lunes, agosto 04, 2008

Las guerras secretas de Fidel Castro. Guerra en Argelia y golpe en Zanzibar/ Juan F. Benemelis

















CAPÍTULO 6 GUERRA EN ARGELIA Y GOLPE EN ZANZÍBAR

El colonialismo resultaba una doctrina anacrónica; el gobierno francés conducía el proceso descolonizador de sus territorios de Ultramar con inteligencia, mientras mantenía su empecinamiento de permanecer en Argelia. De nada había servido el descalabro sufrido en Indochina, donde la mano oculta soviética les había puesto militarmente en crisis1.
Egipto había sido el sostén esencial de la rebelión argelina. Argel se hallaba inmersa en una lucha fratricida entre el demócrata moderado Ben Khedda, presidente del gobierno provisional clandestino, el izquierdista Mohammed Budiá y el carismático Ben Bella. Todo pronosticaba que al final de la omnipotente influencia anticolonial, Argelia se envolvería en una guerra civil.
El callejón sin salida argelino da pie a que el ejército galo propine un virtual golpe de estado en favor del general Charles DeGaulle, militar de altivo perfil con alma de planificador; pero en contra del deseo de su camarilla golpista, DeGaulle adopta una postura descolonizadora llevada a suprimir los estériles gastos militares, que lo convierte en el enemigo acérrimo de sus viejos camaradas de armas, quienes organizan una sociedad secreta, la OAS, con el fin de liquidarlo físicamente2.
El primer acto del castrismo en el continente africano está unido a la lucha de la altiva y belicosa comunidad islámica argelina, vista con simpatías en el mundo entero. El régimen cubano se unió a la campaña internacional del bloque soviético lo que hizo mella en la opinión pública francesa cuyo gobierno luchaba por la protección de sus despojos de la preguerra.
En diciembre de 1961, en una operación silenciosa, el buque cubano Bahía de Nipe, descarga en Casablanca pertrechos militares norteamericanos, especialmente carabinas M-1 y personal médico. Los heridos argelinos serían recogidos y luego transferidos a Cuba. Se inició una intensa participación militar que provocó la reacción del alarmado Estado Mayor francés. Como apunta en su crónica el Premio Nóbel Gabriel García Márquez3. "En Argelia, aún antes de que la Revolución Cubana proclamara su carácter socialista, ya Cuba había prestado una ayuda considera­ble a los combatientes del FLN en su guerra contra el colonialis­mo francés. Tanto que el gobierno del general DeGaulle prohibi­ó, en represalia, los vuelos de Cubana de Aviación por los cielos de Francia"
Los acuerdos de Evián, que consagran la independencia de Argelia en 1962 son recibidos con suspicacia y reserva por parte de Castro y el Che Guevara, que aspiraban un segundo Dien‑Bien‑Phu para Francia. Castro impone silencio a la vieja guardia marxista cubana sobre la forma en que Ben Bella aplasta a los comunistas argelinos, y hace todo lo posible por ocultar el papel filo-colonialista del partido comunista francés y la actitud tibia adoptada por la URSS en esta lucha4.
El comandante Jorge Serguera, hombre de confianza de Castro, es nombrado embajador; las relaciones cubano argelina llegan a tal punto que se instituye un intercambio de información de inteligencia. El Che Guevara estableció en Argelia estrechos vínculos con el líder trotskista Michel (Pablo) Raptis, que fungía como asesor de Ben Bella.
La Argelia independiente aspira en su proyección exterior a una política en favor de la lucha armada de los movimientos de liberación nacional afroasiáticos, entre ellos la galvanización de los movimientos anti‑rhodesianos y anti-sudafricanos, así como la promoción del foco guerrillero en estados ya constituidos, como el Congo, Senegal, Chad, y Camerún.
Este enfoque argelino, coincidirá con las intenciones de Castro en el continente; ambos mandatarios conciertan una estrategia insurgente, donde Cuba asume como suya la política argelina en África y específicamente el sostén a los alzamientos tribales en el Congo. Se crea, además, un torrente de fanáticos movimientos armados del Tercer Mundo contra los países “pro-imperialistas”.
La conexión Castro‑Ben Bella llega a tal familiaridad que, fuera de los altos círculos cubano-soviéticos, el argelino es el único que conoce con antelación la instalación en Cuba de proyectiles balísticos soviéticos de medio alcance, con ojivas nucleares. Ben Bella facilita un entendimiento de Castro con países industrializados de Europa, especialmente Francia, que en la década 1962-1972 logra un considerable salto económico. Cuba inaugura una etapa de intensa actividad económica con empresas privadas francesas5.
Entre los temas que Cuba y la URSS abordan en estos años iniciales están la campaña anti-China, el intento por sustentar el control de los movimientos anticoloniales y del nacionalismo árabe, y los conceptos autómatas del socialismo.
A partir del ascenso de Jruschov, la URSS muestra señales de interés por África y Medio Oriente, alentada por el naserismo y la crisis tunecina de Bizerta; es la época de los estados del tercer mundo con vocación neutral­ista, como Indonesia, la India, Túnez, Ghana, etcétera. En Egipto e Irak se habían sucedido golpes militares que al final favorecerían el lado soviético. En 1947, fue Gromyko el que presentó ante la ONU el plan de partición de Palestina, defendido por los partidos comunistas de Egipto e Irak, en especial por los corrillos de judíos marxistas.
Antes de ello, durante la Segunda Guerra Mundial, el núcleo que luego constituyó en Egipto los oficiales libres naseristas, (Anwar El Sadat y Nasser incluido) intentó negociar con los alemanes del mariscal Erwin Rommel la futura independencia egipcia, a cambio de información sobre la disposición de las fuerzas inglesas en el Canal de Suez. Por su parte, el movimiento nacionalista hebreo y la organización IRGUN, haciendo oídos sordos del antisemitismo de Adolf Hitler en Europa, propuso un pacto con las potencias del eje nazi fascista, en contra de los aliados, a cambio de un estado soberano en Palestina.
El antisemitismo fue así elaborado por Inglaterra, la cual pensaba que los ejércitos árabes, especialmente el jordano de Glubb Pasha, podían barrer con facilidad al nuevo estado israelí, privando de paso a los Estados Unidos de un punto fuerte en el Medio Oriente. Nasser, de tendencia fascista en sus años mozos, se convierte en el primer egipcio en gobernar un Egipto libre desde el año 526 antes de n.e., cuando fue derrotado por los persas el faraón Psamético III. La URSS aceptó a Nasser, cuando éste se envolvió en la banderola del antiimperialismo, a pesar de que mantenía en los campos de concentración de Tourah y Kharga a un millar de comunistas egipcios.
Por esa época existía una intensa y secreta pugna entre los jerarcas de las naciones árabes por controlar la enorme herencia de Hermann Goering, depositada en un banco de Lausanne, destinada a los palestinos, puesto que en el testamento de Goering rezaba que la misma debía ser utilizada para luchar contra la “supremacía judía”. En parte, el diferendo egipcio-argelino se emponzoñó por este episodio, o sea: quién iba a poseer el control de esta cuantiosa suma de dinero.
El premier cubano se aferra a su alianza afro-europea con Argelia; pero halla un poderoso valladar en Nasser firme supervisor del espectro político del mundo árabe. Los intentos reiterados de la alta dirigencia castrista por tender un puente con los egipcios resultan infructuosos, y los soviéticos no mostraron inclinación en facilitar un acercamiento entre ambos.
El desacuerdo Castro‑Nasser resulta tan turbio que el mandatario cubano sostendría relaciones diplomáticas con Israel hasta la muerte del gobernante egipcio, pese a que ello conspiró contra la imagen de Castro en el mundo islámico. Este sordo desacuerdo es una de las causas del estrecho acercamiento de Castro a Argelia y explica el que Ben Bella fuera aupado por La Habana para disputarle a Nasser la hegemonía de la región.
El eje Castro‑Ben Bella desplegó una cruzada anti-na­serista en todos los niveles. Pero en vida de Nasser, Castro no logró descifrar los signos misteriosos del egipcio, fracasando en el intento de abrir brechas en el Medio Oriente; sólo se hizo eco de la campaña anti-egipcia de Ben Bella y del régimen baasista6 iraquí de Abdul Karim Kassem, sin lograr cimentar bases de entendimiento con el hombre fuerte de Bagdad. A principios de 1963, el indonés Sukarno concibió una conferencia internacional de jefes de estados del tercer mundo; una nueva versión de la famosa conferencia de Bandoeng. La diplomacia cubana se movió para capitalizar la idea de una gigantesca comunión mística del Tercer Mundo, pero buscando desplaz­ar la reunión hacia Argelia, donde Castro pudiese ejercer mayor influencia y contrapesar a figuras como Tito, Nasser y Nehru.
En la conferencia de Moshi, en Tanganyika, en 1963, el represen­tante cubano José Carrillo lanza la propuesta de un coloquio de los tres continentes, introduciendo un nuevo elemento: la presencia de los movimientos de liberación, que posibilitará llevar éste cónclave Tricontinental fuera de la órbita chino‑indonesa, acercándolo a la brasa cubana‑­argeli­na.

EL CONFLICTO FRONTERIZO
En octubre de 1963, estalla el conflicto fronterizo argelo‑marroquí, largamente incubado desde tiempos coloniales. Esta conflagración sirve para poner en práctica el primer experimento militar castrista de envergadura en África. La disputa se inicia en las comarcas sajarianas de Hassi‑Beida, reclamada por ambas partes y luego se extiende al sur, a las arenas de Tinduf y hacia el norte, a la zona pedregosa de Colomb‑Bechar.
Esta agria polémica, que había traumatizado la memoria de ambas naciones, tiene sus raíces en el viejo tratado colonial fronterizo de Lalla Marnia, acordado en 1845, entre el poder imperial francés y el sultán de Marruecos. Por medio del mismo se identifica arbitrariamente gran parte de la frontera con Argelia, desde la costa hasta el oasis de Teniet el-Sassi7.
No bien concluida la ceremonia de la independencia argelin­a, comienzan a surgir los primeros roces en los parajes de Colomb‑Bechar y Zegdou. La diferen­cia ideológica entre el sultán de Marruecos y la oscilación izquierdista de Ben Bella emponzoñan aún más esta fúnebre herencia del coloniaje francés. En septiembre, contingentes de Marruecos se esparcen por las pistas polvosas de Hassi‑Beida y Tinjoub. Con esta acción, Rabat fuerza una decisión argelina en todo el contencioso fronterizo. El 8 de octubre, las tropas argelinas recuperan ambos puntos para perderlos nuevamente, una semana después.
Al estallar el conflicto argelo‑marroquí, Castro siente que tendrá un papel protagónico en Argel; ofrece apoyo y solicita permiso para despachar una fuerza voluntaria simbólica. Entre otras razones, quiere borrar la irritación de Ben Bella por los pronunciamientos favorables del gobierno cubano en ocasión del reciente fallecimiento del presidente israelí Ben Zvi. En el mes de agosto, Castro envía una delegación militar a Ben Bella, encabezada por el Che Guevara, acompañado de Víctor Dreke, Harry Villegas (Pombo) y Raúl Suárez Gayol, para que coordinen la ayuda que se debe prestar.
Se envían tropas cubanas a Argelia bajo la asesoría del mayor general soviético Ciutah. El contingente es transportado en los barcos mercantes Aracelio Iglesias, Sierra Maestra y Playa Girón, y llegan al puerto de Orán el 21 de octubre. A estos buques siguen otros embarques de hombres y armamentos, por vía aérea, usando aviones turbohélices Britannia que siguen la ruta Habana‑Praga‑Argel. La fuerza cubana de choque comprende 3 batallones moto-meca­nizados, 1 brigada con 50 tanques pesados T‑55, varias unidades de artillería (con un total de 2,200 soldados) y alrededor de 1,000 hombres más como tripulación de la operación y personal de apoyo.
El batallón de tanquistas cubanos y otros cazas MiG‑17 llegan en el buque González Lines el 28 de octubre8. Al mando de las tropas estaba el comanda­nte guerrillero Efigenio Ameijeiras (un osado rebelde castrista) secundado por Aldo Santamaría Cuadrado, Dermidio Escalona, Raúl Díaz Argüelles, Samuel Rodíles, Lino Carreras, Joaquín Ordoqui, así como oficial­es de la columna guerrillera de Ameijei­ras. Esta situación es recogida en un artículo del escritor García Márquez9.
"Mientras Cuba es devastada por el huracán Flora, un batallón de combatientes cubanos internacionalistas va a defender a Argelia contra los marroquíes. Para la época, no hay un sólo movimiento de liberación africano que no cuente con la solidaridad de Cuba en la forma de armas y material de guerra y también en la forma de entrenamiento para técnicos y militares y civiles y especialistas. Mozambique desde 1963, Guinea Bissau desde 1965, Camerún y Sierra Leona, todos reciben alguna expresión de solidaridad y ayuda de los cubanos en un momento u otro"
El dispositivo militar cubano acude a la zona de operaciones, sin esperar órdenes del mando argelino. Asimismo, el embajador Serguera y el comisario político de las tropas Ordoqui10 justifican ante Ben Bella el por qué de una fuerza expedicionaria de tal magnitud. Argelia complementa este poderoso núcleo con una unidad de tanques y artillería de campaña enviada por Nasser. La combinada presencia cubano‑egipcia, está coordinada y aprobada por la URSS, que autoriza la remesa de material de guerra y unidades egipcias.
Nasser, está en deuda con los soviéticos, por el apoyo logístico a su voluminoso cuerpo expedicionario en Yemen del Norte. Además, debido a la alianza entre Egipto, Siria e Irak en 1963, la URSS había reforzado militarmente a estos países, en particular al primero, para que la balanza militar del Medio Oriente no se altere a favor de Israel.
Antes de asumir el mando de las operaciones en Argelia, el comandante Ameijeiras, escoltado por el embajador Serguera pasa por El Cairo para coordinar con los egipcios los detalles de la acción conjunta. El entonces jefe militar argelino, Houari Bumedién, unido al grueso de su plana mayor, desaprueba la representación militar egipcio‑cubana solicitada por Ben Bella11.
El ejército argelino traslada, apresuradamen­te, refuerzos por aire y tierra y se lanza a una sucesión de ataques y contra‑ataques para obtener la iniciativa en el cuadro territorial en conflic­to. Las huestes cubanas, apoyadas por columnas argelinas, desbaratan los bordes delanter­os defensivos del enemigo y se precipitan por la fractura a la profundidad del territorio; el 17 de octubre se ocupan los conglomerados moros de Ich, mientras se bombardean los privilegiados islotes de verdor de la región de Tindara. Con ello, se inserta la confusión entre los marroquíes y se generaliza el conflicto. Los intentos de Rabat por recuper­ar esta región en las entrañas del Sájara son infructuosos; Marruecos rompe relacion­es con Cuba y retira su embajador de El Cairo.
El antagonismo argelo‑marroquí y la comparecencia de una columna militar castrista12 suscita ansiedad entre los estados de la zona, los cuales tratan de impedir su internacionalización, encauzando el conflicto hacia las negociaciones. Siria, Ghana, Irak, Túnez, Etiopía y Malí predican diversas soluciones y ofrecen sus oficios mediadores para atajar la maquinaria Castro‑argelina, que amenaza con extender los choques fronterizos a pleno territorio marroquí.
Salvo el caso de Egipto, Siria e Irak, que se inclinan hacia el costado argelino, casi todos los países afroasiáticos se declaran neutrales ante los dos contendientes. La Liga Árabe adopta una resolución exigiendo el cese del fuego y crea un comité de mediación. Argelia demanda un cónclave urgente de la Organización de Unidad Africana (OUA), propuesta que es impugnada por Marruecos, negada a abandonar las zonas de Hassi‑Beida y Tinjoub.
En octubre 28, se consuman en Malí las negociaciones entre los dos mandatarios antagónicos. Se acuerda un armisticio a partir del 2 de noviembre así como una franja desmilitari­zada; se aconseja una reunión urgente de la OUA y la suspensión de todos los ataques verbales por ambas partes. Pese a todos los denuedos, no es hasta el 4 de noviembre que las falanges cubanas se estacionan, poniendo fin al rápido ciclo destructivo. Esta operación queda como el primer acto de participación exterior de los guerreros de Castro. Estas unidades, después de permanecer un tiempo en Argelia donde fundan cuarteles de instrucción para reclutas africanos, se transfieren al Congo Brazzaville, para montar la siguiente maniobra de envergadura en el continente africano: el Congo.

LA REVOLUCION DE ZANZIBAR
En diciembre de 1963, Inglaterra concede la independencia a Zanzíbar y Pemba13, dos virtuales atolones índicos constantemente azotados por la humedad de trombas torrenciales. El proceso fue manipulado con los magistrados musulmanes, herederos de una época extinguida, fieles colaboradores del anterior arquetipo colonial de dominación indirecta, y cedida para su regencia a un déspota sultánico. Los militantes más violentos y radicales, los estudiantes y la juventud urbana, de ascendencia persa, árabe y mulata se apiñab­an en un partido elitista, el UMMA, de vocación Castro‑maoista14.
Su guía era el periodista Abderramán Mohammed (Babu), viejo fumador de opio que había sido corresponsal de la agencia noticiosa pequinesa en la zona: Sinjua. Babu tenía fuertes contactos con los chinos, aunque no era remiso con los soviéticos; sus conexiones con los cubanos datan de su estancia en Praga, y fueron canalizados por agentes soviéticos emplazados en la Federación Sindical Mundial.
La idea de promover una revolución anticolonial en Zanzíbar, se halla en las agendas políticas de Moscú, La Habana y Pequín desde fines de 1961. De forma indirecta, China, la URSS y Cuba asientan los cimientos para la futura revolución de Zanzíbar, enardecidos por las cruzadas de la descolonización africana.
La URSS establece los acercamientos con las autoridades cubanas para que el UMMA inaugure una representación en La Habana, encabezada por Alí Maffoud (marxista comorés fanático de la revolución cubana) y luego con Salím Ahmed Salím, a cargo de la secretaría política del UMMA, que viajaba continuamente por Europa Oriental. A fines de 1962 alrededor de 30 zanzibareños son trasladados en barcos soviéticos a Cuba, para recibir instrucción militar.
En medio del desenfreno de delirantes multitudes, el UMMA es declarado ilegal en los primeros días de la independencia. A fines del año 1963, el régimen de La Habana decide abrir su misión diplomática en Tanganyika con el objetivo de otear el horizonte del este africano. En diciembre de ese año, Maffoud y Babu se acercan a los cubanos en Tanganyi­ka, informándoles que el UMMA y los 30 zanzibareños entrenados militar­mente en Cuba están listos para desatar la insurrección. Se elaboró un plan factible que aprovechase la retirada militar inglesa e impidiese la consolidación del engendro sultánico, a los cuales el egipcio Nasser había prometido armas y soldados.
El 27 de diciembre, los dirigentes del UMMA sostienen una reunión con la embajada cubana en Dar es Salaam15 donde se precisa el levantamiento aprovechando la situación geográfica de las islas Zanzíbar y Pemba, y la crisis política y económica del gobierno del Sultán. En la carrera que se desata por el África Oriental, la diplomacia de Castro halla sin duda el eslabón débil de la cadena: Zanzíbar y su frágil independencia.
El Daily Telegraph detallaba entre tanto que mientras se hallaba en Dar‑es‑Salaam, durante el golpe de estado, Babu visitó frecuentemente la misión cubana16. De inmediato comienzan los preparativos revolucionarios para asaltar las brumosas guarniciones insulares. El UMMA, financiado por la embajada cubana, gestiona la compra de armas, municiones y embarcaciones. El 12 de enero de 1964, a las 6:00 de la mañana, se desencadenan las operaciones bajo el mando de John Okello, quien con parte de los zanzibareños entrenados en Cuba se apodera del aeropuerto, el palacio del Sultán y la armería; sólo la estación de policía resiste a los ataques desorgani­zados que lanza Okello.
La otra fase comprende la captura de la estación de radio, la detención del Sultán y altos funcionarios y la protección del puerto, donde llegará el resto de las bandas armadas17. Otro núcleo de los zanzibareños entrenados en Cuba, bajo las órdenes de Maffoud, se unió a los ataques contra la estación de Policía, cuyo jefe, el comision­a­do J.M. Sullivan la entrega a las 4:30 de la tarde. El Sultán, su premier, el comisiona­do de policía y otros miembros del gobierno, escaparon al atardec­er hacia Mombasa. Se anunció el nuevo régimen, integrado por el líder del partido Afrozhirazi, Abeid Karume, el jefe del UMMA, Babu, y Abdulá Kassem Hanga, el primer estudiante africano graduado de la universidad soviética Patricio Lumumba.
Una semana después, el 18 de enero, el bloque soviético en pleno extiende su reconocimiento diplomático a Zanzíbar. La embajada cubana resultó un elemento importante en la victoriosa insurrección. A instancias de Babu se cabildea en favor del establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Democrática Alemana, para que la URSS le conceda asistencia inmediata desde sus bases en Hodeida (Yemen del Norte) y Egipto.
Sobre el rol de Cuba, Richard Beeton, corresponsal especial del Daily Telegraph en el este africano expresaría18 "pude hablar con los primeros refugiados británicos y americanos procedentes de la Isla que arribaron hoy a Dar es Salaam. Muchos de ellos expresaban que habían visto a varios cubanos armados, que hablaban español entre sí y que dirigían a los "luchadores por la libertad".[] ..fuentes de inteligencia me han confirmado que el "mariscal de campo" Okello, un ex‑Mau Mau, había regresado recientemente de La Habana..[] ..uno de los refugiados, Mr. Peter Delafosse y dos estudiantes holandeses de vacaciones en Zanzíbar, Mr. Van Vesterloo y Mr. Gouvernour, también reportaron haber visto cubanos vestidos con el traje de campaña del ejército de Castro"
Los cubanos y los soviéticos estaban descontentos con la negativa del presidente de Tanganyika, Julius Nyerere en reconocer al gobierno de Zanzíbar. Nyerere, un maestro de escuela ascendido a agorero revolucionario ungido por las masas, mantenía aún en su ejército la oficialidad británica colonial y disponía de vínculos directos con los servicios de inteligencia de Londres. Poco después se amotinan en Tanganyika dos batallones de rifleros, que estaban conectados a elementos de extrema izquierda encabezados por Oscar Kambona, canciller de Nyerere.
El levantamiento militar, desarrollado con precisión, muestra una eficiencia que no correspondía a un simple amotin­amiento de soldados. No sólo fue conocido con antelación por las embajadas de Cuba y la URSS, sino que en gran medida lo habían alentado. Las embajadas del bloque soviético en Tanganyika, en especial las de Cuba y la URSS trataban de minar la posición del presidente Nyerere y lograr que lo reemplazase su canciller, Kambona, hombre clave de los soviéticos para la zona y cabeza de una red africana que cooperaba con la KGB. Sin embargo, en el bloque soviético se desconocía que Kambona era un doble agente, y que respondía también a los servicios secretos británicos.
La plataforma de los amotinados incluía reivindicaciones para los soldados, un mayor alineamiento con el bloque soviético, el reconocimiento de Zanzíbar y la separación económica y política de Tanganyika de la mancomunidad británica de naciones, el Commonwealth. En una declaración en Londres, Lord Salisbury expresó que había pruebas de que los sucesos de Zanzíbar y el amotinamiento del ejército en Tanganyika habían sido propulsados por Cuba y la URSS, con el fin de alterar todo el plano político en el África Oriental19.

No hay comentarios:

Publicar un comentario