Dr. Eugenio Yáñez
Raúl
Castro y la camarilla en el poder repiten constantemente los
supuestos propósitos de construir un socialismo próspero y
sustentable para Cuba.
Con independencia de que esas
fueran sus verdaderas intenciones, lo que no hay por qué aceptar
ciegamente, sería muy interesante poder definir primero lo que se
entendería por parte del régimen como socialismo próspero y
sustentable, para entonces poder comparar las realidades con el
modelo ideal y comprobar en qué medida se cumplen los objetivos o
no.
Sin embargo, eso sería
demasiado pedir: la dictadura no tiene interés en explicar lo que se
definiría como socialismo próspero y sustentable, como tampoco tiene
ningún interés en explicar prácticamente nada a los cubanos.
En el caso que nos ocupa,
además de esa falta de respeto consuetudinaria hacia la población,
la modorra del régimen tiene una base mucho más sustantiva y real
esta vez: ni Raúl Castro ni quienes le rodean, incluido el buró
político del partido, el consejo de ministros y la recua de asesores
del gobernante, tiene idea de qué cosa es y qué sería ese socialismo
tan aséptico, insípido, incoloro, inodoro e inocuo que se menciona
como futuro deseado, pero que resulta más lejano, abstracto y
desentendido de la realidad de la isla como puede ser cualquier
planeta ubicado en otra galaxia del universo.
Y mientras más tiempo
transcurre, más evidente resulta que quienes dirigen el país no
tienen la más mínima idea de hacia dónde desean ir y cómo hacer para
lograrlo, porque lo único que en realidad interesa a todos, o al
menos a los más beneficiados con la situación, es mantenerse en el
poder a toda costa el mayor tiempo posible: todo lo demás resulta
secundario.
Y esa tarea se hace cada vez
más difícil cuando la situación económica y política en Venezuela se
va deteriorando cada día más, producto de las absurdas medidas del
gobierno del inepto Nicolás Maduro y la rebeldía de la población
venezolana, que rechaza abiertamente un gobierno de corruptos y
ladrones, que la reprimen salvajemente mientras se enriquecen
escandalosamente y refuerzan sus alianzas con los más oscuros
intereses del narcotráfico.
Y para más complicaciones, el
comportamiento de los precios del petróleo, descendiendo
continuamente y sin perspectivas de un rápido cambio en la
tendencia, dificulta más aun la gestión del gobierno venezolano, y
amenaza la factibilidad de poder mantener los suministros a La
Habana, pero también, y quizás más importante todavía, puede afectar
la infinidad de contratos de servicios, como los médicos cubanos
enviados y otras prestaciones que representan miles y miles de
millones de dólares para el régimen neocastrista.
De manera que en La Habana, y
sobre todo en La Rinconada, aunque no se hayan asustado, seguramente
surgieron preocupaciones ante los escenarios que se vislumbraban.
Convencidos de que la perspectiva de que la población cubana
aceptara sin que estallara la olla volver a vivir un segundo
“período especial”, con todas las miserias y carencias que
conllevaría, eran prácticamente mínimas, por no decir nulas, las
eminencias grises del “raulismo”-y que nadie dude que las hay- se
concentraron en buscar alternativas que posibilitaran a la dictadura
sobrevivir de la mejor manera posible en caso de un colapso en
Caracas.
Ya era evidente que las
posibilidades de obtener petróleo submarino en breve plazo y a bajo
costo era una quimera por el momento, de manera que el escenario de
una Cuba petrolera exportando millones de barriles se desvanecía por
minutos, y había dejado de ser una alternativa realista a corto
plazo. Era imprescindible disponer de otras opciones para hacer
funcionar la maltrecha economía de la Isla.
Y así comenzaron los más
recientes grandes proyectos económicos del régimen, que aunque se
anuncian “sin prisa pero sin pausa” en realidad se producen a la
desesperada, para la búsqueda de una varita mágica, o del ungüento
de La Magdalena, mientras el marabú continúa siendo el verdadero rey
de los campos de Cuba, la agricultura y la ganadería siguen
estancadas o en descenso, el transporte público cada vez está peor y
garantiza menos servicios a la población, y el fondo de viviendas
del país continúa derrumbándose y deteriorándose cada vez más.
Por si fuera poco, la educación
en todos los niveles se ha reducido a niveles ya casi
tercermundistas en ocasiones, las deficiencias en los servicios de
salud a la población resultan cada vez más alarmantes y chocantes
por la carencia de personal especializado que es enviado al
exterior, la ineptitud de la burocracia en el poder es inocultable e
insoportable, y la corrupción y el robo de recursos del Estado se
extienden sin que puedan ser controladas y derrotadas, y por el
contrario, continuamente se siguen multiplicando y generalizando
más.
Acaban de ser detenidos 19
trabajadores en La Habana y sus alrededores por haberse robado nada
menos que ¡ocho millones de huevos! ¡Todos de acuerdo para robar al
todopoderoso Estado, sin que nadie “cante” mientras se lleva a cabo
el escandaloso robo! Sin embargo, ladrón que roba a ladrón, en Cuba
por lo menos, y en la mentalidad del hombre nuevo, tiene más de cien
años de perdón. Por eso en el gobierno cierran alegremente los ojos
y se continúa “avanzando” como si no hubiera prisa, pero con
bastantes retrocesos, además de las pausas.
Hace poco más de un año, con la
inauguración en enero del 2014 del súper-puerto de El Mariel,
administrado por una compañía asiática especializada en esos
menesteres, nos anunciaron a bombo y platillos un absolutamente
promisorio futuro, pues las perspectivas que vislumbraban los
alabarderos del régimen podrían hacer pensar a quien no estuviera
suficientemente informado que puertos como Singapur, Shangai,
Rotterdam o New York palidecerían ante la pujanza y el volumen de
actividad del nuevo competidor cubano.
Sin embargo, desde entonces y
hasta ahora, y no es primera vez que se dice, la única noticia
interesante sobre El Mariel fue que el primer buque que recibió
procedía de Estados Unidos y venía cargado de contenedores de pollos
congelados, lo que dejaba muy mal parado el discurso oficial sobre
“el criminal bloqueo imperialista”. Todavía a estas alturas desde
ese súper-puerto que se fosiliza, no hay noticia que valga la pena
ni siquiera en la prensa especializada sobre transporte marítimo.
Tres meses después de la
inauguración de El Mariel, hubo un nuevo alboroto mediático por la
aprobación de una nueva ley de inversiones extranjeras, gracias a la
cual, nos decían, iban a mejorar mucho las cosas, pues se
facilitaría la llegada a Cuba de unos 2,500 millones de dólares
anuales en capital foráneo, lo que posibilitaría alcanzar un 5-7% de
crecimiento anual, que era la clave porcentual para poder construir
ese socialismo… si, así mismo, próspero y sustentable.
Y como esa nueva ley de
inversión extranjera -pues de inversiones de los cubanos en Cuba,
nada de nada- se conjugaría con la muy dinámica Zona Especial de
Desarrollo de El Mariel (ZEDM), que se establecía en consonancia con
el nuevo súper-puerto, muy pronto se vería a la ZEDM recibiendo
millones y millones de dólares del extranjero, y al puerto cargando
y descargando contenedores que entrarían y saldrían del país con
materias primas para producir infinidad de productos para la
exportación y el consumo nacional, y exportando productos terminados
cubanos que se caracterizarían por su frescura, calidad, diseño y
precios competitivos.
Como siempre, todo quedó en
fanfarrias y sueños de una noche de verano. Hasta el día de hoy, un
año después de la aprobación de la ley, solamente se ha conocido de
una empresa de capital mexicano interesada en producir en la ZDEM, a
la cual el régimen ya habría autorizado a desarrollar sus
operaciones en ese territorio, aunque se desconocen muchos detalles
todavía del acuerdo y de las condiciones establecidas para su
funcionamiento.
El resto de las torrenciales
inversiones que pronosticaban que aparecerían quedaron en las
páginas del periódico Granma y las imágenes del Noticiero Nacional
de Televisión, junto con los sobrecumplimientos de planes
alimentarios y el entusiasmo de los cubanos para seguir construyendo
el socialismo durante cincuenta y seis años más.
Posteriormente, a partir de la
segunda quincena de diciembre del pasado año, se olvidó
momentáneamente tanto el súper-puerto como la ley de inversiones
extranjeras, y toda la atención se concentró en el anuncio
simultáneo de Barack Obama y Raúl Castro sobre el restablecimiento
de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba y el proceso
de normalización de relaciones entre ambos países, con liberación de
espías y acciones muy “humanitarias” hacia el detenido americano
Alan Gross, que regresaría a su país mientras los espías de la Red
Avispa aterrizaban en La Habana.
Se desataron las alarmas en
todo el mundo, se comenzaron a recoger los perros de la guerra, y se
dispararon nuevamente las expectativas descabelladas, aunque es muy
justo señalar que esta vez los dislates surgieron no solamente del
corrillo neocastrista y sus alabarderos, sino también entre la
propia población cubana -demasiado mal informada, porque eso es lo
que le interesa al régimen- la que de pronto imaginó que todas sus
tribulaciones y dificultades desaparecerían de la noche a la mañana.
También exageraron en las
expectativas empresarios extranjeros que no profundizaron demasiado
en sus análisis, políticos que se suponen que lo sean a tiempo
completo, así como profesionales, y académicos y “expertos” en el
tema cubano, algunos de los cuales serían incapaces de llegar de 12
y 23 al Palacio de la Revolución sin utilizar un GPS o un mapa o sin
preguntarle a todo el que le pase por al lado. De personajes de este
tipo hemos visto comparecencias públicas y televisivas,
declaraciones, conferencias, explicaciones y análisis que darían
deseos de reír si no tuvieran que ver con un tema tan importante y
tan trágico como el destino de los cubanos y de la nación cubana.
De estos problemas escribí
recientemente varios trabajos aquí en Cubanálisis, titulados
“Estrategias y tácticas contra el enemigo equivocado”, “Alarma en La
Habana… y oportunidades que se desperdician”, “Políticos, académicos
y hombres de negocios despistados sobre Cuba”, y “Del neocastrismo
al postcastrismo”, remarcando la aparente inconsistencia de muchos
criterios que se leían y se escuchaban, que destacaban perspectivas
exageradas que no se ajustaban a la realidad. Lo hice tratando de
alertar a quienes tienen falsas esperanzas sobre el peligro de
aferrarse a tantas metas irreales y sin fundamento, y que se
prepararan para enfrentar las frustraciones que se derivarían de
confrontar la realidad cuando esos proyectos ilusorios fracasaran.
Sobre el mismo tema escribí en
Cubaencuentro el pasado jueves un artículo titulado “La falacia del
mercado interno cubano”, que se reproduce en esta edición de
Cubanálisis en la sección “Cuba en la prensa mundial”, donde insistí
en las dificultades reales para poder desarrollar un mercado interno
cubano partiendo simplemente de que finalizaran todas las
restricciones que el embargo de EEUU impone contra los hermanos
Castro.
La idea central del trabajo era
que los eventuales consumidores cubanos no estaban en condiciones de
desarrollar una demanda real por el simple hecho de que tuvieran
necesidades insatisfechas, porque no tenían los recursos necesarios
para satisfacerlas.
Destaqué que con los salarios y
las pensiones que el Estado cubano otorga, aunque se le sumen las
remesas del exterior que reciben una parte de los cubanos de la
Isla, los ingresos de una parte de los cuentapropistas autorizados
que se van muy por encima del ingreso promedio de los cubanos, y los
ingresos que logran otros cubanos -o los mismos-a través de la
sustracción de recursos del Estado para consumo personal y familiar
o para vender, no son lo suficiente para que pueda crecer de
inmediato un mercado relativamente grande que posibilite el
desarrollo y crecimiento económico que tanto necesita el país, por
lo que sería muy conveniente ajustar las expectativas desquiciadas y
considerar esas nuevas realidades.
Aunque no lo mencioné
explícitamente esta vez como lo he hecho en tantas ocasiones, dejé
claro que el problema no se limitaba a las relaciones económicas,
sino que estaba presente fundamentalmente la voluntad política del
régimen de mantener a los cubanos en condiciones de depauperación y
necesidades extremas, y que eso no lo podrían resolver las empresas
estadounidenses por muy buena voluntad que tuvieran, porque no era
ni un problema económico o comercial, ni social, sino eminentemente
político.
Varios servidores del
castrismo, sospechosos habituales en todos los comentarios en
Cubaencuentro, tratando de hacer lo mejor posible la tarea que les
exigen sus amos, saltaron inmediatamente, desbarraron contra mi trabajo y mi persona,
llamándome inculto y desconocedor de la economía, y prácticamente gritando que era
un insulto a la inteligencia (no a la de ellos, que no tienen) publicar trabajos míos en esa página
digital.
La ignorancia siempre es osada,
y si esa ignorancia es castrista resulta además grosera, difamadora
y mal intencionada, porque ese es su modus operandi: esconder
insuficiencias intelectuales y gramaticales bajo lenguaje de guapo
de barrio diciendo cualquier cosa que desvíe la atención del tema
principal, aunque sea por un momento.
La intención de quienes
atacaban tan burdamente pretendía, al no poder desestimar el mensaje
expresado, difamar al mensajero para quitar validez a sus ideas, y
así poder propagar la versión de que las dificultades que se
mencionaban en mi análisis eran falsas, porque estaban creadas todas
las condiciones para ahora sí avanzar a pasos agigantados, sin prisa
pero sin pausa, y poder desarrollar el país para llegar al… sí,
ustedes ya lo saben, al socialismo próspero y sostenible.
Como es natural y lógico,
además de ser mi costumbre, no respondí a comentarios de ese tipo y
de tan poca monta y clase, y al final fueron los demás comentaristas
del artículo quienes terminaron poniendo las cosas en su lugar. Hay
elementos con los que no se discute, porque hacerlo supone darles un
protagonismo que no se merecen, y además no resulta más que una
pérdida de tiempo, pues su coeficiente intelectual difícilmente
supera la suela de sus zapatos.
No hago referencia al tema
porque me hayan molestado especialmente ni mucho menos esos
comentarios malintencionados, que ya después de tantos años
simplemente no hacen ni cosquillas, sino por el hecho de que ese
mismo día apareció un trabajo de Victoria Guida en “Político”, el
sitio digital en inglés que se concentra y especializa en temas de
política estadounidense, bajo el título de “For U.S. businesses,
road to Cuba fraught with uncertainties”, que trataba sobre el mismo
tema.
(El trabajo completo de
Victoria Guida en inglés en “Político” se publica en esta edición de
Cubanálisis en la sección “En El Think-Tank”, y una versión en
español del mismo, traducción de Rolando Cartaya, de Martínoticias,
se ofrece en la sección “Cuba en la prensa mundial” bajo el título “Los
escollos que empresas de EEUU enfrentarían en Cuba”).
Victoria Guida casi al inicio
de su trabajo expresa una realidad lapidaria muy concreta, con la
que no es nada difícil poder coincidir plenamente:
“Aunque el Congreso levantara
mañana el embargo que ya lleva décadas, los obstáculos al comercio
en La Habana no desaparecerán inmediatamente”.
Subraya una serie de problemas
que deberán enfrentar las empresas estadounidenses que deseen
mantener relaciones comerciales con Cuba.
Entre ellos, destaca problemas
cubanos en las cadenas de suministros y abastecimientos; la excesiva
burocracia en actividades portuarias; las insuficiencias en
telecomunicaciones y con la Internet, herramientas que resultan
vitales en el comercio internacional en todo el mundo en nuestros
días; los problemas con la doble moneda en el país; la insuficiente
cantidad de divisas de que dispone Cuba para poder efectuar todas
las transacciones comerciales que se necesitarían; y la falta de
credibilidad del régimen para que se le otorguen créditos, cuando la
calificadora Moody’s hace menos de un año degradó al país al nivel
CAA2, equivalente a muy alto riesgo.
Aborda también como obstáculo
cuestiones que son más de política doméstica que de economía en el
sentido estricto del término. Destaca la oposición en el Congreso al
levantamiento del embargo, pues aunque hay muchos senadores y
representantes que son favorables a por lo menos aliviar las
restricciones, parece que todavía no tienen los votos suficientes
para lograr un cambio dramático en la situación, al menos por el
momento.
Destaca además Victoria Guida
la oposición de los congresistas cubanoamericanos a cualquier alivio
de las restricciones del embargo si no se producen cambios en Cuba a
favor del respeto a los derechos humanos y a la democracia, y que
en esta posición no parecen dispuestos a ceder en lo más mínimo bajo
ninguna condición.
Además de todos los factores
señalados, la autora del trabajo enfatiza que todo lo que ha
mencionado y analizado se refiere fundamentalmente a temas de
carácter económico y comercial, y hace referencia a su conversación
con un abogado de Estados Unidos que trabaja en este tema y aclara
que ninguna de esas cuestiones mencionadas ni los esfuerzos de las
empresas americanas podrían influir en que el gobierno cubano se
decidiera a abrir algunos espacios políticos en el país, como
ejercer menor represión sobre los disidentes o permitir espacios
públicos para el debate, porque el régimen consideraría decisiones
de ese tipo como una señal de debilidad.
En definitiva, lo que queda
claro tanto en nuestros análisis publicados en las últimas semanas
como en este que presenta la página web “Político”, es que del
régimen cubano podrán esperarse tal vez determinadas aperturas
económicas que alivien en parte la situación de la economía cubana y
de los cubanos, pero nada en lo que se refiera a las aperturas
políticas tan necesarias, imprescindibles, para que la sociedad
cubana pueda evolucionar positiva y adecuadamente, y superar el más
de medio siglo de atraso que, en definitiva, ha resultado la
dictadura de los hermanos Castro para el país.
De manera que todo en Cuba
seguirá de ilusión en ilusión, de promesas en promesas, de cuentos
en cuentos, de alborotos en alborotos, y de indiscutibles victorias
y progresos solamente en las páginas de los periódicos de la
dictadura y en las imágenes de sus noticieros de televisión. Ahí
solamente, nunca en la realidad del país.
Por lo demás, todo, siempre,
como hasta ahora, continuará sin prisa pero sin pausa, como ya se ha
dicho tantas veces. Para algún día, no se sabe cuándo ni cómo,
llegar a construir ese tan ansiado y abstracto socialismo que
debería ser próspero y sustentable.
Aunque todos sabemos que en
realidad el socialismo de los hermanos Castro no puede ser, ni será
nunca, ni próspero ni sustentable.
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