el socialdemocrata disidente leal cuesta morua de visita en argentina para presentar su libro “Ensayos progresistas desde Cuba” [el libro se puede descargar aqui en formato PDF], publicado por CADAL y que cuenta con prologo de haroldo dilla, ha sido prodigo en entrevistas donde exhibe como un presdigitador primer mundista, un proyecto de transicion del regimen totalitario a una sociedad democratica, mediante la construccion de una esquematizada ruta irresponsable, colaboracionista e ilusiorio, que tiene como pilar la concepcion de la Democracia deliberativa. cuesta morua persigue el protagonismo por el contraste con otros lideres disidentes y opositores, algunos con menos bagaje conceptual ciertamente, pero con una consecuencia practica asentada en las realidades concretas que distingue a la problematica cubana. buen candidato nos ha salido el "profe" para miembro de la comision de asuntos juridicos de la asamblea nacional.
sin citar la experiencia de paya, a la que el regimen respondio con la modificacion de la constitucion declarando el caracter eterno y sacrosanto del caracter socialista -eufemismo de castrismo- del pais, cuesta morua se atiene a la recogida de 10 mil firmas validas para procurar una modificacion constitucional.
carlos pous en su personaje del "negrito" picaro y populachero que inmortalizo en el teatro marti era al menos popular y autentico. y nada que ver con el color de la piel, por favor.
carlos pous en su personaje del "negrito" picaro y populachero que inmortalizo en el teatro marti era al menos popular y autentico. y nada que ver con el color de la piel, por favor.
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Martín Felipe / AFV. |
“Nací
hace 52 años, después de la revolución. Fui formado por la revolución
cubana. No conozco nada de lo anterior más que por los libros”. De esta
forma se presenta Manuel Cuesta Morúa. Historiador y ex militante
comunista, hoy es uno de los referentes de la disidencia al desempeñarse
como vocero del socialdemócrata Arco Progresista, grupo que integra
Espacio Abierto.
Su camino al lado del régimen de Fidel y Raúl Castro duró poco. El
día que Irak invadió a Kuwait en 1991 marcó el punto decisivo de
inflexión. “Me habían enseñado que había que luchar contra los países
que intentaban destruir a otros, apropiarse de sus recursos y pulverizar
su soberanía. Nos habían enseñado que Estados Unidos quería engullirse a
Cuba. Pero no hubo una reacción política del régimen y eso me pareció
una inconsistencia”, recuerda.
“Si uno tiene convicciones claras y logra contrastarlas con la
realidad, no es difícil darse cuenta de que lo que dice y ha dicho el
discurso oficial no coincide con lo que está pasando con la realidad”,
asegura Cuesta Morúa a Infobae durante su visita a Buenos Aires, adonde
viajó para presentar su libro “Ensayos progresistas desde Cuba”,
invitado por Cadal.
Por eso, sostiene que el acuerdo para restablecer las relaciones
diplomáticas con los Estados Unidos rompe con la “narrativa del enemigo
externo” y afirma que es una oportunidad para la oposición que le
permitirá erguirse como una verdadera alternativa democrática, que
introduzca cambios en el país.
A diferencia de otros sectores de la disidencia cubana, usted
se mostró a favor de la normalización de las relaciones entre los
Estados Unidos y Cuba, ¿qué es lo que destaca?
La narrativa del régimen ha sido muy sólida contra el enemigo
externo, que es Estados Unidos. El peso histórico de Estados Unidos en
determinar en cómo ha sido y cómo podría haber sido el destino del país
es muy fuerte y está metido en las venas. Y sobre esa carga, el gobierno
cubano construyó un enemigo formidable para enmascarar un régimen
autoritario. Este cambio destruye por primera vez en la historia de Cuba
la narrativa del enemigo externo. Para nosotros, los demócratas
cubanos, es fundamental la caída de ese muro narrativo para poder
articular ante la comunidad internacional, en especial América Latina, y
ante la ciudadanía cubana una agenda y un discurso alternativo de
cambio democrático. Este es un momento en que la mayoría del pueblo
cubano pide cambios, de uno u otro matriz. La elite minoritaria sabe que
tiene que cambiar.
¿A qué atribuye la decisión de Raúl Castro de acercarse a este país que por décadas calificó de enemigo?
Creo que no esperaba que el gobierno de Barack Obama le hiciera una
oferta de esta naturaleza. Y aceptó porque no podía vender a la
comunidad internacional una negativa a no establecer relaciones cuando
la otra parte de su narrativa ha sido quejarse de que Estados Unidos era
quien ponía condiciones y no quería tener relaciones. Tampoco podía ser
vendible la idea de rechazar las negociaciones y seguir denunciando el
embargo norteamericano. No se han negado, pero han tratado de ralentizar
el acercamiento porque no tienen la capacidad para administrar la
oferta norteamericana. Y Estados Unidos quiere el acuerdo antes de la
Cumbre de las Américas, en abril, y el régimen no quiere otorgarle esa
victoria.
¿Y del lado de los Estados Unidos?
Hay varias motivaciones. Por un lado, el cansancio con una política
que si bien ayudó a poner de relieve el tema de los derechos humanos en
Cuba, al final no ha tenido el éxito que pretendía. Medio siglo de
fracaso es demasiado tiempo. La segunda razón es un tema estricto de
seguridad nacional. Cuba está en una crisis que se profundiza. La salida
tradicional a las crisis de Cuba ha sido invadir la frontera sur de los
Estados Unidos. Un Estado fallido en el Caribe tan cerca de los Estados
Unidos también es problemático, no solo en lo que respecta a la trata
ilegal de personas, sino también al narcotráfico. Y hay un elemento de
naturaleza geopolítica: las relaciones de EEUU con América Latina
continuaban deteriorándose por la relación con Cuba. Todas esas razones
se unen par que ellos ensayen otro enfoque de acercamiento.
¿Cuál cree que será el impacto de la apertura en el estilo de vida del pueblo cubano?
Tiene un impacto psicológico, porque entonces los Estados Unidos no
son el enemigo. Un segundo impacto es que van a fluir más reservas de
cubanos hacia sus familiares en el país. Eso también ayuda a aliviar una
situación difícil, porque la cubana es una economía totalmente
improductiva, con una estructura económica obsoleta. Las expectativas
que se han creado el 17 de diciembre fueron muy altas. El problema es
que el régimen cubano no crea los mecanismos para que fluya coherente y
consistentemente cualquier ayuda y apoyo de los Estados Unidos a los
cubanos. Un caso en discusión ahora mismo es que no hay un mecanismo
para que los particulares cubanos reciban créditos norteamericanos para
emprender en Cuba.
Distintas empresas multinacionales, como Amazon o Netflix,
tienen previsto instalarse en la isla o ya lo hicieron, ¿es el fin del
modelo comunista en Cuba o es una mutación?
Marca el fin del comunismo castrista, aunque el fin de este modelo se
viene produciendo de antes de esta afluencia, de la entrada masiva de
la economía de consumo. Significa el fin del modelo, pero no el fin del
régimen. Son dos cosas distintas. Pero el modelo está herido de muerte.
Ante estos cambios, ¿cuál es su proyección de acá a 10 años?
Tengo un miedo y es que de aquí a 10 años Cuba se convierta en una
provincia autónoma rebelde de la Unión por la falta de visión
estratégica del gobierno cubano. No han pensado un proyecto de país, no
tiene una visión de Estado, solo tiene una visión de poder. Y por eso,
con tal de mantener el poder, puede llegar a permitir que Cuba sea un
apéndice económico de los Estados Unidos si ello les garantiza su poder.
El país, para bien o para mal, no tiene la maldición de las materias
primas porque prácticamente no tiene nada para ofrecer más que servicio y
turismo. Pero podríamos ser una economía abierta, conectada con el
mundo, con Estados Unidos y América Latina; un país que puede
autoabastecerse.
¿Cambió la situación de la disidencia cubana después del 17 de diciembre?
Sí, cambia en dos sentidos clave. El primero es que ya la disidencia
en Cuba se ve obligada esa fase de resistencia para tratar de
convertirse en una opción política. Obliga a un replanteo acerca de
cuáles son las estrategias más apropiadas para lograr la
democratización. Cambia también que ahora debemos legitimarnos tanto
dentro como fuera del país como una propuesta política. La oposición
está obligada a redefinirse. Por otro lado, nos obliga a tratar de
trabajar juntos en una sola dirección productiva. Hasta ahora no hemos
estado divididos, pero sí fragmentados, lo que ha impedido que se
presente una propuesta clave. Actualmente, estamos trabajando para crear
una agenda conjunta y concreta. Hay un nuevo escenario y un nuevo
desafío para la oposición en Cuba.
¿Cómo es ese trabajo de la oposición para una propuesta única?
Un grupo de organizaciones y personalidades estamos ya trabajando en
esa propuesta única y ese mismo grupo está negociando y avanzando con
otros grupos y segmentos. Ese grupo es Espacio Abierto, que es una mesa
de diálogo de diversos actores de la sociedad civil que hemos decidido
juntarnos, consensuar y discutir estrategias comunes.
¿En qué consiste la iniciativa que impulsa de ley electoral y de legalización de asociaciones de partidos?
La democratización del país debe ser empujada desde la ley y hacia
una ley que se base y fundamente en un Estado de derecho en Cuba. En
Espacio Abierto hemos hablado de la necesidad de reformas
constitucionales y legales, de una manera gradual. Estas son las dos que
vamos a impulsar. La ley de asociaciones de partidos con la que se
reconozca la rica diversidad de las organizaciones de la sociedad civil y
a la menos rica pluralidad de partidos políticos. Ya hay abogados que
están trabajando para presentarla ante la Asamblea Nacional. Y lo
segundo es una nueva ley electoral que refleje esa pluralidad política
que se ha vertebrado ya como parte de la Cuba real, no de la Cuba
oficialista.
En 2002, el fallecido disidente Oswaldo Payá y otros sectores
encabezaron una propuesta de reforma similar, el Proyecto Varela, que
fue tratado y rechazado por el Congreso cubano, ¿por qué piensa que será
distinto con esta otra iniciativa?
El Proyecto Varela es un antecedente importante; fue uno de los
primeros movimientos en hablar de la necesidad de reformar la ley
electoral. Partimos de esa herencia y de experiencia. Hemos aprendido
cómo se debe empujar un proyecto de ley electoral. Si uno se atiene a la
ley cubana, recoge 10.000 firmas y lo presenta a la Asamblea, con eso
se debería garantizar que esa propuesta sea discutida. Pero no solo
debemos trabajar en esa cifra legal, sino también en la cifra política,
que es la masa crítica de ciudadanos que necesitamos de apoyo. El
Proyecto Varela fue en otro contexto, pero en el actual el castrismo no
puede desoír las voces de la ciudadanía, ni desentenderse de esta
propuesta si tiene ese apoyo.
En el segundo semestre del año pasado, la oposición denunció una menor cantidad de detenciones arbitrarias, ¿a qué lo atribuye?
Desde hace un tiempo, el régimen viene tolerando, aunque no siempre,
los encuentros cívicos bajo techo. Pero en ningún caso tolera a aquellos
que creen que se puede reproducir algo así como una primavera árabe en
Cuba. En términos analíticos, la oposición de divide entre quienes
creemos que se puede hacer política en reuniones cívicas, trabajando con
la ciudadanía, y quienes creen que hay que tomar el poder desde las
calles. Las detenciones en este último tiempo están dirigidas a ese
grupo. El régimen tiene un miedo atroz a lo que llaman
desestabilización, que no es más que el cambio.
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