lunes, octubre 26, 2009

Por qué no se debe levantar el embargo ( FINAL )/ Huber Matos Araluce

Por qué no se debe levantar el embargo ( FINAL )
Huber Matos Araluce/ Cubanálisis-El Think-Tank

El embargo y los intereses creados

La dictadura castrista y el gobierno de los Estados Unidos negocian el futuro de un pueblo que ninguno de ellos representa. ¿Quiénes más tienen intereses?

a) El pueblo cubano. En varias encuestas hechas en Cuba, aun bajo el temor de la represión, los cubanos han afirmado mayoritariamente que quieren vivir en democracia.

b) A las empresas estadounidenses lo único que les interesa de Cuba es hacer dinero. Prefieren a un Raúl Castro reformista que a un presidente elegido por el pueblo. Quieren tener más ventajas que los cubanos a la hora de comprar negocios, todo lo que puedan al menor precio posible: tierras, hoteles, fábricas, etc. Una transición hacia la democracia los limitaría. En una sucesión castrista hacia el capitalismo, son el tigre suelto contra un pueblo amarrado.

c) El empresariado europeo está en la misma situación, hasta ahora se ha aprovechado de que en Cuba sólo los extranjeros pueden tener negocios. Les ha sido fácil comprar funcionarios y pagar sueldos miserables. No se preocupan por sindicatos, huelgas o reclamos laborales. Prefieren una evolución muy lenta para mantener sus privilegios actuales. No quieren competencia, ni tener que rendir cuentas por su asociación con la tiranía.

d) La izquierda estadounidense ha defendido al castrismo durante medio siglo. Lo exonera de todos los abusos. Sigue culpando al embargo por las desgracias del pueblo cubano y quisiera que le dieran al régimen la oportunidad de una transición, aunque fuese a un capitalismo como el chino.

e) La administración de Obama quisiera complacer el apetito de los empresarios estadounidenses y las simpatías procastristas de la izquierda americana. Todo eso sin ofender al exilio cubano y sin parecer que están dándole oxigeno a la dictadura castrista.

f) Los gobiernos latinoamericanos reunidos en Honduras en junio de 2009 apoyaron el levantamiento de las sanciones impuestas al castrismo en la OEA. Un primer paso para abrirle la puerta a una dictadura que no ha demostrado ningún interés por respetar los derechos humanos. En esa ocasión, ni un solo presidente fue capaz de mencionar el derecho del pueblo cubano a vivir en democracia. Pero a los 30 días todos se unieron para expulsar a Honduras de la OEA y reclamar el regreso de la democracia. Un cambio democrático en Cuba seria embarazoso para los presidentes que hasta hoy profesan admiración y amistad a Fidel y a Raúl Castro.

g) Para Hugo Chávez el desmantelamiento del castrismo sería el principio del fin de su proyecto autocrático en Venezuela. Su gobierno no escatima recursos en mantener la dictadura en Cuba y seguramente trata de influenciar en las negociaciones sobre el embargo.

h) La izquierda demagógica latinoamericana, que sigue creyendo en los logros de la revolución, sin querer aceptar que se pagaron con el subsidio soviético. Logros que han ido desapareciendo en la medida en que la dictadura no les encuentra nuevas fuentes de financiamiento. Y la otra izquierda, la que todavía admira a Fidel Castro porque se le plantó a los americanos. No parece impórtales que esto le costara la libertad al pueblo cubano, ni que lo hundiera en la pobreza, ni que los convirtiera en presa fácil de mezquinos intereses.

Es evidente que contra la democracia en Cuba conspiran muchos intereses. Un acomodo con la sucesión raulista beneficia a los capitalistas estadounidenses y a los europeos, sería más que aceptable para la mayoría de los gobiernos latinoamericanos y para las izquierdas en todos los continentes.

El panorama podría parecer abrumador contra de las aspiraciones democráticas de los cubanos. Pero ninguno de los grupos que apoya una sucesión castrista en Cuba está dispuesto a financiarla con los recursos que necesita. Quien puede contribuir a prolongar la vida del castrismo es Barak Obama.

¿Que sería justo para los cubanos?

El fracaso de una economía estatizada es un hecho en Cuba y en cualquier otra parte donde se ha intentado. El camino del desarrollo económico es la libre empresa. En el futuro de Cuba no hay otra alternativa. El problema reside en que en un país empobrecido y dominado por un grupo de comunistas, interesado en seguir mandando, la llegada de la inversión extranjera los afianza en el poder. Sin dudas la población se beneficia marginalmente, pero se le condena a vivir sin la mayoría de sus derechos. Por el contrario, el desarrollo de la empresa privada y la inversión extranjera han favorecido el desarrollo de la democracia en los países donde los ex comunistas han facilitado la transición hacia un estado de derecho.

Sería lógico esperar que en un cambio en Cuba, los cubanos que viven en la isla, debieran tener la posibilidad de participar en igualdad de condiciones, o por lo menos con el mínimo de desventajas, en el desarrollo del país. Si no es así, el capital extranjero se apoderaría de los activos principales y de los mejores negocios. Sin un estado de derecho que permita a los cubanos de la isla participar competitivamente, Cuba se arriesga a convertirse en una colonia de los Estados Unidos.

Esto solo es posible evitarlo en el contexto de una constitución que proteja a unos del abuso de otros y a todos de las arbitrariedades del estado. Implica que los nacionales en desventaja con el capital extranjero, tendrían desde el inicio acceso a un sistema de financiamiento privado, que les facilite recursos por los méritos de sus proyectos, y, no por incondicionalidad política. Un sistema legal donde las violaciones a los contratos, y la corrupción de los funcionarios públicos tengan una rápida resolución. El estado democrático cubano tiene que responder a la necesidad de facilitar oportunidades a los nacionales, sin desestimular la inversión extranjera. Esa tarea no puede estar en manos de una dictadura corrupta.

En conclusión, sin las garantías de un estado de derecho, una prensa independiente, partidos políticos y elecciones libres, el camino hacia el capitalismo favorecerá a los inversionistas extranjeros. Así ha sido hasta hoy con las compañías españolas, canadienses y de otros países, protegidas por una legislación que los privilegia - y que prohíbe a los cubanos iguales oportunidades. Los extranjeros en Cuba han ido acaparando cuanto espacio económico el castrismo les ha facilitado. La corrupción de los funcionarios públicos, que es generalmente denunciada por la prensa independiente, en Cuba no se conoce. Por esta sola razón, entre otras, un cambio en Cuba no debe priorizar el capitalismo, sino la democracia.

Que mejor testimonio que el del presidente de Rusia Dimitri A. Medvedev, quien hace algunas semanas se quejó en un artículo del atraso económico de Rusia y de los serios problemas que tiene por delante. Resaltó la necesidad de que la democracia y los derechos humanos fueran protegidos y que el país escogiera regularmente nuevos líderes en elecciones libres.

Los cubanos no merecen seguir el camino de Rusia o de China. Quienes se deslumbran por el progreso económico de China, cierran los ojos a que es el país del mundo donde se cometen más violaciones a los derechos humanos. Es el lugar donde la oposición democrática es sistemáticamente perseguida e ignorada. Donde los trabadores no tienen derechos y los campesinos son expulsados de sus tierras, cuando un desarrollador privado las necesita para construir viviendas de lujo. Es un país de juicios sin garantías procesales.

El cambio en Cuba debe ser hacia la democracia, que es la única garante de la libertad y de los derechos ciudadanos. Negociar el embargo por un cambio al capitalismo, que no implique un estado de derecho desde el inicio, equivale a darle una ventaja completamente injusta al capital extranjero en perjuicio del pueblo cubano. Es prolongar la dictadura con otra cara.

Lo único que puede garantizar que el pueblo cubano será respetado como merece y que tendrá la oportunidad de dirigir los destinos de su país, es una constitución que consagre su soberanía como nación y su libertad como pueblo. Negociar menos que eso, teniendo la oportunidad de hacerlo, sería una traición al pueblo cubano.

Raúl Castro y su interés en negociar con Estados Unidos

El deseo de Raúl Castro de negociar con los Estados Unidos precede el triunfo de Obama. Raúl había aconsejado públicamente a la administración de Bush que le convenía llegar a un acuerdo con el gobierno cubano estando Fidel con vida. A quien en realidad le servía era a Raúl, quien consciente que sería el heredero de su hermano, quería recibir un poder consolidado por un compromiso con Washington. Así, evitaba ser él quien lo negociara desde una posición débil, como resultado de un ilegítimo traspaso del poder del anciano mayor al anciano menor.

El asunto no se quedó en el plano público. Los castristas hicieron un bizarro intento de negociación y enviaron una delegación de militares cubanos a conversar con militares estadounidenses. Viajaron incógnitos de Cuba a Washington y fueron recibidos amablemente en el Pentágono. Expresaron que en Cuba el alto mando había llegado a la conclusión de que era necesario un cambio de rumbo en el sistema. Necesitaban un plazo de 20 años y otras condiciones. Los militares estadounidenses se quedaron estupefactos y les dijeron a los cubanos que ellos no eran la dependencia del gobierno que podía discutir ese tipo de propuesta. Se habían equivocado de oficina.

Si en Cuba la dictadura pretende desembarazarse del estatismo económico, las negociaciones con los Estados Unidos son inevitables. Los socios comerciales de la dictadura en el mundo democrático, España y Canadá por ejemplo, no se arriesgarían a hacer las cuantiosas inversiones que necesita la economía de la isla para iniciar un despegue capitalista, como el de China. España y Canadá han hecho buenos negocios con la dictadura, pero no han tenido siempre las mejores experiencias. Recientemente Moratinos viajó a La Habana a pedir que se inicie al pago de 450 millones de dólares que el gobierno cubano les ha retenido a algunos empresarios españoles. Canadá no ha sido inmune a similares experiencias.

China ha sido cuidadosa con sus inversiones en la isla, prefiere dar préstamos sabiendo que, tarde o temprano, algún gobierno cubano le pagará. México mantiene su distancia. Y Lula, a pesar de su admiración por Fidel Castro y su amistad con Raúl, no puede obligar a que los empresarios brasileños hagan sustanciales inversiones en Cuba. El fracaso del castrismo es reconocido hasta entre sus socios del socialismo del siglo XXI. Rafael Correa, el presidente ecuatoriano y aliado de Hugo Chávez, recientemente declaró que en Cuba hay que hacer cambios.

Si el panorama interno y externo no es favorable para el castrismo, hay, como hemos mencionado, un escenario que les quita el sueño. Dentro de 36 meses habrá elecciones presidenciales en Venezuela. La popularidad decreciente de Hugo Chávez es difícil de revertir. El camino que prefiere Chávez es radicalizarse y liquidar lo que queda de democracia en Venezuela. Después de la experiencia en Honduras, un intento en esa dirección puede provocar complicaciones. En sus planes, los castristas no pueden contar definitivamente con los recursos de Chávez.

Por estas razones Raúl dijo que estaba dispuesto a negociar de todo con Obama: “presos políticos, libertad de prensa y derecho humanos.”

Qué quieren Raúl Castro y sus socios

Raúl es un hombre astuto que ha vivido bajo la sombra de su hermano Fidel Castro. Es manipulador y sabe que quienes le rodean lo subestiman. Esto se debe en parte a que Fidel Castro siempre lo ha humillado, en público y en privado, como a pocas personas en su círculo de poder. Con los años, el alcoholismo de Raúl ha dejado de ser un secreto.

Él y sus socios están conscientes de que han heredado un país convertido en un verdadero desastre. La cúpula gobernante se compone de personas que se acercan a los 80 años de edad. Del liderazgo original ya han muerto varios; algunos escogieron el suicidio. Para los que quedan, un cambio de cualquier tipo es difícil de asimilar. Han acumulado bastante dinero… tienen desde cotos de caza privados a la usanza soviética, hasta inversiones en el extranjero.

Esta vieja nomenklatura sabe que Estados Unidos es el único país que puede garantizarles una fórmula que les permita la permanencia en el poder. Que es el único país, de donde pueden llegar los cuantiosos recursos que necesita con urgencia la economía cubana. Solo el turismo estadounidense representaría un ingreso de miles de millones de dólares. También el acceso al mercado norteamericano es una condición para atraer inversionistas de otros países.

¿Qué le ha ofrecido el grupo raulista a Estados Unidos? Cambios, cambios hacia el capitalismo. Si es necesario, repartir a Cuba en pedazos y entregársela a los empresarios norteamericanos. Los castristas argumentan que, los inversionistas estadounidenses necesitarán en Cuba un gobierno que mantenga el orden como lo hacen los ex comunistas en China.

Tentar a los estadounidenses con las virtudes del capitalismo es muy fácil. La mayoría de ellos están convencidos de que el capitalismo es la madre de todas las virtudes, especialmente del poderío del que viven orgullosos. Se olvidan de que su país alcanzó ese nivel porque el dinamismo de su pueblo y la riqueza de las tierras que colonizaron, se desarrolló dentro de un estado de derecho excepcionalmente práctico y moderno. Las obligaciones y garantías de su constitución, sus instituciones y sus leyes, les permitieron dejar atrás al resto de un mundo - destruido dos veces en el mismo siglo - por guerras mundiales.

Parejo a esa creencia de que el capitalismo lo resuelve todo, hay grandes intereses en los Estados Unidos que presionan para hacer negocios en Cuba. A Cuba hay que hacerla nueva. En la isla hay que fabricar carreteras, acueductos, puertos, centros comerciales, cientos de miles de viviendas, hoteles, etc. Además, está el negocio potencial del petróleo de aguas profundas. Más la industria azucarera y la posibilidad de fabricar etanol en cantidades exportables. Estos intereses han visto como los españoles monopolizan la industria turística de Cuba, mientras ellos se quedaban fuera. Y como los canadienses se han apoderado de una buena parte de la minería cubana.

Para el grupo castrista la única forma de camuflar las riquezas que han hecho al amparo del poder es en un sistema sin transparencia, en el que nadie tenga que rendir cuentas. Así sucedió en Rusia y en China. Los viejos comunistas aliados a los nuevos barones del capitalismo y en nombre del cambio se apoderaron de las riquezas naturales y de las grandes empresas. No fue un cambio hacia la democracia sino hacia lo peor del capitalismo.

Ese es el tipo de cambio que quieren los castristas. Una especie de China caribeña. La democracia, dicen, vendrá después, hay que tener paciencia, llegará con el tiempo.

Es un escenario ideal para capitalistas estadounidenses. Un país sin sindicatos, con sueldos miserables, sin huelgas, sin leyes ambientales que respetar. Una pequeña China a 90 millas. Un pueblo inteligente que gana un promedio de $17 dólares mensuales y que tal vez por el doble se entusiasme. Un país con funcionarios corruptos y complacientes, sin una oposición política problemática y sin una prensa independiente que investigue y denuncie.

La democracia y los cubanos

El pueblo cubano debe estar consciente de esta posibilidad y no caer en la tentación del cambio por el cambio, que es una trampa de los que hoy están en el poder, para prolongar abusos y privilegios. Los cubanos debemos aspirar y aceptar – solamente - una auténtica democracia. Aunque ésta no nos va a resolver todos los problemas actuales, ni los que se presenten en el futuro. La democracia es un instrumento que nos permitirá con el tiempo, entre errores y aciertos, avanzar hacia las metas que el pueblo se proponga.

En Cuba hay problemas grandes que serán más difíciles de resolver que el de la prosperidad material. Entre ellos, la tragedia del racismo, que en medio siglo de tiranía sigue siendo un flagelo para una parte de nuestra comunidad nacional. La cultura de intolerancia, violencia, división y doble moral que la dictadura ha predicado entre los cubanos para debilitarlos y manipularlos.

La democracia no es un cambio para copiar el sistema de vida de los Estados Unidos, por exitoso en el terreno material que este sea. El progreso de un pueblo no puede reducirse a su nivel de producción y consumo. Sin dudas, es una meta a lograr, entre otras razones porque donde no hay prosperidad material no hay forma de respaldar a aquellos que en nuestras sociedades, por uno u otra razón, quedan rezagados.

Pero la humanidad debe aspirar a metas superiores porque tiene la creatividad y la sensibilidad para alcanzarlas y disfrutarlas. La solidaridad humana y la justicia social son parte integral de la cultura cubana. El marxismo no las inventó, sino que tienen sus raíces en el cristianismo y en el legado histórico martiano. Si queremos ser el pueblo alegre, feliz, trabajador y hermano que siempre quisimos ser y en parte fuimos, no podemos renunciar a nuestras raíces ni a nuestros valores.

Por qué no se debe levantar el embargo

El pueblo cubano no puede sentirse derrotado si los Estados Unidos llegan a un arreglo con el castrismo que le prolongue la vida al régimen. Es decir, que levanten el embargo unilateralmente sin negociarlo. Si Barak Obama no cumple lo que prometió: que no se levantará el embargo hasta que en Cuba no se establezca un estado de derecho y se liberen los presos políticos, los cubanos tendremos que seguir luchando por la democracia. Ya una vez los Estados Unidos les dieron la espalda a los cubanos. Al final de la guerra hispanoamericana, el Tratado de Paris se negoció únicamente entre Washington y Madrid, desconociendo el derecho ganado por el heroísmo y sacrificio de los mambises cubanos durante las guerras de independencia.

Los hijos de los mambises volvieron una y otra vez a la carga, a luchar por hacer realidad el sueño de José Martí, una patria en que la ley primera sería el respeto a la dignidad plena del hombre.

Durante medio siglo, la fuente inagotable de heroísmo del pueblo cubano, no le ha dado tregua a la tiranía castrista. No hay paralelo en Latinoamérica de un pueblo que haya pagado en su lucha por la libertad, un precio tan terrible en el paredón de fusilamiento, en prisión y en el exilio. Si este sacrificio no ha sido suficiente para lograr que la solidaridad internacional evite que se siga alimentando la dictadura, no descansemos; el castrismo está moribundo, y “Nosotros somos el freno del despotismo futuro, y el único contrario eficaz y verdadero del despotismo presente… Nosotros no morimos. ¡Nosotros somos las reservas de la patria!”*

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* José Martí, discurso en Conmemoración del 10 de Octubre de 1868, en Masonic Temple, New York. 10 de octubre de 1888

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