Con la flexibilización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba,
se desató la especulación y anda haciendo de las suyas. Algunos
expertos aseguran que varias compañías estadounidenses están prestas a
comprar los famosos "almendrones" de la isla. Puede
ser, la disposición es real, siempre existe algún trasnochado a quien la
pasión, la necesidad o la desinformación, le obliga a confundir la
realidad con el deseo o con la imaginación.
Absolutamente fuera de foco, el patrimonio automotriz cubano ha sido prácticamente depredado. La mayoría de lo que queda, autos Cadillac, Chevy, Studebaker, Pontiac, Thunderbird y Buick que
aún circulan por la isla, fueron remotorizados para ser usados como
taxis colectivos (boteros) y al perder originalidad, perdieron también
la excepción.
A mediados de la década del 80, la empresa Cuba al Servicio de Extranjeros (CUBALSE,
por sus siglas) capitalizó la generalidad de los autos coleccionables
que existían en el país. Los adquirió usando como referencia su
importancia tecnológica (Hispano-Suiza, Cadillac V16 de 190), rareza (Ford T del 18, Baby Lincoln del 30) o significación histórica universal.
No creo necesario aclarar que los compró a precios irrisorios; por un Mercedes-Benz gaviota, un Jaguar, o un Bugatti, pagó con vehículos rusos.
Varias de esas joyas rodantes se encuentran hoy en el museo del automóvil ubicado
en la calle Oficios de la Habana Vieja; otros, como "Los zapaticos de
rosa", están guardados y con excelente mantenimiento en garajes privados
de altos dirigentes, el resto fue muy bien vendido, mayormente, a
coleccionistas suizos.
A finales de los 90, casi no existían en la isla autos de colección 100% original,
en manos de la población; Cubalse deja de comprar y el batón de la
rapiña patrimonial lo toma un exclusivo grupo de artistas que para
entonces no vendían sus obras a los precios que lo hacen ahora pero
supieron aprovechar, más que el innato talento, conexiones
gubernamentales para comprar autos antiguos, adornarlos con cuatro
brochazos y, bajo el estatus de "obra de arte", sacarlos del país y
venderlos en el exterior.
Así, vía marítima, como balseros, pero con permiso especial, salieron
de Cuba autos americanos a solicitud de un extraño mercado que exigía
fundamentalmente Camioneta Chevrolet del 46, Ford Mercury del 41, Buick Roadmaster del 56, Chevrolet Corvette y Chevy del 57.
A la moda del antique cuatro ruedas, se unieron cubanos con
visión comercial y extranjeros residentes. Entonces, con opción
económica, el Gobierno retoma el negocio con empresas como Cubataxi, que
adquirió autos antiguos con cierta historia nacional no para vender
sino para, a precios de prostituta, rentarlos a turistas que pagan por
montar la Harley Davidson que usó Camilo Cienfuegos, el Chevrolet Impala de Almeida y lo que algunos aseguran solo es una versión falsa de la limusina Chaika que por años utilizó Fidel.
Ordenando estas simples fichas del rompecabezas comercial del automóvil en Cuba, es muy fácil comprender que, de los casi 60.000 autos antiguos
que aún circulan por la isla, salvo aisladas excepciones, en posesión
de algunos nacionales sólo quedan autos híbridos, armados con libérrimos
criterios de una mecánica ingeniosa que sí se podrán vender pero no
son, ni por aproximación, la mina de oro que sus propietarios creen tener.
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