La producción de leche en Cuba va de mal en peor. En la cadena de
Tiendas Recuperadoras de Divisas (TRD) la mantequilla que se oferta es
de importación y desde hace varios meses ha desaparecido el queso
amarillo de producción nacional. La leche fresca hace años que no se
vende en los establecimientos minoristas propiedad del Estado.
El presidente Raúl Castro, hace casi ocho años, en el discurso
pronunciado el 26 de julio de 2007 en la ciudad de Camagüey, anunció que
se garantizaría en un tiempo relativamente corto a los niños cubanos
menores de siete años, un vaso diario de leche fresca que se
distribuiría en la bodega más cercana a sus casas.
Para lograr ese objetivo se iniciaría un trabajo dirigido a recuperar
la producción lechera. Para ello había que superar numerosos problemas
heredados del gobierno de Fidel Castro: los desestimulantes bajos
precios con que se pagaba el litro de leche, el abandono de las
vaquerías, las enormes extensiones de tierra para pastos invadidas por
el marabú y la reducción de los rebaños de vacas productoras por falta
de alimento y agua, enfermedades y robos.
Pero a pesar de los cambios experimentados en la producción de
leche, todavía persisten problemas que el Gobierno no acaba de
solucionar. Según la Oficina Nacional de Estadística e Información
(Sector Agropecuario. Indicadores seleccionados, enero-diciembre de
2014) la producción de leche el pasado año ascendió a 497.100.000
litros, lo que significó con relación a 2013 un descenso de 6.400.000
litros.
Se destinaron al ordeño 386.100 vacas, 14.400 menos que el año
anterior, y el rendimiento promedio giró en torno a los 3,5 litros de
leche por vaca.
Todavía se está a la espera de que los medios oficiales se refieran
al retroceso en la producción de leche. Tampoco el Ministerio de la
Agricultura ha explicado al respecto.
Se ignora el número total de bodegas que distribuyen la leche fresca,
cuántos niños menores de siete años son beneficiados por esa
distribución y la cantidad de toneladas de leche en polvo importadas el
pasado año.
Las empresas del Ministerio de la Agricultura, donde la burocracia
actúa a sus anchas, son las principales responsables de las trabas que
entorpecen la actividad pecuaria.
A siete años de lo anunciado por el presidente Raúl Castro de la
distribución de leche fresca en las bodegas y del famoso vaso de leche a
los niños menores de siete años, la realidad es que todavía falta mucho
para que tal compromiso se materialice.
Los periodistas de los programas televisivos que informan del
acontecer nacional, como la Mesa Redonda y "Cuba dice", tienen órdenes
expresas de no referirse a los problemas en la producción lechera. Los
dirigentes del Gobierno desean que la población continúe ajena a este
asunto que les toca directamente.
El incumplimiento en la producción de leche es atribuible en gran
parte al bajo precio en que se paga el litro a los vaqueros. Ronda los
11 centavos de dólar cuando el producto reúne todos los parámetros de
calidad, pero cuando reporta exceso de agua, mastite y otras impurezas
—lo que ocurre con mucha frecuencia— se paga a un menor precio.
A lo anterior hay que sumar las dificultades que hoy confrontan los
vaqueros para mantener en explotación sus vaquerías. El Estado les
vende los insumos a elevados precios, y les resulta bastante engorroso
mantener en condiciones adecuadas a las vacas, garantizar el ordeño,
la conservación y la entrega a tiempo de la leche en las condiciones de
calidad exigidas.
Un elevado número de vaquerías tienen problemas que arrastran desde
hace años. La falta de alimento y agua para las vacas origina la
reducción del rendimiento de litros de leche por animal. Las malas
condiciones higiénico-sanitarias de las áreas de ordeño provocan las
enfermedades, y por ende, el aumento de muertes, que también ocurren
por desnutrición.
Y, a pesar de las condenas a largos años de prisión a los cuatreros,
no se acaba de poner fin al flagelo del hurto y sacrificio de reses.
Es toda una suma de problemas y mal desempeño de los implicados en la
producción, acopio y comercialización de la leche. Tanto
cooperativistas como productores privados comentan que al paso que van
las cosas, cada día va a haber menos leche.
Es menester que el Gobierno tome nota de todo esto, dé un giro de
180 grados y enrumbe la actividad pecuaria por senderos más
productivos y rentables. Urge rebajar los precios de los insumos y una
subida racional del precio de litro de leche que incentive producir con
la calidad requerida. Si las vaquerías no garantizan el alimento y el
agua para las vacas, no podrán producir la cantidad de leche que se
requiere.
El Estado le debe facilitar a los dueños de vaquerías los recursos
necesarios, con facilidades de pago, para el desmonte de las extensas
áreas infectadas de marabú para convertirlas nuevamente en pastizales
con el regadío garantizado. Se debe dar facilidades a los constructores
para la construcción de tanques para que todas las vaquerías puedan
disponer del agua que requieran. Habría que prestar atención a la
reparación y mantenimiento periódico de los caminos para el traslado de
la leche acopiada destinada a la industria y los puntos de distribución
en las bodegas. Y se debe procurar el mejoramiento de la calidad
genética de los rebaños con la aplicación de las más avanzadas técnicas
de inseminación artificial.
Ante la caída de la producción lechera, con el fin de poder
garantizar la cuota normada de leche a los niños menores de siete años,
el Gobierno destina decenas de millones de dólares a la importación de
leche en polvo. Pero el país no puede seguir pagando la cantidad de
leche en polvo que anualmente se importa, cuando el precio de una
tonelada ronda los 4,000 dólares.
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