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“La arrogancia de los economistas ha sido rigurosamente confirmada
por una investigación publicada en una de sus revistas especializadas. The Journal of Economic Perspectives
revela que el 77% de los alumnos de doctorado en economía de las más
prestigiosas universidades de Estados Unidos piensa que ‘la economía es
la ciencia social más científica’. Sin embargo, tan sólo el 9% de los
entrevistados opina que hay consenso con respecto a cómo responder
preguntas básicas de la ciencia económica”.
Esto lo escribí en un artículo publicado hace diez años. Allí también
ofrecí ejemplos de la sorprendente brecha que había entre lo poco que
sabían y lo muy superiores que se sentían los economistas con respecto a
otros científicos sociales como politólogos o sociólogos. Y en vista de
su vasta ignorancia sobre temas básicos de la ciencia económica, sugerí
que “a los economistas les convendría cambiar su arrogancia intelectual
por una actitud más humilde y ver qué pueden aprender de otros”. Eso no
pasó. Y no porque la ciencia económica haya llenado los vacíos de
conocimiento que la plagaban una década atrás.
La misma revista en cuyos datos basé mi columna hace diez años acaba de publicar un artículo titulado (irónicamente) La superioridad de los economistas.
En él se demuestra que una década después, y a pesar de la catastrófica
crisis mundial que no fueron capaces de prevenir y sobre cuyas razones y
soluciones aún debaten ferozmente, los economistas siguen creyendo que
su ciencia es superior a todas las demás. Si bien hay incipientes
intentos de recurrir a otras disciplinas para enriquecer sus teorías, la
realidad es que los economistas estudian —y citan— predominantemente a
sus colegas.
Los autores del artículo, Marion Fourcade, Etienne Ollion y Yann
Algan, examinaron las 25 publicaciones científicas más respetadas en
Economía, Ciencias Políticas y Sociología. Encontraron que, entre 2000 y
2009, en todos los artículos publicados en The American Economic Review
(AER), la más importante, el 40% de las referencias son a artículos
publicados en las otras 24 principales revistas de economía. Tan solo el
0,3% de los artículos citados provienen de las revistas de sociología y
el 0,8%, de las principales revistas de ciencias políticas. Es decir,
que en todos los textos publicados en las 50 revistas más importantes de
otras disciplinas durante toda una década, los economistas solo
encontraron cerca de un 1% de artículos dignos de ser citados.
Y hay más. A la pregunta “¿Está usted de acuerdo o en desacuerdo con
la afirmación de que ‘el conocimiento interdisciplinario es mejor que el
conocimiento obtenido de una sola disciplina?”, la mayoría (57%) de los
profesores de economía de EE UU que fueron sondeados estuvo en
desacuerdo. En cambio el 75% de los profesores de sociología y el 72% de
los politólogos encuestados dijeron que trabajar
interdisciplinariamente era mejor.
Pero el desdén de los economistas por las ideas de otros campos no es
universal. Hay disciplinas que les atraen mucho. Las finanzas y los
negocios, por ejemplo. Mientras que las citas de los economistas a otras
disciplinas vienen disminuyendo, las referencias a artículos publicados
en revistas académicas especializadas en finanzas han experimentado un
vertiginoso crecimiento. Analizando el lugar de empleo de los autores de
artículos publicados en la principal revista estadounidense de economía
(AER), Fourcade, Ollion y Algan encontraron que en los años
cincuenta tan solo el 3,2% de los autores trabajaban como profesores en
facultades de negocios. Pero en la década que se inició en el año 2000
el porcentaje aumentó al 18%.
Luigi Zingales, un respetado economista, advierte de que la cercanía
de sus colegas al mundo de los negocios y las finanzas puede amenazar su
independencia y condicionar su agenda, conclusiones y recomendaciones.
Zingales encontró, por ejemplo, que cuando los autores de artículos
académicos no trabajan en facultades de negocios, sus textos son
significativamente menos propensos a justificar los elevados sueldos que
cobran los ejecutivos, y con frecuencia tienen una posición crítica al
respecto. Dos tercios de los sociólogos estadounidenses sondeados opinan
que las empresas privadas obtienen ganancias excesivas, mientras que
solo un tercio de los economistas lo cree así. Casi ningún profesor de
finanzas encuestado estuvo de acuerdo.
La crisis económica que aún vive el mundo y la incapacidad de los
economistas para ofrecer soluciones sobre las cuales hay un
significativo consenso revela que su instrumental teórico necesita
urgentemente una inyección de nuevas ideas, métodos y supuestos sobre la
conducta humana. Es difícil que esto ocurra mientras prevalezca la
arrogante insularidad intelectual de la elite que actualmente rige de
manera férrea y miope las investigaciones económicas.
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