mundo, la sociedad puede obviar este importante tema y dejarlo sólo en manos del mercado”. [3]

Si ese criterio supusiera que solamente el Estado sea el constructor de viviendas sería como si se nos propusiera la tesis de esperar otro medio siglo para que el estado-gobierno [en Cuba no hay diferencias significativas], resuelva el problema.

A nuestro juicio, tanto el arquitecto Quintana como el economista Espinosa Chepe abordan el tema desde posiciones deseadas, pero no necesariamente las más realistas si se ven en términos absolutos, porque ni se puede esperar a que Cuba sea una sociedad democrática para enfrentar los programas adecuados que resuelvan, o al menos mitiguen, el agudo problema de la vivienda, ni tampoco se puede confiar en que un estado castrista, u otro cualquiera, lo resolverá. Sería inhumano y la población no lo toleraría.

La responsabilidad principal del investigador social es encontrar las soluciones óptimas, factibles y viables de un problema concreto, y lo primero es definir meridianamente el problema al que nos enfrentamos.

¿Cual es el problema de la vivienda en Cuba?

Ante todo hay que referirse a los componentes principales del problema:

  • Déficit habitacional superior al millón de unidades
  • Mas del 60% del fondo habitacional requiere de reparaciones o mantenimientos capitales
  • Convivencia de varias generaciones en la misma planta
  • Hacinamiento, promiscuidad, insalubridad, y entre otros, son generadoras de actitudes marginales

El problema de la vivienda en Cuba reside en la incapacidad del castrismo en garantizar un hábitat mínimo para la población, a partir de considerar la vivienda como un instrumento de su sistema de dominación política de la sociedad.

A los factores mencionados anteriormente habría que añadir un grupo de elementos que conforman la infraestructura donde se asienta la vivienda. Redes hidráulicas y de drenaje pluvial y albañal, que fueron diseñadas para poblaciones 3,7 veces menores, como es el caso extremo de La Habana. Déficit de áreas verdes, espacios para actividades comerciales y recreativas, todas ellas componentes de lo que en urbanismo se define como el tejido urbano de la ciudad.

¿Quién no ha cargado agua en Cuba? ¿Quién no espera hasta altas horas de la madrugada para llenar los tanques de acero pintados con oxido rojo, sustancias altamente cancerigenas, para almacenar el agua para realizar todas las actividades domesticas? Solo algunos privilegiados no lo conocen.

En su desenfreno totalitario, el castrismo cometió muchísimos errores, entre ellos los problemas agrícola y de la vivienda.

Porque el castrismo no está obligado, para ejercer su poder, a emplear el capitalismo totalitario de estado como doctrina económica, porque las claves de su supervivencia no residen en él sino en el control político de la sociedad y la información.

Tampoco el neocastrismo, como sistema generado en el seno del castrismo, [4] estará obligado a ello, aunque discrecionalmente lo haga en beneficio propio de la élite y la nomenklatura subalterna que detenten el poder.

Y esto lo saben muy bien en Punto Uno, a pesar de cualquier reticencia proveniente de Punto Cero.

Entonces, colocados ante la imposibilidad práctica-material de resolver uno de los más agudos problemas sociales de Cuba, fuente potencial de inestabilidad social, que puede ser fácilmente agravada por la concurrencia de otros factores como la crisis alimentaria, emergencias epidemiológicas, o desastres naturales, el castrismo, sin democratizarse y sin comprometerse directamente en ejercer un papel protagónico en la solución del problema de la vivienda, puede perfectamente instrumentar un conjunto de acciones que pongan en manos de la población y la pequeña y mediana iniciativa privada la solución eventual del problema.

Nada perdería el castrismo con ello, y sí recibiría un gran crédito político sobre el cual reestablecer el paradigma social fracturado.

IV

La solución al problema de la vivienda puede analizarse en dos escenarios en el corto y mediano plazo, e incluso en un tercero en el mediano-largo plazo.

Un primer escenario donde se puede comenzar el proceso de solución al problema de la vivienda está ocurriendo ya en estos momentos, donde el castrismo en proceso de transmutación al neocastrismo experimenta los efectos del embargo norteamericano.

Un segundo escenario se verificaría con el levantamiento parcial o definitivo de las restricciones que el gobierno norteamericano le impone al comercio con el régimen de los Castro.

En tanto en el medio o largo plazo se puede plantear la solución del problema en términos de una sociedad democrática en condiciones de una economía de mercado.

Dado que el voluntarismo gubernamental ha fracasado en sus “intentos” de resolver el déficit habitacional y que, por el contrario, el mismo se ha incrementado, en cualquiera de los tres escenarios considerados estarán presentes, en mayor o menor medida, y actuando como sustrato movilizador de los recursos humanos, materiales y técnicos, las denominadas eufemísticamente relaciones monetario-mercantiles.

Y los frecuentes llamados de Papá-Estado a que los pichones abandonen el nido y vuelen a buscarse su propia comida, indican que el régimen, ante la imposibilidad de resolver las necesidades materiales mínimas de la sociedad, actuará en la dirección de liberar paulatinamente espacios fragmentados, y en cierta medida estancos, con vistas a satisfacer un grupo de las necesidades mas urgentes con los menores costos políticos.

Pudieran no hacerlo, pero con ello incrementarían las tensiones sociales que pueden convertirse en espacios de inestabilidad social que conspirarían contra la gobernabilidad del país.

Durante años, individuos con espíritu emprendedor en Cuba han acometido por su cuenta la ardua y riesgosa empresa de ofertar productos y servicios deficitarios. Eso no es un secreto para nadie, y frecuentemente han sufrido la imposición de elevadas multas, el decomiso de sus medios de trabajo, e incluso la cárcel. Algunos han obtenido la controvertida licencia de cuentapropista, otros actúan en la total ilegalidad y corren todos los riesgos correspondientes.

Si bien la mayor parte de los materiales e implementos que emplean los particulares para construir casas, hacer ampliaciones, o sencillamente reparaciones de cualquier complejidad, son previamente sustraídos al estado, existen muchos productores de materiales de construcción que satisfacen demandas locales.

Fabricantes de bloques de hormigón, ladrillos, mosaicos, baldosas de granitos, lavaderos, pinturas, e incluso elementos de carpintería, han demostrado que no solo cubren una demanda siempre insatisfecha, sino que lo hacen incomparablemente mas eficientemente que las empresas estatales. No hay un jefe de sector de la policía o de una unidad militar; o un director de empresa municipal, o un central azucarero, o una granja agrícola, que no haya acudido a estos productores de materiales de construcción. Corrupción y tráfico de influencias son los medios de pago mas frecuentes en estas transacciones comerciales.

Entonces todo lo que necesita el castrismo es reconocer legalmente el hecho de que tales empresas se han abierto un espacio en el entramado económico de la Isla, crean riquezas, satisfacen necesidades estructuradas en demandas solventes, y cumplen una importante función social y económica. Dicho de otra manera, y para que quede bien claro: Si “Revolución es construir”, estas empresas son la vanguardia de la Revolución.

No tire el sofá: por el contrario, aproveche esa experiencia, y articule en torno a ella un mercado donde estos empresarios puedan adquirir los medios materiales para realizar sus producciones. La única razón que explica, en ultima instancia, el enorme desvío de recursos del estado, es que no existen los mercados correspondientes, donde mediante la oferta y la demanda se fijen los precios.

Ante un bien escaso, el único mecanismo regulador que se conoce y que se inserta en el círculo virtuoso para desterrar la pobreza estructural es la demanda; pero solo entendida como aquella necesidad que cuenta con la capacidad solvente requerida. Entonces se harán superfluos los enormes gastos burocráticos que conllevan los controles estadísticos y policíacos, y la elaboración de listados precios anquilosados que no cumplen ninguna función económica o social.

Como estas entidades crean riqueza –y crearían mucha más en un escenario propicio- contribuirán racionalmente al presupuesto del Estado que se encargaría de redistribuir esos recursos financieros de acuerdo con las prioridades de la política fiscal.

Inscriba la empresa en el órgano municipal del Poder Popular correspondiente, y emita una licencia para ejecutar las actividades que el declarante consigna como el objeto social de su compañía; y envíele trimestralmente un modelo de declaración jurada para que el individuo declare sus ingresos, costos, gastos y utilidades antes de impuestos, y que la remita de vuelta con el cheque correspondiente. Eso funciona en todas partes del mundo y funciona bien, y los organismos encargados de la recaudación de impuestos conocen bien cuando tienen que auditar a una compañía.

Cero costo económico para el estado, pero muchos créditos económicos, sociales y políticos. El poder del castrismo no se sustenta en administrar y fiscalizar pequeñas y mayormente artesanales industrias de materiales de construcción.

La construcción es un sector clave en los ciclos económicos, y ninguna economía se sustrae a sus impactos, sean positivos o negativos. Por pequeño que pueda parecer el ámbito de acción de estas micro-empresas, ejercen un efecto multiplicador en otras ramas de la economía.

Si el Estado liberara el mercado de materiales de construcción de las trabas y controles administrativos y sociales innecesarios [listas de personas necesitadas de materiales de construcción para reparar sus casas, que se venden de acuerdo a exiguas disponibilidades y a prioridades determinadas por comisiones conjuntas entre las direcciones de viviendas y los organismos sociales de compulsión tipo CDR] [5], no ya solo con los excedentes, sino ante todo dedicando una proporción de las producciones a ese mercado de oferta y demanda, muchísimas de las denominadas “acciones” de reparación y mantenimiento que ejecuta el Estado y ascienden a mas de 250,000 para el presente ano, serían ejecutadas por los propios implicados.

¿Está el gobierno cubano en capacidad de ejecutar estas mínimas medidas? Definitivamente lo está. ¿Implican las mismas alguna erosión al poder político de la élite dominante? En absoluto, por el contrario, recibirían créditos políticos de las bases más tendientes a la inestabilidad social. Si el primer vicepresidente Machado Ventura no logra entender lo, deberá saber que, biología aparte, no tiene espacio en la nomenklatura del neocastrismo.

En los marcos de la denominada propiedad social, que no es más que el derecho de apropiación por una elite de los resultados del trabajo, y eso es capitalismo de estado, y en el caso cubano capitalismo totalitario de estado, existen igualmente enormes potencialidades de ejecutar producciones de elementos constructivos.

Grandes y medianas industrias de materiales de construcción laboran no más allá del 20-30% de la capacidad no ya potencial, sino disponible. Cuando se profundiza en las causas de este comportamiento, la primera lectura arroja siempre un enemigo externo. Sin embargo, las razones últimas radican en el desinterés de ejecutivos y trabajadores por los resultados finales de la producción.

A propósito, acaba de aparecer en “Granma” un reportaje sobre la construcción de un hotel en en Varadero que confirma todo lo señalado en el párrafo anterior.

Nada es más factible que cooperativizar una industria, para no hablar de otras formas de propiedad. Sin embargo, si la decisión fuera conservar la propiedad estatal sobre la planta industrial, es perfectamente factible aplicar precios de mercado regulados por la oferta y la demanda, tanto para ventas al sector estatal como a cooperativas y privados. Todo el mundo sabe, o debería saber, que las compras mayoristas -que sería el caso de las empresas estatales-, disfrutan de los beneficios de precios al por mayor.

Y esto traería aparejado un efecto sustantivo en el sistema empresarial cubano, y en particular en las empresas constructoras, pues comenzarían a operar con costos reales, y no programados en una oficina de presupuestos. Si alguien no comprende el alcance de esta acción, no necesita tomar cursos de postgrado: pásese una temporada en una empresa constructora cubana.

Como elemento complementario pero no secundario, aplicar un sistema de pago por el nuevo valor creado, y no por los sistemas de rendimiento basados en normas obsoletas, tal y como llevan ya dos años tratando de implementar sin resultados positivos. La remuneración de todo el personal, incluidos ejecutivos y técnicos, estaría en dependencia de la riqueza creada.

¿Constituye un sistema salarial sustentando en el nuevo valor creado contradictorio con la noción de socialismo? Aunque un prominente intelectual marxista cubano de mas de 80 años de edad se aparezca ahora con que no sabemos que es el socialismo, y que sigue constituyendo una utopía, [6] este esquema no es contradictorios para nada con la utopía socialista. Hasta el momento, no hay forma más raigalmente socialista que la retribución por el nuevo valor creado. Incluso, el movimiento de cooperativas campesinas cubanas asigna estipendios mensuales a cargo de las utilidades futuras, lo que en técnica económica no es considerar la verdadera riqueza creada.

¿Es factible y viable aplicar este sistema en la empresa estatal cubana hoy en día, en circunstancias de crisis permanente y agónica? Sí, es factible y viable, y es de hecho una poderosa palanca de estimulo para elevar los tradicionales indicadores que mide el análisis económico en Cuba de productividad, coeficiente salario-producción, etc.

¿Es complejo de aplicar? Cualquier contador mediocre sabe cuales son los saldos de las producciones realizadas [porque tienen que ser producciones realizadas y no brutas, como se acostumbra en la practica del “globo” gerencial cubano], el gasto material, y la depreciación mensual y quincenalmente, si se quisiera, a los efectos del pago de la nomina.

Lo demás se saca con la punta de un lápiz, o empleando un elemental programa de computación, que el autor podría donar a cualquier entidad en Cuba que lo solicite.

Bien, determinada la nueva riqueza creada en el periodo, y para no modificar la plantilla de cargos y ocupaciones, que la burocracia, a partir de ninguna evaluación ajustada a la realidad, le asigna a cada trabajador un coeficiente horario, se pasa a distribuir el nuevo valor creado de acuerdo al referido coeficiente horario. Punto, no hay que modificar nada de todas las ciertamente absurdas disposiciones en materia de legislación laboral, pero el efecto seria inconmensurable para la economía nacional y el individuo.

Dicho de otra manera, se comenzarían a trasformar las necesidades acumuladas de virtualmente cualquier bien en demandas solventes, por la vía del crecimiento de los ingresos personales asociados al crecimiento de la riqueza nacional.

Pero Cuba no es una sociedad socialista ni en periodo de transición, como nos atiborraron durante décadas: es una sociedad castrista. ¿Es incompatible este sistema de retribución salarial con la concepción castrita de la sociedad?

En primera instancia, sí. Pero el castrismo está en una encrucijada de supervivencia que lo obliga a transformarse en neocastrismo lo quiera o no. Mucho más si en el escenario en que nos estamos moviendo no se ha levantado el embargo comercial que ejercen los Estados Unidos.

Por supuesto, construir viviendas, y las reparaciones de otras, requieren algo más que materiales de construcción. Requieren fuerza de trabajo especializada [albañiles, plomeros, electricistas, carpinteros]; también arquitectos, ingenieros civiles, estructurales e hidráulicos.

La vivienda individual forma parte de un patrimonio social, por lo que es imprescindible crear un sistema de otorgamiento de licencias de obras que compatibilicen las expectativas individuales con las prioridades urbanísticas del territorio en cuestión. El arquitecto Quintana ha alertado enfáticamente sobre ello: "Una inversión inmobiliaria sin control puede destruir los valores que hacen de La Habana un paradigma urbano invaluable''; lo cual es también aplicable para el resto del país.

En tal sentido, es aconsejable que las solicitudes de licencia de obra se extiendan contra la presentación de los correspondientes expedientes técnicos, avalados por previamente registrados ingenieros o arquitectos.

Pero eso significaría que profesionales formados por la Revolución se dediquen al “meroliqueo” en vez de cumplir sus deberes con la Patria, exclamaría probablemente un inmovilista extemporáneo. Sin entrar a detallar que el ingeniero en cuestión ha pagado, materialmente hablando, varias veces el gasto en su formación académica, ese propio profesional hasta ahora hace como que trabaja en su correspondiente oficina, mientras el Estado hace como que le paga. Entonces, ¿por qué no utilizar esa capacidad instalada y sub-utilizada en contribuir a resolver uno de los más sensibles temas que afectan a la población, que generan malestar y descontento en las bases del castrismo, y que potencialmente pueden crear inestabilidad social?

¿Por ortodoxia inmovilista fracasada en mas de medio siglo? No es un buen argumento. ¿Por temor a que el ingeniero tome las de Villadiego, y decida no trabajar más para la empresa donde vegeta profesionalmente sin contribuir a la causa de la Revolución? Posiblemente.

Si un ingeniero o arquitecto cubano decide abandonar la comodidad y seguridad de un buró empresarial por la incertidumbre de hacer planos a domicilio por cuenta propia, probablemente lo haga por dos razones: escapar del agobiante martirio de una oficina retrógrada como el sistema al que pertenece, pero también porque considera que puede desarrollarse profesionalmente, a la vez que obtiene una mayor remuneración.

¿Y eso debería formar parte de la utopía socialista que menciona Alfredo Guevara? Definitivamente si. ¿Por qué no?

Pero el ingeniero también podría realizar sus actividades profesionales de cuentapropista en su tiempo libre.

Este individuo que se estaría transformado en ciudadano gracias a la ineficiencia de un sistema, en tanto tendría la capacidad de escoger, no constituiría un peligro para las aspiraciones de perpetuación en el poder por la elite castrista, sino que mas bien con su iniciativa estaría reafirmando ese poder.

Por una parte, contribuiría a solucionar un problema de alta sensibilidad popular para la cual el gobierno cubano no tiene respuesta. Por otra, en un país donde todos necesitan de todo, la mayor parte de los ingresos marginales que obtendría serian destinados al consumo, lo que convierte necesidades acuciantes en demandas solventes que ejercen un efecto multiplicador en la economía.

Pero si por el momento consideran muy arriesgado, políticamente, implementar estas sencillas medidas de costo cero, sencillamente permitan que en sus abundantes ratos de ocio en la oficina, el ingeniero le preste el servicio a la población interesada, mediante la correspondiente facturación del servicio al cliente, sin olvidar abonar la imprescindible comisión al creador de la documentación técnica.

¿Alguien no ha visto en Cuba -incluso en las construcciones estatales- cuando un constructor emplea una concretera artesanal “made in inventiva popular”, empleando un tanque metálico de 55 galones y un pequeño motor desahuciado que recogió en algún vertedero? Déjese saber que demanda existe, que siempre habrá un cubano “manos de oro” listo para satisfacerla.

¿Cuantas decenas de miles de equipos especializados de construcción existen en el país inutilizados, canibaleados, o sencillamente amontonados en un rincón porque les falta un fusible o un rodamiento? ¿Alguien se ha detenido a meditar en algún momento en el devastador efecto económico y social que representa que el coeficiente operacional de, en muchos casos, costosísimos equipos especializados, como son los de izaje, no rebasa el 20% de su coeficiente de disponibilidad técnica?

No será castrista, pero sí revolucionario, social y económicamente, poner esos equipos en oferta en un mercado real de equipos para que la demanda determine la manera óptima de emplearlos.

Se harían innecesarias muchas cosas, entre ellas los viceministerios y las vicedirecciones de equipos de las empresas. Se reducirían al mínimo los técnicos, jefes de talleres y almacenes que no crean riqueza. Se evitaría que cada empresita tenga que tener su camión, su cargador frontal, su grúa, su concretera. Y entonces el director de empresa que tiene un camioncito quiere tener su taller con jefe, mecánicos, secretaria, y al menos una moto para el compañero de suministros.

Se necesita un mercado de equipos y servicios, regido por la oferta y la demanda, a donde irían en condiciones de clientes con similares derechos empresas estatales, cooperativas y privados.

En Cuba se da la inusual paradoja de que nunca son suficientes los constructores ni policías. En el mundo ordenado no existen déficits ni de constructores ni de policías, y será por algo que el castrismo haría bien en investigar: que cada uno tiene que realizar su homework.

Cuando el albañil tenga la posibilidad, al igual que el ingeniero, de escoger en que obra desempeñará sus habilidades laborales, muchos problemas insolubles que confrontan el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, los viceministros de Recursos Humanos, y sus correspondientes “homólogos” en las empresas, quedarán resueltos de facto.

Cuando la empresa constructora, para ejecutar un proyecto, tenga que competir con la construcción de una vivienda particular para emplear los valiosos servicios de un albañil, plomero o electricista, se estarán dando pasos sensatos hacia el uso racional de la fuerza de trabajo; pero también se están estableciendo las bases de los costos y gastos reales de la fuerza de trabajo. Igualmente, se creará un efecto multiplicador en la economía y en la sociedad.

El constructor comenzará a ejercer algunos derechos de ciudadano; la persona que sueña con su casa nueva podrá ver realizados sus anhelos sin tener que cometer ilegalidades, y en correspondencia con su solvencia. La empresa constructora comenzará a actuar en condiciones próximas al mercado real, lo cual provocará grandes transformaciones que la harán incrementar su competitividad real, o sencillamente desaparecerá. El Ministerio de la Construcción dejará de ser una unión amalgamada de empresas que cumple funciones ejecutivas en el mejor estilo de recibir órdenes y transmitirlas, para convertirse en un organismo que traza políticas constructivas.

La mezcla está lista para poner ladrillos y levantar las paredes de una sociedad mejor, que no democrática ni libre, solo mejor; por la vía de emprender acciones dirigidas a resolver problemas agobiantes de la población.

Los que no puedan desembarazarse de retrógrados esquemas mentales no deberían tener espacio en la nomeklatura que ahora mismo se reparte los asientos, ni recibirían por tanto el reconocimiento de una sociedad que aspira a tener, al menos, decentes condiciones mínimas de vida.

O el castrismo, que ha derrochado su tiempo histórico y se encuentra en franco proceso de transformarse en neocastrismo, asume medidas de este orden, que le permitirían recomponer en alguna medida su fracturado paradigma social con mínimos costos, y relanzar la búsqueda de apoyos de las bases políticas, o tendrá que pagar las consecuencias de su testarudez con la agudización de los conflictos de supervivencia de la población.

La mezcla se está endureciendo… y pronto será inutilizable.

Notas:

1. El índice de desarrollo humano (IDH) es una medición por país, elaborada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Se basa en un indicador social estadístico compuesto por tres parámetros:

  1. La Habana renace en proyecto de FIU-Cuba/ El Nuevo Herald, 24 Dec 2007

3. La vivienda en Cuba. Oscar Espinosa Chepe

  1. El neocastrismo: “revolución” sin ideología. Dr. Eugenio Yáñez
  2. «Desde que se revitalizó el programa de construcción de viviendas quedó precisado que las comisiones de circunscripción no entregan materiales, pues son las encargadas de priorizar los casos que la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda debe diagnosticar y, junto a los consejos de la administración municipales, valorar si se incluyen o no en los planes constructivos».
  3. Recientemente Yáñez citaba al viejo intelectual marxista Alfredo Guevara: El socialismo, en realidad, nadie sabe qué es hasta ahora, puesto que no hay ninguna experiencia válida de socialismo, ni siquiera la nuestra. En realidad, sigue siendo una utopía”.

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