lunes, octubre 26, 2009

El neocastrismo: “revolución” sin ideología/ Eugenio Yáñez


El neocastrismo: “revolución” sin ideología
Eugenio Yáñez/ Cubanálisis-El Think-Tank

¿Qué es el neocastrismo? Difícil de definir. Pero habiéndose quedado el castrismo sin una fundamentación científica (ajena, pues nunca tuvo propia), hay que buscar el fundamento ideológico que “explique”, aunque no justifique, lo que está sucediendo en La Habana en estos tiempos no del cólera, sino de la influenza A H1N1 o gripe porcina.

Los que pretenden ser abanderados contemporáneos de una teoría que ya fracasó en su aplicación no van más mucho allá de hablar de reinventar el socialismo, pero muy poco aportan para esa reinvención, que cada vez parece que debería ser más cercana a las ideas del renegado Kautsky y la Segunda Internacional que a La Habana del 2009, o la Caracas de Hugo Chávez y La Paz de Evo Morales.

Suena bien lo de reinventar el socialismo, aunque ya sabemos como terminó el socialismo real: ese verbo da un sentido de búsqueda, cambio, desarrollo y decisión. Como cuando después de un grave conflicto matrimonial ambas partes de la pareja intentan comenzar de nuevo. Sin embargo, no basta con mencionar, ni incluso desear, esa reinvención: sin objetivos, tareas y plazos concretos, todo queda en declaraciones de intención, y nada se resuelve.

¿Cómo se puede resolver un problema cuando los encargados de resolverlo no desean dar participación a todos los afectados, o no logran ni siquiera ponerse de acuerdo en cuál es el problema y cómo se manifiesta, o ni siquiera de que existe un problema?

La prensa oficial en estos momentos está señalando la culpa de todo en síndromes de un paternalismo que afectaría a la población y los trabajadores, que no estarían haciendo lo que tienen que hacer.

Y a la vez, junto a ello insiste en estos días en los enormes daños provocados por el criminal bloqueo imperialista a la economía nacional.

Según el periódico español El País, el Presidente Barack Obama conversó recientemente en La Casa Blanca sobre el tema con el Presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, y estas habrían sido las palabras:

-“¿Y Cuba? Nosotros estamos dando pasos, pero si ellos no dan pasos también, será muy difícil que podamos continuar.

-Moratinos va a viajar a Cuba en los próximos días.

-Que les diga a las autoridades cubanas que comprendemos que no se pueden cambiar las cosas de la noche a la mañana, pero que, pasados unos años, cuando se mire hacia atrás, debe quedar claro que éste fue el momento en el que empezaron los cambios. Si no es así, habrá una profunda decepción”. [1]

Entonces, parecería que todas las puertas no están cerradas, y la insistencia por el gobierno cubano de un levantamiento incondicional del embargo cada vez resulta menos realista.

Y hay cosas que no se explican, ni siquiera se mencionan, en la prensa oficial cubana: ¿cómo ha afectado el bloqueo en la falta de ortografía de los estudiantes cubanos? ¿o en el mal servicio y el maltrato a los usuarios, que nunca pueden ser clientes?

¿En qué contabilidad seria y responsable en cualquier lugar del mundo se considera como pérdidas lo que no se ha podido vender?

¿Es que tras cuarenta y siete años de bloqueo alguna persona sensata en el país considera que podría vender su producción en el mercado norteamericano si antes no se producen modificaciones fundamentales en la legislación de ese país?

Ahora dice el gobierno que ese bloqueo imperialista retrasó el desarrollo del turismo en Cuba en los últimos treinta años. Haciendo números sencillos, eso sería desde 1979. ¿Y por qué se retrasó y cercenó el desarrollo del turismo en Cuba entre 1959 y 1979?

Sería maravilloso que en la deseada reinvención del socialismo hubiera respuestas a todas estas interrogantes, o al menos pudieran listarse preguntas adecuadas para las mismas. Y que se elaboraran estrategias alternativas para escenarios variables. Porque si la reinvención se basa en más de lo mismo, pero dicho de otra manera, habría que esperar otro medio siglo para comenzar a hablar de reinventar la reinvención, y los acuciantes problemas de la sociedad serían mucho mayores y más graves, o peor aún, no pueden esperar tanto tiempo.

De acuerdo todos en que la historia poco aporta en el campo de la teoría al verdadero proyecto socialista que todavía se sueña por algunos en La Habana, pero la nostalgia por la autogestión de raíz yugoslava o los sueños de la Comuna parisina no bastan para sacar a Cuba de su crisis contemporánea, sin recursos y con pocas opciones.

Una de las mentes más lúcidas de la intelligentsia cubana, el marxista Alfredo Guevara, dice claramente en una entrevista publicada esta semana en “Calibán”: “El socialismo, en realidad, nadie sabe qué es hasta ahora, puesto que no hay ninguna experiencia válida de socialismo, ni siquiera la nuestra. En realidad, sigue siendo una utopía”. [2].

El original proyecto cubano camina sin teoría ni fundamento ideológico desde hace ya mucho tiempo, pero el fenómeno se ha agudizado en las últimas etapas, cuando al líder histórico no parece interesarle para nada el tema cubano, y los herederos no demuestran saber lo que van a hacer, ni cómo, ni a través de qué mecanismos.

Mucho más sencillo ahora que hablar de lo sería el neocastrismo sería hablar de lo qué por seguro no es: porque podría ser cualquier cosa, menos una ideología coherente, o ni siquiera en formación. Ni siquiera en génesis: balbuceos aislados sobre reinvención, pero sin ir nunca más allá.

Para la Real Academia Española “ideología” es una “doctrina filosófica centrada en el estudio del origen de las ideas”, y en su segunda acepción un “conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc.”.

Sin embargo, para Karl Marx, que en ese tema era mucho más versado, consistente y confiable que la Real Academia –limitada a la interpretación del concepto en el idioma castellano- es algo mucho más definido, que se refiere a la percepción de la realidad por una determinada clase social: el teórico judío-alemán diferencia claramente la ideología de la burguesía y la del proletariado.

Por tanto, siendo clasista, la ideología no podría nunca ser científica, pues la ciencia no puede depender de la percepción de una determinada clase social sobre otra, cualquiera que sea, porque tiene que basarse en evidencias empíricas, racionales y comprobables.

Consiguientemente, pueden desecharse todas las declaraciones altisonantes, a pesar de los infinitos manuales y los bombos y platillos que señalan al marxismo-leninismo como una ideología científica, lo que es más o menos igual que pretender definir una religión como científica.

La fe, como el amor, no necesita razones: le basta con las convicciones. El creyente que pretende entender la Santísima Trinidad, en el mismo momento de intentarlo ya vacila en su fe: no tiene que entenderla para nada, basta que crea en ella.

No es lo mismo con la ideología como fundamento de un pensamiento político: pedirle al revolucionario creer sin entender es pedirle una fe que nada tiene que ver con la supuesta fundamentación científica de un pensamiento que se proclama a sí mismo no solamente como científico, sino también como el único aceptable.

Los que hablan en La Habana de reinventar el socialismo no son tontos ni incultos, sino todo lo contrario: hablan de reinventarlo para no tener que decir abiertamente que todo lo anterior fue un estrepitoso fracaso sin pies ni cabeza, y que no existe alternativa teórica ni decente ni aceptable.

Han leído bastante no solamente a Marx, Engels, Lenin y Martí, sino también a Trostski, Bujarin, Preobazhenski, Gramsci, Corniú, Lukacs, Althusher y Galvano della Volpe. ¿O no? Son todos esos que en un silencio vergonzante y reiterado han leído mucho a Trotski, Woldzimierz Bruz y Karl Kosch, aunque nunca lo digan o lo discutan en público.

Esos no son esos mediocrísimos oficialistas como Lázaro Barredo, inefable director del “Granma”, que ahora habla de “pichones”, Luis Sexto, con blog oficial propio, que habla de nada aunque escriba de todo, Juan Varela Pérez, Héroe Nacional del Trabajo, campeón de la tergiversación, o Juana Carrasco, también campeona ella: no, de ninguna manera.

Se trata de la intelligentsia del poder, del sistema, del gobierno, quienes podrían fundamentar teóricamente un proyecto socialista que no logran definir, porque, al no ser gobierno, necesitan “señas” desde el banco, pero no las acaban de recibir.

Esa es la verdadera intelectualidad cubana a cargo de la ideología, intelectualidad muy sólida y trascendente, con nombres y apellidos: se llaman Alfredo Guevara, Eusebio Leal, Aurelio Alonso, Fernando Martínez Heredia, Juan Valdés Paz, Rafael Hernández, o son las nuevas y más jóvenes estrellas del Centro de Estudios de la Economía Cubana.

Algunos de esa élite fueron aquellos que en su momento crearon la excelente y polémica revista, después implacablemente clausurada, Pensamiento Crítico, en la Universidad de La Habana en los años sesenta y comienzos de los setenta, publicando entonces a Althusher, Gramsci, Mendel, Lukacs, Gunder-Frank, Bujarin, Preobazhenki, Bettelheim, Baran, Swezzy, Hubberman, aunque también a idiotas como Noti (“contra la ganancia”), ensayistas de segunda como Eduardo Galeano (“las venas abiertas de América Latina”), o seudo-intelectuales como Mattelart (“para leer al Pato Donald”).

¿A cuáles de cualquiera de esos teóricos mencionados arriba ha publicado o publicará alguna vez Cuba Socialista?

Esos eruditos de la intelligentsia cubana, a quienes les gusta (porque son inteligentes y cultos) la música de Bob Dylan, Billy Joel, Paul Robeson, Edith Piaff, Elton John, Charlie Mingus, Mercedes Sosa, Pablo Milanés, Chano Pozo, Silvio Rodríguez, Gloria Stefan, Atahualpa Yupanqui, Paquito D´Rivera, Arturo Sandoval, Víctor Jara, Luis Formell, Willy Chirino, Chico Buarque, Paco de Lucía o Mireille Mathieu.

Esos que leen con igual fruición a Mario Puzzo, el de El Padrino, que al otro Mario, el Vargas Llosa, a García Márquez, Dashell Hammett, Ray Bradbury y Raymond Chandler, esos que disfrutan el cine de Kurosawa, Bellochio, Varda, Bergman, Alberto de Sordi, Mastroiani, Ugo Tognazi, Jeanne Moureau, Ives Montand, da Sicca, Catherine Deneuve, Michel Piccoli, Gian María Volonté, Toshiro Mifune, Fernando Fernán Gómez, o Mónica Vitti en su “Desierto Rojo” no necesariamente comunista, pero no del cine soviético, más allá de El acorazado Potiemkim, Cuando vuelan las cigüeñas, Solaris, o La carta que no se envió.

Esos no son ni de lejos momias ideológicas, incultas y farsantes como Raúl Valdés Vivó, Armando Hart, Fernando Taladrid, Tubal Paéz, dícese que Presidente de la Unión de Periodistas de Cuba, el mercenario canadiense Jean Guy Allard, que escribe para la prensa oficial cubana tachando de “mafiosos” a todos los cubanos en el exterior, o Pedro de la Hoz (y el martillo), que desde “Granma” quiere ser apologista de toda la barbarie, creyendo que todos sus lectores son idiotas o tan “inteligentes” como el director del “órgano del Partido”.

Esa intelligentsia congelada por el miedo, o instinto de conservación, -de la que solo muy ocasionalmente emergen atisbos de sinceridad temeraria- sabe perfectamente que los ancianos que debían dar las señas desde el banco partidista no saben lo que quieren, más allá de mantenerse en el poder a nombre de una revolución cada vez más imprecisa, abstracta y esotérica, que se define a sí misma como socialista sin ser capaz de satisfacer las necesidades siempre crecientes de la sociedad, ni acercarse a la socialdemocracia, y que al no poder hablar de ningún problema resuelto tiene que hablar del “bloqueo”, “los huracanes” o “los cinco”, para no tener que explicar por qué las vacas ya no dan leche, las frutas desaparecieron, o no hay cajas para los tomates y las calabazas que se pudren en los campos cubanos.

Porque hay muchos problemas concretos, específicos y puntuales, que se deben explicar y abordar desde el pensamiento oficial en Cuba, como parte de lo que serían las bases de un novedoso enfoque teórico para esa reinvención del socialismo que tanto se menciona sin pasar de ahí.

Temas sobran, entre los cuales cabría mencionar:

  • ¿Cómo deben ser los mecanismos de funcionamiento de una administración pública efectiva y revolucionaria en un socialismo verdaderamente democrático?
  • ¿Por qué no se acaban de implementar las disposiciones legislativas establecidas en el país para el pago por los resultados del trabajo? ¿Cuándo se implementarán? ¿Es que la burocracia es más poderosa que el gobierno?
  • ¿Cuándo se podrá alcanzar la contabilidad confiable en el país?
  • ¿Debe mantenerse el socialismo basado solamente en un partido único? ¿Cómo se canalizan las opiniones, críticas y criterios divergentes de los revolucionarios que no son militantes del partido?
  • ¿La estrategia del voto unido es realmente más revolucionaria que la selección libre y voluntaria de los candidatos por parte de los votantes?
  • ¿Qué garantiza que los sindicatos organizados centralizadamente y subordinados al partido puedan expresar realmente los intereses y las diversas opiniones locales de los trabajadores en cada centro de trabajo?
  • ¿Cuándo se terminará de distribuir en arrendamiento, como ya está establecido en la legislación, toda la tierra cubana que hoy está improductiva y cubierta de marabú?
  • ¿Existe o puede existir una economía política del socialismo? ¿Cuál es y dónde está?
  • ¿Cuál es el contenido de los estudios de marxismo en la enseñanza superior en estos momentos en que se reactivan? ¿Se discute a fondo sobre los errores del socialismo real, la perestroika y las reformas china y vietnamita?
  • ¿Se analizan en profundidad los diabólicos mecanismos del estalinismo y alternativas verdaderamente revolucionarias?
  • ¿Además de entregar las tierras improductivas en usufructo, cuándo y cómo se va a facilitar a los arrendatarios de esas tierras el acceso a insumos y recursos necesarios para hacerlas producir?
  • ¿Tiene sentido dificultar tanto las cosas a los que realmente aportan con su esfuerzo y su trabajo la mayoría de los productos alimenticios que se consumen en el país?
  • ¿Por qué la prensa oficial nunca divulga abiertamente el contenido de los debates entre la población, orientados por el gobierno, y los muchos criterios revolucionarios discrepantes de la política oficial, o las propuestas de solución que ahí se plantean?
  • ¿Cómo se pueden resolver los innumerables problemas y deficiencias en la educación de los cubanos, derivados de una exagerada politización de la enseñanza, políticas educaciones absurdas y sin fundamento, la falsa universalización de la enseñanza superior sin preocuparse por la calidad de la enseñanza, y la utilización en todas partes de maestros improvisados, sin la elemental formación imprescindible para hacer un trabajo educativo aceptable?
  • ¿Cómo debe y puede el estado socialista resolver el aplastante problema habitacional de los cubanos, cuándo se insiste en los planes estatales de construcción de viviendas que no han funcionado durante medio siglo?
  • ¿Cuál es y cuál debe ser el papel de la prensa revolucionaria? ¿Han contribuido el triunfalismo y el secretismo oficial en la prensa a resolver en algún momento algún problema concreto de la sociedad?
  • ¿Qué obligaciones deben tener los funcionarios oficiales en todos los niveles ante la prensa oficial, y como debe actuarse cuando tratan de escurrir el bulto y no responder adecuadamente a la prensa, o cuando informan de manera conciente lo que no es, o se niegan a informar?
  • ¿Cómo y cuáles deben ser las relaciones entre un gobierno centralizado y los productores privados y cooperativos que, aunque disponen de menos del 20% de la tierra del país, producen más del 60% de los alimentos de producción nacional?
  • ¿Por qué siempre se retrasan continuamente los pagos a los campesinos privados y los cooperativistas?
  • Si esos productores privados y cooperativos son mucho más efectivos y eficientes que cualquiera de los productores estatales, ¿por qué se insiste en el disparate de que las formas de propiedad socialista en la agricultura son superiores, a pesar de nunca poderse haber demostrado tal aserto en ningún lugar del mundo?
  • Cuáles son y cuales deben ser los mecanismos adecuados de comercialización de la producción agropecuaria?
  • ¿Cómo se resolverán, para poner alimentos sobre la mesa de los trabajadores cubanos, los problemas del aumento de producción agropecuaria cuando no se garantiza el acopio, beneficio y comercialización de esos productos, la disponibilidad de envases, procesamiento industrial, ajuste de precios acorde con la calidad de los productos, y el transporte de la producción? ¿Y cuándo?
  • Si durante casi medio siglo esta actividad centralizada por el Estado ha sido ineficiente, derrochadora, con enormes pérdidas físicas, y tardía, ¿por cuánto tiempo más sería sensato esperar antes que decidirse por mecanismos menos centralizados, o por los privados o cooperativos?
  • ¿Y cómo resolver en el ínterin las carencias y pérdidas de la actividad, mucho más cuando el dinero del país no alcanza para comprar en el exterior los alimentos necesarios?
  • ¿Cómo se combatirá eficazmente la proverbial ineptitud burocrática del socialismo que impide que las decisiones lleguen a las bases adecuadamente, y que a la vez los reclamos desde abajo sean realmente elevados, escuchados y tenidos en cuenta?
  • ¿Cómo funciona y como debe funcionar la legalidad socialista?
  • ¿Se producirá para satisfacer las estadísticas de la prensa triunfalista o las necesidades alimenticias de los cubanos?
  • ¿Cómo se conjugan en espacio y tiempo la democracia socialista y la tarjeta blanca, el ominoso permiso de salida del país?
  • ¿Realmente se dificulta el libre movimiento de los cubanos para evitar las congestiones del espacio aéreo internacional?
  • ¿Y cómo se aplica este criterio en lo referente a las migraciones internas hacia la capital del país, que por regla general son terrestres y no aéreas?
  • ¿Por qué la población no puede venderse libremente entre sí un auto o vivienda de su propiedad? ¿Cuál es el problema?
  • ¿Cómo conspirarían estas actividades comerciales contra la justicia social del socialismo?

Temas y problemáticas para analizar y comenzar a desarrollar la anunciada reinvención del socialismo abundan, sobran.

Y el neocastrismo necesita a gritos de un fundamento teórico-conceptual de su proyecto, de la que en este momento es un evidente huérfano.

Un proyecto sin programa no es solamente una utopía: también es una estafa.

La “mafia de Miami” no tiene nada que ver nada de lo anterior, ni puede influir para nada en esto. Ni el exilio duro, ni los disidentes.

La solución de estas tareas no está, ni puede estar, ni hace falta que esté, en Miami, Madrid, Ciudad México, Caracas, Moscú, Beijing, o Hanoi. En esos lugares estos problemas no se entienden.

Es tarea únicamente de los revolucionarios cubanos.

Nadie pretende sustituirles en sus obligaciones.

Pero el tiempo no sobra.

La generación histórica ha envejecido, los múltiples problemas se agudizan por días, los recursos escasean, y el relevo no aparece, o al menos, para ser exactos, el pensamiento teórico del relevo no aparece.

Tras medio siglo preparándose para enfrentar una invasión imperialista que nunca se produjo ni se producirá, desde el poder no acaban de dar señales de estar preparados para enfrentar ni el anquilosamiento ni el inmovilismo.

Ese es el gran dilema del neocastrismo: la ideología, por sí sola, no llena las mesas, ni viste, ni alberga a las personas.

Mucho menos la escasez o falta absoluta de ideología, o una ideología que está por reinventarse, y que tiene como basamento otra que ya ha demostrado fehacientemente su fracaso.

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[1] Periódico El País, España, domingo 25 de Octubre, 2009

[2] http://www.revistacaliban.cu/entrevista.php?numero=5

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