Dr. Eugenio Yáñez
La sucesión raulista
Raúl Castro no pasará a la
historia ni como líder carismático ni como intelectual brillante. Él
lo sabe perfectamente, pero eso no le preocupa demasiado. Tampoco
pasará como el dictador que consolidó la obra y el legado de Fidel
Castro, pues su gestión tras hacerse cargo del poder “con carácter
provisional” en julio del 2006, más que para “consolidar” el
desastre que con su extensa actuación díscola e irresponsable dejaba
atrás su hermano, ha sido la de establecer un estilo de gestión y
mecanismos de gobierno diferentes.
Como tales mecanismos no tienen
un carácter democrático o al menos “liberal” en el sentido político
del término, el sucesor designado no pretende intenciones
reformistas ni mucho menos. Lo que ha cambiado tampoco modifica para
nada el carácter dictatorial del castrismo ni el sistema totalitario
establecido poco a poco desde el comienzo de la llamada
“revolución”, y que ya en la década de los sesenta del siglo pasado
solidificó con puño de hierro las principales características de
funcionamiento y las herramientas del absolutismo castrista que
irían a garantizar la permanencia en el poder de los hermanos de
Birán durante más de cincuenta y seis años. Por eso hasta el momento
no se vislumbra una perspectiva realista para poder salir de esa
pesadilla más allá de los inevitables factores de carácter biológico
que materializarán la salida de ambos hermanos del escenario cubano.
No hay que olvidar que desde
finales del 2005, cuando era evidente que la salud de Fidel Castro
se deterioraba aceleradamente (recordar su discurso apocalíptico en
la Universidad de La Habana en noviembre de ese año), comenzó a toda
prisa la preparación para que la sucesión por parte de Raúl Castro
se pudiera llevar a cabo en forma de aterrizaje suave, lo que se
produciría inmediatamente que el Comandante en Jefe
falleciera, para no dar lugar a ningún tipo de vacío de poder.
Como se sabe, Fidel Castro no
falleció entonces -ni todavía ha fallecido, más de ocho años después
del traspaso de poderes. De manera que Raúl Castro tuvo que comenzar
a desarrollar su estilo de gestión y sus ideas de las formas de
funcionamiento del partido comunista, del Estado y del gobierno, no
de acuerdo a sus criterios como el supuesto máximo dirigente de la
nación, sino de acuerdo a lo que pudiera lograr a la sombra del
máximo líder, que aunque oficialmente no ostentaba cargos que
fueron exclusivamente suyos durante casi medio siglo, se mantenía en
una condición de salud que, si no a los efectos médicos a los
efectos de gestión pública y gobierno, en realidad no permitía
declarar que estaba ni muerto ni vivo.
Los planes del hermano menor se
implementaron con el apoyo de los “raulistas”, combatientes de las
luchas guerrilleras que, aunque fieles a Fidel Castro hasta el
final, se decantaban más por la lealtad a Raúl Castro después del
“día D” antes que por otros jefes del Ejército Rebelde que contaban
con historia y currículum como para considerarse, al menos
teóricamente y en primera aproximación, como pretendientes al poder
que quedaría vacante con el fallecimiento de Fidel Castro.
De manera que Raúl Castro tuvo
que promover con calma y maña a sus “raulistas”, a quienes alternaba
con favoritos de Fidel Castro que desde el comienzo de la revolución
ocupaban posiciones relevantes. Otra parte de estos favoritos habían
logrado sus ascensos a los mayores grados militares, y sus victorias
y reconocimientos, en las contiendas de los cuerpos expedicionarios
cubanos en África en las décadas de los setenta y ochenta, así como
en acciones de insurgencia guerrillera en América Latina y África
desde la década de los sesenta.
Pero además existía un tercer
grupo de favoritos compuesto por diversos jóvenes sin ningún
historial “guerrillero”, que habían ido ascendiendo a través de los
mecanismos paralelos de Fidel Castro, quien los observaba y
seleccionaba en base a simpatías personales y nulidad protagónica.
Estos individuos, que regularmente pasaban durante un tiempo por el
Grupo de Apoyo al Comandante en Jefe, especie de gobierno paralelo
con el que el máximo líder violentaba decisiones
institucionales y la disciplina elemental de trabajo gubernamental,
interrumpía a ministros y funcionarios, recababa información
paralela a los sistemas oficiales, y violaba cuanta jerarquía y
estilo racional de dirección se opusiera a la voluntad del
Comandante.
Además de lograr desembarazarse
de este último grupo, Raúl Castro fue imponiendo su estilo, y poco
a poco logró conformar una fórmula de gestión con sus propios
métodos de dirección, que no eran exactamente los mismos de Fidel
Castro, y que de hecho diferenciaba al hermano menor de la forma en
que el Castro mayor había operado durante más de 46 años.
Ni más democrático ni más
preocupado por el destino de los cubanos, pero al menos más
interesado en lograr que las cosas funcionaran sin acercarse
demasiado a la explosión social y a las crisis que eran el pan
nuestro de cada día en tiempos de Fidel Castro.
A ese estilo de Raúl Castro
diferente en sus manifestaciones y comportamientos, aunque
inherentemente totalitario y represivo como el de su hermano, le
llamamos hace algunos años aquí en Cubanálisis-El Think-Tank como “neocastrismo”,
para diferenciarlo del término “castrismo” que caracterizaba la
etapa de Fidel Castro. Muchas veces, desde entonces, escribimos
sobre el tema y sus características, e intentamos demostrarlo con
hechos y manifestaciones de conducta, no con especulaciones.
Solamente en los últimos tiempos algunos que escriben y tratan con
diferente intensidad el tema cubano han comenzado a utilizar el
término, aunque no siempre con la misma connotación que aquí le
dimos desde un inicio, y sin reconocer créditos a nuestro trabajo
precursor, como lamentablemente es tan habitual entre cubanos.
Mientras tanto, buena parte del
exilio -en todas partes, no solamente en Miami- seguía amodorrado,
convencido de que allá en Cuba todo “seguía igual” y de que la
explosión social -a veces tan obsesivamente deseada por algunos, sin
pensar para nada en sus trágicas eventuales consecuencias- era
inminente. Como resultado de esa conducta a veces de soñadores y a
veces de avestruces negados a aceptar la realidad, algunos se han
ido desfasando y quedando detrás de los acontecimientos, por lo que
cada vez les cuesta más trabajo poder entender los escenarios que se
están produciendo.
El neocastrismo
Aunque anteriormente lo hemos
hecho, permítanme presentar una vez más una lista que pretende
recopilar todas las medidas fundamentales que se han llevado a cabo
“sin prisa pero sin pausa” por el régimen durante la era de Raúl
Castro. El listado no se mantiene en orden cronológico ni se
organiza por análisis de prioridades e importancia de cada una de
las decisiones, sino que, simplemente, enumera un conjunto de
medidas políticas, económicas y sociales que se han ido tomando en
estos más de ocho años, que serían las que pueden definir en la
actualidad eso que llamamos neocastrismo. Como se entenderá
fácilmente, ha sido actualizado continuamente para que no pierda
actualidad.
LISTADO INCOMPLETO DE LOS CAMBIOS FUNDAMENTALES INTRODUCIDOS EN CUBA
DURANTE LA ERA DE RAÚL CASTRO (JULIO 31 DEL 2006 HASTA NUESTROS
DÍAS)
·
Autorizar el
trabajo privado a más de 440,000 cuentapropistas, aunque algunos
rellenan fosforeras o pasean perros, y otros muchos miles han
devuelto sus licencias
·
Entregar tierras
estatales en usufructo a trabajadores privados para utilización en
la agricultura y la ganadería
·
Anunciar el
proyecto de desaparición del peso cubano convertible (CUC) y volver
a establecer el peso cubano (CUP) como única moneda circulante en el
país
·
Autorizar el pago
con pesos cubanos en el 90% de las Tiendas Recaudadoras de Divisas
·
Autorizar a los
trabajadores privados a contratar empleados
·
Permitir y
fomentar el establecimiento de cooperativas no agropecuarias
·
Nueva ley de
inversión extranjera
·
Emisión de bonos
para financiar la deuda generada por el déficit presupuestario
·
Desactivar las
falsas Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC)
·
Creación de la
Zona Económica Especial de El Mariel
·
Reforma de la Ley
Electoral
·
Disolución o
reestructuración de Ministerios y creación de Organizaciones
Superiores de Dirección Empresarial (OSDE)
·
Retirar al Estado
de la administración de restaurantes, cafeterías y servicios
personales (barberías, peluquerías, zapaterías, reparación de
electrodomésticos, taxis)
·
Creación de una
Contraloría General de la República con el objetivo de luchar contra
la corrupción y las indisciplinas administrativas
·
Ofrecer créditos
a la población para construcción y reparación de viviendas
·
Autorización de
ventas a crédito para adquirir en las tiendas que venden en CUC
ollas de presión eléctricas, arroceras, y de presión convencional, y
cocinas eléctricas y su equipamiento
·
Autorización a
deportistas a contratarse en otros países
·
Establecer
niveles de pago diferenciado a los deportistas, acabando el mito del
“deporte aficionado”
·
Reconocer la
propiedad de autos y viviendas, y permitir su compraventa
·
Comenzar la venta
de vehículos nuevos y de uso, aunque a precios astronómicos
·
Autorización a
inmobiliarias estatales y mixtas para rentar locales y viviendas a
cubanos
·
Resoluciones para
ampliar los marcos de la autonomía empresarial y deslindar y
segregar funciones estatales y empresariales
·
Conversión de las
casas de visitas oficiales en hoteles mediante pago de los precios
establecidos
·
Establecer el fin
del igualitarismo social
·
Proclamar que
cada cual reciba de acuerdo a lo que se gane con su trabajo
·
Permitir,
reluctantemente, tras un pacto con la Iglesia Católica cubana y
difusos arreglos con el gobierno español, que las Damas de Blanco
desfilen sin excesiva represión en unas cuadras específicas de la
Quinta Avenida, en la barriada de Miramar, al finalizar la misa
dominical a la que asisten en la iglesia de Santa Rita de Casia
·
Excarcelar y
expulsar del país en 2010 a casi todos los prisioneros de la
“Primavera Negra” que aceptaron trasladarse a España (casi todos),
que habían sido detenidos por orden de Fidel Castro en el 2003, y
mucho más recientemente (2014) a otro grupo de presos políticos
·
Restablecimiento
de un sistema de impuestos para todos los trabajadores
·
Eliminar las
escuelas en el campo
·
Eliminar
las microbrigadas
·
Eliminar la “revolución
energética”
·
Eliminar los “trabajadores
sociales”
·
Eliminar “la
batalla de ideas”
·
Eliminar el Grupo
de Apoyo al Comandante en Jefe
·
Autorizar a un
grupo empresarial extranjero (brasileño) a administrar un central
azucarero en Cuba
·
Darle un sentido
más “pragmático” a la represión, reduciendo en gran cantidad las
prolongadas condenas por hechos políticos, sustituyéndola muchas
veces por palizas a los opositores, detenciones “express” por varias
horas, o condenas relativamente benignas en cuanto a tiempo en
prisión
·
Reducir
drásticamente el “trabajo voluntario” y los “domingos rojos”
·
Eliminar
prohibiciones de acceso a hoteles y centros turísticos
·
Permitir a los
cubanos poseer computadoras y teléfonos celulares
·
Autorizar acceso
(restringido y de mala calidad) a Internet (a precios abusivos)
·
Estudios para
modificar los sistemas de gobierno y administración provinciales y
municipales y deslindar funciones ejecutivas y legislativas
·
Realización de
negociaciones secretas con Estados Unidos que culminaron tras
dieciocho meses con el anuncio público del inicio del proceso para
restablecer las relaciones diplomáticas entre La Habana y Washington
·
Declarar las
intenciones de ambos gobiernos de discutir todas sus desavenencias y
reclamos para “normalizar” las relaciones entre ambos países.
·
Haber realizado
el Sexto Congreso del Partido Comunista en el 2011 y anunciar la
celebración del Séptimo Congreso para abril del 2016
·
El anuncio de
Raúl Castro de que el actual (2013-2018) sería su último período de
ejercicio en el poder del Estado y gobierno (no dijo nada sobre su
cargo en el Partido Comunista)
·
Establecer que
ningún dirigente pueda estar más de diez años en el cargo
·
Nombrar a un
civil “no histórico” segundo al mando nominal en el Estado y el
gobierno
·
Remover
prácticamente al 100% de los secretarios generales provinciales y
municipales del Partido Comunista y los jefes de gobierno provincial
y municipal que estaban en esos cargos cuando Fidel Castro entregó
el poder en julio del 2006
·
Establecimiento
de una nueva Ley de Inmigración, que entre otras cosas elimina la
degradante “tarjeta blanca”, autoriza a la casi totalidad de los
cubanos, incluidos muchísimos opositores, a viajar al extranjero por
hasta 24 meses sin tener que pagar “penalidades” y regresar
posteriormente a su país
·
Aprobación de
nueva política para financiamiento de proyectos culturales que
admite aportes privados y de entidades extranjeras, y otorga mayor
autonomía al sector
·
Autorizar a
(cantidades limitadas de) emigrados a regresar a vivir a Cuba
·
Comenzar la
construcción de marinas y campos de golf de lujo para turistas
·
Realizar
mensualmente reuniones periódicas del gobierno e informar sobre
ellas y sus acuerdos en la prensa (aunque con información incompleta
y confusa)
·
Pedir a los
dirigentes que no se sientan capaces de cumplir sus obligaciones que
renuncien, sin que hacerlo se considere como algo vergonzoso.
·
Experimento para
autorizar a algunas empresas a vender sus excedentes en el mercado
interno
No son pocas estas medidas
comparadas con el inmovilismo que caracterizó los últimos años del
reinado absolutista de Fidel Castro, donde se hacía muy poco o casi
nada para mejorar o modificar la forma en que (mal)funcionaban la
nación, la sociedad y el país o las dificultades cotidianas de la
población. En aquellos tiempos todo se reducía prácticamente a
movilizaciones ideológicas para entretener a los cubanos destacando
la supuesta personalidad mística y genio indiscutible del máximo
líder, sin que el régimen intentara realmente algo para resolver
los muchos problemas acumulados por décadas, y todo se quedaba en el
“trabajo político”: el regreso del “niño balsero” Elián González, la
Batalla de Ideas, los trabajadores sociales, los “cinco héroes”, el
“protestódromo”, o la revolución energética.
Al aplicar esos cambios, Raúl
Castro, estaba pensando como militar, y ya sabía que el neocastrismo,
desde un punto de vista estratégico, estaba consolidado de forma
razonable para lo que le interesa. Por eso puede dedicarse, en
paralelo a la “actualización del modelo” -ahora no es importante
discutir si funciona mejor o peor- es decir, a crear las condiciones
para que se pueda establecer y consolidar el postcastrismo en el
país, sin demasiados riesgos.
Aunque algunas de las tareas
esenciales están “en proceso”, como es el caso de la así llamada
normalización de relaciones con Estados Unidos, cuyos resultados
finales no se podrían ver hasta dentro de algunos años, otras están
en evidente y peligrosa categoría de incumplimiento, como la
unificación monetaria y la eliminación de la doble moneda, paso
esencial para el mejor funcionamiento del país, pero que todavía no
se ha podido intentar, aunque está en planes desde hace varios años,
por las inconsistencias en gran medida, en el fallido e inefectivo
sistema nacional de contabilidad del régimen. Esto ha sido
demostrado de manera fehaciente por nuestro colega y amigo Lázaro
González, en una impresionante serie de tres artículos publicados en
El Think-Tank en abril del 2014 y que no han podido ser refutados
con seriedad hasta este momento.
El general-presidente parece
dar por descontado que la siempre tan temida explosión popular no se
producirá nunca, porque todo estaría atado y bien atado, y considera
que en el postcastrismo se aseguraría el funcionamiento totalitario
y dictatorial del gobierno, mientras los “históricos” guerreros
podrán pasar al ¿merecido? reposo con abundantes y agradables
condiciones materiales para sus retiros sosegados y cómodos. Con la
parca a la vuelta de la esquina es importante para ellos y sus
herederos evitar un presunto ajuste de cuentas ante la justicia por
parte de un nuevo gobierno cubano que no tenga interés en dejar
impunes tantos desmanes y fechorías de más de medio siglo de
dictadura.
Y así avanza, en silencio, la
preparación del postcastrismo. Algunos ni siquiera imaginan desde
cuando se prepara este proceso para poder imperar en el país, y las
especulaciones abundan, así como hipótesis disparatadas de quienes
inventan sucesiones familiares de hijos y parientes políticos,
llegando a señalar que personajes tan incoloros e incapacitados para
gobernar como Antonio el médico, Alex el fotógrafo, Alejandro el
coronel o Mariela la sexóloga, todos de apellido Castro, o el
General Rodríguez López-Callejas, esposo de la mayor de las
Castro-Espín, estarían como seguros favoritos en todas las quinielas
para cuando se produzca esa esperada sucesión del Sucesor.
No tienen mucho sentido esas
hipótesis, pero eso no impide que se siga especulando o soñando, a
falta de cosas más interesantes que hacer. ¿Cuántas veces los
iluminados han declarado irreversiblemente muerto a Fidel Castro,
solamente para salir a declarar cuando aparece el “cadáver” que se
trata de fotografías trucadas con photoshop o de la utilización de
dobles, en complicidad con jefes de Estado que habrían dicho que lo
visitan en Punto Cero, conversan y se muestran en las fotos con él,
siendo mentira? Y todo eso lo repiten sin ni siquiera sonrojarse o
hablar de otras cosas, al menos por un tiempo.
Preparación del postcastrismo
¿Cuando comenzó Raúl Castro la
preparación del postcastrismo? ¿Verdaderamente?
En el sentido más profundo y
abarcador, podría decirse que desde antes de noviembre del 2005,
debido a la grave enfermedad de Fidel Castro, que fue conocida
públicamente el 17 de noviembre de ese año en su discurso en la
Universidad de La Habana.
Viendo el asunto con un poco
más de pragmatismo, se puede decir que Raúl Castro comenzó a
preparar el postcastrismo en el 2006, cuando a través de la
“Proclama” del 31 de julio de ese año, Fidel Castro renunció a todos
sus cargos políticos, militares y de gobierno y Estado, y transfirió
todas esas responsabilidades a su hermano menor, siempre todo ello
“con carácter provisional”.
Y más dramáticamente, pero
también de manera más funcional y estratégica, puede decirse que la
preparación efectiva, ejecutiva y radical de la definición y
aplicación del postcastrismo comenzó en el año 2013, al comenzar las
conversaciones secretas del régimen con el gobierno de Estados
Unidos, bajo los auspicios del Papa Francisco y el gobierno de
Canadá, que culminaron con la noticia que dio la vuelta al mundo el
17 de diciembre del 2014.
Para Raúl Castro era esencial
amarrar ese cabo suelto para lograr el tan ansiado aterrizaje suave
que le quita el sueño al régimen. Y para Barack Obama era necesario
establecer las condiciones imprescindibles para Estados Unidos que
pudieran asegurar al menos un mínimo entendimiento con la dictadura
antes que la Barca de Caronte llegara a buscar a Raúl Castro, de 83
años de edad, así como a cualquiera o a todos de sus más cercanos
colaboradores y cómplices, todos ellos por encima de los ochenta
años de edad.
De manera que se comenzó a
preparar “con prisa y además sin pausa” un ajuste práctico que tiene
que ver con la forma en que funciona el régimen. No fue en ningún
momento un proyecto democratizador ni mucho menos, que tampoco
preveía en algún momento dar espacio a los opositores en alguna
forma de toma de decisiones gubernamentales.
Uno de los primeros pasos
claramente anunciados, aunque sin reconocer que se trataba de un
mejunje elaborado por el régimen se refiere al anuncio de que el 19
de abril se realizarán “elecciones” parciales, de la mitad del
mandato de la legislatura, que deben celebrarse cada dos años y
medio, y donde esta vez se eligen las Asambleas Municipales del
Poder Popular y las Provinciales.
Así ha sido por casi cuarenta
años, sin trascendencia para el país y sin mejorar nada la
estructura y funcionamiento de esos órganos así concebidos desde que
fue creado el Poder Popular en 1976. Entonces ¿por qué es ahora que
el régimen intenta entender y deslindar sus funciones?
Otra duda surge cuando se
anuncia que en esas elecciones locales participarán por vez primera
en la historia “revolucionaria” del país un grupo de “observadores”,
que no se sabe exactamente qué es lo que harán, para qué y por qué,
pues los mismos que nombran a los candidatos municipales y
provinciales “democráticamente”, nombran también a los
“observadores”.
Ante la falta de explicaciones
de estas “novedades” por parte del dictador permítasenos especular
que podría estar pretendiendo dotar de cierta legitimidad
internacional a “elecciones” con la presencia de husmeadores
oficialistas, o intentando analizar más en serio el funcionamiento
del proceso eleccionario cubano, porque si resulta cierto que la
actual legislatura (febrero 2013-febrero 2018) sería la última donde
participen Raúl Castro y los “históricos”, enquistados en el poder
desde 1959, los que queden al mando tendrían que tener muy claro
cómo es que se hacen estas cosas para que parezcan un poco menos
totalitarias ante el mundo.
Casi en los mismos días que las
noticias anteriores se anuncia en la prensa domesticada la
celebración de un Pleno del Comité Central del Partido Comunista el
23 de febrero, donde se “informó” públicamente -como siempre
parcialmente y sin la debida transparencia- que un séptimo congreso
del partido sesionará en abril del 2016, y que habrá una reforma a
la ley electoral del país, aunque no se abundó para nada en algún
tipo de detalles.
Teniendo en cuenta para lo que
sirve cualquier congreso de un partido comunista, ahora o siempre,
en Cuba o en cualquier país, es de pensar que su convocatoria
responde a la mentalidad administrativa de Raúl Castro y su
insistencia en cumplir plazos y calendarios.
Así que la maquinaria
propagandística del régimen hablará del camino al congreso diciendo
que se avanzará sin prisa pero sin pausa hacia ese máximo cónclave.
Y los fabricantes de sueños, ilusiones y confusiones y diversionismo
dirán que ahora sí que la cosa va en serio, porque se trata del
“relevo generacional”.
Pondrán como ejemplo que el
asilo de ancianos constituido por los octogenarios Raúl Castro,
Ramiro Valdés, José Ramón Machado Ventura, Abelardo Colomé (“Furry”)
y el general Ramón Espinosa, que acumulan más de 400 años de edad
entre los cinco, daría paso a “jóvenes” como Miguel Díaz-Canel,
Marino Murillo y Bruno Rodríguez, todos del buró político. Aclarando
que, sin embargo, los Generales de Cuerpo de Ejército “Polo” Cintras
Frías y Álvaro López Miera, ministro y viceministro primero y jefe
del Estado Mayor General de las fuerzas armadas, que no son
octogenarios todavía, aunque ya son septuagenarios en estos momentos
quedarían con las botas puestas en el buró político, de guardia, “porsia”.
El anterior criterio parte de
planteamientos sensatos, pero peca de estático: se basa en los que
hoy son miembros del buró político solamente, y aunque supone que
algunas de las actuales momias partidistas tendrán que salir de la
cúpula, por imperativos biológicos más que por deseos personales, no
tiene en cuenta quiénes podrían ser los relevos, sus características
y sus trayectorias anteriores. Porque si bien es cierto que
Díaz-Canel, Murillo, Bruno Rodríguez y Mercedes López Acea
constituyen hoy en día la “juventud” de ese escalón superior de
dirección, deberán entrar al selecto grupo al menos cuatro o cinco
nuevos miembros.
Teniendo en cuenta que la
tendencia histórica en el buró político, desde siempre, ha sido que
altos jefes militares integren esa instancia superior de dirección,
habría que pensar quiénes serían los generales que serían
incorporados al buró político durante el Séptimo Congreso. Menciono
generales porque sería demasiado inusual promover a ese parnaso
político a militares con menos rango, y no parece demasiado
probable, al menos en este momento, que sean civiles, por muy
capacitados y promisorios que puedan parecer en un momento, quienes
sustituyan los lugares de todos los militares que salgan de ese
órgano de dirección.
Al menos, algo común en la Cuba
de los Castro, que se trate de “civiles” que en realidad son
militares de siempre trabajando en cargos civiles, como los
Generales de División Leonardo Andollo Valdés, Segundo Jefe de la
Comisión Permanente de Implementación y Desarrollo, Samuel Rodiles
Planas, Presidente del Instituto de Planificación Física (IPF), o
Antonio Enrique Lussón Battle, Vicepresidente del Consejo de
Ministros, aunque este último, con 85 años de edad actualmente, no
tendrá demasiadas probabilidades de promoción en el congreso del
2016.
Si la propaganda se limita a
destacar el relevo en la cúpula, no es noticia, es algo que llevan a
cabo obligados por el almanaque. Pero no explica que en ese Séptimo
Congreso del Partido Comunista de Cuba se deberán producir muchos
más cambios que los mencionados.
Aunque ya en el Comité Central
y en los Comités Provinciales y Municipales del Partido, y en las
instancias de gobierno a esos niveles, se han producido profundas
renovaciones durante el neocastrismo, el buró político del partido,
que es donde casi en última instancia se toman las decisiones más
trascendentales -las verdaderamente más trascendentales de todas son
tomadas alrededor de una mesa de dominó, con “machoasaó” o “venao”,
y ron, en La Rinconada o en alguna discreta casa de visitas del más
alto nivel- tiene que ser renovado con personas más jóvenes que los
“históricos” y sus ineficientes e inútiles acólitos parásitos, como
Salvador Valdés Mesa o Adel Yzquierdo, en realidad buenos para nada,
cuya salida de esa instancia solamente la extrañarán quienes
reparten el café en los recesos de las reuniones del buró político.
Solamente en abril del 2016,
cuando se conozca al finalizar el congreso la composición y los
nuevos integrantes del buró político, podrán analizarse con
profundidad y seriedad los posibles candidatos a protagonistas en el
postcastrismo.
¿Llegará al máximo nivel
nacional, como jefe de Estado y Gobierno, aunque solo fuera
nominalmente, Miguel Díaz-Canel? ¿Quiénes serán el primer y el
segundo secretario del partido después del séptimo congreso? Dando
por sentado que no habrá cambios ni bajas biológicas en el
ministerio de las fuerzas armadas, ¿quiénes serán el ministro del
Interior y el viceministro primero, que siempre representa y actúa
como jefe del temido sistema de órganos de seguridad del Estado?
¿Quién será el ministro de Relaciones Exteriores? ¿El de Economía?
¿El de agricultura? ¿El de Inversión Extranjera? ¿El de Transportes?
En medio de una aguda crisis en la producción de alimentos en el
país desde hace muchos años -cuando no aparece ni el famoso vaso de
leche prometido por Raúl Castro-, con el país endeudado al máximo y
totalmente descapitalizado, y el transporte de pasajeros y cargas en
todo el país sin salir de una crisis para entrar en otra más aguda,
los tres cargos, Ministro de Agricultura, Ministro de Comercio
Exterior e Inversión Extranjera, y Ministro de Transportes, tienen
importancia estratégica decisiva para el funcionamiento del
gobierno, y además se trata de sectores que pueden tener que ver en
un momento con situaciones que podrían llevar a tensiones sociales
extremadamente agudas. De igual forma son estratégicas las
vicepresidencias del consejo de ministros que atienden agricultura e
industria azucarera, comercio exterior e inversión extranjera, y
transporte y comunicaciones.
¿Quién será el embajador cubano
en Estados Unidos? Cuando todavía ni siquiera se han acabado de
establecer los procedimientos para reabrir las respectivas embajadas
en La Habana y Washington ya las pitonisas políticas habían
seleccionado Josefina Vidal, que es quien representa al régimen en
las actuales conversaciones con EEUU, como futura embajadora. Y
aunque los despistados aseguran que Vidal fue expulsada
anteriormente de EEUU, se trata de otro mito más: el expulsado por
espía fue su esposo, no ella. Y ya los adivinos, que siempre tienen
respuesta para todo, aun cuando no conozcan las preguntas,
designaron a Gustavo Machín -hijo del comandante guerrillero del
mismo nombre caído en Bolivia cuando formaba parte de la guerrilla
de Che Guevara- segundo jefe de la Dirección de Estados Unidos del
Ministerio de Relaciones Exteriores, como el nuevo jefe de esa
dirección cuando la señora Vidal se mude a Washington.
¡Es una pena que no se aprenda
después de tantos fracasos, fiascos y ridiculeces!
Cubanálisis-El Think-Tank,
aunque no dejará de analizar ni de tratar de desentrañar la realidad
subyacente para seguir constituyendo la diferencia entre reproducir
noticias y analizar información, continuará manteniendo la cautela y
profesionalismo requeridos e imprescindibles para no arriesgarse a
opinar sin fundamentos, a menos que se produzcan situaciones y
condiciones no percibidas hasta estos momentos. No se puede
pretender adivinar en diez minutos lo que se ha diseñado y se sigue
diseñando en La Habana con bastante paciencia, coordinaciones,
profundidad y mala fe.
No parece factible entender lo
que nos traerá el futuro, al menos a medio plazo, hasta que no
logremos conocer quienes serán las verdaderas “estrellas” concebidas
por Raúl Castro para el complejo proceso del postcastrismo.
Y el que diga en estos momentos
que lo sabe, que me disculpe sinceramente, porque, con todo el
respeto, no me queda más remedio que considerar que actúa como
persona prepotente, irresponsable, desinformada y mentirosa.
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