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Desde hace tres meses las rutas internas en Alamar, que recorren los
taxistas particulares (boteros), han aumentado el doble de su tarifa
histórica. Los tramos que tradicionalmente costaban cinco pesos a los
viajeros de este reparto del municipio Habana del Este, se incrementaron
a diez.
Fuentes de la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT),
aseguran que "no se han anunciado aumentos en los impuestos para este
tipo de licencia", pero criterios de los taxistas particulares denuncian
que "la corrupción, la burocracia y la ausencia de un mercado estatal
para accesorios y piezas de repuesto" han condicionado la posibilidad de
aumentar las tarifas en todas las rutas capitalinas, para cubrir gastos
y aumentar beneficios.
"Nosotros estamos claros que la gente está que arde con el rumor de
que los precios van a subir. El pueblo tiene sus razones, pero también
hay que entender que los boteros somos cubanos y estamos en la misma
olla de presión", advierte José Armando, dueño de un Dodge que cubre la
ruta Habana Vieja-Bahía.
"Muy pocos saben del proceso que hay que atravesar para sacar una
licencia de boteo. El problema no es tener la licencia sino mantenerla.
Ahí es cuando empieza la 'candanga de a verdura': la retahíla de gente a
quien tienes que sobornar o dejarle caer un 'addimú' para agilizar
trámites o mantenerte al día con las cuentas, no son pocas. Por ejemplo,
los que le hacen el somatón a tu carro están poco cooperativos
últimamente; eso quiere decir que 'los arreglos' hay que cerrarlos con
más plata que la acostumbrada".
La Empresa Provincial de Talleres Automotores (EPTA) es la encargada
de realizar el chequeo, sistemático, al estado técnico de los vehículos
automotores. El visto bueno de esta entidad es clave, en tanto decide si
un vehículo está en óptimas condiciones técnicas para su circulación.
Comúnmente revisa frenos, velocidades, electricidad, tapicería, pintura;
pero también aprueba, o no, cualquier adaptación realizada para mejorar
el rendimiento. Entre las más frecuentes: el cambio de motores de
gasolina por motores de petróleo.
La cadeneta
"La cadena es tan endiablada que a veces no se sabe por dónde le
entra el agua al coco", explica Norberto Argudín tras el volante de un
Desoto que frecuenta el tramo Víbora-Playa.
"Si eres emprendedor y empiezas de cero, tú mejor arma, además del
'guaniquiqui', será la paciencia. Para empezar está el control del
Ministerio del Interior [MININT] a través del Registro Nacional de
Vehículos, donde tienes que acudir cuando compras un carro, cambias la
chapa o declaras su cambio de color. Allí se te aprueba la licencia de
circulación; es decir, que tu carro fue adquirido legalmente. En honor a
la verdad, allí es más difícil sobornar, tienes que andar con mucho
tacto pero siempre se encuentra una rendija."
"Después solicitas la licencia operativa en la ONAT, si antes ya
habías pasado por el somatón. Ya en la carretera, comienza la segunda
parte. Cuidarte de los policías de tránsito que son los más corruptos y
por tanto los más peligrosos. La acumulación de puntos puede llevarte a
que te retiren la licencia de conducción, y a la ONAT hay que pagarle
aunque haya ciclón o te estés muriendo. También están los Inspectores
Estatales que no duermen; te los encuentras de viernes a domingo después
de las once de la noche por todo Boyeros. Esos te retienen la licencia
operativa y te mandan de nuevo al somatón. Saca la cuenta y verás cuánto
puede costarte la 'mala suerte' de vivir en un país que no te permite
prosperar".
La licencia operativa permite incluir en la nómina hasta tres
ayudantes. Pero con un impuesto mensual de 1.500 pesos —y una
declaración anual que puede sobrepasar los 15.000— la alternativa de
muchos ha sido contratar a un solo ayudante, pagarle el 30% de la
ganancia diaria del 'boteo' —después de sacar la inversión del
combustible— y asumir el riesgo de ser sorprendido por la policía o los
inspectores estatales. La multa, que puede oscilar entre 500 y 1.000
pesos, no recae en el ayudante sino en el titular de la licencia.
Otra de las inversiones diarias es el pago al gestor de viajeros
(Bukenke) —cinco pesos por cada taxi embarcado— que en las piqueras
vocea el recorrido y llena el bote en menos tiempo, agilizando el
tráfico. Esta licencia, de reciente aprobación, debe pagar un impuesto
mensual de 300 pesos.
Para Humberto León, dueño de un Ford y habitual del recorrido Habana
Vieja-Cotorro, "la alternativa, al final, será botear por la izquierda.
Yo pagué mi cuenta anual, 16.000 guayacanes, pero tuve que buscarme a
alguien dentro de la propia ONAT para que me hiciera el papeleo porque
cada vez es más complicado y no hay dios que lo entienda. Un detalle que
no debe olvidarse es que la ONAT te impone un estimado de lo que a fin
de año debes declarar; si te quedas por debajo de esa cifra te multan
con un sobrecargo de 3.000 pesos; así de simple".
"Por otro lado los sobornos también han aumentado, principalmente en
el somatón. Si la cosa sigue así ya no tendrá gracia sacar licencia
porque no reporta ningún beneficio real tenerla. Hace un mes me pusieron
una multa porque el que iba manejando, aunque tenía licencia de
conducción, no era el propietario del carro y el policía supuso que
estaba boteando. El policía le dijo que con 500 pesos se arreglaban. Del
diablo son las cosas, para los policías, el simple hecho de manejar un
almendrón implica estar boteando. Eso sin contar que no existe un
mercado de piezas de repuesto para los legales. Todo hay que buscarlo en
la misma bolsa negra."
Las piezas y el combustible, ¿dónde están?
El mal estado de la tapicería y el humo de la combustión filtrado
hacia el interior, son las dos quejas más frecuentes de los viajeros
sobre el servicio de taxis particulares. Ante el incesante rumor de
aumentar las tarifas de los viajes, los ciudadanos por su lado exigen
que los boteros inviertan de sus ganancias en la reparación de los
'almendrones' y no en subir los precios.
"Es cierto que no todos estos carros tienen todas las condiciones
para prestar un servicio al público", acepta Diomedes Miranda,
propietario de un Dodge de la ruta Vedado-Palma. "Pero la gente también
debe tener en cuenta que para este negocio no existe un mercado estatal
de piezas de repuesto. Es obligado recurrir a mecánicos, torneros,
fresadores, electricistas, tapiceros, todos particulares que también
tienen su precio, nada baratos, y bocas que alimentar".
"Aquí todo hay que chaquetearlo por el doble: un par de gomas te
pueden costar entre 300 y 500 cuc; la tapicería no baja de los 600 cuc;
reparar un motor va entre 800 y 1200 cuc; un par de pastillas de frenos
más de 50 cuc; reparar un tubo de escape sobre los 30 cuc. Los precios
son de infarto mi socio, y eso la gente no lo sabe, o si lo sabe se hace
de la vista gorda como el Gobierno".
Fuentes consultadas de la EPTA aseguran que "de realizarse un
estricto chequeo técnico de los vehículos destinados a prestar servicio
particular de transporte, más del 80% no pudiesen circular".
Las mismas fuentes afirman que gracias al ingenio de los mecánicos,
"algunos hasta de fama nacional", se percibe un indicador que señala un
incremento de "mejoría técnica; pero que sin duda conlleva una inversión
costosa a sus propietarios". Sobre el tema de los sobornos en esta
entidad no hubo declaraciones.
"Por otro lado, y suponiendo que compres una pieza, ya sea por el
Estado o en la bolsa negra, el mal estado de todas las calles en La
Habana atenta contra el rendimiento y la vida útil de estas", acota Paco
Ramón, ingeniero mecánico de prestigio residente en el popular barrio
El Canal.
"Boyeros es la única vía que se mantiene más o menos al kilo y eso
porque es la vía obligatoria de visitas diplomáticas desde el
aeropuerto. Pero vete a ver las calzadas del Cerro, 10 de octubre,
Monte, Bejucal, San Miguel, por mencionar algunas… todas están
descojonadas. Así no hay pieza que aguante, ya sean originales de
fábrica o inventadas."
La rebaja de precios para adquirir combustible, promovida por el
Estado, no sobrepasa los 10 centavos de cuc. En la práctica esta
'rebaja' no representa incentivo alguno para los propietarios de
vehículos particulares dedicados al transporte público. Las cadenas de
tiendas estatales para la comercialización de piezas y accesorios de
vehículos automotor, en su totalidad importados, sostienen precios
astronómicos que solo pueden asumir entidades gubernamentales mediantes
cheques o fondos presupuestados para estas operaciones.
Aunque el consenso de los boteros es favorable a no subir las tarifas
"para no perjudicar la billetera del pueblo", sí han acortado los
recorridos de tirada larga, y el panorama se dibuja propicio para que la
tendencia de Alamar se extienda a todas las rutas de La Habana.
Las quejas de los viajeros, aunque razonables, engrosan la lista de
inversiones pendientes convirtiéndose en otra motivación para
incrementar los precios. El propio José Armando concluye con otro amargo
conformismo: "sí, es del carajo la humacera y la peste a petróleo que
se te impregna en la ropa pero, sin justificar a nadie, nunca será peor
que la falta de guaguas y las paradas repletas de gente a toda hora.
Entiéndase o no, los boteros también somos los perjudicados".
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